ESMA monumental
River quiere comprar los terrenos del campo de deportes, donde se enterraban o cremaban los cuerpos de los desaparecidos
El presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, quiere mudar el estadio de River. La propuesta de la mudanza contempla un lugar un tanto particular: el campo de deportes que está detrás de la que fuera la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Hay testimonios que indican que los genocidas podrían haber usado el lugar para deshacerse de los cuerpos de quienes murieron en la tortura al otro lado de la Avenida Lugones.
Cuando River le ganó la Libertadores a Boca en Madrid, D’Onofrio desbordaba alegría. Tanta que aprovechó para pedirle a Mauricio Macri que se sacara la camiseta y que le vendiera los terrenos que le interesaban para hacer el nuevo estadio.
El fin de semana pasado, en una entrevista en la revista Viva de Clarín, D’Onofrio dijo que había llegado a un cierto entendimiento finalmente con Macri por esas tierras, que son patrimonio del Ministerio de Defensa. Antes había hablado con Horacio Rodríguez Larreta y con Diego Santilli –reconocido hincha millonario e hijo de un ex presidente de la entidad– porque el terreno linda con otro de la Ciudad.
El campo de deportes está ubicado justo detrás de la ESMA, cruzando la Avenida Lugones. A su derecha están ubicados el Parque de los Niños del Gobierno de la Ciudad y el Círculo de la Policía Federal. A la izquierda, el Centro Naval y el selecto Club Universitario de Buenos Aires (CUBA). Un poco más allá está Ciudad Universitaria.
El campo
En los '70, cada vez que llegaba la policía, los militantes que cursaban en Arquitectura salían corriendo hacia el “pantano”. Así les decían a los terrenos que bordeaban el río y que en un extremo –casi llegando a Vicente López– tenían al campo de deportes de la Armada.
Para 1976, cuando ya se había iniciado la maquinaria de exterminio de la ESMA, arrancaron los primeros testimonios sobre los sucesos extraños en el campo de deportes. A mediados de julio de 1976, los alumnos de la Escuela que salían a patrullar podían ver hogueras en el campo donde, se presume desde entonces, se quemaban los cuerpos de los detenidos desaparecidos. Para la misma fecha un grupo de alumnos del predio de la ESMA encontró en el terraplén de ese predio una bolsa de plástico azul con el feto de un embrión.
Los guardias establecidos a los dos lados del puente que unía la ESMA con el campo de deportes sabían que había vehículos civiles autorizados a entrar al campo y dirigirse a la costa. Una patrulla de rutina detuvo en una ocasión a una ambulancia. El suboficial que la conducía informó que iba a hacer un asadito, aclarando que se refería a cremar un cuerpo. Durante el año 1976, las costas del río se rellenaron para construir una pista de atletismo, otras instalaciones deportivas y presumiblemente ocultar los restos de las hogueras.
Alejandro Hugo López hizo el servicio militar en la ESMA. Estuvo secuestrado, declaró más tarde ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) e integró el grupo de ex detenidos que acompañaron a la comisión en la primera visita. También declaró recientemente en los últimos juicios orales. En esas ocasiones explicó dos cosas. Por un lado, que vio restos de vértebras humanas al lado del río. López solía ir a jugar a la pelota, o subía a las embarcaciones de la Escuela. "Eran restos humanos –dijo–. Se decía que ahí funcionaba la parrilla, que se llevaban la parrilla para ahí". También dijo que la quema de cuerpos contaba con una batea fabricada en la herrería de la ESMA.
El Departamento de Ingeniería de la Escuela incluía divisiones de Construcción, Electricidad y Automotores. Construcciones trabajaba en el control de averías y tenía una oficina de compras con un galpón grande, subdividido. En el fondo había un pañol de construcciones donde se guardaban materiales para reparaciones. De acuerdo con diversos testimonios, en ese lugar se fabricaron elementos utilizados para la práctica represiva como cachiporras, redes para granadas y una camilla aislada con burletes de goma para la tortura. También fabricaron la batea de acero de aproximadamente dos metros de largo y treinta centímetros de alto con una parrilla. En uno de los bordes, la batea tenía un tubo a través del que se introducía gasoil. El sistema al que también llamaron parrilla era utilizado para incinerar los cuerpos en el campo de deportes.
