La cuestión del cambio climático, además de ser número puesto en cuanto informe sobre riesgos globales ande dando vueltas, de un tiempo a esta parte se engarzó como preocupación en el ámbito de las finanzas globales. En una esfera completamente diferente, aquella que reúne a los que se interesan por las asimetrías del desarrollo, es uno de los temas que levanta controversias en el debate sobre el intercambio desigual. Debido a su raigambre como tema que compromete la propia existencia del género humano, el cambio climático no incumbe únicamente a la comunidad nacional, lo que desde ya es decisivo. Además puede jugar un papel en la actual crisis argentina, pues todo parece indicar que el núcleo de la salida se enanca en el petróleo y el gas de esquistos, además del concurso del litio, lo que se suma a la tradicional oferta pampeana. Todos estos rubros suelen despertar las mayores aprensiones con relación a la ecología, de ahí también a tener en cuenta las consideraciones con las que se están moviendo los mercados financieros. Asimismo, las decisiones con respecto a la renegociación del endeudamiento externo es imperativo que contemplen interrumpir el flujo de excedente no remunerado al exterior, a efectos de que sirva de plataforma a la acumulación nacional.
La era del dominio estadounidense está "definitivamente terminada", la guerra con China es cada vez más probable y los líderes mundiales arriesgan la seguridad a largo plazo al negarse a enfrentar desafíos como el cambio climático, según un nuevo informe del Atlantic Council, "Riesgos globales 2035" (Global Risks 2035). Esta es una de las lecturas obligadas de las grandes corporaciones norteamericanas. Es sintomático sobre los tiempos que corren que en el primer párrafo del Global Risks se subraye que “los informes de riesgos son por su naturaleza sombríos. Deben lidiar con una nueva dinámica mundial que tiene como rasgo a resaltar a un Presidente de los Estados Unidos mercurial e impredecible”. La conclusión de 2016 de los Riesgos Globales 2035 (la edición anterior) fue que el conflicto entre Estados planteaba una amenaza mayor que el terrorismo. En los dos años transcurridos desde entonces, el orden posterior a la Guerra Fría ha seguido desarrollándose sin que surja una "nueva normalidad".
En todo caso, entienden en el Atlantic Council que con la desglobalización en curso, el conflicto entre las grandes potencias es aún mayor que cuando Global Risks 2035 se escribió a mediados de 2016. Esto se debe a que el viejo ritmo histórico que sentó las bases del orden liberal occidental ha llegado a su fin. El mundo ahora enfrenta desafíos trascendentales con el cambio climático, el regreso del conflicto entre Estados y el fin de la cohesión social con niveles crecientes de desigualdad. Sin un renacimiento político, intelectual y, según algunos, espiritual, que aborde las grandes pruebas existenciales que enfrenta la humanidad, no se podrá avanzar evitando conflictos, sostiene la actualización del Global Risks 2035. El autor del informe es Matthew Burrows, un veterano de la CIA que en su momento dirigió los pronósticos de riesgo a largo plazo para la comunidad de inteligencia de Estados Unidos.
Con cierta resignación, en el informe del Atlantic Council se constata que “históricamente, los impulsos a la cooperación global han ocurrido después de fallas masivas del sistema global […] Sin embargo, el mundo no puede esperar hasta que los impactos del cambio climático se desarrollen por completo. Para entonces, el mundo probablemente descendería a una postura de sálvese quien pueda”. Para evitar caer en esa situación el Global Risks 2035 aboga por “incrementar la asistencia de las economías avanzadas [lo que] podría resolver este problema al permitir la adopción temprana por parte de los países en desarrollo de fuentes de energía renovables y gas natural”. Sin embargo, se advierte que “tal Plan Marshall de cambio climático parece políticamente imposible, a menos por el momento, pero tal plan es concebible si los efectos del cambio climático se vuelven más evidentes. Ya se está produciendo un mayor número de eventos extremos que los pronosticados en este punto del ciclo del cambio climático”.
Ecología financiera
A raíz del grado de descontrol que están alcanzando los episodios climáticos o quizás para que la adolescente sueca Greta Thunberg no se sienta tan sola —o una combinación de ambas cosas—, la nueva directora del FMI, Kristalina Georgieva, estrenó su flamante cargo en la asamblea anual del organismo que preside, encabezando la sección: "¿Pueden los bancos centrales combatir el cambio climático?" El hecho fue destacado por la prensa especializada. La búlgara Kristalina dijo en ese panel que el FMI "se está preparando muy rápidamente para integrar los riesgos climáticos en nuestro trabajo de supervisión". La descarbonización requerirá grandes inversiones en energías renovables y esfuerzos de adaptación. Los panelistas discutieron cómo los bancos centrales pueden estimular el desarrollo de financiamiento verde para ayudar a satisfacer estas demandas, incluso mediante el desarrollo de mercados de bonos verdes y acciones. Georgieva sugirió desarrollar una taxonomía verde y habló sobre el debate en torno a los bancos centrales utilizando enfoques más intervencionistas para facilitar la inversión en industrias verdes. Enfatizó que "en el FMI siempre observamos los riesgos, y [el cambio climático] ahora es una categoría de riesgo que tiene que ser absolutamente central y prioritaria en nuestro trabajo".
