Me encanta la ciencia ficción. Creo que la culpa es de Blade Runner, película que vi de chica y que me llevó a buscar el libro que le había dado origen al argumento. Supongo que debo haber atormentado a mis padres hasta que conseguí que averiguaran el nombre de ese autor; los pobres deben haber enloquecido un poco en épocas previas a la internet. Pero como mis padres siempre fueron unos super héroes atentos a ese tipo de inquietudes, no sé cómo pero dieron con el nombre. Así descubrí a un señor que se llama Philip K. Dick.
Dick fue un escritor prolífico y maravilloso. Y escribo esta frase conteniendo la tentación de ponerme a hablar de cada libro o historia escrita por él, contarle los geniales argumentos y que hay detrás de cada uno de ellos. Algún día debería hacerlo. Porque es un autor deslumbrante y creativo de forma superlativa. Y porque se hacía preguntas sobre temas que me fascinan desde siempre como Dios, la locura, la paranoia y la muerte. Y el destino y la justicia y el amor. Es tremendo Dick, habla de aquello que uno suele hablar básicamente con uno mismo. Porque le tememos o lo deseamos de modo irracional. Y nos cuesta hablar con otros. O al menos a mí me cuesta.
Blade Runner está basada en una novela corta llamada ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Y la adaptación al cine la hicieron de forma libre Hampton Fancher y David Webb Peoples.
La película comienza contando: “A principios del siglo XXI, la Tyrell Corporation desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus. Un ser virtualmente idéntico al hombre y conocido como Replicante".
"Los Replicantes Nexus-6 eran superiores en fuerza y agilidad y, al menos, iguales en inteligencia a los ingenieros de genética que los crearon. En el espacio exterior, los Replicantes fueron usados como trabajadores esclavos en la arriesgada exploración y colonización de otros planetas".
"Después de la sangrienta rebelión de un equipo de combate de Nexus-6 en una colonia sideral, los Replicantes fueron declarados proscritos en La Tierra bajo pena de muerte. Brigadas de policías especiales con el nombre de unidades de Blade Runners tenían órdenes de tirar a matar al ver a cualquier Replicante invasor".
"A esto no se le llamó ejecución. Se le llamó retiro”.
Y luego viene una de las escenas mas geniales que he visto en mi vida. Un replicante es entrevistado por una suerte de psicólogo de la corporación Tyrell y claramente no logran empatizar. En un momento del dialogo el psicólogo, llamado Holden, le dice a León, el replicante:
Holden: Es un test hecho para provocar una respuesta emocional… ¿Quiere que sigamos? Descríbame, con palabras sencillas, solo las cosas buenas que le vienen a la mente... acerca de su madre.
León: -¿Mi madre?
Holden: Sí.
León: Déjeme contarle de mi madre.
Y entonces León saca un arma y acribilla al psicólogo.
He usado esa secuencia en infinidad de conversaciones. Mi madre es psiquiatra y de alguna forma me pareció una cita de lo más atinente, hasta por motivos autobiográficos. Incluso la he usado con ella, para decirle un poco en chiste y un poco en verdad, la posible respuesta de una futura Graciana en terapia, frente las consecuencias traumáticas, siempre hipotéticas y exageradas, por cierto, de lo que estuviese discutiendo con mamá en el momento que usaba la cita.
(Mamá: ¡feliz día! Has sido una madre fantástica. Amo y agradezco tu biblioteca, tu inteligencia descomunal y tu memoria precisa y deslumbrante. Jamás acribillaría a nadie que me pidiese que hablara de vos. Me gustaría estar en San Juan hoy, darte un abrazo. Te quiero, mami. Gracias por todo… y por la libertad.)
Uno de los motivos por los que no estoy en San Juan es porque estoy tapada de trabajo. Son días feroces. Estos días he escrito hasta tarde varias noches. Una de esas noches, pillé en la televisión que dejo de fondo mientras escribo, una película también basada en una historia de Philip K. Dick. La película se llama Minority Report: Sentencia Previa y el cuento que le sirve de base se tradujo al castellano como Informe de la Minoría.
La historia describe un mundo futuro, donde se usan las habilidades de tres telépatas conectados a una computadora para predecir el futuro. No cualquier futuro: los crímenes futuros. Ello ha dado lugar a que en esa sociedad se cree un escuadrón de Precrimen, que detiene a los potenciales delincuentes antes que comentan los crímenes que predicen los télepatas. Como lo explica uno de los personajes: “Así, la comisión del crimen por sí mismo es absolutamente una cuestión metafísica. Nosotros afirmamos que son culpables. Y ellos, a su vez, afirman constantemente que son inocentes. Y en cierto sentido, son inocentes. (…) En nuestra sociedad no tenemos grandes crímenes —continuó Anderton—, pero tenemos todo un campo de detención lleno de criminales en potencia, criminales que lo serían efectivamente”.
