PERONISMO Y ESTADO EN LAS SOMBRAS
La grieta que divide a la sociedad se ha recubierto nuevamente con el ropaje del peronismo
Ecos del pasado resuenan en nuestro presente. La grieta que divide a la sociedad desde hace ya mucho tiempo, se ha recubierto nuevamente con el ropaje del peronismo. La rosca electoral desembocó esta semana en la inclusión de dirigentes peronistas en las candidaturas a vicepresidente del oficialismo y del Consenso 19 liderado por Roberto Lavagna. Sin embargo, aunque los parecidos abunden, no todo es lo mismo. Ni estas épocas son semejantes a las que vivimos en los '70 ni los conflictos que se expresan a través del peronismo son iguales a los que sacudían al país por ese entonces. Algo hay sin embargo en común: tanto hoy como ayer el peronismo esta recorrido por un antagonismo. El eje que ahora divide las aguas es la oposición al brutal ajuste del FMI con su secuela inevitable de autoritarismo y despiadada manipulación institucional.
Con la incorporación de Miguel Angel Pichetto a la fórmula presidencial de Macri, despega una campaña electoral centrada en el miedo, el discurso del odio y las divisiones. Pichetto es la expresión acabada de un peronismo de derecha, autoritario, racista e inescrupuloso. En su larga vida política, sus piruetas fueron muchas y variadas girando siempre en torno al poder político de turno. De ahí su carácter de hombre clave en todos los gobiernos que se sucedieron desde Menem. En los últimos años saltó del campo dominado por la “intransigencia” K para aterrizar en el macrismo, articulando el apoyo que hizo posible la aprobación de numerosas leyes, incluidas la cancelación de la deuda con los fondos buitre, la reforma previsional y el presupuesto del FMI.
En abril, cuando el gobierno de Macri pasaba por uno de sus momentos de mayor debilidad, Pichetto mostro su abnegación entablando intensas conversaciones en Nueva York con altos representantes de bancos y fondos de inversión, Buscaba asegurarles que Macri sería reelecto, que la deuda sería pagada y que el país sería gobernable (ambito.com 13 6 2019). Finalmente, apurado ante la implosión de la Alianza Federal —invento de zoquetes sin otro destino que quitarle votos al peronismo oficial—, Pichetto manifestó su voluntad de votar por Macri pues, a su entender, este garantizará el fin del autoritarismo K.
La reacción del mundo financiero internacional ante la designación de Pichetto no se hizo esperar: el riesgo país cayo a 853 puntos, el dólar bajo $1,03 las acciones argentinas en Wall Street crecieron el 12% y en la bolsa local 6,61%. Estos, sin embargo, son estornudos de placer momentáneo que no invalidan la precariedad de la situación económica actual. Solo muestran cuales son los vientos que empujan al barco del oficialismo. A ellos también se suman las olas de entusiasmo que agitan a poderosos empresarios interesados en invertir en el reino de Vaca Muerta. En ese escenario desolado, se reunieron para agasajar a la fórmula oficialista en su primer evento electoral. De paso le pidieron la exención de impuestos a las exportaciones y de las trabas destinadas a garantizar la seguridad del abastecimiento interno (cronista.com 13 6 2019). Exudando baterías recargadas por su decisión, Macri presentó en sociedad a su compañero de formula: un verdadero “patriota que apoyó transformaciones complejas que llevamos a cabo aun ante las críticas de su propio partido” (clarin.com 13 6 2019). Ahora profundizará el camino emprendido en 2016 a puro golpe de ajuste despiadado. Muy pronto el sagaz Pichetto tomará las riendas de un gobierno en caída libre y comandará la campaña electoral contra sus ex compañeros del peronismo.
Una vez designado candidato a la vicepresidencia, el primer gesto de este patriota llamado Pichetto consistió en notificar a sus pares del Senado que se alejaba del bloque peronista pero que no pensaba renunciar al cargo que ocupa, como representante de la oposición, en la comisión de disciplina del Consejo de la Magistratura. Desde allí Pichetto es de importancia vital para el plan oficial de bloquear el avance de la investigación del juez Ramos Padilla sobre el espionaje ilegal, sobornos, lavado de dinero, armado de causas mediático judiciales y persecución a la oposición política. Esta investigación sacude a los cimientos de este gobierno: salpica al propio Macri, a altos funcionarios de los tres poderes del Estado y de los organismos de inteligencia, a miembros de la prensa y de embajadas y servicios de inteligencia de otros países. Esta causa judicial emite energía radioactiva: abre una ventana extraordinaria a la mafia que se reproduce en las instituciones del país y a sus posibles conexiones con el viento que sopla del norte.
Así, la campaña electoral del oficialismo ha despegado e intenta profundizar la grieta y la manipulación institucional. Esto es expresión de la debilidad de un gobierno que ha metido al país en un callejón sin salida, y no sabe qué hacer para no perder el control del poder político. Ya no basta con condicionar al próximo gobierno dejándole una situación económica insostenible y un caos social cada vez más generalizado. Ahora se trata de vociferar mano dura asociándose a un operador peronista y embadurnando el relato político con las plumas de un populismo de derecha. Hay que seguir la vía que aseguró el éxito de Bolsonaro en las elecciones del Brasil. Esta estrategia no es casual y apunta al accionar de una estructura de poder que no admite fronteras y se reproduce como un reguero de pólvora desde el centro del capitalismo global monopólico hacia el resto del mundo.
