“Otro modelo es posible”
Una entrevista con Evo Morales refugiado en la Argentina y haciendo cuarentena en Olivos
En las primera páginas de su autobiografía Mi vida, de Orinoca al Palacio Quemado, Evo Morales cuenta que desde chico está acostumbrado a levantarse al alba. Su padre, Dionisio, solía afirmar que quien salía con el sol o llegaba antes de que entre el sol, era flojo. En aquel momento, Evo vivía con sus padres y sus hermanos en una pequeña chacra ubicada en Oruro. En la actualidad, el depuesto mandatario se encuentra atravesando la cuarentena en Olivos. Ya no habita en una pequeña casa de un ambiente, pero aún mantiene el hábito de madrugar: "A las 5 me despierto y hago media hora de trote en la cinta. Mi récord es de 4,5 km".
Desde que llegó a la Argentina en calidad de refugiado, el ex Presidente dedica gran parte de su tiempo a la actividad política. Todos los días se comunica con varios dirigentes que le informan acerca de la situación en Bolivia. A las 17 realiza una pausa para hacer abdominales —2000 en total— y, antes de la cuarentena, recibía visitas. Además, hace dos semanas que comenzó a escribir su segundo libro autobiográfico en el que reflexionará en torno a sus catorce años como Presidente. Todavía no definió el título, pero será la segunda parte de Mi Vida.
Entre periodistas se dice que para entenderse bien con Evo hay que hablar de fútbol. No está de más mencionar que el primer cargo político que ocupó fue como secretario de deportes en el sindicato cocalero. Una de las cosas que más extraña, además de los abrazos, el hacer empanadas y la compañía, son los partidos: “Miré tres veces los partidos viejos de la selección boliviana en los mundiales. También los de Argentina. Ahora por suerte ha empezado el fútbol alemán otra vez y el fin de semana estuve viendo algunos partidos”, relata.
La mayor parte del tiempo, Evo mantiene un tono tranquilo. Sin embargo, al referirse a las intervenciones militares de Estados Unidos en América Latina, su voz adquiere un tinte más grave: “Perdón, es que hablar del imperio me da gripe”, bromea luego de estornudar. En 2007, Evo asistió a la inauguración anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Estados Unidos. En Jefazo, Martín Sivak cuenta que durante una de las primeras reuniones ocurridas en el marco de este evento, Nicholas Burns, subsecretario del Departamento de Estado para Asuntos Políticos, le reprochó a Álvaro Garcia Linera —entonces vicepresidente de Bolivia— que el primer discurso de Morales como Presidente electo, hubiese terminado al grito de “Mueran los yanquis”. Pocas semanas después del golpe de Estado, Janine Añez, Presidenta de facto, publicó en Twitter un agradecimiento a Donald Trump “por el apoyo del Presidente de Estados Unidos”.
—El coronavirus llegó en el medio de varias insurrecciones populares contra los modelos neoliberales impulsados, en gran parte, por Estados Unidos. Algunos casos son los de Chile, Ecuador, Colombia, Bolivia. ¿Cómo cree que puede haber acción y militancia política sin poner el cuerpo en la calle en el contexto de una crisis sanitaria?
—El caso de Bolivia es muy complejo. Esta pandemia le llegó como anillo al dedo al gobierno de facto. Ahora no podemos hacer protestas por la cuarentena. Estamos convencidos de que hay que cuidar la vida, pero tampoco hay presencia del Estado. En algunos lugares de Bolivia se está rompiendo la cuarentena, ya que no hay presencia del Estado en temas sociales como la alimentación. Es gravísimo lo que pasa: los grandes restaurantes y los supermercados siguen funcionando, a diferencia de los pequeños productores y restaurantes o los mercados populares que están cerrados y prohibidos. El pequeño transportista que vive del transporte urbano, interprovincial, interdepartamental, no puede trabajar. Pero sí los grandes importadores y transportadores siguen trabajando. Eso demuestra que la dictadura quiere a los ricos más ricos, y a los pobres más pobres. Eso está causando una enorme reacción. Y además de eso, está el hecho de no poder movilizarse. Pedir comida y empleo está penalizado, criminalizado. Pero algo raro está pasando. Ahora ya no se ve ni policía ni militares en la calle. Es como un amotinamiento diplomático reservado, callado. Porque antes los militares y el gobierno multaban, sancionaban, detenían. Pero para la familia de la autoproclamada Presidenta (Jeanine) Áñez, no hay cuarentena, hay cumpleaños. Utilizan los aviones de la Fuerza Aérea para traer invitados a sus fiestas. Para ellos no hay ni existe la cuarentena. Esto está causado una tremenda protesta. Y por eso ahora, desde algunas ciudades como El Alto, hay cosas que se estarían “normalizando” y no se ve la cuarentena. Todo por la mala planificación y por la ineficiencia del gobierno de facto.