El problema surge ante la posibilidad de error de los telépatas. Es el informe de la minoría. Si no hay crimen, ¿cómo se prueba la posibilidad? Y más aún, ¿cómo se prueba la culpa? La historia es magnífica, aun cuando señalo que Dick planteó una forma de resolución del conflicto y Hollywood otra. Ambas están muy bien y responden casi perfectamente a las concepciones ideológicas, tanto del autor en un caso, como a la de la industria hollywoodense en el otro. Acá. el cuento de Dick.
La noche que volví a ver Minority Report en la televisión escribía un recurso cuyo destino es aún incierto. Uno de esos casos donde la sentencia está escrita de antemano. En lugar de telépatas, la dictaron periodistas y medios de comunicación. Y la instalaron en las conciencias de miles de ciudadanos. Y frente a eso, es poco lo que podemos hacer los abogados. De poco sirven las pruebas en estos casos, y además el primer obstáculo es lograr que el tribunal que juzga, autorice las pruebas.
Porque eso es lo que ha pasado estos años. Las sentencias de muchos casos estaban tan pre escritas, que los jueces no admitían –ni admiten aun hoy— la producción de pruebas que pudieran contradecir esas sentencias que están definidas ante de llegar a juicio.
Pienso en la absurda negativa del tribunal que juzga el caso de “Obra Pública” a que las defensas, entre ellas la de Cristina Fernández de Kirchner, produzcan la prueba. Y pienso el pequeño gran escándalo que sucedió, con cacerolazos incluidos, cuando la Corte Suprema intento siquiera intervenir para que esa prueba se produzca. ¡Imagínense el desatino! La Corte Suprema animándose a contradecir una sentencia que se escribió antes del juicio, y en otro lado que no son los tribunales, o bien osando permitir que se produzcan las pruebas que pueden contradecir esa sentencia pre escrita. ¡Una barbaridad!
Claramente al escuadrón de Pre Sentencia –hermano del escuadrón de Pre Crimen que escribió Dick— dicha osadía del Poder Judicial le resulta inadmisible. Así se lo hicieron saber al órgano máximo del Poder Judicial Argentino.
También se lo hicieron saber a los afectados directos, cuando impulsaron y validaron el uso y abuso de las prisiones preventivas, o las violaciones al debido proceso, la prueba, el juez natural y de todas esas garantías que hacen a un juicio justo y que en infinitos casos fueron vulneradas con barbarie y en muchos casos sin humanidad. Por eso tenemos sentencias injustas. Y por eso estamos viendo juicios injustos.
El escuadrón de Pre Sentencia sigue operativo, dando lucha contra cualquier intento de probar aquello que ya se ha decidido que no debe ser probado. Esta semana vi al Escuadrón de Pre Sentencia sumamente activo con el caso D'Alessio. En particular con la defensa de uno de sus miembros, el periodista Daniel Santoro.
Otro de los miembros del escuadrón de Pre Sentencia cuestionó fuertemente al candidato a Presidente Alberto Fernández. Fue Joaquín Morales Sola, quien dijo en La Nación: “Además de leer los escritos del juez, ¿no debió Alberto Fernández consultar con ADEPA, que tiene como socios a 180 propietarios de medios periodísticos del país, o con FOPEA, que agrupa a centenares de periodistas de todas las provincias? Ambas organizaciones se pronunciaron contra el procesamiento de Santoro y contra la injerencia de la Comisión Provincial de la Memoria”.
Este ilustre miembro de Pre Sentencia olvida que Alberto Fernández es abogado, penalista, además. Y que en general a los abogados la Facultad de Derecho nos dio los elementos para leer y comprender los fallos por nosotros mismos. Alberto Fernández es además profesor de una Facultad de Derecho. De Derecho Penal. Le enseña a generaciones de estudiantes a leer y entender los fallos.
Pero más aun, los abogados no sólo leemos los fallos de los jueces, que son quienes tienen, según la Constitución Nacional, la autoridad para juzgar a las personas. También tenemos el molesto hábito de leer la documentación que las partes adjuntan al expediente e inclusive la documentación que prueba o deja de probar ciertas cosas. De hecho tenemos un dicho que dice que “lo que no esta en el expediente, no existe en el mundo”, señalando que sólo aquello que es conocido por todas las partes de un juicio tiene validez procesal.
Pero resulta que ni FOPEA ni ADEPA son partes en el expediente de la causa D'Alessio. Tampoco hay una norma que nos obligue como abogados a consultar a FOPEA o a ADEPA antes de emitir una opinión.
Entonces, ¿por qué Joaquín Morales Solá le exige a Alberto Fernández que consulte a ADEPA o a FOPEA o a ambos? Nótese especialmente que nunca FOPEA o ADEPA le han reclamado a un periodista que los consulte antes de escribir algo, decir u opinar algo.
