¿DESDOLARIZAR A LADRILLAZOS?
Los empresarios miran de reojo el debate sobre bimonetarismo que planteó CFK
“La Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías. Por eso el problema de la economía bimonetaria, que es sin dudas el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”, sentenció Cristina Fernández de Kirchner en su carta del pasado 27 de octubre.
Un experimentado dirigente del Frente de Todos con despacho en el Senado asentía con la cabeza mientras leía ese fragmento, pero cuando le tocó responder sobre las implicancias políticas del texto buscó una humorada como punto de fuga: “Es muy difícil hacer una reflexión sobre el bimonetarismo cuando es un tema cultural en el que todos estamos inmersos. ¿Quién no tiene unos dólares guardados?”, planteó a El Cohete a la Luna.
La conversación, que ocurrió minutos antes del inicio de la sesión del jueves pasado, derivó rápidamente en si el texto era o no un sacudón para el gobierno en su conjunto, un tópico aparentemente menos problemático que la cuestión medular del bimonetarismo.
“‘Si no hay un acuerdo esto termina mal’, nos dijo Cristina. ¿Qué quiere decir esto? Si quieren un tipo de cambio a 200 pesos y salarios de 100 dólares, esto no lo va a tolerar la sociedad”, interpretó otro dirigente del peronismo pero con asiento en el parlamento bonaerense. Las imágenes del desalojo en Guernica invadían los ánimos. “No puede ser que después de expresarnos en las calles el 17 de octubre nos pase esto. Algo no está bien”, resumió con tono de queja.
Cuando El Cohete consultó en los diferentes ministerios por el diagnóstico de CFK y la necesidad de concretar un gran acuerdo con los diferentes sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales, al que habría que agregarle el judicial, la respuesta inmediata fue: “¡Pero ya se está trabajando en el marco del acuerdo económico y social!”.
El problema estructural del dólar y el esbozo teórico de un gran acuerdo para romper con la restricción externa requerirá algo más que un encuentro entre empresarios, sindicatos, organizaciones sociales y funcionarios, como la foto que se llevó el staff del FMI; o incluso las reuniones sectoriales en las que suelen comprometerse inversiones como los 350 millones de dólares anunciados por el sector textil.
“El mensaje fue que el dólar es el panóptico monetario para ejercer el poder en la Argentina. Si no entendemos eso cualquier acuerdo irá al fracaso, porque los otros no lo van a querer”, graficó a El Cohete el sociólogo Eric Calcagno.
Palos verdes
“Los dólares los compran tanto trabajadores para ahorrar o para hacer una diferencia que mejore el salario, empresarios para pagar las importaciones y, bueno es decirlo, para fugar formando activos financieros en el exterior, siendo esta última actitud una de las que más han contribuido a las crisis cíclicas de la Argentina. Tampoco es producto de las experiencias hiperinflacionarias de la Argentina”, enfatizó CFK, quien recordó las seis corridas cambiarias que sufrió a partir del conflicto con el sector agropecuario, el mismo que prometió agilizar una demorada liquidación de divisas que aún no sucedió.
El dólar funcionó históricamente como un instrumento del establishment para desestabilizar o empujar las variables macroeconómicas a su favor. Entre 1983 y 1988 la fuga de capitales fue de 35.597 millones de dólares. Pero sólo en 1989 alcanzó los 43.078 millones, dato clave para entender la estocada final al gobierno de Raúl Alfonsín.
En el período de pleno auge de la “seguridad jurídica” (1989–1998) la fuga de divisas se incrementó un 120 por ciento según un trabajo del extinto Cefid–AR. Después de las seis corridas cambiarias que citó CFK la formación de activos en el exterior terminó por representar el 109 por ciento del PBI, según detalló el mismo centro de investigación.
“La moneda es un lazo social. Si se devalúa, la señal es que el poder lo tienen ellos. ¿Por qué en Brasil o en Chile no piensan en dólares? Porque sus clases dominantes encontraron otros métodos de control de la sociedad. Cambiar esta lógica en nuestro país llevará muchos años. No se puede hacer por shock porque ganarían ellos”, enfatiza Calcagno antes de echar mano a un anotador con algunos números que describen lo complejo del escenario.
