UN BOLSILLO SINGULAR

Durán Barba dice que el salto tecnológico requiere líderes que acompañen ese cambio

 

El salto tecnológico

En mis dos primeras notas en El CoheteUn mundo poshumano y Un presidente transhumano describía el desarrollo tecno-científico avanzado y sus cambios en el vivir humano, y analizaba por qué decíamos que el transhumanismo, como etapa previa al poshumanismo, se caracteriza por la insensibilidad hacia la dignidad humana, la distorsión de la realidad y el actuar por interés propio. Y por qué podíamos decir también que Mauricio Macri es un militante del nuevo liberalismo cuya ideología es el transhumanismo. Quizá resultara difícil entonces, para el lector desprevenido, vincular la imagen prosaica del Presidente con una terminología filosófico-ficcional. Pero ahora ha venido Jaime Durán Barba, con su nota “La singularidad en el bolsillo” en el diario Perfil, a confirmar, año y medio después, nuestra interpretación crítica.

Revela allí el asesor asesorado: “En 1990, Ray Kurzweil dijo que el progreso de las tecnologías vinculadas con la computación se incrementaría más allá de la Ley de Moore (esta ley –corregida— es la que afirma, y así se ha podido probar, que  cada dos años se duplica el número de transistores de un microprocesador.)

 

Ley de Moore. Fuente: http://seofilo.com/que-es-la-ley-de-moore/

 

“Hasta hace algunos años, formado en la escolástica, era escéptico con estas teorías. Conocí entonces a Kurzweil en Buenos Aires, en la casa de Mauricio Macri…” Este dato, como veremos, no sólo es útil para confirmar lo dicho y explicar algunas de las ideas y los actos del Presidente, sino también para atar cabos sueltos y comprender parte del absurdo incongruente de una política que lleva a preguntarse: “¿La chocaron toda o están haciendo lo que vinieron a hacer?”.

Kurzweil no sólo es hoy el director de ingeniería de Google, el mayor sistema de inteligencia artificial que se haya construido, sino que tiene una impresionante carrera de inventor que inició con el diseño de programas de computación. Pero si algo lo fue identificando con los años fue el acierto de sus predicciones tecnológicas –su “futurismo”— y sus conjeturas sobre la evolución humana hasta el poshumanismo. Con este último salto se alcanzaría la “singularidad tecnológica”, un término usado muchas veces de manera confusa para ilustrar un tiempo dorado y utópico en el que un conjunto de desarrollos en nanotecnologías, biotecnologías y tecnologías cognitivas y de la información nos darían, entre otros logros, el fin de las enfermedades y hasta la vida eterna.

 

Chabacano, 'Transhumanismo'.

 

 

Sopa de letras

La nota de Durán Barba trata en modo de profética rapsodia ilustrada, cual traje de arlequín, los temas propios del desarrollo tecno-científico y el transhumanismo, mezclando verdades con conjeturas sin fundamentos de verdad o de ética alguna: “Cuando conocí a Kurzweil (…) dijo algo genial: la singularidad está en su bolsillo, el celular es un complemento de la memoria”; “La implantación de elementos tecnológicos en el cuerpo humano conducirá pronto a la aparición de una nueva especie”; “Una máquina podrá realizar todas las tareas intelectuales propias del ser humano y será autoconsciente en 2029”; “Ese avance inevitable de la tecnología dejará sin empleo a muchos… La robotización nos lleva a otro tipo de sociedad”; y “Este problema no se soluciona haciendo piquetes”.

Durán Barba da muestras claras de no entender bien lo que está diciendo aunque su finalidad es transparente: usar esa confusa mezcla para sostener que el salto tecnológico exige reformular el mundo del trabajo y que para hacerlo se requieren líderes que puedan acompañar este cambio hacia el futuro. Dicho de otro modo: el nuevo mundo tecno-científico que conduce al poshumanismo pide la reforma laboral y Macri puede liderar ese cambio (aunque Macri es un Presidente transhumano de hecho, en la campaña presidencial de Estados Unidos en 2016 uno de los candidatos fue Zoltan Istvan, autodeclarado transhumanista, y en España el partido Alianza Futurista comparte ese ideario).

 

Nikol, 'Les soupirs d’Arlequin', 2005.

 

 

Singularidad tecnológica

El término “singularidad tecnológica”, si bien fue acuñado por Vernor Vinge en 1993 y luego difundido por Kurzweil desde 2005, ya había sido introducido en una conversación entre John von Neumann y Stanislaw Ulm en 1958, en cuanto a su significado de crecimiento tecnológico acelerado que cambia la vida humana radicalmente a cómo la conocemos hoy. También Irving Good había escrito en 1965 que una máquina ultrainteligente podía ser definida como aquella que sobrepasara todas las actividades intelectuales de todo hombre, aún del más inteligente. Una máquina así podría diseñar máquinas aún mejores que ella, dando lugar a una “explosión de inteligencia” que dejaría muy atrás la inteligencia humana. De este modo, esa máquina ultrainteligente sería el último invento que el hombre necesitaría hacer, con la salvedad de que pudiera estar bajo su control. En ese momento se habría alcanzado la singularidad tecnológica.