Estado en las Sombras y Legitimidad Institucional
La expansión mundial del capitalismo norteamericano ha tenido una cara oculta constituida por el desarrollo de una poderosa industria de guerra protegida por el Estado y basada en el desarrollo de tecnología de punta. Estos fenómenos de índole económica han repercutido a nivel de las instituciones norteamericanas, conformando a lo largo de las últimas décadas un verdadero Estado de Seguridad Nacional constituido por una “comunidad inteligente” que consta de 16 agencias del Gobierno Federal especialmente dedicadas al espionaje, además de agencias de inteligencia en los distintos estados, e innumerables secciones dedicadas a la inteligencia y ubicadas en organismos administrativos que se dedican a otros menesteres. Esta “comunidad inteligente”, visible e interconectada, incluye además a los lideres partidarios del Congreso, a los miembros de los Comités de Defensa e Inteligencia de las dos Cámaras y a un agregado de Tribunales Federales, incluido uno que opera en total secreto (M. Lofgren, The Fall of the Constitution and the Rise of a Shadow Government, 2016).
Este Estado de Seguridad Nacional tiene además una cabeza invisible: un núcleo cada vez mas concentrado, un verdadero Estado en las Sombras que hunde sus raíces en las diversas instituciones, en la prensa y en la sociedad civil. Este Estado en las Sombras no existe al margen de los conflictos que sacuden a la sociedad. Esta penetrado por enfrentamientos “territoriales” por poder y dinero a los que se suman los conflictos político-partidarios del país. Estos resuenan en su interior, con mayor o menor intensidad según las épocas. Este núcleo poderoso está recubierto por las tinieblas, e incide en la toma de decisiones diarias imponiendo su propia agenda al mundo de la política y a los tres poderes de la democracia norteamericana. Su incidencia política va mas allá de las fronteras provocando “cambios de régimen” (regime changes), países inviables y “golpes blandos” desatados en distintas partes del mundo con el objeto de cambiar el rumbo de políticas que se consideran contrarias a los intereses norteamericanos. Ejemplos abundan en América Latina, siendo los “golpes blandos” comandados por el poder judicial, una de sus expresiones más recientes.
Trump y las conspiraciones
Las elecciones norteamericanas de 2016 ocurrieron en un contexto político caracterizado por el descontento social acumulado, tras décadas de creciente desigualdad social, desempleo, subempleo y falta de representación política. En esas circunstancias, la irrupción de candidatos a la Presidencia que apelaban a estos sectores sociales y enfrentaban al establishment político de sus respectivos partidos, puso en evidencia la fragilidad de las instituciones norteamericanas e hizo posible la emergencia a la luz del día de una lucha facciosa dentro del Estado en las Sombras, que aun no ha decantado.
Por un lado, la dirección del partido demócrata rompió las regulaciones políticas existentes con el objetivo de bloquear el avance del senador Sanders —expresión de los sectores más radicalizados del partido— y consagrar a Hillary Clinton como candidata oficial del Partido Demócrata. Por el otro lado, la estructura del Partido Republicano sucumbió ante el asalto de un empresario independiente, que utilizando sus dineros y apelando a los sectores mas empobrecidos de la sociedad se enfrentó contra la mayoría de los medios de comunicación y contra la dirigencia política tradicional. Con un discurso nacionalista, anti establishment y con tintes xenófobos, Trump movilizó multitudes ganando primero las primarias de su partido y luego la elección general, con la promesa de restituir al país la grandeza perdida creando fuentes de trabajo, incentivando la inversión local, poniendo fin a las guerras “irracionales” y repatriando a las tropas norteamericanas dispersas por el mundo.
La campaña de Trump y su triunfo electoral alimentaron un “golpe blando” en su contra, liderado por sectores del Estado en las Sombras. El objetivo fue su destitución (impeachment) a partir de una supuesta connivencia con Rusia para ganar las elecciones. Se inició así un enfrentamiento cada vez mas intenso entre altos funcionarios de los organismos de inteligencia, la dirigencia demócrata en el Congreso, algunos senadores republicanos muy importantes y la prensa llamada liberal, contra Trump, sus funcionarios y redes dominadas por el partido republicano tanto en la prensa como en los organismos de inteligencia. Asimismo proliferó la filtración a la prensa de información secreta —obtenida a través del espionaje— con el objetivo de generar noticias que, sin presentación de pruebas, apuntaban a la supuesta connivencia de Trump y sus funcionarios con Rusia. Se conformó así el Russiagate, fenómeno que al poco tiempo derivó en la designación del Fiscal Especial (Special Counsel) Robert Mueller, con un amplio mandato para investigar no solo la connivencia con Rusia sino también la obstrucción de Justicia supuestamente incurrida por Trump al echar al titular del FBI (Federal Bureau of Intelligence). Desde ese entonces Mueller trabajó en estricto secreto, con un equipo de asesores constituido en su mayor parte por conocidos abogados demócratas. Esta investigación coexistió con una constante proliferación de noticias falsas (fake news) e intenso enfrentamiento político partidario en el Congreso, y en la prensa.
