PERORAR CON LA BRAGUETA BAJA
Hay quienes usan el estado de emergencia como escenario para exponer su mezquindad
Todos los días de mi vida entre los 10 y los 12 años yo tomaba por la calle Santiago del Estero, doblaba por 9 de Julio y caminaba ocho cuadras para llegar a mi escuela. Acabábamos de mudarnos al departamento del Banco Hipotecario que con tanto esfuerzo compraron mis viejos en 1986.
En ese año 1986 dejamos la casa de calle Entre Ríos, antigua y con innumerables problemas como fruto de su antigüedad. Nunca había agua caliente arriba porque el calefón no funcionaba, pero había muchos metros de patios donde jugué casi toda mi infancia. Era a la vuelta de la casa de mi nona Ruth y cerca de todo cuanto amaba a los 10 años. Aún hoy, más de 30 años después, sueño con la casa de calle Entre Ríos. Recuerdo con dolor como acaricié el borde de la escalera el ultimo día, antes de mudarnos, llorando desconsolada. Y como durante años le insistí a mis padres que la compráramos y la arregláramos y volviéramos ahí. Era una casa fea e incómoda que había sido bella alguna vez, muchos años atrás. Varias veces la nena que fui le tocó la puerta a sus habitantes para pedirles que la dejaran entrar al patio, solo para recordar ese mandarino, abrazar al ciruelo y buscar al gato amarillo que nunca quiso mudarse con nosotros al departamento, al punto que el día de la mudanza se escapó y nunca más lo encontramos. Porque él pudo elegir quedarse en los techos de la casa de calle Entre Ríos. Yo no.
Ya no vivía en San Juan el verano que llegué y ya la habían tirado abajo salvo la fachada, que seguía siendo bella con su piedra pulida. Lloré mucho cuando la vi y pese a ello, aun sueño con que estamos en ese enorme lote y podemos reconstruirla y hacerla igual pero más cómoda, menos fría y tan bella como siempre fue. Hace no mucho, soñé de nuevo con la casa. Había en el terreno del patio de atrás casi vacío una suerte de pileta de natación, que parecía un lago. Luego vino una inundación que me preocupó mucho, porque podía afectar los cimientos de la casa, y más tarde unos tigres blancos bellísimos, pero poco amistosos. Me desperté llorando. Qué cruel es el tiempo – río que se lleva aquello que amamos tanto.
De alguna forma creo que en 1986 cuando nos mudamos se acabó mi infancia. Odiaba el departamento, y uno de los momentos más horribles fue cuando mi papá me llevó con él unos días antes de mudarnos, para encerarlo. Para concretar ese cambio hubo vender el auto y durante muchos años no tuvimos auto de nuevo. A mí me avergonzaba mucho no tener auto. Todos mis amigos tenían. Yo no. Y las largas ocho cuadras que me separaban de la escuela se me hacían eternas. Antes, cuando vivíamos en calle Entre Ríos eran apenas cuatro y una de ellas era una plaza. Siempre fuimos caminando, a decir verdad, pero de pronto odiaba que no me llevara mi papá y me despidiese al bajar del auto, como hacían los papás de mis amigos.
Como sea, todos los mediodías salíamos con mi hermano Gabriel de 7 años y mi hermanita Guiomar de 5 rumbo a la gloriosa Normal Sarmiento. Todavía hacia calor, así que imagino que debe haber sido abril, cuando en el baldío exacto de la esquina de Santiago del Estero y Santa Fe un señor sonreía mientras se bajaba los pantalones y mostraba orgulloso sus genitales. Yo fingí no verlo y nunca supe si mis hermanos lo vieron. Durante los siguientes tres años el episodio volvía a repetirse cada tanto.
Hoy, con la mirada de una mujer adulta, puedo señalar que lo que exhibía era tan modesto que solo podía impresionar a un niño. Lo que siempre me pareció rarísimo era por qué el señor sonreía. Lo que estaba haciendo estaba mal. Y lo hacía públicamente. Hubiese sido más lógica una mirada furtiva o algo así. Pero supongo que la perversión funciona así, tan fuera de toda lógica y sobre todo tan desconectada de emociones y empatía.
