La voz de la calle
La presentación del libro maldito
La voz de la calle llenaba la sala. Era el final de la presentación. Cristina salió a saludar a los militantes movilizados otra vez abajo de la lluvia. Subió a algún lugar. Ellos y ellas cantaban. Y el canto no era otro: Cristina Presidenta. Una y otra vez. Presideeenta. El mismo que había sonado desde el comienzo de la presentación de un libro definido como suceso editorial inédito del que no se tienen referencias y un acontecimiento político. En ese final, ella no habló. Pero con una de las manos levantadas se puso a acompañar a la muchachada, los dedos levantados dirigiendo ese grito que gana la calle.
Finalmente ocurrió. La presentación del libro Sinceramente, esa palabra que ella usa todo el tiempo en el texto escrito y hablado. Un libro que presentó como legado para los y las más jóvenes. Ni Talmud, ni Biblia, ni Corán, dijo: un instrumento para discutir a partir de la experiencia. "Porque lo que discutimos ahí no lo decimos en un congreso de Filo, con todo lo que los quiero a los queridos compañeros de Filosofía, pero esto no es teoría, es práctica y experiencia, dura y dolorosa".
Cristina no habló de su candidatura. Ni falta que hacía. Vestida del blanco de ceremonia oficial, su voz habló investida de ese lugar otorgado por el canto, pero también por los que siguieron la transmisión en las redes y los que marcaron topes de 36 puntos de rating en el prime time. Y también habló investida por ese poder que la convierte en hecho maldito de las miserias de un gobierno que todo el día intentó empañar la fiesta con el fantasma de la violencia política.
—Así no alcanza —dijo ella en su definición política más importante. Ni siquiera necesito mencionar al gobierno, ni el decálogo de Mauricio Macri. No hacía falta. Cristina habló de Perón. Y Perón en el enfrentamiento del último tiempo con los empresarios. En ese contexto, abrió una línea programática: convocó a todos y a todas las argentinas a establecer lo que definió como un contrato social de responsabilidad ciudadana.
"Por supuesto que nadie, en épocas de discursos de unidad, de grandes acuerdos entre sectores políticos, dirigenciales, sociales, sindicales, iglesias —dijo—, nadie puede estar en desacuerdo con estos enunciados. Pero permítanme decirles que va a ser necesario algo más", señaló. "Un contrato social de todos los argentinos y de todas las argentinas con metas verificables, cuantificables, exigibles".
Habló de trabajo. Y modelo. Y de especuladores, quizá como eje estructural. Fue especialmente dura con los empresarios. Los enfrentó al modelo de la burguesía nacional en una comparación con José Gelbard, un modelo que declaró muerto en los años '70 cuando dijo: "Sin que nadie se ofenda, el último gran dirigente empresario que tuvo el país creo que fue Gelbard". Y agregó: "Nos hacen falta empresarios de esta magnitud. Nos hacen falta dirigentes que piensen a la empresa como parte del proyecto del desarrollo del país", dijo. "Querés ganar plata, pero tenés que entender que para que tu empresa sea más grande y pueda ganar plata, tienen que ganar todos y tienen que comer todas. Sino es muy difícil. Sino es muy difícil", volvió a decir. Y nuevamente lo dijo.
Sinceramente se presentó en la Sala Jorge Luis Borges, a las 20 en la Rural, con cielo de tormenta. Al lado de Cristina Fernández de Kirchner se sentaron la presidenta de la Fundación El Libro y el director para Argentina de Penguin Random House. En primera fila estuvieron Alberto y Aníbal Fernández, Estela de Carloto, Felipe Solá, Lita Boitano y Taty Almeida, el premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, el empresario Daniel Vila que se presentó como el único periodista no kirchnerista aunque hubo más. Estuvieron Teresa Parodi, Carolina Papaleo, Cecilia Roth. Y optaron por sentarse atrás, los curas de la Opción por los Pobres Domingo Bresci, Carlos Gomez y el diácono Ricardo Carrizo.
Cristina habló del libro. Que escribió entre abril y diciembre del año pasado. Que empezó a partir de una idea de Alberto Fernández. Que al comienzo iba a ser sólo sobre su matrimonio, sus hijos, el patrimonio y el memorándum como respuesta a cada ataque a machetazos. Pero que cuando avanzó, "quise transmitir fundamentalmente a los jóvenes, que son mi gran esperanza, lo que me tocó vivir, lo que estoy viviendo, y lo que están viviendo los argentinos". Explicó Sinceramente como una interpelación a la sociedad. "No creo en sociedades maravillosas y perfectas que den malos dirigentes. Creo que hay algo de reflejo arriba de lo que hay abajo y viceversa".
Esa mirada de ida y vuelta, entre el abajo y arriba, entre lo que opera en la calle, fue otro punto que sometió a ese prime time de lanzamiento.
La presidenta de la Fundación de El Libro inscribió a Sinceramente como un "verdadero suceso editorial". Y, para que no queden dudas, agregó: que en realidad contrasta con las difícil situación que atraviesa el sector. El director de la editorial habló de los números de un fenómeno sin precedentes. Los primeros 20.000 ejemplares agotados no cuando salieron a la calle, sino en la primera hora de difusión. Los primeros 60.000, en un sólo día. Y a 10 o 12 días del lanzamiento, una cuenta de 300.000 ejemplares vendidos. La tirada que tiene a tope a la imprenta, alegre al imprentero y es "muy bienvenida por los libreros en un momento difícil para la industria" —dijo, de paso— hizo de esto un libro sobre el que es difícil encontrar antecedentes. Y no habló solo de ventas: desde hace 15 días, el país habla de un libro.
