Los lunes empiezo a seleccionar la música que voy a escuchar durante la semana, hasta terminar la nota del domingo siguiente. El lunes 19 tuve pocas dudas: quería rendir homenaje al pueblo boliviano y a su liderazgo político, que fue capaz de sobreponerse a la ilegalidad y la violencia para obtener una resonante victoria electoral, pese a la proscripción de Evo Morales.
Por cierto, subsisten muchas incógnitas. Evo también se había impuesto en las elecciones del año pasado, pero con la ayuda de la OEA que con Luis Almagro ha vuelto a funcionar como ministerio de colonias de Estados Unidos, los golpistas lo desconocieron y colocaron en el Palacio Quemado a la bibliosa señora Jeanine Añez.
Otro problema fue la selección de la música, debido a mi profunda ignorancia. Conozco las del Perú, Paraguay, Brasil y Colombia pero poco y nada de la boliviana. Empecé la búsqueda y me topé con un par de temas espantosos, militaristas y machistas, que dan vergüenza ajena:
Aquí fijate en el pelo del acosador, idéntico al del Cochinillo Arellano, el traidor que Gerardo Morales compró para falsificar causas contra Milagro Sala.
Después encontré un documental sobre un conjunto muy conocido, los Kjarkas, en el que se puede rastrear la afinidad con algunos grupos del norte argentino, como Los Chalchaleros o los Fronterizos. No me acuerdo si alguna vez te conté lo que me pasó en la frontera argentino boliviana en la década de 1960. Había viajado con el director de cine boliviano Fernando Arce a filmar un documental en Yavi, Capillas en la puna, sobre el deslumbrante altar dorado del barroco americano. Parte del equipo dormía en una pieza pelada que nos habían alquilado y el resto en la camioneta con la que llegamos. Al amanecer del último día los de la camioneta fuimos despertados por una serenata, con charangos, quenas y zampoñas. La melodía nos sonó desconcertantemente familiar, hasta que uno la identificó: era Estelita, el hit de Leo Dan, convertido por esos anfitriones amorosos en un dulce huaino andino.
Esa música ha tenido mucha repercusión en Japón, cuyo público es uno de los más abiertos del mundo a las expresiones internacionales, como el tango o el jazz.
Y aquí, el conjunto Savia Andina, junto con Los Kjarkas.
Para contribuir a la confusión general, las imágenes que ilustran este otro video corresponden a Machu Picchu, que no queda en Bolivia sino en Perú.
Le pedí ayuda a Florencia Bernales, una gran artista argentino-peruana, quien me mandó estos temas de Luzmila Carpio, el conjunto Ruphay y el Tarateño Rojas, boliviano radicado en la Argentina.
La más maravillosa música fueron los festejos populares por la categórica victoria que es, además, una excelente noticia para Alberto y Cristina, que estaban demasiado solos en una región donde Lacalle Pou sucedió a Pepe Mujica, Bolsonaro a Lula y Dilma, Moreno a Correa, Piñera a Bachelet, Maduro a Chávez.
El 53% de la fórmula Luis Arce-David Choquehuanca es tan contundente que anula cualquier maniobra en el escrutinio, y hasta el gobierno de Estados Unidos, Almagro y Añez han reconocido el resultado. El MAS subió al ring como un boxeador que debe ganar por KO porque sabe que los jueces están comprados. Pero ahora que lo logró debe salir del estadio, y nada garantiza que los terratenientes de la Media Luna vayan a resignarse, de modo que el riesgo de nuevos alzamientos y/o masacres con fines de secesión no puede subestimarse. Una de las claves será la relación que el MAS entable con la Comunidad Ciudadana de Carlos Mesa, un periodista e historiador, que a principios de siglo precedió a Evo en la presidencia. Compartí con él varios encuentros de la Fundación García Márquez. Es un hombre errático, que ha oscilado entre posiciones nacionalistas y liberales, lo que le permitió ser candidato a vice de Goni, el presidente con subtítulos, pero no me pareció un desaforado fascista. Más Felipe González que Aznar.
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