En la noche del último viernes se produjo un enfrentamiento entre policías de la provincia de Buenos Aires y federales en el marco de una persecución por el control de zonas del narcotráfico. En el tiroteo entre integrantes de las fuerzas de seguridad fue asesinado Hernán David Martín, de 43 años, y varios uniformados fueron heridos. La guerra por el control territorial de los circuitos de la droga se hace cada vez más explícita. Mientras tanto el Hada Buena, María Eugenia Vidal, continúa su tarea de teatralización. La semana pasada anunció la destrucción del bunker número 100 con la que se busca instalar un supuesto compromiso por la reducción del comercio de estupefacientes. La simulación, estipulada como prioridad de las políticas públicas de Macri y de Vidal, queda deslucida cuando se consultan los índices difundidos por los organismos públicos dedicados al rubro, como el caso de los provistos por el Observatorio Argentino de Drogas, perteneciente a la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (SEDRONAR).
Detrás de la parafernalia policial y de sus respectivas operaciones mediáticas surgen preocupantes datos que refutan la pretendida batalla contra las drogas. Los informes muestran la verdadera cara acuciante del problema, cuyo tratamiento impresionista no parece ofrecer soluciones a las poblaciones más castigadas, que siguen aumentando su exposición al flagelo y al entorno que lo viabiliza.
Las cifras revelan la contradicción entre los repetidos decomisos y el notable incremento del consumo. Más aún: las investigaciones ponen en evidencia la facilidad, naturalidad y sencillez con que se accede a dichas sustancias.[1] El promocionado aumento de cantidad de detenidxs y la paralela elevación de la cantidad de secuestros de estupefacientes no concuerda con el ingente aumento del consumo. Existen dos explicaciones posibles: (a) la posibilidad de que las acciones policiales escenificadas estén beneficiando a determinados carteles en detrimento de otros, y (b) la contingencia de que muchos de los operativos sean simulados, en forma coherente con el estilo de puesta en escena, característico de Cambiemos.
El enorme aumento del consumo de todos los grupos de sustancias prohibidas, y la asumida facilidad de acceso a las mismas, declarada por los entrevistados en las investigaciones del Observatorio, sólo puede ser asociado a una distribución territorial más amigable para determinados grupos mafiosos, en detrimentos de otros. Los datos comparativos a nivel nacional (entre 2010 y 2017) muestran un incremento descomunal: los niños y adolescentes, entre 12 y 17 años, han duplicado su consumo de éxtasis, marihuana y el resto de las drogas ilícitas en los últimos años. La pretendida batalla contra el narcotráfico, publicitada con grandilocuencia de explosiones guionadas, búnkers derribados y operaciones cinematográficas, no logran disimular los datos más trascendentes.
El consumo se incrementó en un 100 %, en el segmento más vulnerable de niñxs y jóvenes.[2]
Detrás del set de filmación
En comparación con 2010, se triplicó el consumo de cocaína entre los niños y adolescentes. También se redujo la edad de iniciación: en 2010 era a los 16 años y en 2017 descendió a los 14 años y medio. La versión repetida por Cambiemos acerca de que el narcotráfico puede ser abordado desde una perspectiva policial o militarizada, reniega de las víctimas y reproduce la lógica de las propias bandas criminales al instalar la comercialización en el lugar de los enfrentamientos armados, el consiguiente reclutamiento de sicarios y la proliferación de armas. Los jóvenes que no lograr acceder a empleos, bajo modelos de destrucción sistemática del trabajo, se convierten en fuerza de trabajo disponible para el crecimiento de sus tribus urbanas violentas.
Mientras Vidal y Bullrich desatan su guerra, los niñxs y adolescentes viven en peligro[3]
En los distintos informes del SEDRONAR se busca eludir las comparaciones interanuales, con el obvio objetivo de disimular lo inocultable: que los panes de cocaína secuestrados, ordenados geométricamente con número de serie policial para las cámaras, y sus concomitantes puestas en escena de los estallidos de búnker, no alcanzan para solapar el aumento de una pandemia cuyo origen está ligado a la ausencia activa del Estado. La consideración de que la presencia estatal está legitimada únicamente por la imagen policial y su consecuente represión, se constituye en otro de los justificativos requeridos por los grupos narcos para ofrecer protección territorial frente a la brutal violencia institucionalizada. La marginalidad multiplicada por las políticas neoliberales y su intrínseca ausencia de acciones sistemáticas en el campo de la prevención y la salud pública explican mucho más el deterioro, que la pretendida cultura del delito, adjudicada a la pobreza.
