Internas derechas y torcidas
Seis grupos se disputan la herencia deshilachada de Juntos por el Cambio
Los grupos concentrados se encuentran inquietos por la deriva política de sus alfiles políticos. La derecha local continúa su proceso de implosión centrífuga, al compás del incremento de las causas judiciales que se apilan en los despachos de los estudios jurídicos que defienden al ex Presidente. Lo que Mauricio Macri denominaba el Círculo Rojo –compuesto por las cabezas de las grandes empresas locales y trasnacionales– lo ha abandonado y se dedica a promover el reagrupamiento de los diferentes fragmentos neoliberales, con la esperanza de limitar en el futuro cercano las políticas distributivas planteadas por el Frente de Todxs (FdT).
La derecha latinoamericana viene de sufrir varios cimbronazos luego de un periodo de señales esperanzadoras. Apenas un año atrás, el ejemplo emancipatorio liderado por Evo Morales y el MAS había sido paralizado por un golpe de Estado impulsado por las oligarquías locales, con el decisivo soporte de la OEA y del Departamento de Estado. Para esa misma época, el neofascismo globalizado –en formato de guerra comercial y lógica financiarizada– consolidaba expectativas positivas para quienes veían con admiración la ofensiva supremacista del trumpismo. Luego de cuatro décadas de desterritorializar empresas multinacionales con sede en Estados Unidos, los republicanos advirtieron que las inversiones en Beijing habían habilitado un crecimiento exponencial del sudeste asiático, limitando el liderazgo económico de Washington a nivel internacional.
Un año después, el MAS ha regresado al poder, Venezuela no sucumbió a las reiteradas amenazas del Comando Sur, en Chile se avecina un cambio de las reglas de juego constitucionales, arrancadas a los sectores dominantes luego de movilizaciones masivas, inéditas en las últimas cinco décadas. A estos factores desmoralizantes para las derechas globales, se le suma la derrota electoral de Donald Trump, la emergencia de nuevas formas de intervencionismo estatal en diferentes partes del mundo y el éxito relativo de China en superar la pandemia con costos sociales exiguos comparados con otras realidades nacionales.
Frente a este contexto complicado, las derechas locales intentan recomponerse mediante la articulación en seis colectivos hoy diferenciados, que el círculo rojo intenta amalgamar en un futuro:
- Los oxidados, liderados por Mauricio Macri.
- Los pragmáticos, cuya figura central es Horacio Rodríguez Larreta.
- Los vandoristas, con Emilio Monzó a la cabeza.
- Los ultraliberales televisivos de José Luis Espert y Javier Milei.
- Los castrenses de uniforme celeste, comandados por el ex carapintada Juan José Gómez Centurión.
- Y los especializados en ajustes, representados por Ricardo López Murphy.
Juego de Tronos
En el primer grupo se alinean quienes consideran que la oposición furiosa es la garantía de conservar un núcleo duro de votantes y de garantizar una defensa de Macri, en relación con las variadas causas judiciales que lo tienen como imputado. La prioridad de este conglomerado está cada vez menos motorizada por la política y más por las causas judiciales. Justamente aquello que le endilgan obsesivamente a CFK para disimular su paulatino desasosiego. En forma simultánea, el macrismo observa cómo se diseminan sus históricos socios y acólitos, y nuevos protagonistas emergen para disputarle el espacio conservador, liberal y reaccionario. Quienes permanecen fieles al ex Presidente son Patricia Bullrich, Miguel Ángel Pichetto, Fernando Iglesias y –de forma más sinuosa– el primo Jorge Macri. Sin embargo, el intendente de Vicente López parece sostener su lábil lealtad mientras sus seguidores no le exijan despegarse de la mancha venenosa que parece cubrir el destino de su primo.
Los discípulos de Macri hacen ingentes esfuerzos por disimular su gradual pérdida de representatividad, mientras apelan a la permanente siembra de pánico respecto a la seguridad interior, el manejo de la pandemia y la actualidad judicial, donde se ven cada vez menos considerados. En forma coincidente, mientras intentan permanecer a flote con ayuda de la trifecta mediática (Clarín, La Nación e Infobae), advierten con profundo resentimiento la autonomización de quienes fueron hasta hace poco tiempo sus subalternos. Pero observan con mayor tirria a los advenedizos que irrumpen desde los márgenes para ocupar el sitial atildado de la defensa de los privilegios. Patricia Bullrich acusa a los pragmáticos de “tirar por la ventana al ex Presidente” y de no respaldarlo cuando se divulgaron las confesiones de su hermano Mariano en el libro de Santiago O'Donnell. Y a los desleales –que iniciaron la campaña presidencial de Horacio Rodríguez Larreta– se les advierte que el radical Alfredo Cornejo tiene estampa de candidato pródigo. Las enemistades manifiestas no terminan ahí: también se dirigen contra los ultraliberales televisivos a quienes culpan de ser funcionales al kirchnerismo.
