DIEGO, UN AMOR INFINITO
¿Por qué alguien que no vio jugar a Maradona lo puede amar tanto?
Las paredes del estadio Diego Armando Maradona dialogan con quienes deciden homenajear al mejor jugador de todos los tiempos. Llegan despacio, como a un velorio, pero cantan fuerte, como en una fiesta. Comparten el dolor. Cada generación tiene sus motivos y sus historias, pero a todas las une un amor popular. Diego de fondo, lxs viejxs, el padre y el nene, el mito es de todxs.
Boyacá y San Blas, a metros del mural del Diego en la pared del estadio de Argentinos Juniors en La Paternal, un pibe de 25 años con la camiseta del gol a Grecia en el Mundial 1994 se sienta en el cordón de la vereda, llora desconsolado y mira un video con la canción que Rodrigo le dedicó a Maradona. Apoya la cabeza en su rodilla, la música lo tranquiliza.
¿Por qué alguien que no vio jugar a Maradona lo puede amar tanto? Hay generaciones que lo vivieron dentro de una cancha y sintieron esas alegrías que entrelazan el fútbol con la historia argentina, pero ¿y el/la que no lo vio? ¿Cómo es posible que pibes y pibas que no tienen recuerdos vívidos de él en una cancha tengan la necesidad de despedirse en Paternal, en La Boca, en el Obelisco, en Fiorito, en Plaza de Mayo, en Casa Rosada, en Segurola y La Habana, en Nápoles, en Barcelona, en Bangladesh, o en donde fuera?
Si no lo viste jugar, seguro viste sus videos y disfrutaste el arte que desplegaba, pero esa no es la única forma en la que te llegó. Además, te llegó el Diego que cuenta anécdotas, el Diego de las frases históricas e ingeniosas, su alegría, su carisma, su forma inequívoca de ser argentino. Miércoles y jueves, en cada centímetro de calle, se lloraba, pero también se festejaba que el Diego es argentino.
Te llegó en forma de canción y en fotos increíblemente bellas, tanto dentro como fuera de una cancha. Te llegó bailando en una entrada en calor con Nápoli o cumbia en una cinta de correr, conduciendo un programa de televisión o jugando con las hijas en un carrito de golf. El Diego te llegó en forma de defensor de causas populares, te llegó con la reivindicación de que las Malvinas son argentinas, te llegó con las Abuelas de Plaza de Mayo, con Fidel, con Evo, con Chávez, con Lula, con Néstor y Cristina. Te llegó defendiendo a los humildes, demostrando que sus orígenes están intactos. Te llegó hasta lo más profundo del sentimiento. El arte de ser Maradona.
Plaza de Mayo, el sol radiante pega en el techo de las cabezas que hacen la fila para tener sus segundos con Maradona en Casa Rosada y del otro lado de las vallas dos hermanos se encuentran, se abrazan, lloran, se siguen abrazando, siguen llorando. Detrás de ellos, los hijos de ambos los miran. También lloran. El boca en boca de un mito, el boca en boca de un sentimiento.
La relación de Diego y el pueblo es especial, trascendió al fútbol y se incrustó en el centro de la cultura popular de este país. Una forma de creer en los sueños. Quizás ser argentino implique un poco la necesidad de tener un Dios vivo o “un Dios sucio, el más humano de los Dioses”, como decía Galeano. Maradona es un Dios que se equivocó y pagó, y eso no lo alejó de la gente. Imperfecto.
Tocó el cielo como jugador de fútbol, pero nunca quiso ser sólo eso, pese a que hubiese sido lo más fácil. Tuvo un lugar único e hizo uso, prefirió poner en juego su idolatría. De otra manera, no hubiese sido Maradona. ¿Realmente se lo hubiera querido tanto si sus logros sólo estuvieran dentro de una cancha de fútbol? Su mayor triunfo es poder haber vivido como Maradona.
La Boca se llena de pibitos y pibitas. Uno de ellos, sentado en una de las puertas aledañas a Brandsen 805, dibuja y colorea su tributo para Maradona, otros gritan “¡Te quiero, Diego!” y corretean buscando micrófonos para decir lo que sienten. Mientras tanto, en Villa Fiorito, un nene le dice a la cámara (en este bello video de Les Jóvenes): “Ni el multiuniverso vale más que él”. No sabe que está dando una definición extraordinaria de lo que significa Maradona. Multifacético.
Son algunos de los pequeños motivos que se pueden encontrar para interpretar a miles que no lo vieron jugar, pero igual lo aman. Aunque hay algo a tener en cuenta: el mito de Diego siempre tendrá algo inexplicable. Es, fue y será el mito más grande de la cultura popular argentina.
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