LA INTELIGENCIA DEL PEZ
La voracidad de ciertos apetitos conduce a la sentencia: “El pez por la boca muere”.
Marcelo D'Alessio resulta ser un personaje cuyas acciones de inteligencia, confabulación y extorsión muestran la silueta de un peligroso delincuente que opera en las sombras. Pero a la vez, al escuchar los audios de sus operaciones, observar sus gestos y atender detenidamente a cada una de sus frases y a su vocabulario, en él también se observa algo bufonesco. Es la ambigüedad propia de un personaje que muestra alguna anomalía, aunque a la vez sus actos se dirigen al manejo de personas convertidas en títeres y marionetas sujetas a su “arte”, ejercido como servicio para sus superiores y beneficio propio.
Como bufón de estos tiempos, D’Alessio sirve a la mesa de los ricos o de aquellos que quieren llegar a serlo, y se gana su confianza. Por eso llegó a ser “asesor” en los estudios cortesanos. No tiene la fisonomía de un frío agente de la CIA o de la KGB, pero sus actos tampoco son los de un comediante, aunque su vulgaridad rocambolesca causa cierta sonrisa de desprecio. Mueve a risa, pero a la vez infunde temor. En su actitud de estar “jugando” a la guerra se observa en él algo infantil, pero al ver las armas con las que juega despierta espanto. Se maravilla ante los entresijos de los poderes a los que sirve, e ingenuamente se siente amparado en sus pliegues. Pero desde la realidad que puso al descubierto, ya comienza a percibir el legendario destino de chivo expiatorio que siempre tuvo su personaje.
Una corte global bufonesca
Marcelo D'Alessio no operaba solo con sus extorsiones, sino en asociación. Así se lo ha asociado al fiscal Carlos Stornelli, la diputada Elisa Carrió, el periodista Daniel Santoro (Clarín), el jefe de la agencia de inteligencia Gustavo Arribas y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich. Se lo acusa de pedir dinero bajo amenazas y de traficar información para la agencia de inteligencia, el periodista, la diputada y la embajada de Estados Unidos. Pero aunque sus asociados compartan con él las actuaciones de un agente de inteligencia al servicio de intereses particulares, y del gobierno y otros países; y el histrionismo cuya exageración los hace poco creíbles y hasta risibles por “no tener los patitos en fila” o por su abuso etílico; hay que atender a la importancia de sus diferencias.
A los bufones se los ha clasificado como “naturales” (por sus condiciones de origen, scurrae), o “artificiales”, porque se vestían como los primeros, para su reemplazo, cuando por su incontinencia verbal, después de haberles dado el derecho a la libertad de palabra, aquellos se volvían inseguros (del bufón “artificial” saldrán los payasos). Y han sido “vulgares” o “sabios”, “oficiales” y “no oficiales”.
D'Alessio, aún operando como agente no oficial de inteligencia, es un bufón vulgar, como aquellos esclavos romanos a los que se vestía con una capucha con orejas de burro para su burla. Pero quienes son señalados como sus socios, en caso de serlo, son bufones “sabios”, como Esopo, el fabulista griego. Y una diferencia no menor, que pide explicación, es la de observar que los soberanos a los que sirven todos ellos, también actúan en modo bufonesco. Así dicen en su país del Presidente Trump, el de mayor poder.
Hinflata bocca
No deja de sorprender, una vez más, que el gobierno de Mauricio Macri quede atrapado en el reverso de sus estrategias discursivas y operativas de manipulación. Habló de transparencia, independencia de poderes, defensa de la República, libertad de opinión, decir verdad, lucha contra la corrupción… Y buena parte de la oposición política fue permisiva de su latrocinio en aras de “la gobernabilidad”; otra parte de la ciudadanía lo acompañó por convicción ideológica o ignorancia individualista; un conglomerado de medios de comunicación fue el canal de transmisión de sus mensajes; y un amplio sector del poder judicial lo legitimó. Pero D’Alessio corrió la tela que encubría al mayor de los espejos del gobierno y todos sus actos y palabras pudieron leerse en su modo real, no invertido.
Y es que la razón primaria y excluyente de aquella gran estrategia se fundaba en el único axioma que gobierna en la inteligencia de los peces: el pez grande se come al chico. Así fueron devorados los cardúmenes de trabajadores, jubilados y desocupados, las pequeñas y medianas empresas y la industria nacional, entre muchos otros, por los bancos y los grandes peces financieros y energéticos. Un modo que, por si había dudas, Macri dejó en claro: “Todos queremos crecer, pero para crecer tenemos que tener moneda”. Se deduce que por eso nos endeudó como lo hizo, esperando que al tener moneda vendría el crecimiento. El retorno de la pulsión de la codicia no tiene límites.