"Una vez terminada, la batea se llevaba hasta el Dorado y desde allí al campo de deportes para ubicarla sobre la margen del río —explicó López en el último juicio—. El artefacto, que era móvil, iba y volvía del campo de deportes"
—¿Usted fue a ese lugar? —le preguntó la fiscal.
—Sí, yo iba muy seguido.
El otro campo
Los testimonios de quienes estuvieron Del Otro Lado de la ESMA, sin embargo, son numerosos. En 1997, la Audiencia Nacional de España citó entre los testimonios lo que el marino Adolfo Scilingo describe en su libro Por siempre nunca más como la cremación de cuerpos como asado. “En el tiempo en que Scilingo estuvo destinado en la ESMA se produjeron siete u ocho cremaciones de cuerpos (...). Que esa cuestión era comentada en el salón de oficiales y durante una comida a la que Scilingo asistió se comentó la duda de si alguno de los incinerados pudiera estar vivo por el movimiento del cuerpo, a lo que uno de los médicos explicó que eso era debido al calor, que hacía contraer los cuerpos dando la sensación de movimientos espasmódicos”. Y, en sintonía con el testimonio de López, el tribunal destacó que “cada vez que iba a realizar uno (asado) acudían al taller de automotores para solicitar cubiertas viejas, aceite de quemar, gasoil, o bien un camión para el transporte de leña”.
En 2008, el juez Sergio Torres indagó al suboficial retirado Víctor “Lindoro” Olivera. Durante la indagatoria contó que ató a Thelma Jara de Cabezas a la cama de tortura. Y lloró cuando explicó que hacían desaparecer los cuerpos. Torres le preguntó de qué manera, y él dijo que con humor se referían al asadito.
El asadito es una de las palabras habituales en los relatos de uno de los campos de exterminio más grandes que tuvo este país. El campo de deportes de la ESMA es uno de los sitios a los que se hace referencia para situar esa práctica desde entonces.
El 14 de marzo de 2013, Patricia Walsh reclamó en la audiencia del juicio ESMA la expropiación del campo de deportes que aún está en posesión de la Armada. Entonces, dio algunos datos llamativos. La hija de Rodolfo Walsh cree que en ese lugar pudo haber sido cremado su padre. En la audiencia mostró una foto de la página web de la Armada en la pudo verse que allí se hacían campeonatos de fútbol llamados Copa Cablevisión.
Una historia de larga data
D’Onofrio contó que las tratativas para obtener el terreno del campo de deportes de la Armada arrancaron durante el gobierno anterior. Dijo que se entrevistó con dos jefes de Gabinete, Aníbal Fernández y Jorge Capitanich, y que también fue a ver a Agustín Rossi, entonces ministro de Defensa. “Con ellos nunca pude llegar a un acuerdo por la tierra, había tantas vueltas”, se lamentó.
Cuando se sucedieron esas reuniones, la iniciativa de River era otra. No quería construir un nuevo estadio, sino que necesitaba un terreno para que practicaran sus deportistas. Fue con la propuesta de hacer un microestadio en el campo de deportes y dejar una señalización que indicara que ese fue un anexo de la ESMA, donde se completaba la fase de eliminación de los detenidos-desaparecidos. Algunos de los interlocutores del kirchnerismo veían con buenos ojos sacar a la Armada del predio y que hubiera chicos haciendo deportes. No prosperó.