En el país el total de dinero circulante más los depósitos a corto y largo plazo es del 19 por ciento del PBI, sostiene el sociólogo que se encuentra trabajando en un libro sobre “las pestes” en clave social. En cambio en México es del 73 por ciento, en Brasil del 85 por ciento y en Chile del 103 por ciento. En Argentina habría cerca de 335.000 millones de dólares fuera del sistema, de los cuales 100.000 millones los tendrían los ahorristas debajo del colchón.
“¿Qué pasaría si se incorporara esa plata dentro del sistema? Llevaríamos ese circulante (M3 en la jerga económica) al 50 ó 70 por ciento del PBI. ¿Por qué no se hace? ¿Desconfianza? ¿Por qué antes hubo corralitos? Los que generan esa desconfianza son los mismos que se apropian del excedente y fugan y luego son los que ponen los corralitos. (Federico) Sturzenegger es un claro ejemplo de la perversidad con la que actúan estos intereses de clase”.
El ex viceministro de Economía Roberto Feletti apuntó otro dato clave en un artículo publicado por El Destape Web el 19 de septiembre: en 1989 la economía argentina era la menos extranjerizada de la región mientras en la actualidad el coeficiente de extranjerización llegaría al 62 por ciento de las 200 firmas con mayor nivel de facturación.
Si el problema central de la economía es el bimonetarismo y por ende el dólar como disciplinador social, ¿qué deberían aportar y ceder los actores políticos, económicos, sociales, mediáticos y judiciales que se sienten a la mesa del gran acuerdo? ¿Puede resolverse el problema dentro de un consenso que incluya a muchos de los que propician las corridas cambiarias?
Patas de la Mesa
–¿Cómo impactó en el Consejo Agroindustrial el diagnóstico sobre el bimonetarismo? –le preguntó este periodista a Gustavo Idígoras, representante del CAA y de la cámara que nuclea a las cerealeras exportadoras.
–En el Consejo no se conversó. Estamos totalmente abocados a trabajar con los equipos de los ministerios y de AFIP en avanzar con las medidas económicas y la ley, convencidos que ese es el único camino. Si Argentina lograse exportar 100.000 millones de dólares anuales se acaba la necesidad de financiamiento externo tóxico. Hoy se vende por 65.000 millones de dólares.
–¿No lo hablaron? Esa parte del texto interpela bastante a los empresarios.
–La realidad económica cotidiana es la que manda. Paros, puertos cerrados, barcos varados, etcétera. Sobre el gran acuerdo, ya lo habíamos dialogado en persona hace dos meses.
Idígoras fue uno de los empresarios que visitó a CFK en el Senado.
El sector agroindustrial auguró que con una baja temporal de las retenciones a la soja podrían liquidarse entre 3.000 y 4.000 millones de dólares de la actual cosecha. Pero no hubo signos de que esa negociación surtiera efecto, sobre todo porque la otra pata del acuerdo, los grandes productores primarios, siguen sentados sobre sus silos bolsa y envalentonados con el palco que les armaron en Entre Ríos –virtual y presencial– para gritar “¡viva la propiedad privada!”.
El Cohete también le acercó algunas consultas al titular de la UIA, Miguel Acevedo. “Para pensar la cuestión del bimonetarismo hay que integrar muchas dimensiones y muy complejas. Una de las más importantes: la reserva de valor de la moneda. Si el ahorro en pesos no logra preservar el poder adquisitivo, esa volatilidad histórica conduce a que la reserva de valor se encuentre en el dólar. La solución a esta cuestión es una consecuencia de un conjunto de acciones que tienen que ver con la construcción de un mercado de ahorro en moneda local que sea sustentable a través del tiempo”, afirmó el dirigente industrial.
Una devaluación, como reclaman desde algunos ámbitos del establishment que incluso forman parte de la misma UIA, no sería el camino.
–¿Qué debería aportar o ceder cada sector para ponerle fin al bimonetarismo? –preguntó El Cohete.
–Más que de aportar y ceder, en ese diálogo se trata de definir un rumbo que nos permita reactivar la economía para luego pensar cómo hacemos para que esa reactivación se transforme en crecimiento. Argentina necesita una macroeconomía previsible que nos aleje de la volatilidad histórica que impide proyectar en el largo plazo –respondió.
“Lo que pasa es que el acuerdo se anuncia siempre y nunca se concreta”, lanza Marcelo Fernández, titular de la CGERA. Las pequeñas y medianas empresas, que tienen trato directo con los distintos funcionarios del Gobierno nacional pero no tanto con Alberto Fernández, reclaman que cualquier instancia de diálogo los incluya para “evitar que lo único que salga sea un acuerdo UIA–CGT”, apunta Fernández.
