EL INFIERNO TAN TEMIDO

Desde 1975 sólo los Kirchner evitaron la corrida cambiaria y bancaria porque apostaron al mercado interno

 

El gobierno de Cambiemos reinstauró el modelo extractivista, agropecuario exportador y para ello enriqueció al sector mediante la deuda y su fuga, a la vez que dicha deuda condiciona toda la economía al obligarla a obtener divisas para pagarla, cambiando el eje de la acumulación, que debe ser el mercado interno.

De proseguir por ese camino seguiremos teniendo a los grandes exportadores como los principales beneficiados y, una creciente tasa de desocupación y pobreza por falta de trabajo y producción, al compás que se reduce el mercado interno argentino.

Es la matriz productiva y distributiva del modelo que crece priorizando las ventas de productos primarios al exterior el que destruye puestos de trabajo.

La frase no fue escrita por Albert Camus en su libro La peste, pero merecería serlo: “Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”.

Decimos esto porque mientras el PIB desciende a niveles nunca antes registrados en el país [1] (caída del 9,9% en el año 2020 y en los primeros cuatro meses de 2021 crece muy lentamente y no se recupera lo que se perdió), según el INDEC el precio de los alimentos, y bebidas no alcohólicas a marzo de 2021 anualizadas (comparadas con abril 2020) se incrementaron en un 44,8%. La única explicación posible es que el ajuste interno permite aumentar los saldos exportables y solo se vende al mercado interno si se iguala el precio al externo, generando una ganancia extraordinaria a los grandes productores y comercializadores. La diferencia abismal con ese precio internacionalizado de los alimentos es que en Europa, que no lo produce, sus trabajadores pueden pagarlo, dado que el salario mensual promedio en Europa central en abril 2021, es de 3.500 euros [2] y, en la Argentina es en pesos pero equivalente a solo 780 dólares.

El modelo extractivista, agropecuario y exportador no necesita de la mano de obra local. Por ejemplo en el año 2020 se exportaron 37 millones de toneladas de granos de maíz, cuando se declaró haber producido 40 millones de toneladas.  El precio internacional del maíz creció 61% de 152,95 dólares la tonelada que valía en diciembre de 2019 a 246,28 dólares a mediados de mayo 2021.

Igual sucedió en mayor o menor medida con los precios en el arroz, el trigo, el girasol, la soja y los distintos tipos de carne, y el gobierno no solo no aumentó las retenciones, ni puso un cupo de exportación, sino que encima del fenomenal incremento en dólares del precio de los alimentos, depreció nuestra moneda en un 60,4% (de $ 62 el dólar tipo comercial fijado por el Banco de la Nación Argentina el 9 de diciembre de 2019 a $ 99,50 a mediados de mayo 2021). Eso explica el aumento de la pobreza, se trabaja (si se puede) y no alcanza para comprar lo mínimo e indispensable para vivir el trabajador y su familia.

Es el modelo que impuso la dictadura cívico-militar pero que no tenía una punta de lanza como la soja. Que continuó el gobierno de Alfonsín cuando lo reemplazó al Ministro Bernardo Grinspun y, aceptó toda la deuda externa heredada de esa dictadura canjeándola por títulos nuevos firmados por Juan Vital Sourrouille y José Luis Machinea. Es el camino que preparó el gobierno de Carlos Menem con las privatizaciones de todo, incluso de nuestro Río Paraná y de sus puertos, que eclosionó en diciembre de 2001 y sobre los cuales Néstor Kirchner reedificó, sabiendo que en la Argentina cuando crece el consumo interno crece el PIB y que la suma que una sociedad gasta en consumo depende principalmente del peso que los salarios reales tienen sobre el ingreso global, es decir, de la distribución social (apropiación vía salario) de lo que se produce.

Pero el gobierno de Macri y los que estuvieron atrás para que eso sucediera reimplantaron la integración al mundo vendiendo alimentos y materias primas a costa de ajustar el consumo interno, acatando las condiciones impuestas por el FMI que asegura que así sea.

 

 

Previsible y fatal

En el segundo trimestre ingresan fuertemente las ventas declaradas de la cosecha gruesa,  nuestro principal ingreso exportable.  A ello se suma la posibilidad cierta que el FMI amplíe su capital en unos 650.000 millones de dólares para el mes de junio o julio 2021, de los cuales le correspondería a la Argentina por ser país miembro y de acuerdo a su cuota de participación, la suma de unos 3.052,6 millones de DEGs, equivalentes 4.354 millones de dólares. Dicho monto no alcanza para pagar los 5.814,5 millones al FMI del año 2021 en que vence el 30 de septiembre la primera cuota de capital y el 30 de diciembre de este año, la segunda del crédito dado al gobierno anterior, más los intereses. Y menos para pagarle el 31 de este mes de mayo 2021 los 2.400 millones de dólares por amortización del capital al Club de París [3].

Pero el problema se convierte en sideral en el año 2022 que, por el acuerdo firmado por el gobierno de Cambiemos con el FMI, hay que pagar 17.860 millones de dólares de capital más los intereses.  En el año 2023 se debe abonar de capital la suma de 18.285,5 millones de dólares y, el saldo en el año 2024 de 5.640 millones de la divisa estadounidense para completar los 45.400 millones de dólares, según los datos que posee la Secretaría de Finanzas de la Nación.

