LA REVALORIZACIÓN DEL DOCENTE
Adriana Puiggrós: educación pública, gran acuerdo nacional y revisión historiográfica
Ser hija de un comunista brillante que adhirió al peronismo con fervor intelectual y militante es apenas una nota más de la estatura que forjó como docente, pedagoga y cuadro político desde 1994. Adriana es Puiggrós y asesora presidencial, lugares desde los cuales opina con libertad y autoridad sobre el saldo pedagógico y educativo de la pandemia, la escuela del presente y del futuro, los ejes de una posible reforma curricular y los pactos de gobernabilidad que propone el Frente de Todos.
–Da la sensación de que la historia pedagógica argentina registra un modelo fundacional como el normalista sarmientino, que en diferentes épocas ha sufrido correcciones curriculares o de finalidad general (educar para el trabajo, para la participación, para la inclusión o más recientemente para el mérito). ¿Está así de vigente? Y en tal caso, ¿es un síntoma de que habría que cambiar?
–Yo creo que la generación del ‘80 –y en particular la obra de Sarmiento como el organizador del sistema escolar nacional– es la que instaura el sistema educativo con una visión política integradora, aunque la escuela ya existía anteriormente con antecedentes importantes desde la colonia y con un aporte notable de los caudillos federales como Artigas, el santafesino Estanislao López, Rosas o Justo José de Urquiza. El modelo de la gran expansión escolar es el que queda en la base por más de cien años y hoy conocemos con algunas modificaciones. Un dato a considerar es que los modelos o sus variaciones se consolidan durante las grandes epidemias, como la de 1871 y en ese modelo de época tiene mucha importancia la teoría higienista, que era el instrumento tecnológico más avanzado como para combatir la propagación de enfermedades. La toma de distancia con el brazo a la hora de formar filas es un gesto que proviene de aquél entonces, imaginate la vigencia de algunos usos y comportamientos; es un ejemplo de las huellas del modelo fundante. Ese modelo tiene otra característica que es la educación común, ese concepto sarmientino de que hay una educación para el conjunto pero que con el tiempo configura un sistema piramidal que no retiene al conjunto sino que produce una selección, precisamente porque así está concebido. Una selección sospechosa y acorde a la pertenencia socio económica de los alumnos. Este modelo más que centenario ha sido cuestionado, ha habido rupturas y cambios con alteraciones profundas durante los gobiernos de Yrigoyen y Perón. Son los dos primeros gobiernos de Juan Perón los que producen un fuerte cambio en la medida en que grandes sectores populares tienen verdadero acceso al sistema educativo, pues se consagra la gratuidad en todos los niveles de la educación pública.
–Los gobiernos kirchneristas produjeron varias intervenciones de tipo curricular en sus tres mandatos. ¿Hubo allí también cambios de cierta profundidad?
–Son cambios muy importantes porque en líneas más generales, por encima de lo curricular se incorpora algo de lo que hablabas en la pregunta: se incorpora el concepto de educar para la inclusión. Ya no se trata de que la educación pública llegue al conjunto de los argentinos para disciplinarlos sino que empieza a operar la noción de educación como derecho. El derecho a la educación es algo fuerte en el kirchnerismo, por lo cual y al hilo de la Constitución Nacional son todos habitantes del suelo argentino los que tienen derecho a acceder, transitar y acreditar cada nivel de la educación pública. Este es un cambio fundamental y da vuelta la concepción sarmientina, porque una cosa es instruir y otra reconocer un derecho.
–Cuando uno piensa en reformas curriculares, un concepto mucho más abarcativo que los contenidos a enseñar o promover, suele pensar en ejes temáticos tales como perspectivas de género, valoración de la diversidad y antirracismos, protección del medio ambiente, entre otros que debieran conformar un corpus más homogéneo e intencional, parte de un diseño general pedagógico y curricular. ¿Hace falta tal cosa?