Es así que la razón monoaxiomática del pez, sin ningún condicional que limite la voracidad de su apetito, no puede sino concluir en la sentencia: “el pez por la boca muere”. Toda la arquitectura de Macri y de Cambiemos implosionó por la boca de D’Alessio, un bufón vulgar que en su incontinencia no pudo darse cuenta que eso más chico que quería comerse era un anzuelo. Voltaire dice, en su Diccionario filosófico, que el origen de la palabra “bufón” hay que buscarlo en el italiano, a partir del término “hinflata bocca”.
Égida y poder
La incontinencia de D’Alessio ha ofrecido tanto material para la comprensión de la estructura maligna que el terrorismo semiológico del gobierno de Macri ha buscado ocultar, que como lo adelantara el juez Alejo Ramos Padilla hace falta un enorme trabajo para desentrañar el espesor de lo que se ha descubierto.
El día en el que fue detenido, y a la vez que amenazaba a los responsables del operativo con sus influencias al más alto nivel gubernamental, D’Alessio le suplicaba al fiscal que lo dejara en su casa y que le iba a contar todo. Que su vida corría peligro. Entonces dijo: "Dada la égida y poder que tiene la persona que me encargó el trabajo, pregunto: ¿qué hago? Me van a matar".
En los Autos de su procesamiento, el 25 de febrero, puede leerse: “Más tarde ese día, D'Alessio le informó: ‘Listo el Centeno de PDVSA’, le envió un video como adjunto de la entrevista con el periodista Daniel Santoro y le señaló a Stornelli: ‘No paró de dar datos chequeables durante dos horas!! El lunes, te lo siento (antes q lo maten)’. Stornelli contestó: ‘Perfecto’ y ‘Gracias!!’; a lo que D´Alessio respondió: ‘Esa es mi égida!! Jaaaaa. Trabajamos prolijo! Sale en tapa del domingo de Clarin’”.
Pero la palabra “Égida” sonaba extraña en boca de un extorsionador dedicado al espionaje ya que es un cultismo extraordinariamente raro en el uso habitual del lenguaje. La pregunta entonces era: ¿de dónde tomó D’Alessio esa palabra y qué explicación tenía como parte de su vocabulario?
Un sistema de combate
D’Alessio operaba entre Estados Unidos y Argentina. La palabra “égida” es de uso marginal en nuestro país. Pero en 1969, en Estados Unidos se reemplazó el Sistema Avanzado de Misiles de Superficie que operaba en los buques de la Armada, por el Sistema de Combate Aegis, un sofisticado sistema de radares y computadoras que guía los misiles de combate. Aegis, término tomado de la palabra griega con la que se nombraba al escudo de Zeus (su defensa) y su temible cabeza de Medusa, en español es “égida”. Ese sistema de armas navales es producido por la corporación Lockheed Martin, una de las mayores corporaciones de producción mundial de armamentos.
El destructor Arleigh Burke, uno de los más modernos de la flota USA, que incorporó en su diseño enseñanzas de la guerra de Malvinas, está equipado con el sistema Aegis para guiar los misiles Tomahawk (producidos por Raytheon) utilizados en las guerras de Irak y Siria. Y aunque Aegis fue diseñado inicialmente para la Armada de los Estados Unidos, progresivamente se ha ido vendiendo para su uso por buques de Japón, Noruega, Corea del Sur y España.
Quizá esto explique, en el marco de un interés militar creciente en América Latina, ilustrado por el reciente encuentro Trump-Bolsonaro, su acuerdo para una plataforma de lanzamiento de cohetes en territorio brasileño, y la intención de incorporar a Brasil como aliado extra OTAN, que los Estados Unidos no sólo tengan una finalidad de dominio militar regional sino a la vez, e indisociablemente, una búsqueda de nuevos consumidores para el gigantesco negocio de sus corporaciones de armamentos.
Por eso no es descabellado pensar que D'Alessio, un personaje deslumbrado por el poder de otros, y atento a todo negocio, haya podido escuchar la palabra “égida” en los Estados Unidos, ese territorio que frecuenta, y que la haya incorporado a su vocabulario en ese “juego” de importancia por saber de los poderosos y usar su lengua, abriendo puertas, conscientemente o no, al lenguaje de los negocios de la guerra. Si esto fuera así, la asociación ilícita que integraba con bufones de otro rango, sería no solo un agravio a nuestro país sino también a la paz regional. Llega el 24 de marzo para recordarnos que la amenaza de ese condicional de violencia ya se hizo realidad otra vez.
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