Si bien el FMI y el Banco Mundial desde hace años tienen en lo alto de la agenda el cambio climático e impulsan la fijación de precios del carbón para que se use cada vez menos, las instituciones se están volviendo más activas, de manera sustancial y simbólica. Incluso el escéptico David Malpass, el norteamericano presidente del Banco Mundial, se ha comprometido con un plan de acción para el cambio climático de 200.000 millones de dólares. Un alto funcionario del FMI le dijo a Reuters que el Fondo está examinando la cantidad de riesgos relacionados con el clima en las valoraciones del mercado. "Vamos a analizar las bolsas de valores país por país, luego por sector", dijo Tobias Adrian, quien dirige el departamento de mercados monetarios y de capital del FMI.
Mario Draghi, el jefe saliente del Banco Central Europeo (BCE), ha respaldado enérgicamente las iniciativas financieras verdes. El sitio Axios refirió que en la asamblea del FMI Philip Lane, el economista jefe del Banco Central Europeo, sostuvo que los impactos del cambio climático están "en todas partes". Agregó Lane: “Para cumplir nuestro mandato, absolutamente tenemos que involucrarnos. Todos los sectores se verán afectados”. El 25/09/2019 el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU, conocido por el acrónimo en inglés IPCC, publicó otro informe alarmante que describe el calentamiento de los océanos. Ese mismo día se llevó a cabo el Bloomberg Global Business Forum. El tema dominante fue la inversión en desarrollo sostenible. La presidenta entrante del BCE, Christine Lagarde (anterior directora del FMI), y el CEO de Goldman Sachs, David Solomon, se centraron en el papel cada vez mayor de Wall Street en la financiación de proyectos ecológicos. Solomon dijo que las preocupaciones climáticas entre los clientes se han "incrementado materialmente" en los últimos años, aunque dejó en claro que las inversiones vinculadas a la sostenibilidad solo representan el 1% de la actividad total de los mercados de capitales. El mercado de los llamados bonos verdes en 2014 era de 39.000 millones de dólares. Hoy orilla los 190.000 millones de dólares. Goldman y otros bancos están emitiendo bonos que se vuelven más baratos para los tomadores de créditos que cumplen con los objetivos del desarrollo sostenible. El que ha alcanzado fama de ser un líder mundial en la emisión de bonos verdes con conciencia ambiental es el Banco Popular de China, que ha comenzado a incorporar factores ambientales en su marco de política monetaria y evaluaciones de estabilidad financiera.
El presidente del Banco de Inglaterra, Mark Carney, organizó una coalición de 46 bancos centrales y reguladores llamados la Red para Ecologizar el Sistema Financiero (NGFS: Network for Greening the Financial System) que en consonancia con la asamblea del Banco Mundial-FMI publicó una guía técnica para ayudar a sus miembros a integrar la financiación del desarrollo sustentable en la gestión de la cartera. La Fed y el Banco de Brasil son los únicos bancos centrales importantes que no participan en NGFS. Eso sí, el presidente de la Fed, Jay Powell, calificó el cambio climático como "un problema absoluto de primer orden" en un discurso de principios de octubre, pero dijo que no estaba claro para él que sea "prioritario para los bancos centrales". El Banco Central de la Argentina no forma parte del NFGS, y el banco estatal BICE (Banco de Inversión y Comercio Exterior) emitió un bono verde, que según fuentes del mercado estuvo muy ligado al negocio de la energía renovable, propio de la familia presidencial. Al BICE lo preside desde julio de 2018 el ex ministro de la Producción, Francisco Adolfo Cabrera.
Donald, el inconmovible
Mientras las principales instituciones económicas del mundo están profundizando en la lucha contra el cambio climático, y los bancos centrales impulsan nuevos principios para integrar los riesgos relacionados con el clima en la supervisión financiera, Trump anunció que "el cambio climático no estará en la agenda" en la reunión del G7 el próximo junio en Florida. Trump retiró a los Estados Unidos del acuerdo climático de París y se espera que este lunes se formalice la salida. Y en medio llegó Chile y mando a parar. El miércoles, el Presidente chileno Sebastián Piñera frente a las protestas masivas que lo tienen contra las cuerdas, adujo que su gobierno necesitaba "priorizar el restablecimiento del orden público" y anunció que su país ya no sería el anfitrión de
- a) la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en noviembre y
- b) una conferencia COP25 programada para diciembre.
