NÉSTOR VIVE

"La Caravana de las Mil Flores", a diez años de la muerte de Kirchner, en la mirada de Luis Angeletti

 

Bajo del subte B en Carlos Pellegrini: el Obelisco. Son las 17.45 y ya en las escaleras empiezo a escuchar las primeras bocinas.

 

 

Vendedores de banderas y gorros se organizan y empiezan a caminar hacia La Plaza. Diagonal Norte, esa pasarela emblemática donde desfilan las manifestaciones populares, está cerrada al tránsito por decisión del gobierno porteño.

 

 

Pero las y los conductores llegan a la Plaza. El desfile es colorido y ruidoso. Autos decorados con carteles, afiches, globos, pancartas. Familias que tocan bocina, ponen la marcha a todo volumen y gritan: ¡Viva Néstor!

 

 

El tapabocas se hace bandera con emblemas, dedos en V, fotos de Néstor y Cristina, de Perón y Evita, de feminismo y latinoamericanismo.

 

 

De a poco van acercando una flor a Néstor, prueba de que sus palabras de aquel discurso en La Boca de 2010, el año de su muerte, se habían cumplido.

 

 

Ramos muy bien ataviados, flores del patio, alguna cortada al pasar. Rasgos opuestos de un movimiento que también aparece en la variedad etaria de participantes y la composición socioeconómica que deja traslucir el parque automotor.

 

 

Cuando cae el sol la luz se vuelve hermosa y dramática sobre Diagonal. Camino entre los autos, la gente muestra sus flores y hace la V. Necesito ver la fila de autos desde más arriba y, a falta de un drone, las cajas y hasta los techos de las camionetas me brindan apoyo. “¡Subite, dale, yo paro la chata y vos dale!” Desde allí capturo el mundo.

 

 

Llego a la Plaza y no hay marea humana. Hay caminantes hacia la Casa Rosada, donde las rejas se convirtieron en espontáneo altar en el que se ofrendarán mil flores.

 

 

Entre la Rosada y la Pirámide de Mayo un grupo de artistas da los últimos detalles a un rostro de Néstor enorme pintado en el piso. Al lado, un busto inflable de dudoso parecido al ex presidente y una pantalla con discursos y videos.

 

 

Ya en la reja, miro las flores.

 

 

Miro de nuevo. La casa de gobierno. La escenografía ritual. Hay cartas, notas, fotos, gente que escribe en banderas, apoya las manos y cierra los ojos.

 

 

El barbijo tapa la mitad de las caras pero deja libres los ojos. Al hacer foco suelo encontrar lágrimas.

 

 

Una pareja se hace fotos, uno a otro. Escucho a un pibe. “Yo tenía 6 años cuando murió”, dice y deja una flor.

 

 

Hay rumores. Alberto saludó, dicen. O va a saludar. O lo vieron en una ventana. Recorro el camino, leo las notas, miro a la gente que mira el altar.

 

 

Llegan más. Y después más.

 

 

El sol se fue. Vuelvo al dibujo. Ahora veo las velas. Cientos de velas y gente sentada en ronda. Algunos hablan. Otros cantan. La ronda se parece a un fogón de amigos.

 

 

Vuelvo hacia la Catedral. Es de noche. Siguen las caravanas. Los coches con luces encendidas parecen carrozas de un carnaval. Cuando empiezo a irme recuerdo los trapos que colgaban de las rejas.

 

 

Dicen Gracias. Dignidad. Patria Grande. Y dos palabras que una y otra vez se repiten: Néstor Vive.

 

 

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