El gato que espía
La inteligencia (i)legal ocurre dentro de lo que debería ser su opuesto, típico de la 'ndrangheta
La inteligencia es una suerte de espejo del país en el que se recoge. Implica un proceso de recolección de información que luego comporta momentos descriptivos, situacionales y especulativos que están repletos de innumerables inferencias. Su valor reside en la capacidad de proveer informaciones y datos acompañados de un juicio acerca de su confiabilidad. Se trata de una contribución de conocimientos puestos a disposición del decisor público acerca de alguna amenaza latente o concreta para el interés nacional y que puede provocar riesgos de naturaleza política, militar, económica, financiera, energética, sanitaria, etc. Si esa cadena lógica articulada por las legalidades propias del Estado de derecho se quiebra, porque en sus tejidos se manifiesta alguna forma de la ilegalidad, entonces aparece (por ejemplo) el espionaje macrista, que por estos días alcanzó estado público. Sorpresivamente, lxs espiadxs en la Era Macri no figuran en la agenda informativa de los medios ideológicos de este país (los diarios con distribución nacional). ¿Sorpresivamente? Por medio de la denuncia de Cristina Caamaño –interventora de la Agencia Federal de Inteligencia– descubrimos que una parte de los servicios de inteligencia con el macrismo se “reperfilaron” para dedicarse al espionaje interno de personalidades vinculadas a la actividad política, a la actividad intelectual, periodistas, dirigentes, sindicalistas, dependencias de fuerzas policiales y un gobernador, espiadxs sin orden judicial. El listado de direcciones de mails apareció en una computadora dentro de la AFI. Para la propia interventora de la AFI hubo un “proceso sistémico de inteligencia ilegal”. Pero ese procedimiento muestra más bien formas integradas de (i)legalidad. En esas maniobras espurias no hay errores sino mensajes. Estamos frente a otra madeja mafiosa que debe ser desenredada. Las mafias son sistemas de poder. Y la relación con el poder es un elemento constitutivo de la ‘Ndrangheta. La externalidad de la ‘Ndrangheta, su ilegalidad digamos, va permeando progresivamente el poder, la legalidad, hasta teñirlos y hacerlos funcionar con su propia lógica. Si estuviéramos frente a una manifestación estética podríamos hablar de grotesco, dado que es un hallazgo que tematiza elementos de índole distinta y contradictoria que se mezclan. Pero aquí estamos frente a un fenómeno social y político en el que legalidad e ilegalidad conviven. Para entender el fenómeno ‘ndranghetista hay que imaginar un espacio tripartito. En el primer sector operan los sujetos que producen bienes y servicios ilegales. En el segundo, los sujetos que los comercializan. En el tercero, los que gobiernan el territorio en el que esos bienes y servicios circulan. Este último es determinante para controlar los flujos electorales (condicionar los resultados), resolver disputas (ejercitar la justicia), condicionar la economía (alterar las reglas).
Luego de la denuncia de la titular de la AFI empezó a hablarse de “espionaje ilegal”, “proceso sistémico de inteligencia ilegal”, “producción de inteligencia ilegal”, “aparato de ilegalidad total”. Desde ya, estamos frente a un hecho de extrema gravedad institucional –que el macrismo había implementado incluso a nivel de CABA cuando en 2009 espió a funcionarios, empresarios, legisladores opositores, dirigentes gremiales, integrantes de la AMIA y de la colectividad judía, y hasta a un familiar del propio Macri–, pero es un error conceptual y metodológico destacar sólo el aspecto ilegal de esas prácticas. Poner en foco la ilegalidad reduce la comprensión del fenómeno denunciado y que ahora será investigado. No estamos ni frente a la ilegalidad total ni a formas de inteligencia ilegal. Si desde junio de 2016 la AFI llevó a cabo prácticas de espionaje desde una computadora de ese organismo y si esas tareas no fueron ordenadas por un magistrado (es decir, se llevaron adelante sin una orden judicial), sino que fueron dispuestas por alguna autoridad de la propia estructura de inteligencia, entonces se trata de inteligencia (i)legal. Con “(i)legal” quiero expresar el sentido de la manifestación de una cosa que se da en otra que es (o debería ser) su opuesto. También en este caso estamos frente a un emergente más de una práctica mafiosa propia de la cultura macrista. Mafia es la permanente manifestación de un principio estructurante: el de ilegalidad ubicado dentro de todos los tejidos (in)imaginables de la legalidad.
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