CAPITAL PREDATORIO Y ESTADO NACIONAL

El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, marca el camino a seguir

 

El 10 de diciembre de 1825, el Imperio del Brasil nos declaró la Guerra porque las Provincias Unidas del Río de la Plata alentaban a los orientales a liberarse de la ocupación brasileña.

El 21 de diciembre de 1825, una poderosa escuadra imperial al mando del almirante brasileño Rodrigo Ferreira Lobo bloqueó el puerto de Buenos Aires. ​Entonces el gobernador Gregorio de Las Heras convocó al próspero comerciante y marino irlandés Guillermo Brown, quien, con lo que pudo, armó una flota.

El 10 de junio de 1826 la fuerza brasileña se presentó ante Buenos Aires, integrada por 31 barcos. El almirante Guillermo Brown sólo disponía de 4 buques y 7 cañoneras, pero dirigiéndose a sus tripulantes los arengó con estas palabras: “Marinos y soldados de la República: ¿veis esa gran montaña flotante? ¡Son los 31 buques enemigos! Pero no creáis que vuestro general abriga el menor recelo, pues no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la Veinticinco de Mayo, que será echada a pique antes que rendida. Camaradas: confianza en la victoria y que viva la Patria”.

Momentos después, la nave capitana de Brown dio la consigna: “Fuego rasante, que el pueblo nos contempla”. Poco antes de las dos de la tarde se empeñó la acción en toda la línea. Brown atacó con frágiles cañoneras a uno de los más poderosos buques brasileños, la fragata Nitcheroy, y al despejarse el humo del combate vio que la fuerza enemiga se retiraba.

Brown tenía 48 años y se dedicaba al comercio en las dos orillas, pero no dudó en defender al incipiente Estado contra el imperio de Pedro I de Brasil, porque sabía que de ese modo no solo garantizaba sus negocios, sino la naciente patria.

 

Almirante Guillermo Brown

 

El mundo ha cambiado y ya no se utilizan, por lo menos en estos lares, cañoneras y bloqueos de los puertos. Ahora basta la lógica del capitalismo predatorio en que el más fuerte impone las condiciones y los Estados de los países no centrales se rinden sin atinar a la menor defensa. La mayoría de las veces son funcionales a esas prácticas depredadoras de nuestro trabajo y nuestra producción.

La lógica imperante es que el que tiene más capital domina e impone las condiciones y el que no se subordina es raleado y cercado hasta que firma la rendición incondicional.

 

El problema es el Estado

El Estado como organización civil de la Nación tiene responsabilidades insoslayables sobre sus habitantes. En nuestro país, por mandato de la Constitución Nacional. Pero el Estado es el fruto de las relaciones de fuerza de la sociedad, donde impera el peso del capital y en nuestro caso, también son un importante y decisivo factor de decisión los Estados Unidos y el capital financiero internacional.

En los países centrales impera un Estado tan fuerte como lo permiten sus burguesías (clases dirigentes), que trata de reproducir el capital con industrialización y tecnología, dejando al resto de las naciones los trabajos de mano de obra intensiva (por la baratura del salario medido en monedas duras), producciones contaminantes (extractivas e industriales) y alimentos y materias primas.

China y el resto de los países asiáticos (la India, Corea del Sur, Indonesia, Pakistán, etc.) iban a extender el mercado mundial y la reproducción del capital, pero emplearon en mayor o menor medida esa llegada de inversiones para desarrollar su propio capitalismo. Para ello sus respectivos Estados jugaron y juegan un rol relevante en la planificación y orientación de la producción, de manera tal que surgen como potencias que discuten de igual a igual con los países otrora centrales, con la misma lógica que aplicó Steve Jobs ante el por entonces Presidente Obama, cuando pretendía que regresaran gran parte de Apple Inc. a los Estados Unidos: “Los ingenieros en informática de la India escriben y hablan inglés correctamente, mejor que en Estados Unidos y ganan tres veces menos, y, los obreros chinos no saben inglés, pero perciben por su labor la sexta parte de la remuneración media en Norte América”.

En este mundo, “los medios de comunicación masiva y las llamadas redes digitales imponen imaginarios colectivos en los que basan los golpes blandos, aliados a los corruptos sistemas judicial, parlamentario, policial, que los gobiernos progresistas no lograron cambiar” [1]. Y ese imaginario colectivo se basa en premisas simples y lineales, cuya justificación es en qué podemos ser más productivos, repitiendo hasta el cansancio la vieja división internacional del trabajo. Por contar con las tierras más fértiles del mundo y suficiente agua potable, esto nos confina a ser meros productores de alimentos, sin que sepamos cuanta mano de obra emplea, por ejemplo, una tonelada de soja.