En circunstancias de tensión político-partidaria por la proximidad de elecciones en 2020, a fines del pasado mes de abril Mueller presentó su informe final, estableciendo que no existen pruebas que permitan validar la acusación de connivencia de Trump, o de alguno de sus funcionarios, con Rusia para ganar las elecciones de 2016. Sin embargo, el informe abrió una zona gris en relación al cargo de obstrucción de Justicia al especificar que, por una serie de razones legales, no podía determinar que se hubiese cometido un delito, pero tampoco podía exonerar a Trump. Sugirió entonces que el Congreso sería la vía a seguir para determinar en el futuro la veracidad de este cargo. Por último, Mueller dio por terminadas sus funciones y dejó explicita su decisión de no participar en una futura investigación de Trump.
El Informe desencadenó una ofensiva del Partido Demócrata convocando a audiencias públicas en la Cámara de Representantes para analizar la veracidad de las pruebas presentadas. Ante esto, Trump quitó toda cooperación a los demócratas en la agenda legislativa y dio plenos poderes al Procurador General (Attorney General) para iniciar una investigación sobre abuso del poder, espionaje y posible conspiración contra el Presidente por parte de varios ex funcionarios del gobierno de Obama y de los organismos de inteligencia involucrados en el Russiagate. Entre las atribuciones otorgadas al Procurador General, incluyó la posibilidad de acceder a toda la documentación existente en todas las agencias de espionaje, hasta ahora secreta e inaccesible. Paralelamente, el Investigador General del Departamento de Justicia inició otra investigación sobre las motivaciones políticas del FBI y su vinculación con la campaña de Hillary Clinton y con operaciones de contrainteligencia que habrían tenido por objetivo a Trump y a sus asociados. A esta investigación se han sumado otras llevadas a cabo por el Departamento de Justicia y relacionadas con las filtraciones de información secreta a la prensa y con el potencial abuso de la ley de inteligencia y política exterior (FISA) por parte del FBI, de la CIA y del Departamento de Justicia. Todas estas investigaciones convergen sobre la operación del FBI y otros organismos de inteligencia (Crossfire Hurricane) que se inicio en 2016 y continuó hasta la investidura de Mueller como Fiscal Especial. Estas investigaciones también pretenden determinar si el propio Mueller estaría involucrado en la conspiración del Russiagate.
Así, el conflicto entre facciones del Estado en las Sombras se ha intensificado y continúa dominando la escena política norteamericana. Ahora el Russiagate se suma a las investigaciones de un supuesto complot contra el Presidente en el cual habrían participado sectores de los organismos de inteligencia, funcionarios del gobierno, políticos, miembros de la prensa y hasta el propio Mueller. Todo esto ocurre al mismo tiempo que el Partido Demócrata debate la posible continuación de la investigación contra Trump en el Congreso, esta vez por supuesta obstrucción de justicia.
Este contexto político ha rodeado la creciente militarización de la política económica del gobierno de Trump. Si bien la misma persigue objetivos geopolíticos que hemos analizado en otras notas, muchas veces también refleja la temperatura política de los conflictos que acosan a Trump. Así, por ejemplo, el endurecimiento reciente de las sanciones económicas impuestas a Irán estuvo relacionado con el descubrimiento de negociaciones secretas mantenidas hasta hace poco entre el gobierno de Irán y ex funcionarios del gobierno de Obama (zerohedge.com 13 10 2018 y 1 6 2019). En otra ocasión, ante la imposibilidad de encontrar apoyo en el Congreso para impedir la ola de inmigración centroamericana, Trump amenazó a México con la imposición de tarifas del 10% a la importación de productos mexicanos, si este país no firmaba inmediatamente un acuerdo para contener a la inmigración que se agolpaba en la frontera sur para penetrar en los Estados Unidos (zerohedge.com 7 6 2019). La amenaza surtió efecto y las negociaciones están en curso.
Un proyecto de país
El apoyo dado por Trump al gobierno de Macri y a la gestión del FMI en nuestro país se inscribe en este contexto de turbulencias que caracteriza hoy en día a la política norteamericana. Este apoyo explica la total impunidad con la que el FMI endeuda al país para financiar la campaña electoral de Macri y la impunidad mafiosa con la que manipula a las instituciones y endeuda al país. Sin embargo, esta situación no decidirá el resultado electoral ni asegurará el rumbo que seguirá el país en el futuro. Esto dependerá de la capacidad de la oposición para resistir la intimidación y organizar y movilizar a amplios sectores de la sociedad castigados despiadadamente por el ajuste tras un proyecto de país que defienda claramente la soberanía nacional y la inclusión social.
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