—¿Diría que hay alguna similitud de lo que sucede en Bolivia con lo que está pasando en Brasil o en Estados Unidos?
—Sin dudas. Allá por lo menos decretaron la cuarentena, pero hay poca presencia del Estado. Yo veo un tema de fondo. Escuché hace años que algunos entes como el FMI hablaban de qué se debe hacer en tiempos de un nuevo orden mundial. Para ellos, es importante la planificación para la reducción de la “población innecesaria”. A mí se me grabó. Me preguntaba quién es esa población innecesaria para la sociedad. Personas de tercera edad, discapacitados y, sobre todo, los humildes y los pobres. Y ahora veo en CNN que Estados Unidos tiene la mayor cantidad de muertos con coronavirus en el mundo, más muertos por día, y más contagiados de todo el mundo. No les ha funcionado muy bien esa receta. Y Brasil es lo peor de la región. Para el sistema capitalista hay que reducir esa población innecesaria. Si bien Estados Unidos se reconocía como una potencia mundial, ahora nos damos cuenta que no lo es. Si fuera una potencia mundial, lo primero que debería haber planificado es cómo salvar vidas.
—¿Cómo se hace, entonces, para que aquellos que hablan de población innecesaria adquieran conciencia de clase o entiendan que hay gente humilde que necesita ayuda?
—Hay dos caminos. O se los intenta cooptar, o se los combate. Pero cada continente y cada país tiene su propia particularidad. En el caso de Bolivia, fue el movimiento campesino, indígena y obrero el que se opuso a esos grupos. Nuestro gran pecado fue haber demostrado que era posible otro modelo económico, además del sistema capitalista. Y otro modelo es posible. No nos perdonan que en Bolivia hayamos podido desarrollarnos sin USAID y sin el FMI. También hay grupos que utilizan la Biblia para matar. La religión debería ser para una reconciliación, para algo espiritual. Así lo entiendo. Pero en Bolivia nos quieren enfrentar. Los indígenas no somos politólogos, y por ahí están diciendo que hay que ser politólogo o profesional para hacer política. Siento que hay grupos que, en conjunto con medios de comunicación, utilizan a la Biblia y la religión para humillar a los pueblos y a los indios.
—¿Es posible luchar contra el monopolio mediático que se ha establecido en Bolivia?
—Los estamos combatiendo. Nosotros tenemos una red de radios que son alternativas y gestionadas por el movimiento campesino. Llega el golpe y más de 60 radios comunitarias han sido intervenidas. Las han quitado. Y han cerrado muchas repetidoras y radios que eran muy buenas y tenían mucha fuerza. Estamos en el proyecto de pasar a una comunicación digital para que muchas de esas señales salgan por Internet. Necesitamos una comunicación más efectiva, afectiva, y por sobre todo orientadora, revolucionaria, liberadora, emotiva. En Bolivia los grandes terratenientes tienen sus medios de comunicación, así como en Argentina. Todos ellos direccionan, todo orientado para aplastar. Estoy seguro que si mañana fueran las elecciones, ganamos ampliamente. En este momento ni el gobierno de Áñez ni los medios hegemónicos quieren que haya elecciones, y por eso difunden información de demandas de inconstitucionalidad de mi candidatura.
—Una de las herencias neoliberales en América Latina es la histórica deuda externa de los países. ¿Qué rol deberían tomar la UNASUR y la CELAC en este tema?
—Hace falta que funcionen para poder enfrentar la negociación en conjunto. Pero cuando se intentan reunir, lo primero que dicen quienes presiden es “sí, pero sin Nicolás Maduro”. UNASUR debería estar trabajando unida para lograr la condonación de la deuda externa, o por lo menos postergar el pago de intereses y capital por al menos dos años. Solamente, sin pagar intereses ni capitales por dos años, habría disponibles como 2.500 millones de dólares. Para Bolivia son muchos recursos. Qué bueno sería que se condone alguna deuda. Eso solo lo podemos hacer unidos. Pero nos han destruido UNASUR, mediante el Grupo de Lima y la Alianza del Pacífico, orientando todo a las privatizaciones. Y al margen de cualquier diferencia ideológica, UNASUR debería estar unido unido unido para enfrentar esta clase de problema regional, como lo es el avance de una pandemia. Así como estamos convencidos de que volveremos a ser gobierno con el MAS, sabemos que llevaremos ese debate a la ONU. Hay que debatir que la salud sea un derecho humano. La vida no puede ser una mercancía, y las instancias de investigación científica no pueden estar en manos de transnacionales. Tienen que estar en manos de la OMS.
—En caso de no lograr ganar las elecciones, mencionó la posibilidad de hacer un gran evento mundial de movimientos sociales e indígenas en Bolivia. ¿Qué forma va tomando esa idea?