En un mundo cuyos habitantes crecen año tras año, donde la tecnología reemplaza trabajo humano, donde se concentra la riqueza en una minoría cada vez más pequeña, en ese mundo que se viene pretenden que la Argentina se subordine a la lógica del interés compuesto y no genere trabajo en el país, cuando es el primer derecho constitucional.

Esta globalización impuesta que incluye la formación de cadenas de valor con asignación de funciones en el planeta, impone la desregulación de la economía internacional que obliga a los Estados nacionales a aceptar las reglas de juego, a perder el control de la política económica (soberanía cambiaria, monetaria, fiscal, etc.), e incluso a reestructurar las instituciones públicas para reducir y hasta eliminar los sistemas de bienestar y protección social (como es el caso de las jubilaciones y pensiones) en un marco de descenso sistemático de las horas-hombre trabajadas, con lo que condiciona la capacidad del Estado para dar respuesta a las demandas sociales con las consecuentes crisis de legitimidad democrática, ocasionando serios deterioros en el tejido social que impulsan la delincuencia, en una lucha de pobres contra pobres.

Las crisis de la gobernabilidad es el resultado de las debilidades del Estado, disfuncionalidades de las instituciones económicas, políticas y sociales que erosionan los sistemas democráticos y dan lugar a regímenes autoritarios.

 

Burguesía nacional

Si existió alguna vez una burguesía nacional en la Argentina, murió cuando la dictadura cívico-militar no solo destruyó eslabones de la cadena de valor sustituyéndola y haciéndola dependiente de las importaciones (sustitución inversa), generando serios problemas estructurales y una deuda externa condicionante de los gobiernos posteriores, sino que también concentró en pocas manos la producción de bienes y servicios, con mercados cautivos, que hicieron de la fuga de capitales su principal objetivo. También logró convencer a una gran parte de la población de que esa es una conducta racional y que la única salida es la individual, que no existe un interés social y que uno es fruto de su esfuerzo, sin interesarle lo que sucede en la sociedad.

Pensamiento que se hace sentido común en los medios donde se propagan permanentemente esos valores, amén de considerar como ciertas, como verdad revelada, lo que dicen una y otra vez los grandes comunicadores, otorgándole esa potestad y sustituyendo el pensamiento propio, el razonamiento crítico que como seres pensantes deberíamos tener, a cambio de repetir lo que quieren que pensemos.

Para tener un Estado fuerte se necesita de empresas que aunadas a ese Estado (políticos y burocracia administrativa y técnica), interactúen y generen cadenas de valor fuertemente integradas bajo un plan integral que defina qué vamos a producir, para quién, de qué manera. Plan que permita elaborar metas, que son la esencia del diseño del proceso de planificación de un gobierno, ya que al orientar su gestión le permiten alcanzar sus objetivos. Son parte también de la compleja interrelación de las políticas públicas como instrumentos para alcanzar los fines.

Pero ni a los Rocca, ni a los Pagani, ni a los Bulgheroni, ni a los Grobocopatel, ni a los Pescarmona, ni a los Blaquier les interesaba otra cosa que generar ganancia y sacar partido del dominio de sus mercados y ser prebendarios del Estado, recibiendo todo tipo de subsidios a la energía que usan, desgravaciones impositivas, crédito de la banca oficial, etc, desentendiéndose del Estado. El drama es que creyendo que Mauricio Macri, después de todo el hijo de uno de ellos, iba a estar en el gobierno dos períodos y que iba a atrasar el tipo de cambio con el carry trade o bicicleta financiera, se endeudaron en dólares.

El fin de la alianza del gobierno con el capital financiero internacional que desde el 25 de abril de 2018 no para de sacar sus ganancias en divisas del país, hizo que el tipo de cambio se depreciara en un 100%. Si a eso le sumamos las altas tasas de interés en pesos, la reducción del mercado por caída del consumo, el aumento desproporcionado del combustible y de la energía en general y además la sequía, se generan condiciones difíciles de sobrellevar, máxime que todos ellos solo producen con mercados cautivos. Ese fue el caso del ex presidente de la Unión Industrial Argentina, Gilberto Montagna Terrabusi, nieto del inmigrante italiano que en 1911 junto a sus dos hermanos creó la fábrica de galletas y bizcochos, quién no dudo de vender la firma. La empresa Nabisco pagó por ella 500 millones de dólares, que pasaron a formar parte de las cuentas en el exterior de los descendientes de la familia.

