Fin del round de estudio
La Corte Suprema lucha por la quiebra de la coalición del gobierno del Frente de Todos
Este diciembre no es el tipo de mes político que la oposición más agresiva hubiera querido que fuera.
Hace unos meses los operadores del macrismo resentido y de los medios anti gobierno trabajaban sobre una serie de hipótesis fantasiosas, que incluían desde una explosión cambiaria hasta una hiperinflación, con la consiguiente conmoción social y acelerado desgaste político del oficialismo.
No ocurrió ninguna de las calamidades deseadas por este sector, que ejerce una oposición cerril e intransigente. Hicieron su esfuerzo, pero no alcanzó.
El año 2020 parece concluir en un clima económico y político más distendido, con algunos logros parlamentarios significativos (IVE, Aporte Solidario, Ley de Manejo del Fuego) y con expectativas nítidas de mejora para el próximo año.
Apelando a una comparación con el boxeo, este primer año fue de tanteos y escaramuzas, donde se exploraron las fortalezas y debilidades de cada uno de los espacios políticos en disputa.
En el contexto de la confrontación evidente que llevan a cabo los poderes fácticos contra el gobierno nacional –y sobre todo contra los sectores sociales que representa—, cada contendiente midió las capacidades y la voluntad de lucha del adversario, y repasó las fuerzas con las que cuenta para un 2021 que será marcado por la relevancia estratégica que tendrá el resultado electoral de mediano término.
Mejoría
A diferencia del escenario apocalíptico deseado por sectores de la derecha, diciembre está mostrando algunos interesantes signos de reactivación, siempre en el contexto de un año sumamente complicado.
Una actividad clave, por los sectores productivos que moviliza su demanda y el impacto en el empleo, es la construcción. Los despachos de cemento en noviembre mostraron una suba del 28% en relación al último mes completo de la gestión de Cambiemos, y han sido los más altos de los últimos 3 años.
La venta de automotores superó las expectativas de las terminales y los concesionarios, probablemente porque una vez superada la enfermiza fiebre especulativa devaluatoria, recursos disponibles en sectores medios comienzan a orientarse hacia bienes durables y otras inversiones.
La temporada de diciembre en la costa bonaerense parece mucho mejor que la de los años previos. A medida que se reducen las restricciones al consumo y al movimiento provocadas por las medidas de protección frente a la pandemia, comienzan a movilizarse excedentes de las familias que insuflan movimiento en sectores muy golpeados.
El empleo industrial ya ha retornado a los niveles que tenía antes de la pandemia —que eran malos debido al derrumbe generado por el macrismo—, pero la orientación es claramente ascendente.
Según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal, la recaudación del sector público proyectada para este año superará los niveles esperados por las autoridades económicas. Se calculaba hace unos meses una caída anual en los ingresos fiscales cercana al 9,5%, pero resultaría finalmente del 7,6%, lo que refleja una economía en sendero de expansión, en condiciones de tributar más de lo previsto.
El vals del dólar
Una de las claves de este diciembre más sereno es que se pinchó la burbuja pro-devaluatoria, tan cultivada por los economistas neoliberales y los principales medios de comunicación.
Las razones que influyeron han sido varias. Algunas tuvieron que ver con la asunción de posiciones más firmes, menos condescendientes del gobierno, y otras contextuales –ya vigentes desde antes— que confirman la insensatez que tendría una nueva macro-devaluación.
En el frente externo, Brasil está demandando más productos argentinos, mejorando nuestro saldo exportador. El precio de diversas commodities que la Argentina exporta está subiendo en el mercado internacional: el valor de la soja creció casi 11% en el año, y el del maíz un 7%. Se debe mencionar, en el frente externo, la sombra que proyecta sobre la economía internacional la percepción de que existe una gran burbuja bursátil en Wall Street, que podría producir un episodio de ajuste de los valores accionarios importante en el corto plazo.
Las negociaciones con el FMI continúan, bajo presión de los actores internos que quieren que el gobierno acceda a las propuestas de mayor ajuste fiscal del organismo. Más tarde o más temprano habrá acuerdo con el Fondo, que le dará aire en materia de gasto público al gobierno, y que lo obligará a pensar con mucho cuidado las formas en que irá reduciendo el déficit fiscal. Se espera, en el contexto de un gobierno con vocación popular, que la progresiva reducción del déficit no pase por el gasto social y la inversión productiva del estado. No hay reemplazo para esa función del Estado.