–Por supuesto que sí, la reforma curricular que hace falta es una donde el conjunto de los derechos de género, las diversidades sexuales, los aborígenes y los adultos mayores, pero también de los niños en la primera infancia, los adolescentes atraviesen todo el diseño curricular, no pueden ser puntos dispersos en un plan de estudios. Creo que estamos ahora ante una urgencia y es hora que el tema de la protección del ambiente y promoción de conductas responsables medioambientales sean el primer eje transversal para todos los niveles de enseñanza. Por más que las organizaciones ambientalistas y los organismos internacionales sumen voces o documentos como la Carta de la Tierra o el Protocolo de Kyoto, existe la necesidad de que se generen revinculaciones eficaces de las sociedades con sus hábitats. No se ha logrado un cambio cultural concreto del conjunto de las poblaciones. Creo que la pandemia, las cientos de miles de hectáreas de bosques y humedales quemados durante la misma, ponen sobre la mesa esta urgencia. Ese sería un cambio curricular a introducir y digo currícula en un sentido amplio, como el conjunto de las actividades que organizan el tránsito escolar. Los derechos son una categoría al igual que medio ambiente y yo agregaría “ciudadanía”, el conocimiento de la Constitución Nacional y las leyes que nos permiten conocer el alcance de nuestros derechos y defenderlos. Parece muy básico pero luego de cuatro años de neoliberalismo hubo un retroceso muy fuerte, la concepción individualista y emprendedurista han producido una ética hegemónica lamentable.
–Vos hablabas del tema ambiental, que muchas veces asociaste a la depredación que produce el capitalismo. Hace muy poco incluso los medios opositores te pusieron una zancadilla por un tweet donde hablabas de los orígenes del Covid y el cuestionamiento no fue médico o epidemiológico sino ideológico. Una chicana de la guerra fría, pues en el mundo y desde 1989 ya no existe sino capitalismo. ¿A qué otro sistema se podría inculpar?
–Así fue, vivimos en un mundo con confrontaciones internas del capitalismo, la disputa es con acusaciones cruzadas entre sus distintas versiones hegemónicas. Estados Unidos acusa de socializante o comunista a todo lo que amenaza su poderío, sigue agitando el fantasma del socialismo que sólo retiene la excepcionalidad de Cuba. Lo demás son economías en tránsito a hacia alguna de sus formas más modernas y también duras, como en el caso de China. Más allá de cómo los medios utilizaron mis palabras, yo entiendo que es desde adentro del capitalismo desde donde hay que pensar nuevas soluciones. El afuera no existe. Lo que no obtura algún futuro, implica nuevos y más complejos desafíos. El pedagogo venezolano Simón Rodríguez decía hace dos siglos que “si no inventamos, erramos”, y es lo que nos hace falta hoy: inventiva.
–Es claro que el Ministerio de Educación y la totalidad de los ministerios del gobierno nacional alteraron sus prioridades y agendas por la emergencia de la pandemia. ¿Qué es lo que se pudo hacer en estos meses tan duros? ¿Para qué se gestionó y qué cosas son rescatables en un año tan complejo?
–Yo no estoy en condiciones de evaluarla, mi paso fue intenso y será la historia y cierta perspectiva la que me permita analizarlo; pero lo que se trató de hacer es llegar al conjunto de los alumnos con un esfuerzo enorme, pues el macrismo había cortado iniciativas federales como Conectar Igualdad y el programa nacional de conectividad de ARSAT. Esto dejó a muchísimos alumnos y maestros sin computadoras y todos los argentinos perdimos cuatro años de capacitación tecnológica. Esto es importantísimo, si no podemos apropiarnos de la tecnología será la tecnología y los negocios que la impulsan los que se apropien de nosotros. La vinculación entre tecnología y soberanía nacional es directa y en épocas de pandemia pudimos ver cómo las grandes corporaciones informáticas y comunicacionales se lanzaron sobre el campo educativo y comunicacional buscando apropiarse de espacios que ellos identifican como un nicho de negocios, incluso espacios públicos. El hecho de que los docentes y las población en general, con las improvisaciones y problemas que hemos visto, se hayan apropiado de tecnologías para la educación a distancia, es algo que hay que valorizar y debe ser planificado e instrumentado más allá de la emergencia. Hay que sistematizar esos conocimientos adquiridos en la urgencia y seguir impulsando la distribución de computadoras y garantizar la conectividad de todo el país. Hay que innovar sobre lo que hemos aprendido en estos meses de aislamiento social.