Paralelamente el BCRA basándose en la legislación de la reforma financiera de 1977 y en la ley de Carta Orgánica de 1992, dada la coyuntura favorable, sigue comprando dólares pero la mayor parte los emplea para pagar intereses de deuda (incluida a los organismos internacionales), para pagar adelantos de importaciones y, para que las empresas paguen parte de su supuesta (o verdadera) deuda externa que tienen, de manera tal que las Reservas Internacionales se incrementaron solo en 1.044 millones de dólares en lo que va del año, habían cerrado el 20 de diciembre de 2020 en 39.410 millones de dólares y al 7 de mayo suman 40.454 millones, cifra que es menor a los 45.190 millones de dólares que eran las reservas internacionales al 10 de diciembre de 2019.

Es más, se trata de reservas brutas, a las cuales hay que descontarle el encaje de los depósitos en divisas captado por los bancos del sistema que, al 7 de mayo 2021, suman 11.890 millones de dólares; los dos swaps con la República Popular China por casi el equivalente a 20.000 millones de dólares; y el préstamo del Banco Internacional de Basilea de 3.650 millones de dólares.

En síntesis, más allá de la bonanza efímera hasta julio de 2021, al mes siguiente, en agosto, se debe enfrentar la dura realidad con un agravante: las LELIQs, Letras de Liquidez del BCRA que coloca en los Bancos para que los bancos no presten y le paga una tasa del 38% anual, pero a 7 días, que no para de crecer y que este gobierno triplicó de 758.453 millones de pesos en diciembre de 2019 a 2,09 billones al 7 de mayo 2021, unos 20.000 millones de dólares. Es más, si le sumamos los Pases Pasivos que son préstamos que los bancos le dan al BCRA por uno, dos o tres días, totalizan al 7 de mayo 2021 la suma de $ 3,5 billones de pesos, cifra que supera el total de créditos que los bancos le dan al sector privado que, a la misma fecha, es de 3,4 billones.

En síntesis, en agosto 2021 se depende de la buena voluntad de los bancos para que sigan comprando LELIQs y no se pasen al dólar. Y se depende de la voluntad del FMI para que no nos declare en default y nos conceda los plazos, nunca suficientes, para pagar una deuda que benefició a una minoría que la fugó.

Obviamente que no es gratis y el mismo Larry Fink, el CEO de BlackRock, reconoció que tenía participación accionaria en el Banco Santander (acá Santander-Río), en el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria; en el Banco Galicia, y en el Banco Macro, cuatro de los grandes bancos que operan en el país.  También reconoció que tiene acciones en la empresa Glencore, acá Oleaginosa Moreno SA y Renova SA, dos de las grandes acopiadoras de granos, productoras de sus derivados y comercializadoras con puertos propios en nuestro Río Paraná.

 

 

Larry Fink, el dueño de casi todo.

 

 

Siguen extrayendo nuestras riquezas mientras cada vez es mayor el costo de vida en una combinación entre suba de precios y de la tasa de interés para que no se pasen al dólar.

Obviamente también tiene un límite y, tarde o temprano generarán la corrida cambiaria y bancaria como fue en 1975, en 1980, en 1982, en 1989, en 1995. Ya en este siglo,  con los Kirchner no pudieron porque apostaron al mercado interno, pero si con Macri en 2018. La próxima posible catástrofe aguarda, mientras este gobierno no cambie la matriz productiva que engendra una riqueza extrema en el 1 o 2% de nuestra población y, una pobreza extrema en no menos del 50% de nuestro pueblo.

Nadie puede garantizar, de producirse la crisis, cómo se sale. Nuestros hermanos de Chile y Colombia fueron llevados al estallido social y el drama sigue.

El problema lo describe claramente Joseph Stiglitz cuando afirma que en su país “el 1% de la población tiene las mejores casas, la mejor educación, los mejores servicios de salud, y el mejor estilo de vida. Pero hay algo que el dinero parece no haber comprado: el entendimiento de que su destino está ligado a cómo vive el 99 por ciento restante de la población. A lo largo de la historia, esto es algo que el 1% aprende con el tiempo.  Demasiado tarde”.

 

 

 

 

[1] En la década de 1930 no existían estadísticas al respecto.
[2] La cotización en mayo de 2021 es 1,21 dólares por un euro. El salario Mínimo Vital y Móvil en Francia es de 1.563 euros
[3] La deuda total con el Club de París asciende a unos 10.800 millones de dólares, la idea del gobierno es que tanto al Club de París como el FMI pagarle solamente los intereses y comenzar a amortizar el capital en el segundo semestre de 2024 (igual trato que a los acreedores privados), pero la negociación con el FMI se encuentra en un impase  y seguramente habrá una contrapropuesta.  De lo que acuerde el gobierno argentino con el FMI se extenderá al Club de París. De hecho en el Presupuesto Nacional 2021 no está contemplada ninguna amortización de capital a esos dos organismos internacionales y sí  a otros (CAF, Banco Mundial; BID, etc.). Se prevé en el Presupuesto Nacional 2021 un pago anual por intereses solamente equivalente a 430 millones de dólares al Club de París y de 1.200 millones de dólares al FMI,  que se efectúa en cuotas trimestrales.
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