La Argentina ha tenido distintos posicionamientos internacionales a lo largo de su historia. Durante las guerras mundiales, la posición de “neutralidad” de los distintos gobiernos conservadores, radical y militar fue una sugerencia interesada de Gran Bretaña –de la que éramos una semi colonia, de hecho—, ya que los barcos de países neutrales podían navegar con bienes de y hacia Gran Bretaña sin ser hundidos por la flota alemana. La carne y los granos argentinos fueron importantes para la alimentación de las islas durante los conflictos. Luego del advenimiento del peronismo, la Tercera Posición asumió un carácter diferente, de independencia económica y soberanía política tanto respecto a Gran Bretaña como a Estados Unidos y la Unión Soviética.
Tras el eclipse británico, hemos tenido gobiernos de alineamiento con los Estados Unidos y períodos de soberanía política. Luego del ascenso americano, la disputa de hegemonía se situó entre ellos y la Unión Soviética, hasta la implosión de esta última en 1991. Desde hace pocos años las disputas de Estados Unidos se centran en China.
Estados Unidos y China en 2020
Esta semana se han producido novedades: el primer debate entre los candidatos Trump y Biden, el inicio de la semana de vacaciones por el día nacional chino, y un importante diálogo telefónico entre Alberto Fernández y Xi Jinping.
El debate electoral ha sido un fiasco de acusaciones mutuas, muy al gusto de Donald Trump, que se encuentra en su elemento en la pelea sin códigos. En China multitudes –luego de superar el coronavirus– han inundado los lugares de vacaciones, los aeropuertos, trenes y autopistas.
China hoy está en la posición 44 por contagios, con 90.000 casos y 4.700 muertos, sin brotes autóctonos en las últimas seis semanas. Estados Unidos ostenta más de 7.250.000 contagios, entre ellos el propio Trump y su esposa, y 200.000 muertos.
Todo el esfuerzo de Trump se concentra en su reelección: según él los contagios y los muertos fueron causados por los chinos, que tendrán que responder ante Estados Unidos y la Humanidad (su disertación en Naciones Unidas). La actividad económica —que según Trump el virus chino hizo caer en los primeros seis meses— ha repuntado en el tercer trimestre, con una caída de la tasa de desocupación. Frente a las manifestaciones contra la brutalidad racial policial, levanta las consignas de “ley y orden” esperando que su fuerte tono nacionalista y racista acreciente la adhesión de los trabajadores industriales y manuales blancos.
La caída del producto en el primer trimestre fue del 5 % y en el segundo del 31,4 %, según el US Bureau of Economic Analysis. No hay aun datos ciertos de lo ocurrido en el tercer trimestre. La caída de la tasa de desocupación es un buen indicador de la recuperación tras el caos de abril y mayo.
Las discrepancias entre las caídas de la actividad y los precios de las acciones se han ido morigerando con la recuperación de la primera y las caídas de las segundas, en el marco del apoyo financiero más importante que ha hecho el gobierno de Estados Unidos en su historia.
Para entender las elecciones norteamericanas hay que tener en cuenta tres planos:
- oposición de clases,
- diferencias étnicas y
- nivel de educación.
Quien juegue las mejores cartas en estos tres planos ganará, unido al sistema indirecto de electores por Estado (el que gana se lleva todo) y las dificultades históricas de las minorías para registrarse y/o votar efectivamente. Trump, al igual que George W. Busch, ganaron sus elecciones por diferencia de electores, mientras que las hubiesen perdido por la suma de votos nacionales. Ante las dificultades por el coronavirus, el voto por correo sumará a incertidumbres, alimentadas por Trump al decir que no respetará esos resultados “fraudulentos”.
La población estadounidense está compuesta por un 60 % de blancos europeos, 19 % de hispanos, 14 % afroamericanos, 6 % asiáticos y 1 % pueblos originarios. Más del 60 % de los hispanos son de origen mexicano, y más del 70 % de los asiáticos de origen chino. El mestizaje, muy común en Latinoamérica, es escaso en Estados Unidos, y los mulatos son considerados afroamericanos, tales los casos de Barack Obama o la candidata a Vice Kamala Harris.
Luego de los años '60 del siglo XX, los afroamericanos que votan (cuando pueden) se han ido inclinando por el Partido Demócrata, así como una proporción creciente de hispanos de origen mexicano. Lo contrario ocurre con los hispanos de origen cubano, tercer grupo hispano tras los portoriqueños. En la población de origen asiático las preferencias no son muy marcadas. En las elecciones de los últimos 60 años los republicanos concentraban a la mayoría de los blancos, mientras que los demócratas lograban sus triunfos con la adhesión de las minorías no europeas más una porción significativa –aunque minoritaria— de la población blanca.