La respuesta es compleja y sencilla a la vez. Muchos medios de comunicación y muchos periodistas son parte del Escuadrón de Pre Sentencias. Y les resulta inadmisible que haya opiniones que no se ajusten a sus Pre Sentencias.
A los miembros del escuadrón de Pre Sentencias tengo que informarles, sin la menor intención de ofenderlos pero con toda claridad, que nuestra Constitución establece algo que se llama presunción de inocencia. Y que la presunción de inocencia prohíbe la existencia del Escuadrón de Pre Sentencias.
También debo informarles que la Constitución Nacional acuerda a todos –no sólo a los periodistas— la libertad de expresión. Y no la subordina a consulta previa a entidad alguna.
Pero más allá de eso, quiero plantear algo que me preocupa de cara al futuro. Porque una característica del Escuadrón de Pre Sentencias es cierta vocación acomodaticia a los tiempos políticos. Y lo que es peor, muchos jueces tienen parecida vocación. Y eso está mal.
Creo fuertemente que entre escuadrón de Pre Sentencias y presunción de inocencia, claramente el escuadrón es ilegal y la presunción un mandato constitucional, al que deben ajustar su conducta los funcionarios de este país.
Me preocupa lo que estoy viendo estos días, donde arrecian novedades judiciales para los funcionarios de Cambiemos. Como no soy jueza no me corresponde decir si son culpables. Y como soy abogada, asumo que aun cuando me cueste en ciertos casos, por la antipatía que puedo tenerle al personaje involucrado, ante la ley es inocente hasta que una sentencia firme diga lo contrario. Por eso me espanta cuando escucho a compañeros y colegas que fundamentan y reclaman que se prohíba la salida del país de funcionarios de Cambiemos sobre los que aún no pesa siquiera un procesamiento.
Si existen motivos para investigar las conductas de los funcionarios de Cambiemos, estoy muy de acuerdo con que se investigue. (Y sé que deberá investigarse, esté yo de acuerdo o no.) Pero no estoy dispuesta a admitir que se cree un nuevo Escuadrón de Pre Sentencias, para restringir los derechos de personas que ante la ley aún son inocentes.
Estoy harta de juicios injustos. Estoy cansada de procesos arbitrarios. Estoy cansada y mucho, de los malos jueces y de los pésimos fiscales y de los pocos defensores que no honran su tarea. De los miembros de la AFI y los entenados de la AFI dando vuelta por tribunales. De los operadores judiciales de todo color y tamaño. De los funcionarios de un gobierno – el que sea— haciendo política en base a persecuciones judiciales por motivos políticos.
Y estoy hasta la coronilla de que el Poder Judicial sea, en muchos casos, un atado de señores acomodaticios que se olvidaron hace años del valor justicia. Por suerte conozco muchos abogados que piensan parecido. Y no estamos dispuestos a consentir que sigan pasando esas cosas. Aun cuando de pronto empiece a pasarle a otras personas y no a quienes defendemos. Incluso aun cuando ahora empiece a pasarle a las personas que hicieron esas cosas.
A veces pienso que algunos miembros del Poder Judicial van a hostigar ahora a quienes fueron hostigadores estos casi cuatro años de infierno. Para que nos olvidemos de lo que hicieron, no a solo a nosotros, sino a la sociedad. Para que aceptemos confundir Justicia con Venganza.
Felices y hasta eficientes, van a entregar la cabeza de viejos cómplices de tropelías, para que olvidemos que no solo fueron, por ejemplo, los funcionarios de Cambiemos o los miembros del Escuadrón de Pre Sentencias quienes llevaron delante el Lawfare de estas pampas. Muchos miembros del Poder Judicial fueron parte de eso que pasó y que fue injusticia y arbitrariedad. Y también deben responder por ello. Tanto como debe reconocérsele a cada funcionario judicial que resistió la tentación de desconocer sus obligaciones legalmente establecidas para congraciarse con el poder.
Todos tenemos una obligación. No olvidarnos de lo que pasamos estos años. No conformarnos con esas migajas de Venganza que nos van a ofrecer para seguir privándonos a todos de Justicia. No podemos resignar también nosotros, los ciudadanos, el valor Justicia.
Porque ha llegado el momento de decir: ¡Basta!. Basta de complicidades. Basta de Pre Sentencias. Basta de memorias frágiles y venganzas fáciles. Basta de arbitrariedades. Basta de todo esto que hemos vivido y nos espanta y nos duele.
Hace mas de dos décadas, cuando comenzaba la carrera de abogacía, mi profesor de Introducción al Derecho nos enseñaba una definición hermosa de Justicia que había escrito un señor llamado Ulpiano y decía: “La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar (conceder) a cada uno su derecho”.
Olvidemos las venganzas. No nos conformemos con ellas. No nos distraigamos con ellas. No permitamos que, por descuido o egoísmo, en un par de años todo este espanto vuelva a repetirse.
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