A los bifes
La pulseada por quién tiene derecho a comer carne en la Argentina
Los ganaderos de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) se beneficiaron por la suba del precio del ganado en pie en el Mercado de Liniers gracias a las maniobras de un grupo de frigoríficos que alcanzaron rentabilidades extraordinarias a través de la subfacturación de las exportaciones.
El Cohete a la Luna explicó el mecanismo hace dos semanas: con la rentabilidad extra que obtenían un conjunto de empresas fantasmas –ahora investigadas por la Aduana, la Inspección General de Justicia (IGJ) y la Unidad de Información Financiera (UIF)– pagaban un precio superior por los animales y de esa manera corrían todos los valores de la carne en el mercado interno.
Los ganadores de la maniobra fueron los evasores y los dueños de las vacas. Los perdedores, los mismos de siempre: los y las consumidorxs, quienes en un año –abril contra abril– pasaron a pagar la tira de asado un 80 por ciento más cara. Quienes miraban para el costado fueron los establecimientos nucleados en ABC (Consorcio de Exportadores de Carnes Argentinas). Con China como gran demandante, el mercado daba para todos. Ni unos ni otros –evasores y frigoríficos tradicionales– conciben como prioridad al consumo interno.
Cuando el gobierno detectó la artimaña, primero implementó un sistema de declaraciones juradas y les solicitó a los frigoríficos –los truchos y los habituales– que dieran detalles de sus negocios. El precio de la carne bajó un poco. Sólo unos pesos. Luego vino el cierre de las exportaciones, una decisión tomada para ordenar al sector y también para negociar una reducción fuerte de los precios de comercialización en el mercado interno. Fue una respuesta política.
Los ganaderos decretaron el lockout no tanto por el cierre de las exportaciones en sí mismo sino porque sabían que podrían dejar de recibir ese diferencial que obtenían gracias a las maniobras de los frigoríficos truchos.
“El día que se cerraron las exportaciones en el Mercado de Liniers las vacas que van para China bajaron entre 20 a 30 pesos el kilo vivo. Esa es plata que se perdió o dejó de ganar el criador”, reconoció el nuevo presidente de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino, durante un reportaje con El Cronista. Saltaron porque les tocaron el doble fondo de sus bolsillos.
El tema es que no todo pasa por Liniers. Según un trabajo del Centro de Estudios Agrarios (CEA), por el mercado concentrador sólo se comercializa el 10 por ciento de la hacienda, mientras que los consignatarios y remates canalizan un 16 por ciento. El 66 por ciento de la comercialización de la carne (de los ganaderos a los frigoríficos) ocurre de manera directa.
La disputa que encarnan ganaderos y frigoríficos (donde sólo 6 firmas realizan el 60 por ciento de las exportaciones) no debería interpretarse solamente como una puja de rentabilidades hacia el interior de esta cadena de valor.
Ambos eslabones persiguen un mismo objetivo. “Aumentan el precio de la mercadería para ganarle la puja distributiva a los trabajadores. Si el asado aumenta en un año el 80 por ciento, eso tracciona otros precios como el del azúcar o el de las zapatillas. Ellos lo saben. Y si hay menos poder adquisitivo del salario (que también depende de otras variables), se les hace más sencillo vender afuera. El cierre de las exportaciones fue una respuesta política del Gobierno. Y eso también lo saben”, sostuvo Matías Strasorier, director del CEA, a El Cohete.
El lockout que no fue
“El campo va al paro”, “Alto acatamiento del paro”, “Las bases nos piden medidas más fuertes”. Sea cual sea el titular que recorrió los portales en las últimas semanas, la imagen que acompañaba era la de un Mercado de Liniers vacío. Pero no todas las vacas pasan por el barrio de Mataderos.
El proclamado lockout arrancó el 20 de mayo. Ese día la faena declarada fue de 60.426 animales, 7.000 cabezas más que el día anterior. En el segundo día del “paro” se faenaron 54.000 cabezas. Durante los días siguientes descendió el ritmo de faena. Sin embargo, las plantas siguieron abasteciéndose.
Entre el 24 y el 28 de mayo, la faena declarada fue de 77.500 animales, mientras que entre el lunes y martes de la semana que termina hoy se faenaron 53.500 cabezas de ganado según las estimaciones del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. La cantidad de bovinos enviados a frigoríficos entre el 28 de mayo y el 2 de junio ascendió a 136.600 cabezas. Es decir, “el paro”, tal como lo vendió la devaluada Mesa de Enlace, no existió.
Concentrados
La industria frigorífica nacional cuenta con 500 plantas, de las cuales 120 están habilitadas para la exportación. Una vez faenados los animales, los matarifes y abastecedores –7.500 aproximadamente– son los que proveen a las carnicerías (14.000 establecimientos) y cubren el 80 por ciento del mercado interno. El resto es abastecido por los supermercados. Los matarifes se llevan el 3 por ciento de la renta de la carne según los datos del Centro de Estudios Agrarios.
