Inconsistencias
Las inconsistencias fiscal, monetaria y de comercio exterior tienen nombre y aire de familia
Existe en la Administración Nacional un nivel de inconsistencia fiscal y monetaria que no se puede extender en el tiempo por el incumplimiento de los pagos, por una parte y, una manifiesta lentitud en liquidar las exportaciones por otro lado, conformando una combinación perversa y en contra del pueblo argentino.
Por un lado, el déficit fiscal es de más del 1% del PIB por mes, para abril y para mayo y se puede inferir que también en junio, pese a que la recaudación tributaria descendió pero no tanto como en abril y mayo, dados los gastos ocasionados por la atención de Covid-19 y la asistencia de todo tipo a la población. Por otra parte, el crédito a las empresas es de 6% del PIB, que sumado a los créditos personales de un 5% del PIB, araña el 11% del Producto. El BCRA tiene que inmovilizar (pagando intereses) una suma que es incluso mayor a la Base Monetaria [1] en LELIQs (Letras de Liquidez del BCRA) por $ 1.683.302 millones y pases pasivos (que los bancos le prestan al BCRA a menos de siete días) por otros $ 666.090 millones. Esas inmovilizaciones totalizan una suma de $ 2.349 billones (cuando la Base Monetaria al 26 de junio de 2020 fue de $ 2.171 billones).
Déficit fiscal e inmovilizaciones monetarias (pagas, el BCRA le abona a los bancos intereses por las mismas por encima de la inflación) que reflejan el grado de desequilibrio de las cuentas públicas internas que solo financió el BCRA, a costa de expandir el déficit cuasi fiscal.
El BCRA debería tomar cartas en el asunto y utilizar el exceso de liquidez del sistema financiero reorientándolo desde la especulación hacia la inversión y el trabajo. Tener un mapa de qué sectores se quiere impulsar y obligar a las entidades financieras a prestar a ese sector y si no, que dejen de ser bancos: su función es canalizar el ahorro de parte de la población para financiar la producción, no para que especulen o le presten al BCRA para que este a su vez inmovilice esos fondos. El crédito al sector privado es insignificante (11% del PIB) y lo poco que hay en su mayor parte va dirigido al mismo grupo económico, cuando se rompen día a día las cadenas de pago y se acumulan los cheques rechazados.
Hay cientos de actividades que no funcionan por falta de crédito, incluso sin necesidad de importar nada, como es el caso de la construcción, que además es fuerte demandante de mano de obra.
Paralelamente la liquidación de las exportaciones de productos agropecuarios y de manufacturas de origen agropecuario se retrasa todo lo que los exportadores pueden. Habiendo sido la cosecha 2019/20 récord de 127 millones de toneladas de grano, según lo informado por las cámaras exportadoras de aceite y de cereales CIARA-CEC, la liquidación acumulada del primer semestre 2020 es de 9.307,2 millones de dólares, un 15,16% menor que en igual lapso del año pasado que fue de 10.718,6 millones, cuando en la cosecha 2018/19 hubo una fuerte sequía.
Las principales cuatro empresas exportadoras (COFCO, Cargill, ADM y Bunge Ceval) concentran el 48% de las ventas externas totales de Argentina, en tanto que las principales 10 (AGD, Vicentin [2], Glencore, LDC, ACA y Molinos Río de la Plata) representaron el 91% del total de negocios de exportación de granos y productos derivados de origen argentino. Como se explicó aquí, entre los años 2016 y 2019, amparándose en la normativa del gobierno de Cambiemos, no liquidaron más de 19.000 millones de dólares. Es claro y evidente que no liquidan esperando y propiciando una devaluación de nuestra moneda, lo cual explica la diferencia entre el valor del dólar oficial y todos los paralelos.
La devaluación haría volar por el aire el delicado equilibrio en que nos encontramos, subiría aún más el precio de los alimentos y demás insumos que requiere nuestro pueblo, empujando a fracciones cada vez mayores a la pobreza, a la indigencia y a la desesperación, a la par que se caería más el PIB por el menor consumo interno que no puede ser compensado porque las exportaciones no representan más del 25% del total de lo que se produce. Y es peor, porque en lugar de que esos mayores ingresos incrementen las inversiones terminan engrosando la fuga de capitales. Nuestro país ostenta un triste privilegio: su burguesía tiene más recursos afuera de la Argentina que adentro.