Me acorde mucho de esa sonrisa impúdica estos días. Porque vi un despliegue de esas sonrisas en diversas formas. El hecho de que quienes sonreían llevasen puestos los pantalones no los hacía menos impúdicos ni menos perversos en sus sonrisas. Creo que la primera sonrisa horrible la vi cuando en redes sociales tuve acceso a un video absurdo de la ex Ministra de Seguridad Patricia Bullrich donde sonreía desde un balcón enrejado hablando de la importancia de NO salir de la casa. Unas horas después fue publicado en los medios de comunicación que la misma Patricia Bullrich contaba con un dudoso permiso para circular expedido por el gobierno de la Ciudad, más específicamente por el secretario de Medio Ambiente. Patricia Bullrich no es funcionaria del gobierno de la Ciudad y aun cuando ella alegó conducir unas indeterminadas tareas de voluntariado, rápidamente se supo que su actividad era conducir un pequeño sector de militantes para que furtivamente encabezaran una suerte de protesta contra el gobierno de Alberto Fernández y las políticas de cuarentena obligatoria dispuestas por él.
También tomó estado público que fueron los intendentes del PRO quienes le dirigieron —a mi criterio muy merecida— puteada por hacer eso. Porque está claro que quienes tienen responsabilidades de gobierno y están abocados a intentar salvar vidas, alimentar personas y mantenerlas sanas no pueden compartir los actos de una perversa de las que usan ropa.
También vi las sonrisas impúdicas de los reactivados call centers de trolls cuya conducción es atribuida a Marcos Peña. Como usuaria de redes sociales los vi reactivarse rápidamente, destilando el odio y la podredumbre a la que nos tienen acostumbrados. Nadie describe mejor el mecanismo del odio de esas cloacas que Mariana Moyano en su libro Trolls S.A. y cuya lectura en esta cuarentena podría ser una buena idea, dicho de paso.
Un hecho particularmente me impresionó fue uno de esos trolls que publicó un sentido mensaje despidiendo a su mamá muerta a causa del Covid-19 y culpando al Estado por dicha muerte. La foto de la mujer muerta correspondía a una señora que era sanjuanina y además la abuela de unos amigos míos. Y que por cierto había muerto en el año 2005. Y una señora que se llama a si misma periodista —aunque no muchos más se animan a considerarla como tal— y que sostiene en redes sociales que en la Argentina se oculta el numero real de muertos por Covid-19 rápida y públicamente se puso en contacto con el falso deudo. El diablo los cría, el viento los amontona y la impudicia los pone en contacto.
De aquellos que solo tienen de profesional la densidad de su odio y su desvergüenza nada mas que esto voy a decir: Señores, su uso de las muertes y del dolor y del estado de emergencia que atraviesa todo el país como escenario para exponer su mezquindad es tan grosero y perverso como el señor que se bajaba los pantalones en el baldío. Y que estén vestidos y sean hasta grandilocuentes no impide que veamos al pequeño pene muerto que muestran como si nada. Sonriendo.
Pero, así como los hay miserables, están los que han sabido estar a la altura de las circunstancias. Nadie puede creer que Horacio Rodríguez Larreta sea santo de mi devoción, pero tampoco se puede discutir que con real sentido de la responsabilidad que tiene sobre sus hombros, se ha puesto a trabajar codo a codo con el gobierno nacional para cuidarnos. Cosa que, como habitante de esta ciudad, le agradezco. Sé que a muchos no les va a gustar que diga esto, pero es lo que pienso y creo correcto decirlo. Porque frente a circunstancias como las que atravesamos, no nos quedan muchas cosas con valor y de las que quedan una de ellas es la honestidad intelectual.
Por eso mismo estoy fastidiada y mucho con algunos a los que respeto sin compartir nada en lo ideológico. Porque hay cosas con las que no se juega.
