Los nuevos cruzados de Bolivia

El rol en el golpe de la Unión Juvenil Cruceñista, una organización paramilitar de la oligarquía

En el pecho del golpista Luis Fernando “Macho” Camacho, a la altura del corazón, hay una cruz potenzada color verde. Es el escudo de la Unión Juvenil Cruceñista, una organización paramilitar de la oligarquía boliviana, racista, separatista y anticomunista, con vínculos que se remontan al franquismo y llegan hasta los grupos neonazis que proliferan en Europa oriental, pasando por el torturador de la Gestapo Klaus Barbie, y que desde hace más de seis décadas opera en Santa Cruz de la Sierra.

Camacho y su cruz.

La UJC fue fundada en 1957 en el marco de un sanguinario enfrentamiento entre Santa Cruz y el Estado central por las regalías de la explotación de hidrocarburos. Ese conflicto recorrió toda su historia y en el siglo XXI esta fuerza de choque se ha transformado en la punta de lanza de los sectores autonomistas que promovieron y protagonizaron dos golpes de Estado contra Evo Morales, motorizados, como entonces, por el reclamo de una mayor participación en las ganancias del petróleo y el gas.

El hombre de la cruz, que ingresó al Palacio del Quemado con una Biblia en la mano consumando así el derrocamiento de Evo Morales, es heredero de una de las familias que usufructuaba el negocio gasífero hasta su nacionalización por parte del propio Morales. Durante los meses previos al golpe, en reuniones con inversores y diplomáticos extranjeros, Camacho anticipaba las prioridades del nuevo gobierno: entre otras, reprivatizar esas empresas. Ya hay un borrador de la propuesta en el escritorio de la senadora Jeanine Áñez.

La Unión fue protagonista del alzamiento armado contra Morales desde antes de que saliera a la luz. Por lo menos a partir del mes de mayo existe registro de que Camacho participó de negociaciones con actores políticos locales y extranjeros, fuerzas de seguridad y militares, buscando apoyo. En simultáneo, los grupos de choque cruceñistas aumentaron la frecuencia y la intensidad de sus ataques a locales del MAS y domicilios particulares de dirigentes y militantes del partido de gobierno. La maquinaria golpista ya estaba en marcha.

Algunas llamativas coincidencias cronológicas dan cuenta de la premeditación. Los cruceñistas abrieron sus cuentas en Twitter y en Instagram de manera simultánea el 17 de octubre pasado, apenas tres días antes de las elecciones que marcaron la señal de largada para el golpe. En 2008, en vísperas también de la asonada separatista, se habían creado las entradas en Wikipedia de la UJC y del Comité Pro Santa Cruz, rama política del mismo movimiento. Cambian las tecnologías, no las mañas.

En un documental de poco más de veinte minutos que aparece en las redes como presentación, la Unión se define como “el instrumento de lucha” y “el brazo de acero” del Comité en su cruzada contra las “fuerzas del mal”. En los minutos finales se ven escenas de la formación paramilitar de sus miembros. Otro video que subieron, ya publicado en El Cohete a la Luna la semana pasada, los muestra realizando el saludo fascista con el brazo derecho extendido.

La UJC recluta varones cruceños de entre 17 y 36 años de edad. Se jactan de contar con 80.000 miembros. Camacho fue el vicepresidente más joven de la organización, a la edad de 23. Permaneció en el cargo solamente por dos años y luego siguió su carrera política en el Comité, aunque desde entonces permaneció como conductor político de la juventud. Otra curiosidad temporal: su llegada al poder, en 2002, coincide con el comienzo de la etapa de radicalización separatista de la elite local, que concluiría en el golpe de 2008.

La historia de Camacho tiene algunos puntos de contacto con la de Juan Guaidó, el diputado venezolano que se arroga la presidencia de ese país. En una nota del portal The Grayzone, los periodistas Max Blumenthal y Ben Norton lo destacan: “Al igual que Guaidó, a quien más del 80 por ciento de los venezolanos no conocía antes de que fuera apuntado por el gobierno de Estados Unidos como supuesto ‘Presidente’, Camacho era una figura desconocida en Bolivia hasta el intento de golpe”.

Sin embargo, en otros aspectos, la comparación más acertada sería con Henrique Capriles o Leopoldo López, como Camacho herederos de una familia tradicional y poseedores de enormes fortunas. Los tres comparten, además, los métodos violentos, el poco apego a la democracia y el look del buen golpista sudamericano: chomba y gorro de baseball. A ese combo, en el caso boliviano hay que sumarle un fuerte componente racista, que no es novedoso en la convulsionada historia el movimiento “cívico” en el oriente boliviano.

Detrás de la quema de Whipalas hay una tradición añeja de odio racial y de clase. El fundador de la UJC fue Carlos Valverde Barbery, líder de la Falange Socialista Boliviana, un grupo nacionalista creado en la década del '30 a imagen y semejanza de las brigadas franquistas en España. Ya en el ocaso de su vida, Valverde Barbery terminaría siendo ministro de Salud del dictador Hugo Banzer, hasta que fue detenido por Interpol en el Aeropuerto de El Alto en posesión de un maletín lleno de cocaína. La rama chilena de la Falange, encabezada por el senador Jaime Guzmán, fue responsable de la Constitución pinochetista, que hoy el pueblo chileno exige derogar.

