Un minuto para una imagen
Fotos que cuentan lo que ocurrió entre la euforia del cambio y la Argentina del desamparo
Una lectura de Derrumbe. De la euforia del cambio a la Argentina del desamparo. Selección y presentación de Mónica Hasenberg, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2019.
Desde el 10 de diciembre 2015 asumió en la Argentina el gobierno de la Alianza Cambiemos, encabezado por Mauricio Macri. A partir de ese momento arrancó un conflicto que comprometió a todos los sectores sociales. Ese conflicto –progresivo, creciente y pluralizado– implicó al menos cuatro emergentes: debilitamiento del crecimiento económico de la clase trabajadora en función de los apetitos depredadores de una élite dirigente de características mafiosas, desorden de la estructura estatal, entrega de la soberanía y degradación cultural. Acaso el gatomacrismo sea sobretodo esto: la violencia y la indignidad que implica negarle a un chico cuatro comidas al día y un techo (aun modesto) a una familia. Esas negaciones de derechos humanos fundamentales están sintetizadas en la foto de Carlos Brigo, “Hora de ir a la escuela” (CABA, 9/3/2018, 7,30 de la mañana).
Cada vez que entra en contacto con el ojo, la fotografía se constituye en la repetición infinita de un instante. En Derrumbe. De la euforia del cambio a la Argentina del desamparo, esos instantes son dramáticos, borrascosos, desgarradores, gatillados en “cumplimiento / del deber / del capital / salvaje” (Guillermo Saavedra). Derrumbe es un libro que repone lo que no pudo “ver el ojo tachado de una sociedad manipulada” (Stupía) y –fuera de metáfora– pone en foco a las víctimas de las políticas cambiemitas, pero enfatiza también y sobre todo las luchas sociales contra las formas del desamparo que la resistencia llevó a cabo en la Argentina en los años del gatomacrismo. Su misión es doblemente testimonial. Responde a un proyecto colectivo y se configura como una herramienta de lucha que por medio de una geografía coral de fotos captadas por los ojos atentos y los dedos ágiles de distintxs fotógrafxs “registra diversas acciones de resistencia popular, sucesos cotidianos que tienen lugar en nuestras calles [...] sistemáticamente invisibilizados por buena parte de los medios nacionales, provinciales y municipales” (Mónica Hasenberg). Nace de una muestra fotográfica, compuesta por 155 fotos, que recolecta el trabajo de 117 fotógrafxs profesionales y amateurs, colectivos fotográficos y militantes populares. Su doble objetivo –fotográfico (y) político– es mostrar la fábrica de hambre, miseria y humillación que la Alianza Cambiemos montó en la Argentina. En el contrafrente de esas imágenes se manifiesta una y otra vez el pueblo resistente.
Los núcleos temáticos que lo componen, y que organizan el material fotográfico, son seis y conciernen al abandono de las políticas de Estado, trabajo y desocupación, pobreza, flaquezas de la justicia, resistencia popular, represión. Si por un lado las fotos nos muestran a las víctimas y a la resistencia organizada, por el otro nos hablan solapadamente de la teoría del Estado del gobierno de la Alianza Cambiemos. Una teoría que concentra distintas dimensiones ya que está configurada por nostalgias oligárquicas, derivas dictatoriales –que se manifiestan con la presencia de los cuadros civiles de la dictadura–, al tiempo que alberga componentes fascistas, latencias gorilas, emergencias CEOliberales (gobierno de gerentes), vetas neoliberales, vetas neocoloniales, y conecta con un sentido común golpista latinoamericano del siglo XXI, lógicas mafiosas. Finalmente, esos seis núcleos que componen el libro, además de una estructura vertebradora, nos recuerdan la tarea colectiva que tendremos que emprender, la magnitud de un esfuerzo común para poner la Argentina de pie luego de los años del terminator.
