El leviatán y sus lobos

La historia de un pueblo colombiano ofrece claves para entender la batalla entre Macri y Techint

 

¿Puede pensarse el anuncio de reducción de los subsidios en Vaca Muerta como una política de la vendetta? ¿Existen elementos para pensar este capítulo de las tensiones entre Macri y Rocca en clave de venganza? Decidí hacer una entrevista al antropólogo Santiago Álvarez que no ha trabajado sobre enfrentamientos entre familias empresarias argentinas, pero investigó sobre venganzas de sangre entre campesinos en los Andes colombianos. Publicó el trabajo en un libro donde dice que cuando una venganza comienza, el único interés de cada familia es la aniquilación de la otra, es decir el asesinato de todos los varones. Y la venganza tiene como punto de partida conflictos que permanecen en la memoria, quedan congelados y se reactivan cuando aparece una ocasión.

¿Por qué, en este caso, esa idea de venganza puede explicar alguno de los sucesos que tienen bajo fuego a trabajadores e inversionistas en el sur? Santiago Álvarez no tiene la respuesta, pero creo que su trabajo permite pensar algunas claves detrás del descubrimiento en Colombia. Entender sentidos en las relaciones que existen al interior de lo que denomina familias extendidas y el rol de varones y mujeres en un escenario donde la violencia atraviesa distintos anillos del Estado. El análisis también es interesante para pensar, más acá, otros sentidos de la violencia como los efectos del nuevo protocolo de Seguridad con la orden de matar destinada para los agentes federales.

 

Santiago Álvarez

 

Álvarez publicó El leviatán y sus lobos en 2004, para reunir resultados de un trabajo de campo realizado entre 1994 y 1996 en el pueblo de Pasca, ubicado apenas a unos 85 kilómetros de Bogotá, en una zona del altiplano muy aislada, que lo tornaba parte de otro mundo. Allí las personas andaban con roanas, en un municipio que había estado controlado por la guerrilla y para entonces era conducido por lo que quedaba de la Unión Patriótica. El pueblo tenía a un cura conservador de nombre Hincapié, muy conocido por el hallazgo de la balsa dorada, una de las piezas centrales del Museo de Oro de Bogotá. Uno de los hombres del pueblo había encontrado esa balsa en la laguna de Guatavita y cuando el cura se dio cuenta de lo que era, dice Álvarez, hizo de todo para ponerlo en contacto con el Museo y salvarla. El cura iba y venía del pueblo donde había construido el museo de arqueología, uno de las instituciones en funcionamiento en la pequeña ciudad.

Álvarez no puso en su libro nombres reales de las personas. Cuando volvió al pueblo, diez años más tarde, se dio cuenta de que había hecho lo correcto: gran parte de sus entrevistados habían sido asesinados y otros se habían ido, generalmente refugiados a Canadá. Él había pensado trabajar originalmente sobre la violencia política en Argentina, pero abandonó la opción al notar que no iba a tener suficiente distancia mental. Primero buscó espacios en Perú, lo descartó en medio del auge de Montesinos, sucedió igual con Ecuador y terminó en Colombia. De la mano de una colaboradora de Eric Hobsbawm, consiguió protección de una de las organizaciones armadas de la zona para el trabajo y una beca del Instituto colombiano de Antropología e Historia. Hoy es docente del IDAES-UNSAM y aún trabaja sobre el proceso de paz colombiano.

Uno de los aportes del trabajo fue incluir la perspectiva de género para entender las relaciones sociales. Y eso que hoy parece natural, no lo era. Vos discutís las influencia de las ideas de la masculinidad en la reproducción de la violencia.