El 80 por ciento de las firmas exportadoras están nucleadas dentro del Consorcio ABC que lidera Mario Ravettino, quien a su vez forma parte de la mesa de carnes dentro del Consejo Agroindustrial. “Son tiburones dentro de una pecera. Si huelen que pueden perder aunque sea un solo dólar, se alteran”, graficó a este cronista un funcionario de Agricultura que viene dialogando con ellos desde hace semanas.
Las exportaciones están concentradas en un puñado de empresas: Swift (18 por ciento), Marfrig (13 por ciento con marcas como Quick Food, Paty y Good Mark), Gorina (9 por ciento), ArreBeef (7 por ciento), Ecocarnes (7 por ciento) y La Anónima (5 por ciento). La empresa Coto, que ya apareció en varios listados de Aduana por declarar ventas por debajo de los precios de referencia, representa el 7 por ciento de la faena total del país, de la cual el 25 por ciento destina a la exportación.
Y tras cartón, a los frigoríficos tradicionales les salió un grano en el cuarto trasero de la vaca cuando el macrismo habilitó la creación de sociedades simplificadas. Así proliferaron una decena de frigoríficos truchos como Huachana S.R.L., radicado en Santiago del Estero, que llegó a posicionarse como el 5° exportador, o Agrop Negocios S.A.S., como la 7° exportadora.
Durante los cuatro años de macrismo, mientras Luis Etchevehere o Ricardo Buryaile festejaban la apertura de las exportaciones y la baja de retenciones, no sólo no mejoró la rentabilidad de los productores agropecuarios –teléfono para la devaluada Mesa de Enlace– sino que aumentó la faena de hembras de una manera más profunda que la denunciada en 2008 en pleno conflicto por las retenciones móviles.
A la patria ganadera sólo le interesa su rentabilidad. Esas parecen ser las reglas de juego. En cuatro años, cayó el consumo per capita y aumentaron las exportaciones. En el fondo, no les importa quien se come la vaca.
“Desde 2015 se registra una persistente baja en la cantidad de carne destinada al mercado interno: dejaron de consumirse 10 kilos de carne vacuna por habitante por año. En el mismo período el salario mínimo se redujo 39 puntos. Medidos en dólares, pasó de 589 dólares en noviembre de 2015 a 297 en marzo de 2019. Y en enero de este año se ubicó en los 224 dólares. Sin mejorar los salarios pagados, el consumo interno de carne vacuna no aumentará y de este modo ganarán quienes exportan”, puede leerse en el informe del CEA.
Negociación firme
“Vos negociás con la panza llena, nosotros cerramos las exportaciones”. La frase es pronunciada por otro funcionario que sabe que el freno de las ventas al exterior fue una respuesta política frente a la puja distributiva encarada por los frigoríficos.
En este contexto, el Presidente Alberto Fernández parece dispuesto a no moverse ni un centímetro hasta lograr que haya una propuesta que logre bajar los precios en el mercado interno. La semana pasada, en el Ministerio de Economía incluso habían analizado un proyecto de ley para aumentar las retenciones a las exportaciones de carne vacuna y de maíz, por encima de los topes máximos fijados por la ley de Solidaridad y Reactivación Productiva. Las mesas de consenso productivas que encaran desde el Ministerio de Desarrollo Productivo parece que no estarían dando muchos resultados.
También se puso sobre la mesa la posibilidad de prohibir la exportación de determinados cortes, como el asado y el matambre, y fijarle precios máximos a los cortes que quedasen para el mercado interno. La iniciativa surgió del ministro de Agricultura Luis Basterra, mientras que Matías Kulfas debía ponerla sobre la mesa de negociación. Por ahora continúa el cierre de las exportaciones.
El tema de fondo no es sólo una cuestión del volumen de carne que debería destinarse hacia el mercado interno para bajar el precio. El debate crucial pasa por la puja distributiva y la redistribución de la renta del sector.
“Si hay más consumo interno de carne habrá más producción”, sostiene Strasorier a contramano del apotegma de la patria ganadera que repite que la producción sólo aumentaría con más ventas al exterior. “En cuatro años dejaron de consumirse 10 kilos por cabeza por año. Eso habla de 500.000 toneladas menos. Si aumentara el consumo, recuperarías esa producción. Desarrollemos la ganadería para dinamizar la economía de la Argentina desigual. Podríamos pensar en sistemas de riego en zonas áridas para la cría de ganado o mejorar la reproducción. Y la plata podría salir de un punto más de retenciones a los que exportan que venden los mejores cortes”, concluye el director del CEA.
Es una pulseada para ver quién tiene derecho a comerse la vaca made in la Argentina.
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