Otro elemento destacado, que está a mitad de camino entre la política y la psicología de masas, es que la expectativa devaluatoria inmediata –agitada desde sectores que no quieren bien ni al gobierno ni al país—, se frustró. Para ser rentable para los especuladores, el salto cambiario no puede postergarse indefinidamente. Si eso no ocurre, se empiezan a buscar otros horizontes de rentabilidad financiera.
El dato del quiebre de la expectativa devaluatoria es importante, porque esa mirada promovía tanto una demanda artificial de divisas por muchos más actores que los habituales especuladores profesionales, como las actitudes típicas de remarcación y acaparamiento en sectores productivos, comportamientos que le hacen un inmenso daño a la economía.
El gobierno nacional ha tenido una política inteligente en relación al tipo de cambio oficial, que es haber evitado un atraso en relación a la inflación. Lo ha mantenido en niveles competitivos, lo que quita respaldo técnico a la cháchara pro-devaluatoria.
La valorización del dólar oficial en el presente año ha producido un hecho fiscal significativo: las personas que deberán pagar el Aporte Solidario ya no son 9.300 como se estimaba originalmente, sino cerca de 12.000, según la AFIP. Esto ha ocurrido porque al tener una parte significativa de su patrimonio invertida en activos dolarizados (según lo declarado, más del 40%), se beneficiaron de un incremento patrimonial asociado al alza de la divisa. Eso ha llevado a que unos cuantos millonarios más hayan superado el piso para efectuar el aporte establecido por la ley.
El capítulo del dólar no está cerrado. Para octubre se estimaba que había acumulados más de 5.000 millones de dólares no liquidados de exportaciones ya efectuadas, lo que generaba una artificial tensión cambiaria. A eso hay que agregar un extraño auge de importaciones en un contexto de actividad deprimida, más la vocación para saldar deudas que se ha despertado en grandes empresas, que dicen deber 80.000 millones de dólares al exterior.
Dado que esos mecanismos de extorsión al Estado y a la sociedad no han sido desmontados, pueden volver a utilizarse bajo nuevas circunstancias, tanto por razones económicas como políticas. El gobierno debería tomar nota para el próximo round.
Pandemia y economía
La pandemia del Covid-19 no finalizó. La Argentina superó la dura cifra de 40.000 muertos, pudiendo decirse que se logró el objetivo de que ningún enfermo grave se viera privado de la atención especial que requiriera, aun cuando se estuvo cerca de llegar a ese límite. El impacto económico fue muy fuerte, pero no mayor que en otros países mucho mejor dotados financieramente para enfrentar el problema.
El gobierno parece haber abandonado, incomprensiblemente, el esfuerzo publicitario y educativo necesario para que la población siga manteniendo las precauciones fundamentales, con lo que hay riesgo de que nos encontremos con un rebrote en los próximos meses, ya que la conciencia del peligro no está generalizada y las oportunidades de reuniones masivas y circulación del virus se incrementarán próximamente.
La buena nueva es el próximo arribo de vacunas para proteger a unas 10 millones de personas en el primer bimestre del año, lo que dará comienzo a un período vacunatorio de varios meses para ir llevando a niveles mínimos la peligrosidad del virus.
Anomia económica y acción estatal
Entre los escarceos de este primer año, se puede apuntar la acendrada tendencia de diversos sectores económicos a abusar del resto de la sociedad, y las formas que tuvo el gobierno de lidiar con estas manifestaciones disfuncionales de la economía de mercado.
El dólar fue, sin duda, un campo de disputa. Pero en relación al dólar, hay otras situaciones totalmente irregulares que empezaron a recibir la necesaria atención pública. Un buen ejemplo de correcto accionar de la autoridad estatal es la decisión del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca que condicionó, mediante la Resolución 132/20, la inscripción de los exportadores en el Registro Único de Operadores de la Cadena Agroindustrial (RUCA), necesario para poder operar en las ventas al exterior, a que cumplan con la liquidación de divisas que corresponde, de acuerdo a las disposiciones oficiales. Hasta ahora estas maniobras se hacían a gusto y el Estado continuaba en su tradicional rol de bobo de la película, mirando cómo las reservas eran socavadas por un conjunto de vivos, que encima lo vilipendiaban desde sus medios de comunicación. Cabe señalar que la medida tomada por el ministerio abarca al conjunto de las cadenas agroindustriales.
Recordemos que en el mercado marginal del dólar CCL (“contado con liqui”) y en el del dólar MEP (fijado a través de operaciones bursátiles), la supervisión mucho más estrecha del Estado en las últimas semanas, a través de sus respectivas autoridades, contribuyó en un grado no menor a que cesara el festival especulativo.
También el comienzo de la normalización del mercado de productos para la construcción se logró gracias a que el propio Presidente se mostró dispuesto a utilizar la Ley de Abastecimiento para que los proveedores abandonaran actitudes especulativas en sintonía con el bando devaluador.