—Yo siempre hablo y creo en las señales —bromeó Cristina enseguida. La sala aclamó. Ella hablaba de María Teresa Carbano, primera mujer presidenta en 45 años de historia de la Fundación a cargo de la Feria del Libro. Luego se señaló a sí misma, después a la otra mujer y dijo: "Por lo cual, autora y presidenta, está bueno".
La gente cantó.
—No, por favor —dijo ella—. La primera presidenta mujer es ella. Yo ya fui presidenta.
La presentación duró poco más de 40 minutos. Y les habló a todos y todas. A los que dicen que hay tormentas cuando la meteorología tiene patrones de imprevisión pero la política y la economía no los tiene. A los que peregrinan a Estados Unidos pero no aplican sus políticas proteccionistas. A los que "literalmente" no llegan a sobrevivir todos los días. Buscó a Carlos Tomada cuando presentó en un sólo cuadro los efectos de dos modelos completamente diferentes. Tomada "me confirmó que aquel 3 de junio (de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner) había firmado el pago de salarios de 2.300.000 planes jefas y jefes de hogar que era un instrumento importante —dijo— que había tenido el anterior gobierno, encabezado por el doctor Duhalde y como ministro a Roberto Lavagna, para paliar la terrible crisis..."
Y ahí, además de dos nombres, también hubo aplausos.
"Y cuando nos tocó entregar el gobierno en 2015, de aquellos 2.300.000 solamente quedaban 207.000. Eran Ellas Hacen y Argentina Trabaja, porque habíamos generado millones de puestos de trabajo. Y sin embargo —dijo— el actual gobierno, a cuya base social no le gusta (...), hoy tiene 467.000 planes, casi medio millón de planes. Muchos más de los que tenía el gobierno de los choriplaneros y planeros". Y ojo, dijo cuando alguno amagó con silbar en el medio. "Siempre decimos los que tienen plata, los que tienen plata. Pero no: hay gente humilde, trabajadoras y trabajadores, que no están de acuerdo con los planes, ustedes seguramente conocen alguna mujer que se levanta a las cinco de la mañana para viajar del conurbano bonaerense a trabajar en una casa de familia en Capital. Y se pregunta por qué".
Y ahí de nuevo la Presidenta Cristina presidenta hablaba con otros. Con los que no estaban ahí. Los del prime time. Y luego con los de adentro: "Es una discusión que hay que darnos, sin enojarnos unos con otros".
La presidenta de la Feria del Libro había dicho poco antes que le habían preguntado e esos días qué iba a hacer si mientras hablaba, la gente se ponía a cantar. Ella dijo que iba a callarse. Cristina hizo lo mismo. Habló. Y calló. Y habló. Y de nuevo silencio. No era la Cristina de la campaña a senadora. Ni la senadora peleándole a Michetti en la Cámara Alta. Ni la Cristina plantándose frente a Bonadío a las puertas de Comodoro Py . Era presidentaaaa Cristina presidenta, que ya comenzó a hablarles de vos a los empresarios. Trajo a Perón. Perón del 12 de junio de 1974, pero no el de la tarde sino el de la mañana.
"Eso casi no se conoce. Se oculta", dijo. Antes que él dijera lo de la música más maravillosa, habló por radio muy enojado con el sector empresario "denunciando que no se estaba cumpliendo el acuerdo social, denunciando que había especuladores, que medraban con la miseria y el hambre del pueblo. Y que él había venido a contribuir con la Patria pero que si estas conductas de agiotismo continuaban, estaba dispuesto a renunciar. Por eso —dijo— salió la gente a la calle".
"¿Con esto qué quiero decir? Que aún con la envergadura y la magnitud de un Perón que había sido el firmante de aquel pacto, de un José Gelbard, pasaban estas cosas. Por eso digo que es necesario un contrato social de los argentinos y argentinas. Creo que si tuviera que ponerle un titulo le pondría: contrato social de ciudadanía responsable". Es necesario que todos pongamos el esfuerzo para generar trabajo genuino, por ejemplo. Obviamente primero el esfuerzo del Estado en generar las políticas y segundo de los empresarios también para generar ese empleo con la convicción de que no hay posibilidad en este mundo tan difícil que hoy tenemos, de generar crecimiento económico sin mercado interno fuerte.
Finalmente habló de Néstor. Varias veces. Al comienzo. Cuando pasó a firmar el libro de visitantes ilustres de la Feria. Y vio esa firma en el año 2005 cuando él presentó un libro de poesías de los y de las desaparecidas. Cuando dijo que no quería dedicárselo ni al político, ni al militante, ni al estadista, ni al hombre porque él no lo necesita. Y ahí volvió la épica: él ya tiene su lugar en la historia. Y volvió también casi sobre el final cuando dijo que eligió el 9 de mayo porque hacía 44 años se casaban en el Registro Civil de La Plata.
De los agradecimientos habló al comienzo. Y ahí agradeció a "los miles y miles que han comprado libros porque me consta que muchos lo hacen juntando monedas, juntándose entre dos o tres, para poder comprar". Dijo que las ventas la sorprendieron.
—Cuando estábamos preparando esto, la editorial hablaba de 20 o 30 mil. Me decía que eso sería un éxito.
Y ahí Cristina dijo: Sinceramente si querían acariciarme el alma, lo han hecho. Me acariciaron el alma, y lo lograron con creces.
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