Por su parte, los pragmáticos buscan sacarse el lastre de Macri y dibujar una escenografía centrista, ajena a los discursos fundamentalistas de los arietes frenéticos como Fernando Iglesias o Waldo Wolff. En ese movimiento trabaja la denunciadora serial Lilita Carrió, que opera además para excluir a Emilio Monzó y Rogelio Frigerio del conglomerado cambiemita, al tiempo que suma a los (pseudo) socialistas como Miguel Lifschitz y Roy Cortina. Para justificar su estrategia, Carrió declaró el último jueves que fue la encargada de advertirle al ex Presidente Macri que “[Rogelio] Frigerio estaba haciendo campaña por los gobernadores del Partido Justicialista”.
La ruta de los vandoristas es más provinciana. Tanto Emilio Monzó como Rogelio Frigerio despliegan todo su poder de convicción en el armado de 2021 junto al denominado Grupo Dorrego, compuesto por los intendentes de JxC y varios partidos vecinalistas. Son el grupo que con mayor claridad se distancia del macrismo y –en forma paralela– tiende puentes hacia los massistas y lavagnistas sobrevivientes. Su consigna es no hundirse en el mismo barco que Macri y mantienen diálogo abierto con los viejos patrones del Conurbano, para el caso en que estos últimos se sientan desplazados por el kirchnerismo.
Los mimados de la pantalla
Mientras prima la desconfianza y el pasaje de cuentas se convierte en una de las actividades prioritarias de los ex funcionarios del PRO, los ultraliberales televisivos liderados por José Luis Espert y Javier Milei, agrupados en el partido Despertar, intentan terciar entre lo que consideran dos polos de la grieta: el peronismo y el populismo macrista. En los últimos meses, ambos se convirtieron en estrellas mediáticas rutilantes gracias al favoritismo de los programas de debate chismográfico en los que se idolatran los discursos antipolíticos al mismo tiempo que se instituye uno de ellos: el del ultraliberalismo. Milei y Espert acusan a la gestión que concluyó en 2019 de no haber reducido el gasto público y de haber promovido el déficit fiscal. Las diatribas altisonantes de Milei lo convierten en un sujeto irascible y descontrolado capaz de caracterizar al papa Francisco como un “imbécil que está en Roma y defiende la justicia social (…) cuya prédica va en contra de los mandamientos”. El conglomerado de sellos agrupado en torno a Espert está conformado por el Partido Anticorrupción, la UCeDe, el Demócrata y el Autonomista Nacional. Los tres últimos tienen, según afirman los seguidores de Despertar, el reconocimiento nacional otorgado por la Justicia Electoral.
Los castrenses de uniforme celeste, comandados en forma marcial por el negacionista Juan José Gómez Centurión, especulan con incrementar los 440.000 sufragios obtenidos en la última elección, en la que superaron por 100.000 votos a Espert, a través de alianzas con partidos provinciales y el armado de una red nacional de defensores de la vida, opuesta al debate de la interrupción voluntaria del embarazo y/o su hipotética aprobación. En la vereda de los especialistas en ajustes, Ricardo López Murphy congrega al otro de los famosos negacionistas, Darío Lopérfido, y al influencer Yamil Santoro. Según la carta de ruta compartida por López Murphy a sus incondicionales, en 2021 se debería integrar la totalidad de las fracciones de la derecha con el único objetivo de impedir la obtención –por parte del oficialismo– de dos tercios de butacas en la Cámara Alta. El colectivo del Bulldog se denomina Republicanos Unidos y aspira a liderar las diferentes fracciones conservadoras en los próximos años.
La inmensa mayoría de los analistas políticos considera que el peronismo unido posee un capital político difícil de ser sometido. Además, toda la literatura de las Ciencias Políticas señala que el antagonista dividido es más fácil de con-vencer. Una de las grandes tareas de los próximos meses será –para quienes defienden un proyecto democrático de inclusión social, soberanía e integración latinoamericana– el no favorecer a que los retazos hoy dispersos de la derecha se articulen.
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