A medida que la posición económica personal es más elevada, es mayor el apoyo al Partido Republicano, mientras que cuanto más alta la educación, mayor la proporción de votos a los demócratas. Riqueza y educación, en gran medida relacionadas, no son identidades, y en el tipo de inserción laboral de los educados se dividen los votos. Veamos las manifestaciones que se han venido sucediendo desde el asesinato de George Floyd. Los blancos que participaban eran de clases medias, en general de actividades de servicios simbólicos (no manuales) y con mayor educación. Los trabajadores manuales blancos han sido captados mayoritariamente por el mensaje chauvinista e imperialista de Trump.
Una parte importante del mensaje nacionalista de Trump es atribuir a China todos sus males, y la disputa asciende con las prohibiciones y ataques a Huawei, TikTok y tantas otras empresas chinas. La ventaja en las encuestas que llevaba Joe Biden se van estrechando a medida que se eleva la recuperación económica. El resultado electoral es incierto.
China, que tuvo una caída del PBI del 6,8 % en el primer trimestre, oficialmente ha comenzado a crecer en el segundo y continúa acelerando su paso en el tercero. La movilización masiva de turismo interno que ha comenzado en la semana del aniversario de la fecha patria (1º de Octubre) es el ejemplo de su confianza en haber superado el coronavirus. Refuerza la política oficial de pasar de una economía centrada en la exportación a una centrada en el consumo interno.
Sin embargo enfrenta problemas serios a mediano plazo por las limitaciones que le impone Estados Unidos. En los acuerdos de enero de Fase 1 obliga a China a un incremento de U$D 200.000 millones de importaciones americanas en los dos próximos años, apertura de su sistema financiero a las compañías americanas, a lo que se suman las acciones puntuales contra las empresas mencionadas y muchas otras, que retrasarán su avance hacia la frontera tecnológica en campos importantes de las llamadas Industrias 4.0. A nivel geopolítico, la presión sobre el status comercial de Hong-Kong, las visitas de altos funcionarios norteamericanos a la isla de Taiwán (que han llevado a un alerta máxima a las fuerzas chinas) y los peligros de la utilización del dólar y las redes de pagos internacionales dominadas por Estados Unidos, son serios desafíos que enfrenta el país asiático.
La disputa en la Argentina
En medio de todos nuestros problemas económicos y políticos, la situación del coronavirus se ha salido de cauce. Luego de varios meses con buenos resultados hemos entrado en una aceleración de casos y muertos que si se descontrolan más nos pueden acercar a los números terribles que previó Alberto Kornblihtt en su artículo del 30 de agosto.
Hace cuatro meses estábamos en la posición 45 (21 de mayo: 9.283 casos con 404 muertos), ahora estamos octavos luego de haber superado a México y en pocos días superaremos a España en casos. Estamos en el puesto 13º en muertes. Es el resultado del hastío, las necesidades económicas y negación que se da en todos los países, a lo que en la Argentina se suma la deliberada acción destituyente de los poderes fácticos detrás de los anti-cuarentena macristas y la prensa hegemónica.
Un dato importante de la semana es el diálogo Fernández-Xi Jinping. La Argentina es poco importante tanto para Estados Unidos como para China a nivel global, pero es un campo de batalla no despreciable para ambos a nivel regional. La relación es asimétrica, ya que ambos son muy importantes para nosotros: China ha desplazado a Brasil como primer destino de nuestras exportaciones y tiene crecientes inversiones aquí, mientras Estados Unidos tiene una balanza fuertemente superavitaria por la exportación de bienes de capital e insumos industriales críticos, con fuerte presencia en el entramado industrial concentrado, el sector financiero y son tenedores principales de la deuda pública externa.
Desde hace muchas décadas las inversiones norteamericanas se han ido concentrando en el sector financiero, mientras las pocas inversiones productivas nuevas se concentran en petróleo y minería. En rigor de verdad las colocaciones financieras especulativas se edulcoran bajo el nombre más potable y mentiroso de “inversiones”.
