El debate sobre la energía
La energía como derecho humano y motor estratégico para la industrialización
Matriz energética
En términos generales, compartimos los conceptos vertidos por Maristella Svampa en relación a la política ambiental y en energías renovables del régimen neoliberal. No sucede lo mismo con el análisis efectuado del modelo energético kirchnerista ni el que deberíamos adoptar como nación. En sus ideas —típicos errores del fundamentalismo verde— se observa un profundo desconocimiento técnico en relación a las energías renovables intermitentes y al aporte negativo de la experiencia mundial en este sentido.
Nuestra primera disidencia. Una matriz con alta participación de combustibles fósiles es estratégica y deseable desde que han sido y siguen siendo la piedra basal del desarrollo económico y la industrialización de las naciones, por un lado, y del bienestar social y desenvolvimiento humano, por el otro. Los hidrocarburos son, asimismo, garantía de servicios públicos energéticos y combustibles de acceso universal y asequibles, abundantes y autosuficientes en su suministro (en nuestro caso). La Argentina cuenta con reservas de hidrocarburos y carbón mineral por cientos de años al actual ritmo de producción y consumo. ¿Por qué vamos a menguar su uso? ¿En nombre de reducir las emisiones de CO2 de nuestro sistema eléctrico? Vayan a decírselo a los pueblos de Río Turbio y 28 de Noviembre, en Santa Cruz.
En primer lugar, debe entenderse que la emisión de CO2 está positivamente asociada a la mejora de las condiciones de vida de una determinada población. En el caso argentino la necesaria y aún pendiente interconexión vial y logística del país, así como su desarrollo económico y nivel de industrialización igualmente pendientes elevarán las emisiones. Desvincular las emisiones del desarrollo económico (descarbonización) ha demostrado ser un imposible sin tender a un sistema energético excluyente de pueblo e industrias. En todo caso, la pregunta medular es esta: ¿cómo encarar una estrategia de descarbonización sin reducir la oferta de energía ni encarecer los servicios públicos que de ella derivan, sobre todo en los países en vías de desarrollo?
En segundo lugar, la instalación de centenares de plantas eólicas y millones de paneles solares en territorio argentino no tendrán el menor impacto en la reducción de CO2 a nivel global. Ni siquiera en las emisiones propias de la Argentina. Esto es así, por un lado, ya que en el informe oficial "Escenarios Energéticos 2030", publicado en diciembre de 2017 por el ex Ministerio de Energía, las emisiones provenientes del sector energético seguirán aumentando al 2030 a pesar del Plan RenovAr. Y por el otro, porque mientras mayor participación de dichas tecnologías tenga la matriz de generación, más soporte fósil habrá que agregar, sobre todo si se continua con la política de paralizar las grandes represas y centrales nucleares. ¿Por qué? Brevemente, pues ya fue demostrado desde OETEC en sendos informes, porque se trata de tecnologías que necesitan de complementación con fuentes fósiles para dotar de estabilidad a la red. En las naciones más vanguardistas en diversificación masivas con este tipo de tecnologías (superior al 20%) se observa que no sólo no logran reducir las emisiones de CO2, sino tampoco sustituir el uso de combustibles fósiles:
Al medir las emisiones de CO2 provenientes del sector eléctrico, lo cual brinda una idea de la incidencia de los combustibles fósiles (mayormente gas) en la matriz de generación, se observa que las naciones que más CO2 liberan son las grandes potencias verdes del mundo: Alemania, Reino Unido, Italia y España. En cuanto a las que menos CO2 liberan figuran las que tienen una altísima incidencia de renovable hidráulica (de alta potencia) y núcleo-electricidad. No sería el caso de la Argentina con el Plan Nuclear abandonado, por ejemplo, como indirectamente sugiere Svampa.
Además una matriz con renovables intermitentes superior al 20% provoca una estampida en los precios de la energía, a su vez traducidos en mayores tarifas para los usuarios y los consumidores. Los ejemplos abundan y son contundentes (ver gráfico). En nuestra región, los casos de Chile y Uruguay son más que emblemáticos al respecto.
Los precios de la energía
Precios muy bajos de la energía eléctrica (en relación a los germanos y dinamarqueses, los más caros del mundo) se verifican con una diversificación eólica y solar en la generación inferior al 10%. Entre el 10 y el 20% dan un salto importante los precios, sólo compensado si la presencia de combustibles fósiles, nuclear y/o hidráulica son elevadas o muy elevadas. A partir del 22% de renovables intermitentes, los precios se vuelven a disparar.
No existe ninguna experiencia de países, regiones ni jurisdicciones provinciales o estaduales con alta participación o alta velocidad de diversificación con renovables eólica y solar que cuente con tarifas del servicio público baratas, universalmente accesibles o con tendencia a la baja. Todo lo contrario, la relación es directamente proporcional: a mayor incorporación de renovables intermitentes, mayores tarifas.