Por ahora, sin embargo, la inteligencia artificial ha llevado a las máquinas a superar la inteligencia humana en algunos campos puntuales como el de los juegos de ajedrez, backgammon o scrabble. Pero los grupos de analistas más serios consideran que existe un 90% de probabilidad de que la inteligencia de las máquinas alcance el nivel humano general en 2100 (los más optimistas lo proyectan a 2065 pero ninguno a 2029). Una vez alcanzado ese desarrollo hay quienes estiman en un 75% la probabilidad de que las máquinas alcancen después la superinteligencia dentro de los 30 años siguientes. Este sería el momento de la singularidad tecnológica.

En ese marco, las consideraciones de Durán Barba resultan vergonzosas por esa torpe manipulación del conocimiento al más alto nivel de la planificación de políticas públicas. Considerar una genialidad la frase “La singularidad está en su bolsillo”, sólo cabe  entenderlo en alguien para el que el extraordinario salto tecnológico futuro, rompiendo con todo pasado previo, fuera la ocasión de tener en un bolsillo singular las impresionantes ganancias que llegarán. El progreso tecnológico podría ser así el que llevara de la salvaje corrupción manual de los bolsos (el pasado), a la civilizada corrupción informática de las cuentas offshore (el presente), y finalmente a la singular corrupción de la autorreplicación (el futuro del cambio).

 

Blutgruppe Corbis, 'Singularidad tecnológica'.

 

 

El gran salto adelante

Alguien que sostiene que “nuestros países están en una disyuntiva grave: derrumbarse hacia el pasado o integrarse a esta nueva etapa de prosperidad en la historia de la humanidad”, nos hace dudar seriamente de su noción cabal de la realidad. Dice: “China hace un enorme esfuerzo por compatibilizar el desarrollo de la tecnología de punta y mantener la meta de pobreza cero que supone pleno empleo”, pero si consideramos la primarización de la economía y el aumento de la pobreza, la inseguridad alimentaria y el desempleo durante los tres años y medio del gobierno que él asesora, nuestro país es más comparable a la China de 1958 a 1961 con su política del Gran Salto Adelante que llevó a la muerte por hambruna a unos treinta millones de personas que a la China actual. Una de las razones de aquella catástrofe, recuerda Amartya Sen, fue que “durante esta terrible calamidad, el gobierno no sufrió ninguna presión por parte de los periódicos, que estaban bajo su control (…) La falta de un sistema libre de distribución de noticias llegó a confundir al propio gobierno. Se creyó su propia propaganda y los informes de color de rosa de los funcionarios locales del partido”.

El simplismo de Durán Barba permite entender por qué alguien pudo llevar al Flash Crash del 6 de mayo de 2010. Esa quiebra financiera en Estados Unidos ocurrió en los trece minutos que pasaron entre las 14.32 y las 14.45 horas, gracias a que la inteligencia artificial ha dado lugar a sistemas de transacciones de alta frecuencia que permiten realizar grandes operaciones en milisegundos. En un mercado de valores que abrió en el contexto fluctuante de la crisis en Grecia, un operador (Navinder Sarao) utilizó un software cuyo algoritmo le permitió disponer de un gran número de contratos financieros futuros (E-Mini S&P 500) para ser vendidos a un precio asociado a una medida minuto a minuto de la liquidez en los intercambios. Cuando la demanda hizo caer los precios, Sarao pasó a comprar. Sin embargo, a las 14.45 un circuito automático detuvo las operaciones.

Este evento y otros semejantes han dejado algunas enseñanzas. Las interacciones entre elementos simples pueden producir efectos inesperados y complicados si no se considera la complejidad que pueden tener esas interacciones con otros elementos. El gobierno y su asesor deberían tomar nota de lo que les ha enseñado el problema de la inflación. Para esto es necesario dar valor a la verdad, pero el gobierno no lo hace. Otra enseñanza es que los programas de computación que deslumbran al asesor pueden producir resultados catastróficos cuando se los utiliza con una lógica inmodificable. El gobierno debería haber aprendido del aumento de la pobreza que causaron sus políticas. Para esto es necesario dar valor a la prudencia, un concepto ético, pero el gobierno desprecia a la ética. Sin ese desprecio podría hacer política con más inteligencia que las máquinas, ya que estas no han alcanzado hasta hoy a la inteligencia general humana. Pero con ese desprecio “la chocan toda” aunque “están haciendo lo que vinieron a hacer”.

 

 

 

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