Una cosa es que haya un sistema machista que impide el acceso de las mujeres al poder, otra cosa es creer que ganó en 2015 porque las mujeres "les dijimos basta a los machos que durante 28 años nos subestimaron", como dijo María Eugenia Vidal en un acto de campaña de mujeres de Juntos por el Cambio en San Fernando, donde jugó a ser feminista por 15 minutos. No hacía falta, siéntese, señora, que le explicamos.
“Somos miles (de nosotras) que dijimos basta contra los machos que durante 28 años nos subestimaron y no dieron una sola pelea”, dijo la gobernadora que al parecer comenzó una campaña segmentada, es decir que este discurso feministoide no es un recurso que llegó para quedarse sino exclusivo para esa ocasión en la que las damas y luchadoras de la Provincia (y algunas funcionarias nacionales como Carolina Stanley y Fabiana Tuñez o legisladoras como Graciela Ocaña o Silvia Lospennato) se reunieron para echar a volar sus ensueños femeninos. De política poco y nada, emocionalidad, estoicismo, y esencia femenina a todo ritmo, como si eso fuera la pasta de la que están hechas las mujeres y entre ellas las que participan en la vida política.
Los 28 años son de gobierno peronista, esos 28 años que la empoderada Vidal quebró son los del reinado de los “Los barones del Conurbano”. Sin embargo, ahora que superó el patriarcado, Vidal y sus compañeras apuntan sorprendentemente contra otra mujer. Antes de que ingresara la gobernadora al recinto como si se tratara de una boxeadora que sale al ring, habló la candidata a la Intendencia de San Fernando, Agustina Ciarletta:
“No queremos que la provincia sea La Matanza y no queremos que San Fernando sea La Matanza”. Causó ovación de pie. La alusión poco sorora es a Verónica Magario, intendenta de La Matanza desde 2015 y candidata a vice gobernadora por el Frente de Todxs.
Luego de Ciarletta, candidata “porque Vidal lo permitió”, según dijo, subió al ring la única de las cuatro oradoras que se animó a hablar del feminismo, la diputada Silvia Lospennato. Con uñas verdes y una pulserita del mismo color explicó su visión del feminismo, que no es lo contrario del machismo, sino que “ser feminista es creer que todos tenemos las mismas capacidades y por eso nos comprometemos a luchar para tener las mismas oportunidades. Estamos obligadas a hacerles el camino más fácil a las otras”. Aplausos. Aplausos sí, pero no ovación, al parecer el feminismo declamado de la diputada que militó y votó en contra de la posición de Vidal y de Macri en relación al aborto no cae tan bien como para siquiera asentir con la cabeza. Aunque eso de hacerles el camino más fácil a las otras sí fue apoyado, siempre que sea fuera de la jurisdicción matancera.
Después de Lospennato, fue el momento de María Luján Rey, precandidata a diputada, que hizo el link que todo el mundo esperaba: “A María Eugenia le daría mis hijos, mis nietos y toda mi familia”. La referencia es obvia, apenas tres días antes Aníbal Fernández había dicho que “antes de dejar a mis hijos con María Eugenia Vidal, se los dejo a Barreda”, retomando una muletilla de la campaña de 2015 en la que Vidal le ganó a Fernández. Ovación, y más que ovación, esta declaración de madres protectoras hace que en la confusión del griterío aparezca Vidal emponchada y lacia como siempre, con sonrisa y mirada al punto imaginario que le habrá dicho alguien que hay que mirar para lucir siempre esperanzada. Selfies, besos, abrazos, una música telúrica que no para, y la Vidal llega hasta el escenario donde abraza a la madre de Lucas Menghini Rey (una de las víctimas del accidente de trenes de Once), y suelta:
“Que lindo que seamos todas mujeres, me encanta... Por fin”.
Si le encantaba tanto, ¿por qué ni una de las carteras provinciales está a cargo de una mujer? No solo ninguna mujer tiene el rango de ministra o de secretaría, sino que recién hay participación femenina en las subsecretarías, con solo el 22,4%. Esto implica que tanto en el rango de ministerios como de secretarías provinciales el 100% de las autoridades máximas son hombres y el 0% mujeres. Al entrar en gestión el gobierno de Vidal sí había una mujer secretaria, (en la Secretaría Legal y Técnica), era María Fernanda Inza, que dejó su cargo en julio de 2018. Inza había sido la tesorera de la campaña electoral 2015 y 2017 de Cambiemos y fue vinculada al escándalo de los “aportantes truchos”.
