La líder del movimiento popular, nacional, democrático, latinoamericanista y feminista,
Cristina Fernández, nos ha convocado a militar por la fórmula que decidió integrar como
candidata a la vicepresidencia conjuntamente con Alberto Fernández, quien la
encabezará como aspirante a Presidente. Lo hizo evocando el aniversario de la asunción
de Néstor Kirchner a la primera magistratura y a la Revolución de Mayo.
La fundamentación de la decisión que enunció Cristina Fernández incluye su percepción
de un mundo y una región que atraviesan un tiempo de trágicos cambios regresivos, en
los que se despliegan disputas comerciales, tecnológicas, militares, geopolíticas y
políticas, y con el objetivo de evitar que esos acontecimientos nos conduzcan a mayores
desgracias.
El escenario es adverso y opuesto al período en que el kirchnerismo condujo el país entre
2003 y 2015, con un Proyecto que en sus distintos hitos construyó más autonomía
nacional, mejor nivel de vida para el pueblo, revitalizando la cultura y participando de una ola de gobiernos populares que promovían la integración regional en pos de la Patria
Grande latinoamericana. Con Cristina nos sentimos orgullosos de las políticas de ese
período que con sus aciertos, críticas y errores tuvo una inequívoca direccionalidad en
beneficio del pueblo y la Nación.
Luego sobrevino una época de derrota a manos de una fuerza política que no sólo
gobernó mal, sino que lo hizo para la defensa de los intereses sectoriales de los más
poderosos, del capitalismo financiero globalizado que en pocos años se benefició con
grandes rentas y se constituyó en gran acreedor del país. Quienes ejercen el gobierno
son los CEOS de las finanzas y de las empresas de servicios, que también expolian al
pueblo con alzas desmesuradas e injustificadas de las tarifas, dolarizadas, mientras los
salarios de los trabajadores fueron reducidos drásticamente, las pequeñas y medianas
empresas fueron gravemente dañadas por una recesión inducida, y los sectores más
vulnerables resultaron arrojados a la miseria y al hambre. Del discurso sobre la seguridad represiva del gobierno, salieron los policías que matan adolescentes y los fanáticos anónimos que queman a los desvalidos a los que solo queda la calle para dormir.
La reflexión y el llamado dramático a ganar las elecciones parten de la convicción de
quien se ha ganado el lugar histórico de la conducción política del pueblo argentino en
estos graves tiempos, respecto a la necesidad de construir la más amplia coalición
ciudadana para derrotar a Macri, a Cambiemos y al neoliberalismo en las próximas
elecciones. Pero también convoca a un nuevo contrato social de ciudadanía responsable
que permita el desarrollo individual en el marco de una realización social y colectiva. El
concepto de contrato social debe ser pensado en sus más diversas dimensiones de
reconstrucción de la justicia, el trabajo, la soberanía y el repudio al intervencionismo de
las grandes potencias en los asuntos internos de las naciones latinoamericanas,
particularmente los EE.UU., empeñados en recuperar la hegemonía total en América
Latina.
La Unidad Necesaria
El estado de la Nación es más grave que la desquiciada situación de 2003. El
endeudamiento colosal de los últimos tres años y la inédita deuda asumida con el FMI
revelan la intención de la oligarquía financiera, cuyos gerentes ocupan los puestos de
mando en el gobierno de Cambiemos, de reducir al mínimo los grados de independencia
para la futura acción de gobierno.
Ello obliga no sólo a la mayor amplitud de la coalición política, sino también de los
sectores sociales que respalden una orientación de gobierno inversa a la ejercida en los
últimos años. A la vez que se requiere la obtención de una victoria electoral contundente,
que permita ganar en primera vuelta. Manteniendo e impulsando el ejercicio de las
grandes movilizaciones para construirla. Y requiriendo una mayor organización popular
para respaldar las políticas que reviertan el orden vigente y lo sustituyan por uno nuevo.
La inédita amplitud de la Unidad necesaria, significará la diversidad de miradas,
concepciones y enfoques. Porque su construcción no será entre idénticos, ni siquiera
entre parecidos, si no que entre diferentes y muy diferentes para construir una mayoría
que desaloje a la oligarquía que arribó al gobierno ocultando su programa de acción y con la metodología de la degradación de la política. Una interpretación del contrato social significa que la fuerza reconstructiva de un pueblo surge de reciprocidades cuyo núcleo último es una comunidad de iguales y un intercambio de conocimientos respecto a formas de vida con vocación de emancipación.