Había tenido un curso sobre género en la carrera pero nunca me pareció importante para el proyecto de tesis, sin embargo eso cambió durante el trabajo de campo. Me encontré con una masculinidad, con una forma de ser hombre, y la importancia de las masculinidades como una de las llaves para entender qué pasaba. La relación de masculinidad y violencia aún era muy poco usada. El punto es que no me encontraba sólo con una violencia política. Me encontraba con una serie de violencias que partían de la familia, de sus dificultades y luego pasaban a las disputas y a las venganzas con otras familias. Ese es el otro fenómeno asociado. Lo que digo allí es que en una región donde el poder es disputado violentamente por el ejército, la guerrilla y los narcotraficantes, existen grupos familiares envueltos en vendettas. Estas familias tienen problemas con sus vecinos y prefieren no acudir al sistema legal estatal por justicia, pero, en cambio, usan la violencia interna para resolver sus conflictos o para establecer una relación social de odio con sus enemigos.

Pero también acuden al sistema legal.

Es que el Estado es utilizado por las familias, cuando se lo usa, no para conseguir justicia sino como otra arma contra la familia adversaria. En todos los casos, el Estado nacional no puede parar, suspender o interferir en esos conflictos.

 

Cabalgata, Pasca, Colombia. 1994-1996. Archivo. Santiago Álvarez.

 

Digamos que hay dos ejes de análisis: las violencias estructurales y la réplica en la escena doméstica y las relaciones interpersonales. ¿Una como reflejo de la otra?

Mientras estuve allí, seguí lo que iba sucediendo con dos familias que se enfrentaron. Cuando volví, nueve años más tarde, una de las dos familias prácticamente había desaparecido. Todos los hombres habían sido muertos, sólo había quedado una persona que estaba paralítica. Y esa persona no dejaba de ser hombre, pero ciertamente dejaba de ser un peligro, dejaba de ser considerado, ya está. Suelen decir, con él no te metas, no es necesario. Pero creo que la violencia política terminó siendo un tipo de violencia más que se articulaba en un discurso de lo que es el hombre. Hubo influencias externas, ideológicas; hubo luchas específicas como la lucha por la tierra tan importante en los años '30, '40 y '50. Pero yo tenía que explicar por qué a pesar de eso seguían existiendo situaciones de venganza.

¿Cuál fue la respuesta? ¿Por qué?

Me parece que había un ideal de hombre que es la persona que acumula tierra, que acumula poder, que acumula mujeres, que acumula caballos, que fue expresado por el ideal de los narcotraficantes más rurales. Y ahí aparecen categorías que utilizo como madrazgo y padrazgo, que son discutibles, pero intentan comprender y dar bagaje teórico a algo que estaba pasando. Lo que encontré eran dificultades entre el hombre que estaba afuera de la casa y se emborracha con sus amigos. Y la mujer que tenía que mantener y construir un hogar. Y esas tensiones eran muy fuertes. Las violencias familiares eran muy fuertes y más todavía en una situación en el cual muchas mujeres cumplían otras funciones fuera de la casa como maestras, por ejemplo. Allí tenían una situación de disputa con su marido. Y ese marido que no podía disputar poder dentro de la casa, lo salía a disputar afuera. En ese espacio externo había otras disputas, en el campo de los varones. El ideal de varón era el hombre que podía controlar todo. Que podía controlar su casa y que sus hijos vivan bien, que podía controlar a otras mujeres, que era amigo de otros hombres y tener a esos hombres bajo su liderazgo. Ese ideal era un poco el reflejo de la figura del antiguo patrón, el latifundista. El campesino era un tipo que de alguna manera quería repetir esa dinámica. Pero ese campesino no diseñaba y ni organizaba la violencia como lo hacía el patrón, que la manipulaba. La violencia en esas manos era más descontrolada y más anárquica, cuando más pobre es esa persona, más pobre se encuentra y más lejos está de ese ideal, porque tiene que estar demostrando todo el tiempo, por decirlo rápido, que es mas gallo que los otros.

 

Cementerio, Pasca, Colombia. 1994-1996. Archivo: Santiago Álvarez.

 

Vos decís en el libro dos cosas. Primero sobre el conflicto externo como cohesión familiar. Al tener un conflicto con otra familia, la familia con problemas proyecta esa carga de violencia afuera, la idea de que con la venganza se refuerza la solidaridad familiar. Y luego que la idea de matar aparece como natural. ¿Cuándo la violencia se trasforma en ciclos de venganza?