“Es verdad que todos deberíamos ceder algo. ¿Cómo vamos a generar más empleo y cómo recompondremos salario? Sin duda habrá que discutir algunos convenios colectivos que hoy son obsoletos”, sostiene el titular de la CGERA.
Otro ladrillo en la pared
“La Argentina es el único país con una economía bimonetaria: se utiliza el peso argentino que el país emite para las transacciones cotidianas y el dólar estadounidense que el país —obviamente— no emite, como moneda de ahorro y para determinadas transacciones como las que tienen lugar en el mercado inmobiliario. ¿Alguien puede pensar seriamente que la economía de un país pueda funcionar de esa manera con normalidad?”, sostuvo CFK en su texto.
En 2013, durante su gestión, se implementaron los CEDIN, un instrumento que funcionaba como un medio para captar dólares más que como una manera alternativa de ahorro.
Por su parte, el senador Oscar Parrilli propuso un sistema de ahorro en pesos indexado por el índice de la construcción sin emisión física por lo que no llega a competir con el dólar. Y el macrismo inventó los créditos UVA, un esquema de valuación para dar incentivos a los bancos, fondeados con dinero público.
Desde el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), dirigido por el economista Andrés Asiain, idearon un proyecto de creación de una moneda dura para el ahorro y la vivienda que ya pudieron discutir con la ministra de Desarrollo Territorial y Hábitat, María Eugenia Bielsa, y con parte del equipo de Martín Guzmán, titular del Palacio de Hacienda. Se lo presentaron la semana pasada.
“La idea es que pueda tener circulación y que la oposición forme parte del proceso de control de esta moneda”, explicó Asiain a El Cohete. El nombre sería “Ladrillo”, una letra del BCRA o el Tesoro Nacional cuya cotización pueda indexarse por el índice establecido en el artículo 14 de la ley 27.551 de “alquileres” (compuesto en partes iguales por el IPC y el RIPTE).
“Se realiza con una emisión física (papel y/o electrónica) que permita una circulación fuera del sistema bancario con tramos minoristas desde los 10.000 pesos (aproximadamente 100 dólares ahorro), facilitando la competencia con el dólar como instrumento financiero de la economía informal y el ahorro en el colchón”, puede leerse en el trabajo que ya circula por varios despachos oficiales.
El instrumento se utilizaría de forma obligatoria para las operaciones de compra-venta de bienes inmuebles pero al mismo tiempo posibilitaría constituir depósitos sin costos adicionales (cajas de ahorro y plazos fijos) y dar créditos dentro del sistema financiero.
“Los depósitos a plazos que se constituyan con un período igual o mayor a 180 días, se encontrarían exentos del pago de impuestos a los bienes personales”, aclara la propuesta.
El “Ladrillo” podría ser impulsado como un instrumento financiero que compense a las familias y empresas ante mayores restricciones a la compra de dólares. “Es más, las restricciones a la compra de dólar ahorro son el estímulo para generar la demanda de esta moneda, permitiendo financiar un fondo para el hábitat y la vivienda desde el sector privado, sin necesidad de absorber recursos financieros del Estado”, explica el director de CESO.
Parte de la idea de esta iniciativa la tomaron de las “unidades de fomento de Chile”, a la que le agregaron la posibilidad de circulación en la calle. La estimación del monto del fondo va desde un escenario optimista de 13.516 millones de dólares a otro más prudente de 3.400 millones.
Legitimidad
Si de un gran acuerdo se trata, el éxito de esta moneda dura radicaría en la construcción de su legitimidad social. En ese derrotero, el CESO cita reglamentaciones específicas para convertirlo en un instrumento obligatorio para la compra venta de inmuebles con menor costo transaccional por regulaciones cambiarias e impositivas; una legitimidad institucional y la permanencia en el tiempo.
“Su implementación excede los objetivos de un gobierno, e intenta ser el puntal de una política de largo plazo con el objeto de reducir una de las principales vulnerabilidades de nuestra economía, la dolarización del excedente, por lo menos en la porción minorista. Para reducir la dolarización de las grandes empresas nacionales y extranjeras se necesitan otro tipo de medidas, desde una ley de corporaciones que regule el monto del excedente a dolarizar de acuerdo al volumen de inversión, plazos, saldo de divisas de la actividad, hasta una estabilidad cambiaria y financiera”, concluye Asiain.
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