Las fotos están acompañadas por varios textos reflexivos: de Eduardo Stupía, quien nos habla de un “gobierno psicótico”; de Roberto Jacoby, que dice que en la Argentina “es como si la vida se hubiera congelado”; Élida W. Domínguez R. rescata la categoría de “industricidio”; la fina textura de un poema de Guillermo Saavedra habla de “extirpados / de campos / oficinas / aulas / casas / camas // suprimidos / incluso / de la letra / más flaca / del contrato / social”; Eduardo Grüner enfatiza que en los intersticios de las imágenes “se cuelan las ruinas del derrumbe, de la herrumbre, de la podredumbre, de lo real producido. Con sus excesos, pero sin errores”; Gustavo Campana, en referencia a la foto de Carlos Brigo, dice que “en esa toma aparecen los gerentes del neoliberalismo, [...] estallan las órdenes del FMI. La foto habla y se escucha: ‘achique, ajuste y deuda’”; Ana Zabala nos cuenta de las “fuerzas de (in)seguridad que embisten [...] tanto contra morrones y berenjenas como ante ancianxs y otras criaturas desarmadas”; y Cora Gamarnik, quien ya había posteado y comentado en su Facebook varias de las fotos que encontramos en este libro, nos recuerda que frente a cualquier poder se constituye siempre un contra-poder y que las fotos de Derrumbe nos hablan “del despojo pero también de la resistencia de la que fuimos capaces estos años. Al mirarlas, hechos y acciones que en la vorágine de la historia olvidamos, reaparecen”.
Derrumbes nos habla de la dignidad de un pueblo que se resiste en aceptar el proyecto inhumano de Cambiemos. Me animo a pensar que este libro fue publicado para superar lo efímero de una muestra pero que sobre todo fue compuesto –por Mónica Hasenberg, por sus editorxs, por la Editorial Universitaria de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, por cada unx de lxs fotógrafxs que puso a disposición su trabajo– con una convicción artística, militante, vital, libertaria: que es posible hacer de la Argentina (de nuestra América) un lugar mejor y que ese nuevo ciclo arranca el 11 de diciembre de 2019, momento a partir del cual diremos enérgicamente nunca más a un gobierno antipopular: “de bestias que nos gobiernan” (tal como recita un cartel en la foto “No quemen las qunitas”, Comisión de Salud del Consejo Consultivo de la Comuna 5). Al mismo tiempo este libro nos dice que la resistencia acumulada y experimentada en la calle ha encontrado una herramienta de la lucha en unidad, que no deberá ser sólo electoral y que el pueblo argentino deberá cuidar sin inhibirse de hacer crítica.
De aquí en más, tres comentarios seguidos de una síntesis:
- Una afrenta permanente contra la lucha de los derechos humanos. “El régimen macrista es experto en desapariciones: niega la cifra de 30.000 desaparecidos mientras hace desaparecer el país” dice vitriólico y certero Eduardo Stupía. Javier Barreiro y Norberto Noto ponen en foco el No al 2x1. Esto es: el repudio al beneficio que Cambiemos pretendía otorgar a los responsables de los crímenes de lesa humanidad. Esas imágenes nos hablan de las distintas provocaciones respecto de la Memoria, la Verdad y la Justicia que implementó el gatomacrismo. Poco antes de la elecciones de 2015, en un lugar emblemático –la Mansión Seré, partido de Morón– apareció un graffiti color sangre que hacía referencia a una política que pronto se terminaría en la Argentina: el “curro de los Derechos Humanos”. Ya gobierno, la Alianza Cambiemos se encargó de negar el número de desaparecidos, tildando de corruptos a los organismos de Derechos Humanos, intentando despreciar la fecha conmemorativa del golpe de Estado (24 de marzo), proponiendo “reconciliación” (usando exactamente el mismo argumento que en 1989). Todo eso lo sintetiza la foto de Patricia Ackerman, que recupera la cara de Darío Lopérfido –en cuyo nombre está contenida su actitud política– cuando ocupó el cargo de ministro de Cultura porteño y sostuvo que “en la Argentina no hubo 30.000 desaparecidos”.
Por otra parte, la Corte Suprema de (in)Justicia recurrió a una ley ya caduca –conocida como “2x1” y que implica que cada día de prisión sin sentencia firme computa como dos– para liberar a los represores. Estamos hablando de un virtual indulto llevado adelante por el Poder Judicial (por cierto, en connivencia con el poder mediático). Con este emergente el macrismo quebró todo pacto del vivir en común al negar las luchas históricas del pueblo argentino en materia de Memoria, Verdad y Justicia. Frente a eso, un millón y medio de personas nos movilizamos en todo el país para resistir la medida cambiemita. El No fue tan impactante que hasta algunos dirigentes del partido de gobierno debieron sumarse al repudio. En esa movilización del 10 de mayo de 2017 casi el 3% de la población de nuestro país marchó contra el indulto judicial.