Es muy difícil decirlo. Yo estudié ciclos existentes y muchas narrativas. Las historias me las fueron presentado con explicaciones del tipo: tal hizo tal cosa y el otro hizo lo otro, digamos, en una concatenación de relaciones en las cuales las acciones tenían sentido. Eso me remite un poco a los Nuer. Cuando Evans Pritchard dice: el problema que tenían los funcionarios coloniales era que le preguntaban a los Nuer si habían matado a alguien y le decían sí, pero él antes hizo eso, esto y esto, como los niños cuando pelean. Es decir, esas acciones tienen sentido en un conjunto de relaciones sociales. Una mirada que la visión racionalista de nuestro código penal no tiene, porque hace que cada hecho tenga un sentido en sí mismo, aísla el caso de otros casos. Y eso también es una forma cultural. Yo entiendo por qué se hace, pero al mismo tiempo creo que no permite una comprensión más acabada de las acciones.

Es interesante.

En nuestro sistema, las personas son acusadas por hechos concretos y no por una concatenación. Yo me encontré con esa concatenación. Me explicaban por qué pasaba de esa manera. Allí hay algo de las venganzas de sangre que son tan importantes en el Mediterráneo, no sólo en Calabria o Sicilia sino en todos los Balcanes, Grecia, el Líbano, el sur de España, en los Apalaches de Estados Unidos e incluso en Latinoamérica, el noreste de Brasil o aquí en Misiones en la zona de frontera, con muchos casos de familias enfrentadas. Siempre existía la idea de que estos conflictos no terminan nunca sino que permanecen en la memoria de las personas y se reactivan en cuanto tienen una oportunidad. Allí aparecen resoluciones aparentemente racionales como la compensación y los arreglos. Aquí apelo a Jacob Black Michaud para decir que los beduinos sostenían que el caballo que recibís por la compensación, te va a servir para montarte en él pero para ir y matar a tu enemigo. Y ahí está esa idea de que las venganzas podían permanecer congeladas durante muchos años y reaparecer.

 

Muñecos de Año viejo. Pasca, Colombia. Archivo: Santiago Álvarez.

 

Los Macri y los Rocca son italianos. Los Macri calabreses. ¿Se puede pensar algo en esa lógica de venganzas de sangre?

No me atrevo a transpolar resultados sin un trabajo de campo previo. Las venganzas se dan en un ambiente cultural propio y específico. En ellas nunca se olvida de no olvidar. Como se dice, hasta que el cadáver pase por la puerta de tu casa.

 

Macri con Paolo Rocca en la inauguración de una planta de Techint en Texas.

 

¿Puede trasladarse esta lógica de la venganza a situaciones urbanas?

Me parece que estas venganzas familiares tienen un contexto, y no es tan fácil trasladarlas. En general se estudiaron en contextos rurales que presentan características de lo que Hobsbawm llamaba bandolerismo social. O formas de resistencia primitiva, como la mafia. Zonas en las que el control estatal era mas leve, menor y donde aparecían familias extendidas, conflictos familiares por tierra. Hay situaciones en las que se pueden establecer paralelismos. La idea del bandolerismo social puede encontrarse no sólo en figuras narcos como Pablo Escobar, que era de Medellin, pero tenía muchos elementos rurales. Hay ciertos espacios en las favelas en Brasil que pueden tener uno de esos elementos. Pero en general, es un fenómeno específico que puede tener vasos comunicantes con otros fenómenos de carácter urbano, que para mí tienen otras especificidades.

¿Tal vez el punto común entre fenómenos rurales o urbanos sea la idea de controles más leves del Estado? Zonas grises donde el Estado hace agua.

A mi libro le puse El leviatán y sus lobos, sin embargo, desde el punto de vista antropológico, las sociedades sin Estado no son hobbesianas. Algunas podrían serlo. Se puede discutir, pero en general las sociedades con Estado se mueven por normas y no por una lucha de todos contra todos. Me parece importante esa salvedad porque no creo que aquella (Pasca) haya sido una situación hobbesiana. En mi diagnóstico aparecían menciones y explicaciones sobre la ineficacia del sistema legal estatal. Eso se ve en la imagen de la estación de policía del pueblo abandonada y agujerada de balas, varias veces destruida por la guerrilla [ver imagen central]. Pero no era una situación hobbesiana. Lo mismo digo sobre lo que sucede hoy en Latinoamérica. Más bien entiendo que fenómenos como Bolsonaro son una reacción equivocada que sucede en la región y afecta a varios países.