 

 

Sin responsabilidad social, sin comprender que esa empresa se hizo fuerte por venderle al mercado interno y haber recibido todo tipo de ayuda del Estado argentino, transfirieron su propiedad y fugaron, con lo que se produce la extranjerización de la empresa (que pasa a administrarse en forma global y las decisiones son tomadas en su casa matriz en el exterior y en función de la rentabilidad esperada y en acuerdo a las otras empresas del grupo Kraft [2] en el mundo) y ellos, los Montagna Terrabusi, forman parte de esa elite de ricos sin empresas, como los define Alejandro Gaggero en su trabajo “La elite de la liquidez: crisis macroeconómicas, reconversión empresarial y el patrimonio externo de los ricos argentinos”[3], como muchos y conspicuos empresarios locales que tienen fortunas en el exterior pero perdieron sus empresas en el país.

En verdad, no le va mejor a los que se quedaron con sus empresas (por ahora). La deuda en dólares y la devaluación hacen que muchas empresas locales, que incluso operan con ganancia, tengan pérdidas financieras por el crecimiento exponencial de la deuda, como es el caso del Grupo Financiero Galicia, de las familias Ayerza, Braun y Escasany, cuya acción valía 7 dólares en enero y en diciembre de 2018 vale 2,50 dólares. Y peor el caso del Grupo Clarín, que en el Balance al 30 de septiembre de 2018 debe por un lado excluir a Cablevisión, empresa que por sí sola cerró con una pérdida de $ 19.242 millones, y el Resultado Financiero Neto de los nueves meses del año 2018 del Grupo fue negativo en $ 638,5 millones. Los resultados negativos se debieron al impacto de la depreciación del peso en la deuda denominada en dólares.

El fin del gobierno de Cambiemos es un Estado nacional endeudado (duplicó la deuda que recibieron el 10 de diciembre de 2015), pero también provincias endeudas en divisas (entre ellas y principalmente la Provincia de Buenos Aires) y empresas endeudadas, con la conducta vendedora de sus dueños que nos hacen presagiar mayor extranjerización de la economía argentina.

 

Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera

 

En estas condiciones, el camino a seguir hace que se agranden las palabras del Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, quien vino al país y en distintos reportajes sostuvo: “Cuando fuimos elegidos, lo primero que hicimos desde el Estado fue tomar el control real de los principales mecanismos de generación de excedentes, como el gas, la electricidad y las telecomunicaciones. Lo segundo, apostar por el mercado interno con una globalización selectiva en la que aceptábamos lo que nos convenía como país y manteníamos una actitud de proteccionismo interno en lo que nos convenía... Nosotros apostamos al otro motor de la economía que es el consumo interno, distribuir riqueza para promover el consumo. Distribuir riqueza es un hecho de justicia, pero también sirve como combustible de la dinámica interna. Y lo último fue vincular el capital bancario con el productivo. Señor banquero, no nacionalizamos los bancos, pero el 60% de los ahorros hay que inyectarlo en la producción a un tipo fijo del 5% anual. El resto del capital lo puede sacar, puede ponerlo al 10%, al 20%, o a lo que quiera, pero el 60% va a la producción. Así se dinamiza el aparato interno. Todo esto ha permitido que la economía funcione cuando el precio de los commodities era alto y que siguiera funcionando cuando caía”.

Porque alguna vez, en este país del fin del continente hubo gobernantes como Las Heras y prósperos comerciantes como Guillermo Brown.

 

 

[1] “La derrota cultural y el pensamiento transgénico” de Aram Aharonian

[2] Kraft Foods Inc ocupa el primer puesto en América del Norte con una facturación 
global cercana a los 40.000 millones de dólares al año. Tiene presencia en más
de 150 países, con 159 plantas de producción. A fines de 1999 compró la estadounidense 
Nabisco que, a su vez, en 1994 había comprado a Terrabusi y en 1997 a Canale 
(pastas y galletitas, que estaba en manos del grupo Macri).

[3] Voces en el Fénix – Facultad de Ciencias Económicas de la UBA - Diciembre de 2018
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