El 30 de marzo de 2020 el Interbloque de Cambiemos presentó una nota al Senado de la Nación señalando que “la actividad parlamentaria resulta necesaria para la sanción de las leyes que en esta coyuntura la sociedad requiere con urgencia, solicitamos que se habilite la posibilidad de sesionar para el tratamiento de proyectos de autoría de los miembros de esta Cámara... A fin de que esta nueva modalidad de convocatoria quede habilitada y se ajuste en lo pertinente a la reglamentación, proponemos que en la primera sesión que se convoque, se disponga la votación a la modificación pertinente al Reglamento de este Honorable Senado.”
Y las autoridades del Senado de la Nación contestaron señalando que existían obstáculos que hacían materialmente imposible acceder a su pedido. Se señaló además que “el Poder Ejecutivo Nacional no ha manifestado la necesidad de legislación atinente a las materias que le están constitucionalmente vedadas, tales como materia penal, tributaria y electoral. Si en virtud de la situación de emergencia que actualmente atraviesa nuestro país se requiriese el dictado de leyes sobre dicha materia, esta Presidencia de inmediato pondría a conocimiento a la totalidad de los miembros de la H. Cámara de Senadores de tal circunstancia, y se convocaría a sesión, debiendo en tal caso concurrir los senadores en forma personal a la misma”.
¿Qué pasó entonces? Varias cosas. La mas importante de ellas es que el Presidente del Nación debatió con representantes del la Cámara de Diputados (Cámara de origen para los proyectos sobre materia tributaria, conforme la Constitución Nacional) sobre la pertinencia de legislar sobre el impuesto a la riqueza, en la necesidad a todas luces evidente de obtener recursos para paliar la grave crisis económica que, generada durante el gobierno anterior, se ha profundizado a niveles dramáticos por las medidas necesarias para combatir el avance de la enfermedad. Porque no existe cura para esta enfermedad. Ni tratamiento, salvo esto que hemos hecho como país, que es establecer el distanciamiento social preventivo y obligatorios y la suspensión de la mayoría de las actividades para poder sostenerlo a lo largo de estas semanas.
También pasó que los representantes del bloque mayoritario del Senado comunicaron que conforme establece la Constitución Nacional, el Poder Ejecutivo Nacional tiene expresamente vedado el ejercicio de competencias legislativas en materia tributaria (Const. Nac. Art. 99, inc. 3), lo cual torna imprescindible que este Senado de la Nación sesione para el oportuno tratamiento, debate y votación de proyectos de naturaleza impositiva que sean presentados en el ámbito del Poder Legislativo de la Nación.
Y que en consideración que la mayoría de los miembros del Senado se encuentran actualmente en las provincias en las que residen y que son públicas las dificultades logísticas de traslado interjurisdiccional que actualmente existen en la República Argentina, a raíz de la emergencia sanitaria dispuesta por el Decreto N° 260/2020 y las medidas de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio ordenadas por el Decreto N° 297/2020, que debería contemplarse que el art. 30 del Reglamento de la H. Cámara de Senadores de la Nación, expresa que “los senadores constituyen Cámara en la sala de sus sesiones y para los objetos de su mandato, salvo en casos de gravedad institucional”.
Y que, en tal sentido, podría interpretarse que en la actual situación existente en el mundo y en la Argentina a raíz de la pandemia Covid-19 reviste de gravedad institucional, razón por la cual podría habilitarse que el H. Senado sesione mediante la utilización de medios virtuales o remotos.
El Senado de la Nación entonces se presentó ante la Corte Suprema por medio de una acción declarativa de certeza para que la Corte resuelva la incertidumbre planteada, toda vez que es necesario que funcione el Congreso de la Nación.
La acción declarativa de certeza es bastante simple. Interroga a la Corte Suprema: ¿es constitucionalmente posible que tal como lo establece el art. 30 del Reglamento de la H la Cámara de Senadores sesione mediante medios digitales, debido a la situación de gravedad institucional generada objetivamente por la Covid-19?
Los dos bloques mayoritarios del Senado de la Nación parecían estar de acuerdo en que tal posibilidad, la de sesionar por medios digitales, era posible.
Ya lo ha dicho la Corte Suprema tantas veces, hay gravedad institucional cuando “se encuentran en juego instituciones básicas de la Nación” (Fallos: 307:973) y ello se proyecta sobre la “buena marcha de las instituciones” (Fallos: 300:417; 303:1034; 311:2319).