Los buenos resultados de estas actitudes de firmeza y disposición a utilizar los instrumentos de los que se disponen las autoridades para defender el bien común, deberían ser una enseñanza para un año 2021. En el nuevo round se deberá enfrentar a las fuerzas combinadas de los intereses concentrados opositores con las inercias de las prácticas rentísticas y especulativas difundidas, si se quiere que haya crecimiento y mejora social.
Es muy probable que se verifique una importante recuperación en el sector productivo, pero será mucho más complejo lograr una mejoría distributiva como la que pretende el gobierno y esperan amplios sectores sociales.
Para que el crecimiento sea también progreso social, es necesario estar dispuestos a utilizar los instrumentos con que cuenta el Estado, o crear otros, porque de lo contrario el macrismo implícito en las actitudes corporativas nos llevaría a un escenario social aún más desigual que el de diciembre de 2019. Un probable nuevo campo de confrontación serán los precios y las tarifas de los servicios públicos, y las delirantes utilidades pretendidas por diversos sectores concentrados.
La Corte y la obstrucción a todo
Las últimas decisiones de la Corte Suprema de Justicia la inscriben dentro del espacio de la confrontación política argentina, claramente posicionada a favor de los sectores más conservadores del poder. Su defensa de un orden judicial sesgado hacia el poder económico, perfeccionado por el macrismo, la vuelven un actor político más, cuya parcialidad es indisimulable.
La confirmación de la continuidad de las causas irregularmente armadas contra funcionarios kirchneristas preanuncia una vocación confrontativa que el gobierno debería tomar en cuenta. En ese aspecto, la Corte interpreta en lo judicial exactamente la misma melodía que entonan los medios de la oposición más dura: provocar una fractura en el frente que gobierna, separando al “peronismo racional”, que por ser bueno según Macri está fuera del asedio judicial, del “peronismo/ kirchnerismo” que continúa con su diabólico plan de crecimiento con inclusión social.
La Corte Suprema aparece hoy embanderada en la lucha por la quiebra de la coalición del gobierno del Frente de Todos.
Pero no sólo se trata de la Corte. La sistemática y permanente alusión de la derecha parlamentaria a judicializar cualquier votación que pierda democráticamente, es una clara confesión de cómo ven las fuerzas del inmovilismo a buena parte del Poder Judicial: el refugio del status quo, el guardián de que nunca vaya a pasar nada progresista en Argentina. Así han anunciado su decisión de recurrir a la ayuda del Poder Judicial en relación a la ley que establece Aporte Solidario de las grandes fortunas o a la eventual aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.
La sistemática y permanente alusión de la derecha parlamentaria a judicializar cualquier votación que pierda democráticamente, es una clara confesión de cómo ven las fuerzas del inmovilismo a buena parte del Poder Judicial: el refugio del status quo, el guardián de que nunca vaya a pasar nada progresista en Argentina.
Puede que al gobierno no le interese hoy despertar las grandes discusiones que implicaría una reforma profunda de la Justicia argentina, pero no puede soslayar que, en el crucial año 2021, se puede encontrar con un poder dedicado a empantanar la acción de gobierno, haciendo lugar a cuanta traba ridícula quiera promover la derecha política y corporativa para evitar que las disposiciones legislativas se ejecuten como corresponde.
Le pasaría al gobierno lo que le pasa a la mayoría de lxs argentinxs cuando deben recurrir a la Justicia: sufriría la demora inexplicable de la resolución de los problemas, los tiempos infinitos de un sector indolente, acostumbrado a trabajar muy poco, y las arbitrariedades y violaciones del derecho sin posibilidad de enmienda.
El próximo round
Nadie ignora que el escenario por venir estará marcado por una contienda electoral, cuyos resultados serán determinantes para que el gobierno pueda potenciar su acción, desbaratando en parte la estrategia de boicot y obstrucción de la oposición corporativo-neoliberal, o para debilitarlo y reforzar la ofensiva en favor de retomar la senda señalada por el macrismo.
No es cierto que las elecciones se ganan sólo por la economía. Pero se ganan también con la economía. Un gobierno dubitativo tiene todas las de perder frente a los tiburones privados, que no sabrán cómo construir un país, pero tienen buena experiencia en destruirlo.
Luego de un primer round con resultados mixtos, en las esquinas opuestas del cuadrilátero ambos contendientes descansan, juntan fuerzas y piensan en el próximo round, que puede ser decisivo.
Buena técnica, conocimiento del adversario y voluntad de victoria serán indispensables en 2021.
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