–Precisamente sobre este punto, ¿cómo ves la escuela de la post pandemia, la de la fase donde se convive con protocolos con el virus? ¿Será como una vuelta de una pesadilla viral a algo muy parecido a lo que fue hasta enero 2020? ¿Integrando con gran centralidad tecnologías de la educación y la información para un nuevo modelo semipresencial?
–Yo no sé si los porcentajes de presencialidad y virtualidad van a ser mejores o peores que los precedentes, pero sí que la educación va a incluir la experiencia del trabajo educativo digital. Pero la base va a ser la vuelta a la escuela, a las relaciones personales entre los actores de la comunidad educativa y luego una inclusión paulatina de los nuevos aprendizajes digitales. Van a ser meses complejos donde deberíamos retomar y sistematizar las alteraciones producidas durante la pandemia, de probar y errar, de acertar y compartir. De evitar las discriminaciones por la brecha digital existente y agravada por los años macristas, para el armado de los grupos reducidos para dar clases, cuidar de que haya plena igualdad en las distribuciones horarias…
–Y el viejo peligro de aprovechar la volada para armar grupos de elite, con capacidades homogéneas en el marco de una desigualdad de origen enorme y que castigará muy duro con un 50% de pobreza a nivel nacional.
–Exactamente, eso sería seguir retrocediendo en la inclusión plena que promovió el kirchnerismo. Me parece que hay provincias donde hubo experiencias de trabajo virtual muy avanzado, experiencias maravillosas que desde la Capital no suelen verse o valorarse como debieran. Hay que fortalecer esas vinculaciones con generosidad y poner esto en el centro en el Consejo Federal de Educación para impulsar cambios importantes –no hablo de un nuevo modelo– en el modelo educativo instalado. También hay que mencionar la experiencia que adquirimos desde el Ministerio con programas como “Seguimos educando”, que distribuyó 18 millones de cuadernillos y materiales impresos en todo el país y utilizó la radio como soporte para llegar e incluir a todos. Es una de las experiencias que rescato de mi paso por el Ministerio.
–Esos cuadernillos también fueron motivo para atacarte, y dejame apuntar que en el marco de una ofensiva antiperonista de escala nacional que recoge y amplifica aquello de Macri de que la decadencia argentina comienza en los últimos 75 años. Hay un antiperonismo que por momentos es antikirchnerismo que se molestó con tus elogios a los dos primeros gobiernos de Perón y –según ellos– omisiones a prohombres como Joaquín V. González, Alfredo Palacios o Hipólito Yrigoyen. ¿Creés que es otro episodio del antiperonismo que campea en algunos sectores de la oposición?
–Yo creo que no se trata del derecho que pueda o no tener yo o la gestión del Frente de Todos de rescatar la obra de aquellos gobiernos, se trata de ser fieles a la historia y el peronismo existió. Y aquellos fueron períodos en los cuales se aumentaron significativamente el número de escuelas, aumentó la población significativamente, se incorporaron los sectores más pobres de la Argentina, en los que se vinculó al fin la educación con el trabajo y donde hubo ideas de avanzada respecto de la capacitación laboral y el trabajo como un valor que debería ser transversal a todo el sistema educativo, como hoy deberían serlo los derechos humanos y la protección del medio ambiente. Esto ocurrió pese a que hay sectores muy cómicos y delirantes de la oposición, que me hace acordar a los terraplanistas. Son personas que insisten en destrozar toda evidencia y se enojan cuando lo menciono pero este es un momento en donde la revisión historiográfica es más necesaria que nunca, donde los legados culturales están atravesados por tecnologías que no reparan en la calidad de la fuente o la veracidad de los hechos…
–Ya no sólo del pasado, ni del presente siquiera…
–Por supuesto. Hay que aprovechar que esta pandemia mundial ha recuperado cierto concepto o espíritu de humanidad para debilitar las teorías sectarias, racistas y que excluyen grandes experiencias colectivas. Pasa esto tan complejo de la “humanidad encerrada”, de algo que nos pasa a todos pero aísla la experiencia confinándola a pequeños grupos o la mera individualidad. Hay fuertes impactos en los órdenes temporales y espaciales que dejarán marcas por muchos años, como el normalismo del que hablábamos al principio. Hay que tener un discurso amplio que nos coloque en la historia y enfrente las exclusiones por enemistad ideológica o racismo, que nos invitan a vivir el hoy desentendiéndose del pasado y el futuro.