¿Estas hablando del problema de retroceso del Estado?

Cuando yo estaba en Colombia en los '80, claramente se hablaba de cosas como el gran poder del Estado mexicano. Del Partido del Estado, del PRI, Telmex. Del Estado como poder. Estaba Lázaro Cárdenas y había una serie de trabajos importantes en Ciencias Políticas en esa dirección. México era ese país con Estado y Colombia un país con dificultades para construir un Estado nacional articulado geográficamente, culturalmente, siempre con zonas grises. Hoy vemos en México un Estado sitiado, con dificultades. Telmex es un símbolo, ahora con el robo de combustible tan difícil de entender incluso para los teóricos que pensaban la idea de los Estados latinoamericanos. Por eso creo que el problema de América Latina es que se está desarrollando para-estatalmente. Que la violencia tiene un tremendo problema para-Estatal. Que México es una sociedad como fue Colombia, que no pudo resolver el monopolio legítimo de la violencia y donde el narcotráfico tiene una influencia muy fuerte sobre las instituciones. Y creo que eso se está produciendo en Brasil en un grado mayor que en Argentina con espacios como el Comando Vermelho y las milicias con un control territorial sobre San Pablo, ciudad y periferia. Aquí el caso de Rosario es muy importante. Y ciertas zonas de la provincia de Buenos Aires. El hecho de que estas áreas puedan ser gobernadas por grupos ilegales que usan una violencia extrema me parece que es un manto de oscuridad sobre la región, creo que avanza y me hace ser muy escéptico y donde la reconstrucción de ciudadanía y de lo estatal me parece que es un elemento central. Pero es lo único que puedo decir.

 

México, escenas del robo de combustible como metáfora de la degradación de los símbolos del Estado.

 

¿Podés pensar alguna relación entre la nueva resolución de Bullrich con la orden de matar y las venganzas o los espirales de venganzas?

No hablaría de espirales sino de potenciación de la violencia. Pero es lógico, una compañía descubre un sistema antivirus que será superado por un nuevo virus. Ahora la policía puede disparar, magnífico, y lo que va a haber son tiroteos callejeros y más muertos. Pero eso no está relacionado con las venganzas.

Pero lo pienso desde la idea de las familias extendidas. Tal vez puede pensarse el vínculo del territorio con la policía para pensar si no entraría en juego la venganza en ese sentido. Y por otro lado, también creo que puede ser posible pensar la artillería de medidas, resoluciones que lanza el gobierno, unas más graves que otras, siempre explicadas con esa lógica infantil de la que hablabas antes: él o ellos antes hicieron esto, y aquello, y aquello, habilitando de alguna forma un tipo de sentido encadenado. Tema que daría para otra tesis. Pero, en tanto, cómo explicas Brasil.

El voto de Bolsonaro creo que tiene dos categorías interesantes. El pobre como la persona que en los centros urbanos sufre la violencia. Y el hecho de que la solución que busca es simple. El discurso de Bolsonaro es una solución simple: quieren plantear meter bala, y eso se sabe, tiene consecuencias gravísimas. Todo el mundo sabe que es mucho más peligroso que una persona esté armada que que no lo esté. El otro elemento es el protestantismo evangelista, sectores fundamentalmente populares que buscan una idea de responsabilidad individual, que me parece importante a tener en cuenta. Que es aquello de que si yo estoy en esta situación es porque me lo merezco. Borracho porque decidí emborracharme. Criminal porque lo decidí. Y esto frente a un discurso buenista de una sociología en la cual esa persona siempre es una víctima. Frente a eso aparece la reacción con el discurso de la responsabilidad individual con aristas también ingenuas.

 

 

 

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