SECRETOS EN LA SALUD NEUQUINA
Una mujer de San Martín de los Andes con hantavirus positivo
Una mujer joven que vive en la zona rural de la cordillera en Neuquén adquirió el virus del hanta, está hospitalizada en la capital provincial en estado reservado y veintidós personas de su círculo de contactos más estrecho permanecen en aislamiento respiratorio desde el viernes 31 de enero. A un año del brote en Epuyén, con por lo menos treinta y cuatro personas enfermas y once muertos, la emergencia sanitaria abierta en San Martín de los Andes (SMA) pone a las autoridades de salud de Neuquén ante la responsabilidad de responder ante la persona enferma y su grupo de riesgo, tanto como a la oportunidad de amortizar en favor de las políticas públicas los graves errores cometidos por el Estado en Chubut.
Dos días antes del acto oficial por un nuevo aniversario de la ciudad —que contó con la presencia del gobernador Omar Gutiérrez y su gabinetee—, una mujer ingresó a la guardia del hospital local con intensos dolores musculares y fiebre. Una primera prueba de laboratorio confirmó el hanta positivo. Ese laboratorio fue montado para hacer un análisis específico, que pudo ponerse en funcionamiento pleno hace pocos meses atrás luego de reclamos de trabajadores de salud conscientes de que cada hora es vital para un paciente del interior de la provincia.
Vista a la cordillera de los Andes, perfil del volcán Lanín, aguas heladas, caballos con crines al viento; los elementos del glamour en diálogo conflictivo con la precariedad del trabajo rural que expone sobre todo a la población local al contagio del virus del hanta (de la cepa Andes) que transmiten roedores silvestres nativos. En uno de los establecimientos rurales de la zona vive la mujer de 28 años con su esposo y su hijo; casa y trabajo en el mismo espacio es común en las relaciones laborales.
Tal vez adquirió el virus mientras recolectaba frambuesas, una actividad común, tan común que casi nadie la realiza con barbijo, como podría pensarse ahora con ella internada en terapia intensiva en el hospital público Castro Rendón, en Neuquén capital. Lo mismo pasó con el hombre mayor identificado como caso inicial del brote de Epuyén en noviembre de 2018, quien adquirió el virus mientras recolectaba hongos silvestres. La recolección de frutos es una fuente estacional de ingresos, una changa de temporada.
O pudo contagiarse en un viaje reciente a una estancia en Epuyén, donde pasó Nochebuena y Navidad, estimó una fuente que sigue el caso desde el primer día. Lo determinarán con tiempo investigaciones a cargo de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS) Dr. Carlos Malbrán, la referencia sanitaria y científica ineludible para el caso. En principio, de acuerdo a lo que se conoce hasta el momento, se corrobora la condición de enfermedad endémica, propia de la franja cordillerana que es el espacio vital de tres variedades de ratones silvestres que transmiten el virus, según lo aseguran estudios publicados de investigadores que colaboran con las organismos públicos.
Al cierre de este informe la mujer continuaba estable con asistencia respiratoria mecánica, en la terapia intensiva del hospital Castro Rendón de Neuquén, según distintas fuentes consultadas. Los funcionarios del ministerio de Salud optaron por no acceder a nuestro pedido de consultas, quedando solamente el monólogo de dos comunicados de prensa con información que merecería profundizarse.
Discurso político del conflicto sanitario
Ni la paciente ni su grupo de contacto en aislamiento son de Meliquina, aseguró Juan Cabrera, director del hospital público de SMA, para proteger los intereses económicos de la villa agreste ubicada a unos 36 kilómetros al sureste de la localidad y desmentir el primer comunicado oficial de gobierno sobre el caso positivo. Lo cierto es que la mujer que adquirió el virus vive en algún establecimiento rural en las inmediaciones, entre Meliquina y San Martín. En 2018 se registraron los casos anteriores en Neuquén, dos en el área Meliquina, el tercero de SMA. Los tres trabajadores rurales. En marzo de ese año un hombre de 31 años perdió la vida; en agosto dos hermanos, de 32 y 26 años, se contagiaron y sobrevivieron a la enfermedad.
Fuentes extraoficiales coincidieron en asegurar que la vivienda de la mujer, uno de los lugares posibles de contagio, está fuera del área de floración masiva de la caña colihue que alcanzó unas 90.000 hectáreas, de acuerdo a la estimación oficial realizada por equipos técnicos del Parque Nacional Nahuel Huapi. A partir de noviembre de 2018 se produjo la floración de esta especie nativa, fenómeno natural que produce una gran disponibilidad de semillas, alimento de los ratones transmisores del hanta. La estancia del noroeste del Chubut donde estuvo para fin de año también está fuera del área de floración masiva de caña colihue y la posterior ratada, palabra acuñada para nombrar el fenómeno de la explosión demográfica vinculada a la altísima disponibilidad de alimento.
Además, todos los profesionales consultados respecto a los casos en la región y los trabajos científicos publicados dan cuenta de que no existe relación directa entre casos positivos y ratada. Con el aumento del número de ratones transmisores aumentan las posibilidades de contagio y se extreman las exigencias de medidas de prevención para la población local, tal como se vivió especialmente el último semestre de 2019 en Villa La Angostura, costas del lago Correntoso y paraje El Rincón hacia el paso internacional Samoré. El mayor conocimiento de los comportamientos del ecosistema y de los asentamientos humanos en el bosque deberían jugar en favor de políticas sanitarias de fondo, en mejores condiciones para reclamar y asumir protagonismo e intervención por parte de las poblaciones locales.
