La poética popular ha puesto a las Abuelas de Plaza de Mayo en los rincones más amorosos. En el imaginario colectivo, sus pañuelos se convierten en alas ingeniosas que lograron cruzar las fronteras durante la dictadura, e hicieron llegar sus voces a organismos internacionales, buscando nietas y nietos apropiados. Su determinación las llevó a instancias superadoras del reclamo individual y se convirtieron en íconos de la defensa de los derechos humanos, además de iniciar una tradición de colectivos femeninos organizados en torno a reclamos sociales.
Esta vez llega un homenaje desde el lado de la biología. En particular de la taxonomía, que se encarga de poner nombres a las especies. Un pez nuevo para la ciencia lleva en su nombre a estas mujeres. “Los reconocimientos nos llegan a veces de maneras hermosas e inesperadas”, anunció Abuelas en su página oficial, junto a un fragmento del correo que les envió el doctor en ciencias biológicas Felipe Alonso, desde el Instituto de Bio y Geociencias del NOA (IBIGEO) de CONICET y la Universidad Nacional de Salta. “A mí me impactó mucho cuando me lo dijeron”, cuenta Estela Barnes de Carlotto, presidenta del organismo.
Según la diputada Victoria Montenegro –quien recuperó su identidad en 2000– la institución recibe infinidad de “mimos” a modo de homenaje. “Que un grupo de científicos tenga presente en su lugar de trabajo a las Abuelas y a su lucha, y decida ponerle su nombre a un descubrimiento, es siempre un aporte”, reflexiona.
Alonso, junto a un equipo de investigadores, describió a Gymnogeophagus jaryi. Las especies biológicas tienen nombres compuestos por un epíteto genérico –compartido por todas las del mismo grupo– y uno específico propio. Gymnogeophagus es un género que tiene poco más de veinte especies y solo se encuentra en parte de América del Sur. La palabra guaraní jarýi significa “abuela” y también “bueno”. “Empezamos a pensar en la necesidad de ponerle un nombre que aportara algo en el contexto político regresivo actual, y rápidamente surgió la idea de dedicarlo a las Abuelas”, dice Alonso. Además destaca la decisión de usar una palabra que reivindica a “uno de los pueblos nativos de nuestro país, tradicionalmente invisibilizados”.
Gymnogeophagus jaryi es pequeño y colorido. Se encuentra distribuido en el Paraná medio, en Misiones y Paraguay. Ambos progenitores cuidan a sus huevos y crías. Las larvas “son incubadas dentro de la boca materna hasta que empiezan a nadar libremente”, describe su autor. La presidenta de Abuelas no reprime su emoción: “¡Qué notable! La característica de cuidar y salvar a sus hijitos en la boca es muy grata, muy maternal”. También manifiesta que le “encantan” su colorido y sus ojos grandes: “Son hermosos”.
Todos los nombres
Los códigos de nomenclatura científica establecen una serie de reglas estrictas a la hora de designar a las especies. La recomendación general es usar nombres descriptivos, explica el biólogo Jorge Casciotta, otro de los autores del trabajo que describe a Gymnogeophagus jaryi.
Sin embargo, el sistema de nomenclatura binomial se utiliza con frecuencia como vehículo de expresión. El nombre propuesto debe ser explicado y aceptado por la comunidad científica, cumpliendo determinadas normativas reguladas por una comisión internacional.
Casciotta y su compañera Adriana Almirón, Investigadores de la División de Zoología de Vertebrados de la UNLP, tampoco resignan la poética a la hora de nombrar. En su laboratorio del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, hay sendos estantes con muestras de años de trabajo. Cuentan que no es la primera vez que los ictiólogos se posicionan políticamente al poner nombres. En 2001 nombraron Astyanax leonidas a una especie de mojarra. A Leónidas le habían contado que el ejército persa podía convertir el día en noche, tapando el cielo con sus flechas, pero el general espartano no se amilanaba fácilmente: “Pelearemos a la sombra”, sentenció, y logró bloquear el avance enemigo. “Pusimos ese nombre por la lucha desigual entre docentes y un aparato estatal que quería destruirla”, explican. A otra especie de mojarra la bautizaron Astyanax pynandi (pies descalzos), aludiendo “a la pobreza, a toda esa gente que anda con los pies descalzos por el mundo”.
Otro caso destacado de nombres con compromiso, viene de la mano de la paleoentomología. Hace tres años, Cristina Fernández de Kirchner recibió un agasajo similar. El paleontólogo Julián Petrulevičius y el geólogo Pedro Gutiérrez descubrieron tres paleoespecies de libélulas en 2016 y las llamaron Argentinala cristinae, Kirchnerala treintamil y Tupacsala niunamenos, esta última en homenaje a Milagro Sala, presa política de los gobiernos de Macri y Morales. En 2018, Petrulevičius describió otra especie y la nombró Madres del pueblo.
“En momentos en que hay que resistir, nos surgen estos nombres”, afirma Casciotta. Coincidentemente, Alonso habla de “micro-resistencias” que ayudan a generar conciencia: “No podemos crecer y mejorar como sociedad si no sabemos de dónde venimos y a dónde no queremos volver. La memoria es un ejercicio permanente”.
Los peces no son precisamente un ícono de buena memoria, pero desde este año, Gymnogeophagus jaryi levanta esa bandera. “Es tremendo que hoy estemos en democracia y sigamos sin saber tantas cosas, y sin juzgar a tantos. Y con este gobierno que ha puesto en domicilio a tantos de ellos. Hay más en domicilio que presos”, se indigna Carlotto. Pero como el amor es más fuerte, vuelve al pez que homenajea a Abuelas y se le dibuja una sonrisa: “¡Qué hermoso es!”.
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* Natalia I. Esponda Behrens, [email protected]
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