Y aun así, sin mujeres en el gabinete, tomada repentinamente por el amor a sus hermanas, Vidal reconoce que “cada vez que nos encontramos entre nosotras nos sentimos menos solas”. Y comienza a exponer una serie de medidas para mitigar la violencia de género y para facilitar el cuidado de los hijos, como si los problemas de las mujeres golpeadas y las mujeres madres fueran lo único que les importa a esas mujeres que tiene frente a si. Como si las mujeres en política solo pudieran hablar de sus necesidades particularísimas. Y agrega: “La legislatura que viene, que va a tener 50% de varones y 50% de mujeres, es un hecho concreto”, dando a entender que la Ley de Paridad es un éxito de su gestión y no una conquista de mimbrxs de diversos bloques.
En la misma senda de la apropiación de victorias, Vidal enfatizó que “el Ni Una Menos es de todas”, que “no puede ser una pelea de un partido o del otro, ahí tenemos que estar todas juntas”, desconociendo así que las movilizaciones por Ni Una Menos que comenzaron en 2015 y se consolidaron durante su gobierno y el de Macri, expresan un único piso común: el rechazo al machismo y el rechazo a las políticas de ajuste y deuda de esos gobiernos. ¿Qué tipo de feminismo es el que juega Vidal que desconoce que Ni Una Menos deconstruyó la violencia física hasta conseguir ligarla a la desigualdad económica y la responsabilidad del Estado?
Aplausos aun no de pie, por supuesto, porque las mujeres de la derecha saben que Ni Una Menos no es de todas, que incluso el feminismo no es de todas, y este giro calculado que hace la mujer más poderosa entre ellas, de decirles que sí, las descoloca.
A qué tipo de feminismo jugará Vidal, parada entre mujeres “líderes”, cuando dice que “son mujeres las que resisten (la crisis), porque no se permiten bajar los brazos”. ¿Un feminismo de las otras? ¿Un feminismo que glorifica el sacrificio frente a la crisis? Su discurso va y viene sobre una idea de esencia femenina concentrada en parir, tener hijos, cuidar a los demás y poner la cara para la próxima cachetada.
“Conocemos el machismo, el prejuicio, la dificultad, sabemos lo que es no bajar los brazos”. ¿Sabrá Vidal, si tanto le gusta encontrarse con mujeres y hablar de machismo que este año en octubre, apenas días antes de las elecciones, en La Plata se hace el Encuentro Plurinacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans? ¿Sabe Vidal que existen lesbianas, travestis y trans? ¿Indígenas? ¿Sabe que el feminismo es más que cosa de mujeres madres?
No. O sí pero se hace. Sobre el final de su discurso, apenas encendido, remata con una de las frases más machistas de todas, ¿sabrá Vidal que el machismo es una suma de ideas y actos que se sustentan en estereotipos de género?
“(Las mujeres que perdieron hijos) una se pregunta, ¿cómo están de pie? ¿Y saben por qué están de pie? Porque son mujeres”.
Y acá ya no solo aplauden y ovacionan, también lloran. Hay primerísimos primeros planos de lágrimas. Porque eso son las mujeres: lloran, crían hijos, paren, cuidan a los demás, y todo como si hubieran nacido para eso. Nada más alejado del feminismo.
Una desprevenida, a esta altura del discurso, podría entusiasmarse todavía con la Mariu feminista, la Mariu sorora, fantasear con que quizás esté anticipando una reconsideración de los salarios del empleo más feminizado, la docencia, o de la jubilación de quienes trabajaron toda la vida sin cobrar, las amas de casa. Quizás, la gente cambia, pero no. Como si se tratara de un discurso milimétrico, antes de que alguien crea que efectivamente Mariu se vino para el lado de las brujas que nunca pudieron quemar (como dice el cantito de marcha feminista), ella habla de “esas mujeres, que me pusieron un rosario en la mano…”.
Ya para ese entonces lo que parecía una charla TED, estudiada y limpia, era un mar de amigas, llanto, compincheada y empowerment. Y así terminó el acto, bien arriba: “El 11 de agosto tenemos que demostrar que somos millones defendiendo a nuestros hijos, que somos millones las que vamos a seguir defendiendo nuestro lugar, ¡vamos las mujeres!”. Vamos.
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