Por eso llama la atención el tono de Cabrera, quien fortaleció el espíritu corporativo de los intereses económicos de Villa Meliquina por sobre los intereses colectivos de la salud comunitaria y el propio conocimiento científico tradicional, que asegura que la coqueta villa agreste es parte del hábitat de los ratones transmisores del hanta. La tensión entre temporada alta e información es parte del conflicto que debe discutirse abiertamente, como se vivió hace unos meses en VLA cuando proliferaron los videos de los ratones muertos en las costas de los lagos o en las piscinas de los spa. La realidad se filtra por WhatsApp.
La experiencia colectiva
A pesar que las ciencias occidentales insisten en que vivamos el desequilibrio en la salud como una experiencia individual, como “caso”, la experiencia del hanta en la región exige —desde las pérdidas irreparables de las vidas de vecinos— reconstituir las dimensiones sociales, comunitarias, históricas y políticas de las personas que enferman, sus espacios de vida y el comportamiento del aparato de Estado ante y con ellas. Así, el hanta es un conflicto sanitario colectivo, no casos que empiezan y terminan en cada historia clínica ni en cada gestión de gobierno provincial ni nacional. Al menos eso sugieren los reclamos e intentos organizativos de base surgidos en Epuyén y en Villa La Angostura, así como la acogida que tienen esas experiencias en espacios como la Federación Argentina de Medicina Rural que el año pasado en su congreso anual convocó a sobrevivientes y familiares de víctimas de último brote en Chubut.
En esa trayectoria, surge la necesidad de revisar en términos comunitarios las condiciones materiales en que se produjeron los casos registrados desde 1995 en El Bolsón hasta ahora, porque no existe memoria estatal acumulada como reconocen los propios profesionales que se desempeñan y desempeñaron en los hospitales de la región. Además, porque en una concepción comunitaria de la salud, la memoria de la experiencia de los casos no puede ser leída únicamente desde las claves del Estado y el mundo académico, sino desde las propias comunidades en camino a la interculturalidad, de paso.
Agentes sanitarios, médicos y enfermeros, jubilados y en actividad, tienen mucho para compartir y ordenar esa memoria necesaria, así como los pobladores rurales con generaciones en el espacio de la cordillera que la medicina llama ahora “zona endémica de hanta”. La desgarradora experiencia de Epuyén puede ser o una sombra persecutoria para cada medida estatal o bien una brecha en favor de probar modos de gestionar la salud pública con lo aprendido desde el primer brote en El Bolsón. Veinticinco años de experiencia con muertos, sí, y también con sobrevivientes, familiares y trabajadores de la salud en condiciones de reconocer la fragilidad de la vida.
En noviembre del año pasado, la mesa comunitaria del hanta VLA hizo un encuentro barrial. Participó Carolina, una vecina que perdió a su madre por hanta en 2004, en la orfandad absoluta de derivaciones entre SMA y Bariloche, situación que desconocíamos la mayoría de los presentes. Participamos de ese momento reparador, hondo, de la memoria al servicio de un proyecto comunitario que está perfilándose, que reclama que se avance en la investigación por un suero y una vacuna de producción nacional.
“El ciclo trashumante de los crianceros en áreas áridas y semiáridas de la meseta patagónica y en zonas de cordillera los ubica en una práctica pastoril en ambientes donde la prevalencia de exposición a los factores de riesgo para el hantavirus es mayor que en otros lugares de la provincia. La mayor parte de los pobladores entrevistados en proximidades de Loncopué y Trolope se mostraron informados, tanto en lo que se refiere a la transmisión como a las acciones preventivas que son necesarias. Sin embargo, es importante destacar que la transmisión de persona a persona fue mencionada por una sola entrevistada quien había padecido la enfermedad, siendo necesario indagar las causas de esta omisión predominante”, sostuvieron los biólogos Luciana Piudo y Martín Monteverde en 2006.
Juan Rubén Jara vivía en Tralaithue, paraje ubicado en el centro de la provincia, al pie de la cordillera. Había subido a caballo con su padre con los animales para la veranada, la estación de los pastos buenos en las tierras altas. Falleció de hanta en el hospital de Chos Malal en octubre de 2003.
La falta de claridad respecto a la posibilidad del contagio interpersonal subsiste al punto que el propio ministerio de Salud no precisa que se trata de aislamiento respiratorio, técnica de bloqueo de la transmisión de virus cuya dificultad es la aceptación o resistencia social, no el barbijo 3M recomendado. Es más, el último parte de prensa se arriesga a asegurar que “excepcionalmente han habido casos de transmisión persona a persona”, sin citar ninguna fuente documental que demuestre semejante giro en el conocimiento.
Son cuarenta y cinco días de control constante desde el momento probable en que pudo haber adquirido el virus la mujer y después, del vínculo estrecho con cada uno de los veintidós contactos identificados. Por primera vez el jefe de Epidemiología del nivel central estuvo trabajando en el lugar, destacaron nuestras fuentes como dato que sugiere que el gobierno está aceptando que es un problema sanitario provincial, no sólo de cordillera, paso elemental para avanzar en estrategias regionales con Río Negro y Chubut y hacia Chile. Otra fuente destacó que se comenzó a usar una medicación resistida por la gestión de la ministra Andrea Peve, pero finalmente incorporada al protocolo. Datos de los pasillos hospitalario que deberían poder hablarse abiertamente, considerando que hacen a la salud pública.
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