Esto esclarece por qué no les interesa tanto preservar el mercado interno, mientras coinciden grandes empresarios del agro y de la industria, banqueros y comerciantes en asegurar y expandir sus activos en el exterior.
Es más, desde el Rodrigazo y de menor a mayor, nuestra burguesía se somete al capital financiero internacional y a su moneda, el dólar, prefiriendo vender los activos en el país por saberse débil e incompetente para lidiar con el capital extranjero. Lo refleja clara y terminantemente el caso Vicentin, sexto exportador de granos y manufacturas de origen agropecuario, que monta un escenario de fraude y fuga para rendirse sin luchar.
Igual podríamos decir de todos los hijos y nietos de esos industriales que supo tener este país del confín del mundo, que poseen más activos financieros que reales, más activos afuera de la Argentina que en el país, porque han preferido vender sus empresas a la competencia extranjera.
La paradoja cierra cuando se entiende que parte de esos activos líquidos la administra Larry Fink, Presidente de BlackRock, y otros fondos de cobertura como Franklin Templeton, que supo poner a su representante en la Argentina, Gustavo Cañonero, como Vicepresidente del BCRA cuando el ex jefe de la Mesa de Dinero del JP Morgan y el Deustche Bank, Luis Caputo, fue nombrado Presidente y continuó en funciones cuando Caputo renunció presionado por el FMI, hasta el 9 de diciembre de 2019.
Nuestra burguesía en general (puede haber excepciones) espera que el gobierno le pague lo más que pueda a los acreedores y no por actuar de buena fe, sino para no perder tanto como han perdido con el macrismo, que sus acciones valen la mitad o menos que en diciembre de 2015 y, por otra parte, como seguramente compraron títulos públicos y no pudieron salir de los mismos (y no por patriotas), están engrampados en esa doble Nelson que los hace menos ricos.
Lo peor es que creen que con esas pérdidas ya contribuyeron con el país (como si hubieran comprado títulos de deuda por amor a la patria), sin comprender que eran ellos los que querían que cese el gobierno de los Kirchner y propusieron reemplazarlo por un gobierno de CEOs. Así les fue y así nos va. Son ineptos y quieren que toda la sociedad argentina pague sus errores, cuando debería ser exactamente al revés, que sea el pueblo de este país el que les reclame por su egoísmo, su supina ignorancia y su falta de inteligencia.
La alternativa
El economista Aldo Ferrer se equivocaba cuando ponía la esperanza en la burguesía que tenemos, ya que nuestros empresarios actuales no son los que él había visto en 1968 o aquellos liderados por José Gelbard hasta octubre de 1974. La dictadura militar y el modelo de valorización financiera de capital la diezmó y la que queda es una burguesía de rapiña, apátrida y tonta, a la que sólo le importa acumular dólares en el exterior aún a costa de que sus empresas valgan cada vez menos, como lo demostró la gestión de Cambiemos.
Por ejemplo las empresas del grupo Techint, cuyos directivos y funcionarios están entre las que fugaron dólares y, sin embargo, desde que se privatizó SOMISA en el gobierno de Carlos Menem y paso a llamarse Ternium Siderar, vende la chapa en el país un 30% más cara que cuando la exporta, encareciendo toda la industria argentina que utiliza ese insumo reduciendo las condiciones de competitividad respecto de sus pares extranjeros. Ese grupo económico que con el apoyo del gobierno de Cambiemos armó una filial en Texas con una inversión de 2.000 millones de dólares y generó 1.500 puestos de trabajo en esa Nación, en plena pandemia despidió 1.450 trabajadores en la Argentina.
Con esa burguesía se torna necesario repensar el país y plantear a qué nos vamos a dedicar en los próximos años. Qué vamos a producir, con quién, de qué manera, para quién, que rol debe jugar el Estado, etc., preguntas que son un desafío para el actual gobierno y para todos sus habitantes.
En la Argentina las inconsistencias fiscal, monetaria y de comercio exterior tienen nombre y apellido y están relacionadas entre sí.
[1] Que es la cantidad de billetes y monedas emitidas y puestas en circulación por el BCRA.
[2] Vicentin SAIC con un 9% del total de ventas externas agroindustriales, empresa que atravesó en el 2019 una situación de stress financiero que la llevó a paralizar sus actividades.
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