La Falange contó entre los suyos al célebre Klaus Barbie, que llegó a Bolivia en 1955 con una identidad falsa y salvoconducto de la CIA. El ex Gestapo permanecería en La Paz casi tres décadas y sería protagonista de los golpes de Estado de Banzer (en 1971) y de Luis García Meza Tejada (en 1980). Por la misma vía, facilitada por el gobierno de Estados Unidos, se refugiaron en el país varios miembros del grupo nazicroata Ustacha. Eligieron para radicarse la ciudad de Santa Cruz de la Sierra y pronto se sintieron a gusto en el Comité.

Un miembro destacado de esta colectividad es Branko Marinkovic, empresario oleaginoso  y terrateniente que apadrinó a Camacho a lo largo de toda su carrera. Sus trayectorias son paralelas: Marinkovic comenzó a financiar e involucrarse en los grupos separatistas cruceños luego de que Morales expropiara parte de sus tierras en el marco de la reforma agraria. Sus planes, a partir de entonces, apuntaron a reeditar en Santa Cruz la pelea de sus ancestros croatas para separarse del resto de Yugoslavia.

Branko Marinkovic.

Marinkovic ha negado en varias entrevistas que su familia hubiera colaborado con los alemanes y ha llegado a asegurar que su padre fue un partisano que combatió a los invasores. Un documento de la agencia de inteligencia privada Stratfor, filtrado por Wikileaks, advierte sin embargo que probablemente “sus padres son primera generación” de inmigrantes que “fueron simpatizantes de la Ustacha (es decir: nazis) y huyeron del régimen comunista de Tito después de la Segunda Guerra Mundial”.

Cuando Morales llegó a Presidente y comenzó con sus planes de nacionalización, en 2006, Marinkovic se puso al frente de la resistencia. Ya por entonces, en una nota a medios locales, el empresario advertía que “la reforma de la tierra puede llevar a una guerra civil”. Consumada la expropiación, se dedicó a volver realidad su pronóstico. Para 2008, Marinkovic pasó a ocupar la presidencia del Comité Pro Santa Cruz y dio comienzo a los planes separatistas. Como ahora, el puntapié inicial fue una elección. La madre de Marinkovich y el padre de Camacho son socios en una offshore registrada en Panamá por el estudio Mosack Fonseca.

El 10 de agosto hubo un referendo revocatorio de la autoridad del Presidente Morales y de los prefectos departamentales que habían tensado la relación con el gobierno central al proclamar unilateralmente la autonomía. Tanto el mandatario nacional como la mayoría de los gobernadores fueron ratificados. Nueve días más tarde estallaron las protestas en la llamada Media Luna de Oriente, los estados hidrocarburíferos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija. La guerra civil de Marinkovic estaba en marcha.

Durante un mes, las fuerzas paramilitares como la UJC fueron la vanguardia del golpe: intervinieron en el sabotaje del oleoducto de Tarija, tomaron la planta de gas de Vuelta Grande, ocuparon edificios gubernamentales, atacaron a funcionarios, emboscaron manifestaciones de apoyo al gobierno y desataron pogroms contra la población indígena local. Todavía se desconoce la cantidad de muertos exacta que causaron estos grupos de choque. Cientos de bolivianos y bolivianas aún permanecen desaparecidos.

El golpe fue sofocado a mediados de septiembre. Siete meses más tarde, la policía boliviana desbarató un plan para asesinar a Morales. Los ejecutores eran cinco mercenarios europeos vinculados a grupos neonazis: el líder del grupo era un ex periodista de izquierda de origen húngaro-boliviano, Eduardo Rosza-Flores, que terminó en las filas del Opus Dei y con nacionalidad croata en reconocimiento de los servicios que brindó en la guerra de los Balcanes. Su nombre en clave durante la operación era “Franco”.

La investigación posterior determinó que el asesinato frustrado tenía dos terminales. En el exterior, el contacto de Rosza-Flores era Itsvan Belovai, “un ex oficial de inteligencia del ejército húngaro que actuaba como doble agente de la CIA”, según Blumenthal y Norton. Dentro de Bolivia, según determinó la Justicia, los que se encargaron de financiar el atentado fueron el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, y su amigo y socio en negocios agropecuarios, además de titular del Comité: nada menos que el propio Marinkovic.

Para no afrontar las consecuencias de esa investigación judicial, Marinkovic huyó de Bolivia hacia los Estados Unidos, más precisamente el estado de Texas, donde había pasado tiempo en su juventud como estudiante. Allí fue asilado de manera temporal hasta que decidió volver a Brasil, donde estableció un vínculo personal y político con el entonces diputado Jair Bolsonaro. En su ausencia, Luis Camacho fue su hombre en Santa Cruz, tramando durante años hasta encontrar el momento adecuado para ejecutar su plan.

El objetivo era triple: deshacerse de Morales, recuperar sus tierras y regresar a su país. El ascenso de Bolsonaro al poder abrió la ventana de oportunidad. La necesidad de frenar un reflujo populista, ante el triunfo del peronismo en la Argentina y la libertad de Lula en Brasil, propició un apoyo sin dobleces del Departamento de Estado. La región, en llamas, proveyó un escenario adecuado. Como en 2008, otra vez fueron unas elecciones la excusa elegida para poner en marcha la etapa final del golpe.

El miércoles pasado Branko Marinkovic puso fin a su exilio y regresó a Santa Cruz. El mismo día, el Partido Demócrata Cristiano anunció su candidatura como gobernador. “No es momento de candidaturas, es más bien el de terminar de rescatar la democracia, que todavía está amenazada por la violencia incitada por el líder narco-cocalero Evo Morales”, declinó. Quien sí prepara su postulación presidencial para las próximas elecciones, con Morales proscripto, es Camacho, el hombre de la cruz.

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