En suma, este tipo de matrices o de iniciativas de diversificación, en paralelo a la exclusión de la hidráulica de gran potencia y la nuclear (como Svampa nos propone) demuestra probadamente en todas partes del mundo que:
- No disminuyen los gases de efecto invernadero (o los costos de hacerlo exceden los beneficios);
- Encarecen las tarifas del servicio público de electricidad, generando Pobreza Energética por la doble vía de pérdida de accesibilidad y asequibilidad;
- Promueven la desindustrialización y la pérdida de competitividad del aparato productivo e industrial electro-intensivo;
- Extranjerización y privatización de la energía eléctrica;
- Aumento (o no resolución) de la inseguridad energética entendida como dependencia a las importaciones de electricidad y/o combustibles fósiles;
- Incremento de la dependencia tecnológica foránea;
- Incremento de la dependencia del sector eléctrico al clima, sobre todo por el aumento en la extensión de las redes de alta tensión; y
- Genera sistemas eléctricos más desbalanceados y vulnerables. Los grandes apagones por fallas en la generación cuando la penetración de estas tecnologías supera el 20% son moneda frecuente.
Matriz energética y el rol de las renovables intermitentes
La Argentina tiene ingentes cantidades de combustibles fósiles, sobre todo de gas natural, el energético del momento y del futuro para las próximas tres a cuatro décadas. Domina, asimismo, el desarrollo nuclear con fines pacíficos para la generación de energía y tiene un potencial hidráulico que duplica, como mínimo, la actual potencia instalada nacional. Estas tres fuentes conducen a una energía barata, abundante y confiable en el segmento eléctrico. Y cuando hablamos de energía barata, no nos referimos solamente a una reducción de los costos mayoristas sino —y muy especialmente— a las tarifas.
Por otra parte, la dependencia tecnológica foránea para las citadas fuentes de generación es nula o muy baja, lo cual permite la participación y el fomento de nuestra ciencia y tecnología, del empleo doméstico y de la industria genuinamente nacional. Todas las naciones hoy desarrolladas del mundo basaron su despegue industrial y humano por medio de energías propias (autosuficiencia), abundantes y baratas. Y cuando no las tenían, arrasaban terceras naciones para hacerse de ellas, abaratándolas por la vía de una apropiación colonialista.
En cuanto a las renovables intermitentes, su velocidad de incorporación debe estar supeditada a objetivos de industrialización. Es decir, la industria nacional debe ser el principal actor de las adjudicaciones. Por ejemplo, la industria doméstica se encuentra en condiciones de participar en la totalidad de los proyectos y con un alto grado de integración de componentes nacionales, que en algunos casos podría alcanzar una base mínima de 60% y en otros una superior al 90%. Asimismo, empresarios, industriales, técnicos y obreros argentinos están en condiciones de construir entre 120 a 200 MW de eólico llave en mano por año, aunque en partes y componentes se podría ampliar aún más. Pero el cronograma establecido por las autoridades del Ministerio de Energía y Minería de la Nación en materia de renovables eólica y solar fue diseñado para ser cumplido mediante la importación de equipos.
En un país como el nuestro, la incorporación de renovables intermitentes, así como sus respectivos marcos regulatorios y programas, no pueden tener como finalidad reducir masivamente las emisiones de CO2 de nuestra matriz energética. Como ya fuera dicho, primero porque lejos está de ser al día de hoy el mejor camino para lograrlo; segundo, porque el impacto argentino en emisiones de CO2 es nulo en las emisiones globales; y tercero, porque el pueblo argentino —más que nunca luego de la orgía neoliberal de los últimos tres años— tiene otras prioridades que la lucha contra el "cambio climático" o salvar al planeta en nombre de modelos matemáticos al 2100.
Sostenemos desde OETEC, en cambio, que la incorporación de renovables deben tener como eje la protección y el fomento de la industria nacional en el sector y la seguridad energética del pueblo argentino, entendida como servicios públicos asequibles y progresivamente universales, en paralelo a precios de la energía promotores de la industrialización (competitividad del sector manufacturero nacional).
Negacionismo y método científico
Afirmó Svampa que “Federico Bernal se refiere al catastrofismo e incluso apela a una versión local del negacionismo respecto del cambio climático”. Y agregó: “Entendemos que negar la existencia del proceso de calentamiento global y cambio climático y su origen antropogénico son hoy errores difíciles de admitir dentro del campo progresista. Así, el negacionismo de Bernal constituye un grave retroceso para afrontar la crisis”.
En primerísimo lugar, este autor no descree del “cambio climático”. Por el contrario, cree en él, un fenómeno presente desde la formación de la Tierra hace ya más de 4.500 millones de años. Es más, y entrando más a fondo en la cuestión, comparte las siguientes aseveraciones:
- Que la temperatura de la superficie terrestre ha venido aumentando desde 1880 a esta parte;
- Que el dióxido de carbono (CO2), entre otros gases de efecto invernadero, genera un efecto calentamiento sobre el planeta; y
- Que la actividad del ser humano libera CO2 a la atmósfera.
