El tipo nació en 1885 en la región de Bohemia y falleció en 1967. Siguiendo entonces los vaivenes de la historia habrá que decir que vivió en el Imperio Austrohúngaro, en algún momento de su vida pasó a ser austríaco, checoeslovaco y alemán, si se tienen en cuenta los años de anexión al Tercer Reich. Para enriquecer más su derrotero, el tipo trabajó también en los Estados Unidos y en Francia. Y aún así, a George Wilhelm Pabst se lo seguirá identificando como un director de cine alemán, sin dudas de los más formidables, pero con una mancha en su foja de servicios que lo ha desprestigiado en demasía, un pesado lastre que arrastró durante mucho tiempo y del cual les voy a hablar más adelante.
Si algo distingue la obra de Pabst es la variedad y calidad de sus películas. Desde el ultra clásico mudo La caja de Pandora con la inmortal Louise Brooks, o las adaptaciones de La ópera del mendigo de Brecht y de El Quijote (de la cual sobrevivió tan solo una de las tres versiones, en francés). O la conmovedora Carbón, film social rodado en pleno auge del expresionismo alemán. También realizó un contundente alegato anti bélico sobre la primera guerra mundial aquí conocido como Cuatro de infantería, y hasta se dio el gusto de acercarse a la vanguardia de la época en la alucinante La Atlántida. Y ahora sí viene la parte más pesada.
Estamos terminando los años '30, Hitler ya le está mostrando los dientes al resto de Europa y comienza el éxodo de artistas alemanes hacia los Estados Unidos. (Miren qué equipazo: Marlene Dietrich, Fritz Lang, Douglas Sirk, Ernst Lubitsch y muchos etcéteras.) Aunque estaba bastante consolidado en Francia, Pabst decide volver a una Alemania en la que no se escribía una línea de guión, no se encendía una cámara y no se peinaba a una actriz sin la venia de Goebbels.
Pabst se las ingenia para no hacer películas de propaganda, pero para continuar con su oficio tendrá que atenerse a las reglas impuestas por el Durán Barba de Hitler. Y es así como logra una película magnífica que quedará relegada a un lugar menor de su filmografía. Se trata de Paracelsus, un acercamiento al legendario alquimista medieval Paracelso protagonizado por Werner Kraus, el mismo que había protagonizado años atrás a otro científico bastante menos humanista: el doctor Caligari. Otra Alemania, otro cine.
Lo cierto es que Paracelso fue un personaje fascinante, lo suyo era la alquimia y en su ciencia ponía en juego otros saberes como la astronomía, la química, la medicina y la filosofía. La película lo ubica en los finales de la Edad Media, ya con la noticia de la llegada de los españoles a América, y él hace una lectura inteligente de estos nuevos tiempos con una postura desafiante frente a los galenos tradicionales, tomando drásticas medidas preventivas ante la peste, instruyendo a sus alumnos a introducir el elemento “amor” en la medicina y aceptando incorporar a una mujer entre sus discípulos. En fin, un visionario.
Cualquier espectador mínimamente interesado por la historia encontrará en esta película muchas cosas interesantes. A partir de la necesidad de Paracelso por difundir sus ideas aparecen los primeros editores de libros. Hay referencias también a los cambios económicos que se producen con la apertura de nuevas rutas marítimas y a la difusión de la Reforma Protestante en una escena en la que interviene el mismísmo Erasmo de Rotterdam. Y hay, por supuesto, un gran número de referencias que obedecen al cine modélico del Tercer Reich, algo así como el toque Goebbels.
La película fue realizada al cumplirse 400 años de la muerte de Paracelso y es una de las tantas superproducciones alemanas destinadas a homenajear a grandes personajes de la historia alemana como Robert Koch, Aurelio Bismarck y Federico II “El grande”. Pabst mismo cuenta que debió bajar la cabeza cuando le impusieron la introducción del caballero Ulrich Von Hutten, en cuya voz podemos escuchar una arenga hacia el naciente nacionalismo alemán. En sintonía con él, Paracelso deja de usar el idioma latín en sus clases para reemplazarlo por el alemán.
Mientras tanto en las calles y en las fondas vemos a una sociedad medieval hundida en el oscurantismo, por lo que a primera vista la alegoría parece más que sencilla: un nazismo que ha venido a iluminarlos con su idealismo y su pureza alemana como alguna vez lo hicieron Paracelso, Erasmo y Von Hutten. Sin embargo, esto requiere un análisis más esmerado, sobre todo con la aparición de un personaje singular, una especie de juglar pequeño y ampuloso que ha llegado entre gallos y medianoche y hechiza a los pobres y desvalidos para que lo acompañen en una danza mortuoria. Aunque Pabst no le puso el bigote corto porque sería una sentencia de muerte, muchos afirman —y me incluyo— que se trata de la caricatura más atrevida del Führer .
Esta escena es la más impresionante de “Paracelusus”, una secuencia musical que bien podría ser el precursor del Thriller de Michael Jackson. No exagero, véanla.
En la historia del cine hay muchos agujeros negros, zonas que aún guardan cierto misterio o, siguiendo la definición científica de lo que es un agujero negro, épocas en las que la luz del cine y sus verdades no pudieron asomarse más allá de sus fronteras. Tal es el caso del cine de la Alemania Nazi y de la connivencia o convivencia de quienes formaron parte de él. El de Pabst es el caso típico de un director con una obra y un talento enorme que ha quedado desprestigiado por lo hecho en tiempos del Tercer Reich. No le sería nada fácil cargar con semejante lastre, por más que ya sobre el final de su vida haya hecho un par de películas que testimoniaban el desastre colectivo en el que había caído Alemania de la mano de Hitler.
Tampoco le fue suficiente explicar por qué recaló en Alemania durante los años del nazismo, máxime cuando su carrera se desarrollaba bastante bien fuera de su país. La explicación de Pabst fue que había regresado a Alemania para velar a su padre y a su suegro, y que al momento de abordar el tren que lo llevaría de nuevo a Francia quedó varado en la estación porque las maletas que llevaba eran muy pesadas.
FICHA COMPLETA
Título original: PARACELSUS / ALEMANIA / 1943 / Duración107 min. / BLANCO Y NEGRO / Dirección: George Wilhelm Pabst / Guion Kurt Heuser / Música: Herbert Windt / Fotografía: Bruno Stephan / Reparto Fritz Rasp, Werner Krauss, Harry Langewisch, Annelies Reinhold
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