Las falsedades divulgadas no se relacionan únicamente con las consecuencias de sus políticas. En agosto de 2018 la actual gobernadora de la Provincia de Buenos Aires manifestó que existían “más detenidos por narcotráfico en los últimos dos años que en toda la gestión del gobierno de Scioli”. La falacia quedó rápidamente rebatida por los datos provistos por el Sistema Nacional de Estadísticas de Ejecución de la Pena (SNEEP), que depende del Ministerio de Justicia de la Nación: durante el lapso de gobierno de Scioli se detuvieron, por causas ligadas a narcotráfico, a 9200 personas, y en los casi tres años de administración de Cambiemos se contabilizaron no más de 2300 detenciones.[4]
El fracaso de las políticas instauradas se evidencia además en los consumos adictivos legales, como el alcohol, que son los más generalizados y los que más daños producen a la salud pública. La ingesta de alcohol se incrementó un 20 % desde que Macri llegó al gobierno. Pero entre las mujeres el aumento es mayor: alcanzó indicadores superiores al 40 % de crecimiento. Los indicadores definen la gestión como un fracaso en toda la línea. Incluso en aquellas dimensiones que fueron proclamadas como prioridades gubernamentales.
Exclusión, destrucción de redes sociales y alcoholismo: una relación conocida.[5]
Espionaje, mentiras y video
El entramado del espionaje ilegal protagonizado por Marcelo D'Alessio, los agentes de la AFI y las agencias de inteligencia extranjeras, no parece ser ajeno a estos resultados devastadores. Los ostensibles vínculos entre el falso abogado y los jefes de la banda rosarina de Los Monos; el procesamiento de la diputada chaqueña de Cambiemos Aída Ayala por lavado de activos del narcotráfico, y los manejos del fiscal de Mercedes Juan Ignacio Bidone (en relación al triple crimen de General Rodríguez), brindan un panorama por lo menos incómodo para los gobernantes del PRO. La actual gobernadora obtuvo su elección en 2015 gracias a una operación mediática en que se asoció al candidato del Frente para la Victoria, Aníbal Fernández, como parte integrante del narcotráfico. En estos tres años se fueron derrumbando una a una todas las falsedades utilizadas para desmontar dicha manipulación.
Como inquietante paradoja aparecen, sin embargo, cercanías cada vez más explicitas entre las trayectorias de Cambiemos y el submundo de la narcopolítica. Quizás ese entramado explique una parte del incremento del consumo de estupefacientes y del daño social acumulado, promovido por una doctrina que desprecia el trabajo como principio de articulación social. Existe un proverbio judío que advierte: “Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”. Quizás se deba a ese lema la razón por la cual varios funcionarios, e inclusos parientes ligados al macrismo, empiezan a fantasear con exilios (más o menos dorados) en Europa o en Estados Unidos.
Vidal anuncia que se derrumba el búnker 100, pero aumenta el universo de los adictos. ¿Quién está haciendo la diferencia en Narcolandia?
[1] La investigación focal realizada por el Observatorio Argentina de Drogas muestra, a partir de estudios de campo, que los ciudadanos perciben que les resulta más fácil conseguir hoy las sustancias prohibidas que en el gobierno anterior. Estudio nacional en población de 12 a 65 años sobre consumo de
Sustancias psicoactivas. Argentina, 2017 https://bit.ly/2CDKsMn(Pág. 45).
[2] “Resumen de los Resultados del Estudio 2017 de Consumo de Sustancias Psicoactivas”. Población de 12 a 65 años. SEDRONAR, En línea. https://bit.ly/2CImPlZ(Pág. 4)
[5]. https://bit.ly/2CImPlZ.
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