Hasta la fecha se han realizado 24 Conferencias de Partes (COP) en el ámbito de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC). Los representantes de los 190 países que esperaban reunirse en Santiago para tratar los objetivos de emisiones del Acuerdo de París, aguardan que la ONU diga cuál es la sede alternativa.
¿Cómo afectará este clima en las finanzas la renegociación argentina, en vista de que la salida se basa en sectores con fama de nada sustentables? Aunque es una tendencia que hay que estar observando, de momento no parece que tenga algún impacto, entre otras cosas por la falta de políticas climáticas estandarizadas en todos los países. Lo que si luce como aspecto que podría mejorar el espacio de negociación argentina es lo que está detrás de la decisión que el Departamento del Tesoro norteamericano anunció el miércoles: "El Tesoro está considerando una gama de nuevos productos potenciales que incluyen un bono a 20 años, un bono ultra largo como un bono a 50 años”. El argumento del secretario del Tesoro Steven Mnuchin es que esto compensaría la creciente participación de los bonos del Tesoro que las instituciones financieras estadounidenses han tenido que comprar recientemente, en gran parte como resultado de la disminución de los compradores extranjeros y los crecientes déficits fiscales de la administración Trump.
La realidad de la acumulación capitalista indica que además están tratando de ordenar un proceso de concentración bancaria que a esta altura parece inevitable. Un nuevo estudio realizado por la consultora McKinsey, dado a conocer unas semanas atrás, informa que más de la mitad de los bancos del mundo podrían caer en una recesión. En The Last Pit Stop? Time For Bold Late-cycle Moves ("¿La última parada en boxes? Es hora de movimientos audaces al final del ciclo"), McKinsey Global Banking Annual Review 2019, explica que “el 20% de los bancos a nivel mundial capturan casi el 100% del valor agregado de todo el sector. La escala de estos bancos generalmente atiende una gran parte de un segmento geográfico, regional o de clientes y operan en condiciones de mercado favorables. Su imperativo más claro es reinvertir capital y recursos de manera inteligente en innovación y una mayor escala para el próximo ciclo”.
El aumento de la concentración es un clásico en las salidas de las crisis y no hay una excepción entre los bancos que son el corazón de las finanzas globales. Tan clásico como las contradicciones del sistema. En un ensayo de Immanuel Wallerstein, publicado a fines de los '90 en el volumen Después del Liberalismo, el pensador recientemente desaparecido invita a reflexionar que sucedería si tuviéramos una expansión de la economía-mundo “basada en las nuevas industrias de punta monopolizadas. ¿Qué podemos esperar entonces? ¿Tendríamos efectivamente una repetición del periodo 1945-1967/1973, los treinta gloriosos años de prosperidad mundial, relativa paz, y sobre todo gran optimismo acerca del futuro? Creo que no”. Una de las diferencias que considera evidentes para hacer irrepetible ese pasado son “las limitaciones ecológicas […] Como los empresarios no renovaban la base ecológica y tampoco había un gobierno (mundial) dispuesto a cobrar impuestos suficientes para ese propósito, la base ecológica de la economía-mundo se ha ido reduciendo constantemente. La última y mayor expansión de la economía-mundo, de 1945 a 1967/1973, utilizó el margen que quedaba, y eso fue lo que dio origen a los movimientos verdes y a la preocupación planetaria por el ambiente”.
En vista de que la expansión carecerá de la base ecológica necesaria, entiende Wallerstein que “el desenlace puede ser uno de tres. El aborto de la expansión, con el consiguiente derrumbe político del sistema mundial. El agotamiento de la base ecológica más allá de lo que la Tierra puede físicamente soportar, con las consiguientes catástrofes como el calentamiento global. O bien se aceptarán seriamente los costos sociales de la limpieza, la limitación del uso y la regeneración”. Pero “sea cual fuera el camino escogido, cualquier acción seria en relación con el ambiente inevitablemente reducirá el margen de beneficio global (a pesar de que la limpieza del ambiente en sí misma se convertirá en una fuente de acumulación de capital). Dado un contexto de aguda rivalidad geopolítica, lo que “podemos esperar [es] un nivel considerable de fraude y por consiguiente de ineficacia en el proceso de regeneración, en cuyo caso estamos de vuelta en el primer o el segundo desenlace posible”.
¿Cómo usara todas estas contradicciones a su favor la Argentina, en la medida de lo posible, en la renegociación del endeudamiento externo? Es el camino que se hace andando. De momento parece importante registrar la existencia de estas contradicciones y movimientos.
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