—Tengo muchos deseos de organizarlo. Y no solo en mi país, sino en cualquier lugar de América Latina. Quizás mediante el Grupo de Puebla. Se han llevado adelante muchos golpes de Estado en la región. Por eso hay que fortalecernos como movimientos sociales y llevar adelante encuentros no solo de indígenas, sino de obreros, campesinos, estudiantes y de todos los sectores sociales. Siempre con el grito de que otro mundo es posible, y de que otra Bolivia es posible sin FMI.
—Cuando todavía no había ocurrido la pandemia, se estaba considerando la posibilidad de que compitiera por una banca. ¿Se evalúa que Álvaro García Linera vaya a competir?
—No, Álvaro no se ha vuelto a proponer como candidato. A mi me han propuesto y he accedido, pero él no está en ninguna lista. Mis compañeros plantearon que, para fortalecer nuestro proceso de cambio, si no pueden proscribir al MAS, pues habrá MAS sin Evo Morales. Incluso algunos de mis compañeros y dirigentes han dicho que el tiempo de Evo ha terminado. Por eso acá en Argentina elegimos a los candidatos a Presidente y Vice. Y todavía está la posibilidad de que yo sea candidato a senador, depende de lo que resuelva el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Todos los partidos de la derecha se han centrado en inhabilitar mi candidatura. Pero les salió mal, ya que es el único caso por el cual el TSE se encuentra dividido. No hay ningún marco legal que me inhabilite, pero falta la resolución.
—Uno de los principales responsables del golpe de Estado en Bolivia fueron las fuerzas armadas. En caso de que gane las elecciones, ¿mantendrá la confianza en los militares?
—Costó revertir la imagen de los militares luego de la Masacre de Navidad en 2002 bajo el gobierno de Sánchez de Losada. Antes del llegar al gobierno, los niños lloraban y se escondían detrás de sus papás cada vez que veían un uniformado. Hace un par de años tuvimos problemas por falta de agua en La Paz. Nos ocupamos de comprar agua, y mandamos a los soldados a repartirla por las casas. Las fuerzas armadas fueron queridas durante mi gestión, y en las escuelas, ya no llamaban “cuco” a los soldados, sino tío. Hemos dado una buena imagen de las fuerzas armadas. Con respecto a la situación actual, el comandante Sergio Carlos Orellana Centellas está dejando mucho que desear, y está dando una mala imagen de las fuerzas armadas. Pasaron de ser admirados a odiados. Las fuerzas armadas no pueden disparar contra su pueblo, pero han llegado a movilizar tanques a La Paz. En Ayacucho, los hermanos campesinos me informaron en detalle cómo están movilizando. Además, el lunes quisieron hacer respetar la cuarentena con tanques. De cualquier forma, hay un amotinamiento implícito por parte de los subalternos que se oponen a apuntar contra su pueblo. Durante la masacre de Senkata, en los helicópteros, algunos oficiales se negaron a disparar porque ahí abajo estaban sus padres. Me están informando que algunos comandantes del Estado mayor de los militares golpistas ya están en Estados Unidos. Eso está pendiente de investigación. Pero hay fuerzas armadas patriotas y antiimperialistas. Eso se siente y se nota.
—¿Cómo evalúa la situación de Venezuela hoy, teniendo en cuenta que desde la UNASUR no quieren reunirse con Maduro?
—El estatuto constitutivo de UNASUR dice que los funcionarios electos por su pueblo tienen que estar en esa reunión, a menos que haya llevado adelante un golpe de Estado. Y Maduro ha sido electo por la mayoría de Venezuela. Si el pueblo elige a un Presidente de derecha o izquierda ya es un problema del pueblo, pero todos dicen que debe estar en las reuniones para planificar conjuntamente, respetando esas diferencias. Venezuela es un país que lucha por la paz, pero los países que lo hacen son acusados de países terroristas por Estados Unidos. La lucha contra el terrorismo es un pretexto para un control geopolítico de parte de Estados Unidos. No es la lucha contra el narcotráfico. Ellos impulsan conflictos armados, y justifican su presencia con bases militares. Esa es la política de Estados Unidos, con los que tengo profundas diferencias. Entonces, el caso Venezuela es el petróleo. Ellos nacionalizaron, y eso es tener el control. Si bien siguen amedrentando a Venezuela, creo que la revolución bolivariana triunfa, además de por su clase política, por sus fuerzas armadas, patrióticas y antiimperialistas. Unas fuerzas armadas sumisas al dominio del imperio norteamericano no garantizan ni fidelidad ni libertad. Las bases fundamentales de las fuerzas armadas debe ser garantizar soberanía, independencia y libertad, pero también resguardar la identidad y diversidad de los pueblos en América Latina.
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