- Mil Milagros. Las fotos de Silvana Lanchez, Claudia Conteris, Eva Cabrera nos muestran el rostro de Milagro Sala, la primera presa política del gobierno cambiemita a través de las intermediaciones de Estado policial jujeño y las actuaciones del gobernador Morales, un contador que transformó Jujuy en un laboratorio macrista. En la figura de Milagro se cifra la doble condición de mujer e indígena: dos mayorías históricamente minorizadas en el mundo y en América Latina. La tentativa no lograda de quebrar a Milagro lleva inherentemente la vulneración de los derechos humanos y de las luchas populares a las que son sometidas las grandes mayorías argentinas desde fines de 2015, y que afectan nuestra vida democrática. Atacar a Milagro, creo, tiene además una dimensión oculta: romper un nexo, una suerte de continuidad entre el territorio argentino y boliviano. Pero no una de tipo geográfico sino más bien política: con la revolución andina e indígena dirigida por Evo Morales y Álvaro García Linera.
- Quiero comentar dos fotos relativas al recorte del presupuesto de Ciencia que afectó al CONICET (respectivamente de Científicos y Universitarios Autoconvocados de Buenos Aires y Luis Sanfelippo). A esa decisión política le siguió una toma del ex-Ministerio de Ciencia y Tecnología por parte de distintas organizaciones del sector (14/12/2016). Las fotos hablan del cientificidio que el gobierno de la Alianza Cambiemos llevó a cabo pese a las promesas de campaña de Maurizio Macrì. Ese conflicto ejemplifica una enseñanza: que Cambiemos no tiene nada de democrático, por más que haya habido analistas que nos quisieron convencer de que estamos frente a una derecha nueva, moderna, democrática. Y con sus “giros lingüísticos” nos invitaron a pensar bajo el signo de una figura cara al macrismo: el cinismo. Pues bien, la Universidad y la Ciencia tienen un vínculo muy estrecho con el concepto y la práctica política de la democracia. El trabajo intelectual de la docencia, de la ciencia, de la investigación tienen que ver con la libertad de pensamiento, opinión crítica, expresión. El trabajo que se lleva a cabo en la Universidad y en el sistema de Ciencia y Técnica hace al pensamiento crítico. Ese que surge de la controversia, la polémica, la pluralidad de voces, opiniones, conceptos, tradiciones. Y esa diversidad que configura el pensamiento crítico es inherente, también, a una sociedad democrática. Un gobierno que provoca un cientificidio, que lo implementa como política de Estado, que pugna por sedimentar una cultura contraria a la producción científica y académica, se autodefine como un poder contrario al pensamiento crítico y por ende a la cultura democrática. El cientificidio, la falta de pluralidad de voces, conduce a distintas formas de autoritarismo y de muerte, material y simbólica. El autoritarismo de Cambiemos ha instalado la categoría de grieta. Y con esta ha articulado un sistema diferencial entre humanidad y subhumanidad o deshumanidad, entre vidas que valen, que cuentan (las de ellxs), y vidas descartables o basureables (las del campo popular). Cambiemos ha situado la Universidad y la Ciencia del otro lado de la frontera cambiemita. Por esto mismo el sistema de Ciencia y Técnica está atravesando una profunda crisis institucional. Apostilla: si del punto de vista cambiemita cientificidio significa desarticular el sistema científico, desde la resistencia tiene el sentido de un concepto movilizador de la acción colectiva.
Síntesis. En ese cuerpo de mujer violentada (signo de la dignidad de la lucha) por un policía fuera de sí –Benítez C.M.: la foto es de Sergio Goya– y en estado represivo que la zamarrea agarrándola por el pelo, queda sintetizada la violencia mayor y el estado de desamparo de la Alianza Cambiemos sobre el cuerpo colectivo de este país. A ese poder que ahora se autodefine como Juntos por el Cambio, nuestro contra-poder popular, imperiosamente y sin descanso, le dirá una, cien, mil veces Nunca menos: nunca más.
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