Al directorio de organismos del Espacio Memoria y Derechos Humanos jamás le llegó la propuesta del club. Lo que sí le llegó en 2017 fue la iniciativa de Rodríguez Larreta de mudar el Tiro Federal a la parte posterior del campo de deportes, que da al río. En diciembre de ese año se aprobó el traspaso, pese a la oposición del kirchnerismo y de la izquierda.
Casi un año después, la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) –que depende de la Jefatura de Gabinete– subastó los terrenos del Tiro Federal en Udaondo y Avenida del Libertador por 151 millones de dólares. Los ganadores fueron la familia Werthein y el grupo Sielecki.
Un poco después hubo movimientos cerca del río, pero no justamente por las olas. En 1961, la ley 16.067 dividió los terrenos que hoy van desde Ciudad Universitaria hasta el Parque de los Niños entre la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Ministerio de Defensa. El artículo 3 de esa ley dejó en posesión de la Armada los terrenos que se extienden desde CUBA hasta el Liceo Naval.
El 20 de diciembre último, la UBA y la Armada firmaron un convenio por el que la Marina –después de casi 60 años– le devolvía los terrenos a la Universidad, y esta le concedía un pase gratis para seguir desarrollando actividades náuticas. Algunos entienden que este movimiento puede implicar poner en regla los papeles por si el gobierno definitivamente cierra la venta con el club de la banda.
Proyectos
Voceros de River cuentan que consultaron en los tribunales de Comodoro Py para asegurarse de que no hubiese problemas legales a la hora de pedir comprar ese predio. Hubo conversaciones informales, pero en el expediente que tramitaba en el juzgado de Torres –que semanas atrás juró como flamante integrante de la Corte Suprema de la provincia de Buenos Aires– no se hizo ninguna presentación formal con el proyecto.
En el club dicen que el proyecto como tal no existe, que se está sondeando si los terrenos están disponibles para poder formalizar una propuesta para presentarles a los hinchas y que se vote en asamblea. Los fanáticos riverplatenses parecen, por el momento, inclinarse por remodelar el estadio y no por la construcción de una nueva cancha y la mudanza del club. “Hoy las posibilidades son nulas”, dicen.
En simultáneo, la relación entre D’Onofrio y Macri se vuelve oscilante. En los últimos días, voceros no informales del oficialismo hicieron diana en el dirigente de River después de que anunciara que iba a abrir su cancha para alojar a las personas en situación de calle de la Ciudad.
No innovar
Hay dos problemas concretos, por más promesas que Macri le haya hecho a D’Onofrio. Por un lado, sigue vigente una cautelar que impide modificar el predio, confirmaron fuentes judiciales. Por otro, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) no concluyó con las tareas para determinar si pueden encontrarse restos en el espacio.
En mayo de 2004, Torres decidió formar un incidente separado de la causa ESMA para investigar si el campo de deportes fue usado para enterrar o incinerar a los desaparecidos. Fue a partir de una presentación de Carolina Varsky, entonces abogada del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que pidió que se dispusiera la prohibición de no innovar. Es decir, que no se tocara el lugar.
Tiempo después comenzaron los trabajos del EAAF. No es un terreno fácil para la búsqueda porque fue rellenado y modificado por toneladas de material de desecho. A lo que se le suman las corrientes de río, por lo que es difícil que, si se produjeron inhumaciones, se conserven los restos, explicó en 2012 el EAAF.
Meses después se presentaron nuevos testimonios en el expediente que hablaban de camiones de la Armada llevando cuerpos hacia el campo de deportes, o de resplandores que se prolongaban en el tiempo e incluían la explicación de “son los asados”. Después de eso, Torres ordenó reiniciar la búsqueda.
Desde el EAAF confirmaron a El Cohete que aún resta por examinar un rectángulo de tierra cercano a la pista de atletismo, que está vallado por orden del magistrado.
La tierra sigue guardando sus secretos. Quizá no sea un buen augurio para River sentar las bases de su nueva y deseada cancha sobre el lugar donde los genocidas soñaron su impunidad.
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