Va de suyo que, si el Senado de la Nación no puede sesionar, no se puede legislar en materia impositiva. Añado que, si el Senado se ve imposibilitado de sesionar, claramente está en juego el funcionamiento de una de las instituciones de la Nación: esto es el Congreso de la Nación.
Pero también pasó lo siguiente. Quienes hasta hace 15 días decían que “la actividad parlamentaria resulta necesaria para la sanción de las leyes que en esta coyuntura la sociedad requiere con urgencia” y solicitaban la posibilidad de sesionar en modo virtual, ante la eventualidad de tener que legislar sobre materia impositiva y que dicha legislación resultare la afectación de las fortunas de 12.000 personas en la Argentina, drásticamente cambiaron de opinión.
Apenas un día después de presentada la acción declarativa de certeza, nuevamente el Bloque del PRO cambió de opinión de modo vergonzante y envió esta nota:
El argumento sacado del Twitter del Bloque de Cambiemos respecto a quienes prestan servicios esenciales omite dos cuestiones básicas. Ignora que nadie debe recorrer miles de kilómetros para trabajar en un supermercado, a título de ejemplo, y omite que quienes son grupo de riesgo, salvo que expresamente se les otorgue condición de trabajador esencial, están también exceptuados.
Por ejemplo, nadie diría que dos jueces de la Corte no son trabajadores esenciales. Pero las Acordadas de estos días vienen señalando que “los doctores Horacio Daniel Rosatti y Ricardo Luis Lorenzetti no suscriben la presente por encontrarse fuera de la sede del Tribunal en virtud de las medidas de aislamiento social preventivas dispuestas por las autoridades nacionales, pero han informado su conformidad con las que aquí se establecen”.
Por eso mismo la Acordada 11/2020 de la Corte Suprema estableció que “cuando no fuera posible la celebración de acuerdos de ministros en forma presencial —conforme a lo previsto en artículo 11 del Decreto-Ley 1285/58—, estos podrán realizarse por medios virtuales o remotos con la misma validez que la prevista en los artículos 70 y 71 del Reglamento para la Justicia Nacional. Este dispositivo solamente podrá ser utilizado en situaciones excepcionales o de emergencia. No podrá reemplazar al acuerdo presencial, semanal de ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en situaciones habituales”.
Y sobre interpretación de los reglamentos del Senado, me pregunto: ¿qué interpretación reglamentaria del bloque de Cambiemos tomamos en cuenta? ¿La que pedía sesionar virtualmente el 30 de marzo? ¿O la de 16 de abril que requiere sesión presencial?
El H. Senado de la Nación tiene que funcionar porque se ha configurado el supuesto que se había anticipado. El Poder Ejecutivo requiere una ley en una materia que tiene vedado legislar por Decreto de Necesidad y Urgencia.
Todos vemos clarita la jugada en pantalones bajos de oponerse a que se legisle en materia impositiva, usando cualquier argumento, incluso en contra de sus propios argumentos.
No me preocupa tanto la contradicción, como esto: ¿acaso alguien de Cambiemos ha siquiera pensado en el riesgo sanitario para quienes transporten y asistan a los senadores para llevar a cabo una sesión presencial? ¿El riesgo sanitario que implica incluso para los propios senadores, muchos de ellos grupo de riesgo?
Ustedes son conscientes de que otros países están tomando medidas similares. Porque la crisis desencadenada en el mundo por la pandemia Covid-19 ha requerido esfuerzos extraordinarios. Eso es el impuesto a las grandes fortunas. Porque así se cuidan millones de vidas. Porque mientras ustedes discursean hay gente pasando hambre y hay que asistirlas. Porque hay personas que no pueden trabajar y hay que asistir a los trabajadores y a las empresas. Porque hay situaciones de salud que asistir. El que debe asistir a todos es el Estado Nacional y pasa que no cuenta con los recursos.
Me resulta incomprensible que no les importen ni las vidas de los demás ni tampoco las suyas propias.
¿Tanta chicana para proteger 12.000 fortunas? ¿Tanto les piden?
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