Nuestra relación con China se profundizó en 2014, con la firma de la asociación estratégica entre ambos Estados. El gobierno de Macri no pudo desarmar las posiciones chinas en el país (en especial lo comprometido en las centrales hidroeléctricas Jorge Cepernic y Néstor Kirchner en la Patagonia) a cargo de China Gezhouba Group Corporation (CGGC), Hidrocuyo y Electroingeniería (con un costo de U$D 4.730 millones, 85% financiado por China). Al momento actual son muchas las inversiones productivas realizadas por China en nuestro país, y también muchos los proyectos.
Hanaq Argentina compró a la inglesa ECR Minerals su filiar Achre Mining (litio y el proyecto de oro Sierra de las Minas). Ganfeng Lithium pagó U$D 160 millones a la canadiense Lithium Americas, por el 50% del proyecto de litio Caucharí-Olaroz (Jujuy). Shandong Gold es propietaria del 50 % de la mina Veladero (el otro 50 % es de Barrick Gold, de Canadá), donde ha comprometido 145 millones de dólares para ampliar la vida útil de ese yacimiento por diez años (1,2 millones de onzas de oro). Xinjiang Goldwind, líder chino en aerogeneradores, tiene cinco parques eólicos con una capacidad de 354 MW, uno operando. La Corporación Nacional de Importación y Exportación Técnica de China invertirá U$D 200 millones para construir 50 kilómetros de gasoductos en Entre Ríos, además de una extensión de fibra óptica y una línea de alta tensión de 132 kw. PowerChina proyecta inversiones por U$D 1.500 millones en energías renovables: Parque Fotovoltaico de Caucharí (Jujuy), parques eólicos (Chubut y La Rioja), paneles solares (Salta y Córdoba) y dos centrales hidroeléctricas (San Juan y Mendoza). Más allá de las energías renovables, PowerChina avanza en su proyecto para construir un ferrocarril para trasladar petróleo y gas desde Vaca Muerta hasta el puerto de Bahía Blanca (costo estimado entre U$D 1.200 a U$D 1.500 millones). Esta inversión complementaría la actividad que la petrolera estatal Sinopec (China) lleva adelante en Vaca Muerta con otras empresas, entre ellas la china CNOOC.
Si por sus potenciales problemas medioambientales son controvertidas las inversiones en Vaca Muerta —donde participan desde YPF a petroleras norteamericanas y chinas—, también lo son los últimos proyectos chinos de mega-granjas de cerdos y la cuarta central nuclear que ofrece China National Nuclear Corp. para hacer en Lima (costo estimado U$D 7.800 millones). Los reactores Hualong ONE utilizarían la tecnología de uranio enriquecido y agua natural. Según Mariano Beldyk (Perfil 30.09) estos últimos temas han sido el centro de la conversación Fernández-Xi Jinping.
El proyecto de las mega-granjas se origina en la caída de más del 30 % del stock de cerdos chinos por la peste africana. Argentina es uno de los posibles proveedores por disponer a precios competitivos el alimento para cerdos: soja y maíz. Serían inversiones de más de U$D 3.000 millones, en mega-granjas que duplicarían el stock actual. Hasta hace pocos años importábamos el 40 % del consumo y nuestra presencia exportadora era marginal. El proyecto ha recibido críticas cerradas de parte de los grupos ambientalistas. En las negociaciones se deben cuidar los aspectos medioambientales y también la utilización de mano de obra y técnicos nacionales, cumpliendo nuestras leyes laborales. Oponerse por principios sin considerar estas necesarias negociaciones es boicotear una de las vías para ayudar a pagar la deuda externa que este gobierno ha renegociado.
Más complicada es la cuarta central nuclear en Lima (Zárate). Crearía la dependencia de una tecnología que no dominamos (uranio enriquecido) y dependeríamos de ese insumo estratégico, quedando sujetos a presiones internacionales. La Argentina ha desarrollado la Tecnología CAREM (uranio enriquecido), para pequeñas centrales nucleoeléctricas, un reactor pequeño que ya hemos exportado, pero no tiene la dimensión del proyecto de la cuarta central. Nuestro país sí domina el ciclo completo de la tecnología CANDU (Canada Deuterium Uranium) con combustible óxido de uranio natural no enriquecido (0,7% de U-235), utilizando como moderador de neutrones agua pesada (D2O).
Como decía Aldo Ferrer, cada país tiene la globalización que se merece. A diferencia del capital especulativo que caracteriza la mayoría de los flujos americanos, las inversiones de China se concentran en infraestructura o industrialización de recursos, potenciando las exportaciones, fundamentales tras la renegociación de la deuda. La oportunidad y la necesidad se juntan. Sólo hay que defender nuestros intereses estratégicos por sobre cualquier otra consideración.
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