El garrote neoliberal

Violencia, odio, corrupción y poder judicial como espadas del neoliberalismo

 

Los cuestionamientos al modelo neoliberal recorren ya no como un fantasma a América del Sur. Lo hacen en forma de protestas y votos. ¿Tuvo este orden un giro punitivista después de la crisis de 2008 y que se sintió con fuerza en la Argentina con la llegada de Cambiemos al gobierno? La revista Argumentos, del instituto de investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, convocó al sociólogo Horacio González, a la abogada Elizabeth Gómez Alcorta y al escritor Diego Sztulwark para discutirlo junto con las investigadoras Mariana Gainza y Natalia Romé. El debate forma parte de un dossier que lleva por título Neoliberalismo, entre el orden y el tiempo.

 

Violencias

Gómez Alcorta sugirió prestar atención a las particularidades que tienen las sociedades post-genocidas como la Argentina, donde parte de la realización del genocidio tiene que ver con relativizar o negar la violencia. “Tenemos que tener muy presente que esa violencia estatal, ilegal, clandestina, subterránea, de ninguna manera terminó ni concluyó con el regreso a la vida democrática. Inclusive hay algunos tipos de violencias estatales que mantienen la misma forma, son idénticas, pero peores. Puedo dar ejemplos, porque son temas con los que yo trabajo: torturas en las comisarías o torturas en las cárceles. Se mantienen casi idénticas, pero peores, porque están absolutamente naturalizadas”.

Sztulwark cree que existe una violencia propia del neoliberalismo, que se da contra todo aquel deseo que no se realice por la vía del mercado, contra todo lo que no se sea el deseo gobernado por los modos convencionales de los medios de comunicación o las redes sociales. “Ni (Jair) Bolsonaro en el poder ni (Miguel) Pichetto en campaña, diciendo las barbaridades que dicen, son fascistas clásicos, tipo años '20. No. No son algo exterior al neoliberalismo, sino la exasperación de una veta autoritaria, una intolerancia a todo síntoma que exprese una inadecuación de la vida a los imperativos de productividad y consumo impuestos por los mercados. Habría que considerar este aspecto odiante del neoliberalismo, porque da lugar a una violencia muy específica”.

 

 

Corrupción y Justicia

Para González, el neoliberalismo significa una regresión a tiempos casi primitivos en lo que a la Justicia respecta. La investigación periodística terminó reemplazando a la investigación judicial, dice. “El concepto de la grieta es un concepto de la Santa Inquisición; el concepto de la corrupción, que no creo que esté en ningún código civil, es un valor moral que supone la corrupción de la carne”.

Qué hace que el Poder Judicial se vuelque en los últimos años a investigar supuestos hechos de corrupción, se pregunta Gómez Alcorta y responde que está ligado directamente al rol que asume en esta coyuntura como herramienta de la disputa política. “Absolutamente siempre el Poder Judicial fue una herramienta política. Desde 1930, el que habilita con fuerza legal a los golpes cívico-militares en nuestra historia es la Corte Suprema, el Poder Judicial. El Poder Judicial es el único poder que no ha hecho una revisión de su rol durante la dictadura cívico-militar”.

Sztulwark destaca que después de la última dictadura lo que está en juego es la capacidad de las clases sociales populares para defender e inscribir igualdades. “Creo que el discurso de la corrupción ha sido la manera que las derechas han tenido en América Latina, en América del Sur, en Argentina, en nombrar algo que –desde una posición igualitaria– no hay cómo nombrar”, dijo. “No tenemos cómo nombrar esa precariedad. La derecha la llama corrupción, la moraliza, tiene el lenguaje del periodismo, tiene el lenguaje del Código Penal, liga esa precariedad con mecanismos de mucha idealización de la transparencia visual que el mundo empresario provee, pero deja a los movimientos sociales sin lenguaje propio para preguntarse: ¿qué relación tenemos con el dinero? ¿por qué está mal que el Estado provea de dinero a experiencias sociales y políticas, y en todo caso con qué criterios hay que hacerlo?”

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