Sin embargo, la fundamentación de esto que sostengo es pura y exclusivamente científica. Aún no existe evidencia categórica respecto de los siguientes puntos:
- Que el aumento en la temperatura del planeta desde 1950 sea de origen antropogénico;
- Cuántos grados se incrementará la temperatura global en el siglo XXI;
- Que el calentamiento global sea peligroso para la humanidad;
- Que el CO2 sea crucial para el control de la temperatura planetaria y que su variación responda a causas conocidas; y
- La forma en que se debe responder al mismo y cómo hacerlo manteniendo la calidad de vida y el bienestar de los pueblos, sobre todo los de América Latina y países como la Argentina.
- La dinámica del clima se da, para este autor, en el marco de un sistema no lineal, complejo, carente de la simplicidad del “causa-efecto” para explicarlo. Al respecto, suscribe a la hipótesis de que la temperatura superficial —que apenas varió un 0,3% entre 1880 y 2015— es imposible de controlar por el ser humano y que la reducción en los niveles de CO2 emitidos por nuestra especie no impactará en ella.
Y ahora lo más importante. Al calificarme de negacionista por no suscribir a una determinada hipótesis, Svampa comete los siguientes graves errores que pasamos a detallar:
- Imitar y prohijar la persecución y caza de brujas que se verifica en Estados Unidos y Europa a hombres y mujeres de ciencia que no comparten el punto de vista del Banco Mundial y Naciones Unidas, punto de vista cuyos abanderados planetarios son Al Gore y Leonardo Di Caprio (ahora sumaron la niña de 16 años, Greta Thunberg).
- Creer que la ciencia en torno al “cambio climático” y al “calentamiento global” no tiene más para decir. Algo así como un “fin de la historia”. A propósito, invitamos a Svampa a ingresar en las principales 50 revistas científicas con mayor factor de impacto y observar las investigaciones publicadas. Encontrará que un sinfín de ellas —y crecientemente tanto en cantidad como en evidencias recogidas— cuestionan precisamente los cinco puntos del tercer párrafo de este apartado. No, licenciada Svampa, la ciencia no está terminada en esta materia.
En igual dirección, la invitamos a estudiar qué está ocurriendo por ejemplo en Estados Unidos a propósito del debate científico en torno al mismo tema. Debajo, le acercamos dos imágenes sobre recientes discusiones entre los principales académicos de una y otra posición, públicos y masivos por su acogida. En este sentido, aprovechamos la oportunidad para proponerle un debate público en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA para abordar igual temática.
La discusión sobre las posiciones antagónicas en cuanto al Calentamiento Global de Origen Antropogénico (CGOA) se celebran y son bienvenidas, sin descalificaciones de ninguna índole ni aceptando que la ciencia esté terminada en esta cuestión (como no lo está en ninguna). Y no sólo se celebran y son bienvenidas, sino que se abordan tanto en el congreso estadounidense como en las principales universidades públicas y privadas del país.
Existen, además, una cantidad importantísima y creciente de Premios Nobel en distintas disciplinas que rechazan la hipótesis del CGOA. Finalmente, debería saber Svampa —y aquí apelamos a su profesión— que ni siquiera la sociedad en los países más desarrollados está masivamente volcada a dicha hipótesis. Puede leer, en este sentido, y entre innumerables ejemplos del estilo, un trabajo publicado en Nature de febrero de 2015 titulado “La raíz en el conflicto sociopolítico identitario en la división pública sobre cambio climático”.
Para terminar, dos últimas consideraciones.
En ciencia no existe tal cosa como no debatir ni cuestionar críticamente teorías o posiciones; no existe nada negativo en “descreer” de una determinada hipótesis y discutirla. La ciencia es desde su mismísimo nacimiento crítica y discusión. Cuando ambas son negadas o perseguidas, la ciencia muere.
Por último, calificar de negacionista a alguien por este asunto es utilizar un término más que caro a decenas de millones de almas en el Mundo. Emparentar una opinión científica sobre “cambio climático” con el negacionismo del Holocausto es muy grave y un insulto tal vez insuperable. Rechazo, y aquí va en primera persona, ser descalificado de esta forma, que niega la esencia misma de la ciencia y el método científico; minimiza el genocidio contra el pueblo judío; es nulo “progresismo” y es todo “fin de la historia”, toda “ignorancia” y “arrogancia”.
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(1) Si bien se ubica entre las naciones con menores emisiones y mayores precios, la particularidad de su parque generador (participación de eólica y solar en la generación cercana al 55% y combustibles fósiles 45%) únicamente puede sostenerse dada la interconexión eléctrica con los países vecinos y sus exportaciones permanentes de excedentes, así como su dependencia externa cuando el viento deja de soplar y el sol de brillar (sobre todo de Noruega y su generación hidráulica). Por cierto, y luego de casi medio siglo de inversiones en dichas tecnologías, Dinamarca no ha podido reducir su dependencia fósil, mientras que buena parte de su población se debate en la pobreza energética como consecuencia de los más elevados precios de la energía en el mundo. Por estos motivos, consideramos que esta nación no es una muestra que deba ser incorporada, ya que es un caso único, irreproducible y, además, fallido en cuanto a reducción de emisiones.
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