Sabemos que habrá enfoques diferentes con relación a la mirada sobre el pasado, y
también respecto a cuestiones puntuales del programa para el futuro. Sin duda habrá
debates con respecto a las dinámicas entre consenso y disputa. No poder convivir con
ellos entraña el riesgo de estrechar la coalición necesaria. Podrán no ser iguales los
puntos de vista que expresen el Grupo Callao, el Grupo Atahualpa o el Grupo Fragata que los que sostenga el Manifiesto Argentino o propongamos desde Carta Abierta.
Seguramente tendremos diferencias y coincidencias en la evaluación de las políticas del
gobierno popular, nacional y democrático 2003/2015. Pero nos encontrará unidos la
vocación por desalojar a Macri y al neoliberalismo del gobierno. Un viejo latido
democrático, que resurge de su asfixia por los medios de comunicación que hablaron con
una voz fabricada mediante unanimidades artificiosas, debe ser el que los eche con la
fuerza masiva del voto.
Porque, compatriotas, el amor debe predominar sobre el odio. Y esta es más que una
frase sentimental, es un exorcismo con la palabra para sublevar el orden impuesto por
una moralina de funcionarios y periodistas adictos al régimen. Uno que impera en virtud
del engaño de campaña, una de las más sucias que haya visto nuestra historia, que logró
imponer por el voto a un gobierno que disciplina y castiga las demandas populares y
alienta las pulsiones más bajas al usar herramientas comunes al campo de los
imaginarios más tortuosos, y hacer con ellas lo que estaba vedado por la norma más
elemental de la convivencia democrática. Nunca habíamos visto gobernantes burlarse de su pueblo. Así los oímos en discursos vergonzosos denostar a sus anchas a sufridos ciudadanos, solo por haberse antes favorecido por las políticas de estado: el niño que recibía libros y una computadora, el joven humilde que accede a la universidad pública, la familia que “comía un asado”, los hogares que estaban calefaccionados, los jubilados que podían resolver sus necesidades básicas como pagarse los remedios y vivir dignamente. Ahora no solo se los somete a un presente brutal, sino a la culpa de haber accedido a lo que se considera inmerecido. Y esto es así porque los ocupantes del poder opinaron sobre todos los problemas sociales desde la punta del revólver humeante del policía que disparaba al bulto, con la seguridad de que si mataba a algún adolescente que salía de madrugada de un boliche, el perro Balcarce los condecoraría con un ladrido aprobatorio.
Pero la correlación de fuerzas y la conciencia política del pueblo les ha impedido destruir
completamente los baluartes de contención y resistencia a los objetivos de
desorganización que las finanzas imperiales tenían sobre nuestro país. Las
organizaciones sindicales y la legislación que regula su participación en la vida y
relaciones de trabajo no pudieron ser desarticuladas. Las organizaciones sociales siguen
teniendo una dinámica de crecimiento, organización, institucionalización y movilización.
Los doce años de ampliación de derechos, sin restricciones a la protesta y la vida
democrática han sido fructíferos en la reconstrucción de lazos sociales que no lograron
ser suspendidos por cuatro años de gobierno de la derecha.
Por eso las elecciones de este año son un momento trascendental para frenar el mayor
avance en las cuotas de destrucción que no pudieron alcanzar. Para evitar los intentos de
reformas laborales flexibilizadoras, de privatización del sistema previsional, de
colonización del banco central, de destrucción de la escuela y salud publica y la
mercantilización de la educación y de la producción nacional de ciencia y tecnología.
Para forjar una política de seguridad al servicio del pueblo, que erradique la represión y luche con una adecuada conducción civil contra los grandes grupos del delito con fuerzas policiales sin corrupción. Para separar la política de seguridad de la de defensa nacional, rescatando la soberanía como condición indelegable de la política nacional expresada en una política exterior independiente del hegemonismo de las grandes potencias y una política de Defensa Nacional basada en estos términos.
Recuperar la plena vigencia del Estado de Derecho
La presencia del fiscal Stornelli en la primera fila de un acto oficial,
revela el grado de corrosión del Poder Judicial y la degradación de la institucionalidad
republicana.
La fórmula Axel Kicillof-Verónica Magario en la decisiva provincia de Buenos Aires,
gobernada por Vidal con las mismas políticas de destrucción de la educación, la salud y la seguridad publicas, consolidará la propuesta a nivel nacional.
Entonces, resulta clave marchar a una victoria popular en las PASO, y en las elecciones
generales de octubre con los candidatos del Frente Patriótico, Alberto Fernández y
Cristina Fernández de Kirchner.
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