–En una nota muy reciente dijiste que con la pandemia y la fusión entre escuela, casa y trabajo habíamos retrocedido unos 200 años. ¿Hay algo positivo para rescatar de ese proceso? ¿El 2020 es un año perdido en términos educativos?
–Yo creo que esa pregunta es importantísima y hay que decir con total claridad que el 2020 fue un año escolar y esto fue así. Hay que afirmarlo: hubo clases, con otras modalidades y factores, pero los docentes podrían haberse retraído en plena pandemia y sin embargo fueron a buscar a los chicos por vías digitales, por vías no convencionales también, como pudieron y haciendo bolsos de comidas, acercando tareas, de mil maneras. Los chicos pudieron aprender y hubo bolsones donde no llegaron ni la conectividad digital ni los materiales impresos. Pero la gran mayoría pudo cursar de algún modo su año escolar y tiene derecho a tener vacaciones. Decir esto ordena esta confusión temporal y espacial que te decía antes y las clases recomenzarán a mediados de febrero o marzo según la palabra de las autoridades políticas y sanitarias, pero hay que decir esto. Cuando yo dije que retrocedimos unos 200 años hablaba de las épocas en que la escuela y la familia eran una sola cosa, un espacio común. A fines del siglo XIX se termina de organizar el sistema escolar en nuestro país y se separan definitivamente familia de escuela como ámbitos institucionalizados de formación, y con la pandemia el proceso de aprendizaje regresó a las familias, que no pudieron hacerse cargo de habilidades profesionales docentes. Y este es un punto positivo: la revalorización del docente que había sido muy descalificado por el neoliberalismo macrista para darles paso a las fundaciones que quieren apropiarse del espacio público educativo, romper el convenio colectivo de trabajo…
–O de promover formaciones por fuera del sistema educativo público, que luego el Estado debería certificar solamente.
–Exactamente, es un diseño de mercado en contra de la educación pública con justicia social.
–Pregunta final acerca de la pedagogía del Frente de Todos. ¿Qué te parece la convicción del Presidente y del gobierno en general de cerrar la grieta entre argentinos, de recrear consensos democráticos como los que sostuvieron a Alfonsín, de armar una mesa de consensos con sectores como la UIA, AEA, los bancos, los agroexportadores y sectores de la oposición para salir de este atolladero? Sectores cuyo pliego de demandas o condiciones no han variado en los últimos años y parecen más afines a soluciones distintas que las propuestas por el Frente en su campaña.
–Creo que es necesario, tal como también planteara Cristina en su famosa carta y que es una estrategia de Alberto Fernández. Es muy realista y promueve un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores que resulta indispensable. Habrá que ver luego qué sectores tienen la lucidez y la generosidad para integrarse por encima de sus intereses particulares. Ojalá se imponga la sensatez y los ricos tomen conciencia de que no hay futuro para todos, ni para ellos, sin una distribución más justa de la riqueza. Pero no se trata de hacer un gesto sino de construir políticas y el que no crea en la política que presente sus opciones. Yo le tengo confianza al Presidente para ser quien conduzca un posible acuerdo nacional.
–Lejísimos de ponerte en el aprieto de armarle el núcleo de coincidencias al Presidente ni marcarle la cancha a nadie, como asesora pero por sobre todo por tu experiencia política en el campo educativo, ¿qué dos o tres puntos que no deberían faltar podrías aportar?
–En primer lugar la responsabilidad indiscutible que les cabe a los empresarios para invertir en el país, pagar los impuestos, no evadir ni fugar, trabajar con la verdad en materia económico-financiera. También debería hacerse un pacto sobre el medio ambiente, la no fumigación de escuelas y combatir que se incendien bosques de una provincia casi entera como Córdoba. Y finalmente el respeto por los derechos, por la garantía efectiva en el cumplimiento de las leyes que hace a la posibilidad de convivir en una Nación.
–La defensa y promoción de la educación pública, ¿es ya un punto indiscutible y compartido socialmente?
–Para nada, la educación pública está en riesgo desde hace años y su sostenimiento y mejora continua debería ser otro punto de ese pacto de gobernabilidad.
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