2019, una elección decisiva

Optimismo de la voluntad y pesimismo de la razón

 

Más cercanas ya las elecciones, las encuestas sobre las imágenes de los probables competidores y los apoyos que concitan van adquiriendo mayor consistencia. En tanto que las reuniones de dirigentes y militantes se afanan por  explorar acercamientos y  acuerdos, por discutir eventuales candidaturas y por determinar  la conveniencia o no de separar los comicios nacionales de los provinciales o de eliminar las PASO. Es natural y comprensible que sea así. Está en el ADN de cualquier coyuntura electoral; por añadidura, las elecciones generales del año que viene tienen todo el aspecto de ser cruciales.

Un asunto muy meneado en los últimos días es el de la conformación y/o consolidación de alianzas o frentes con la vista puesta en la performance electoral y/o en la consolidación de espacios políticos.

La entente oficialista –Cambiemos— pasa por una fase de turbulencias. Su núcleo más duro, el PRO, atraviesa un período de incertidumbres. La gobernadora Vidal mide mejor que Macri para la elección presidencial –lo cual es todo un dato— y a su interior se discute con sordina si conviene o no separar los comicios provinciales de los nacionales. Los socios radicales están que trinan: el fracaso de la candidatura de Mario Negri a integrar el Consejo de la Magistratura fue visto como una muestra más y muy importante del destrato sistemático que reciben del macrismo. Lilita Carrió, por su parte, disconforme con decisiones del Presidente, ostenta un estridente silencio.

El campo peronista, más variopinto y controversial, también exhibe su costado aliancista y/o frentista. Miguel Pichetto y los gobernadores “federalistas” buscan la convergencia y consolidar una fuerza opositora a Cristina Kirchner. Está por verse si aceptarían mantenerse dentro de un panperonismo que, incluyendo a la ex Presidenta, dirimiera las candidaturas vía PASO o mediante otro procedimiento mutuamente acordado. Está también Sergio Massa, cabeza del Frente Renovador, que conserva juego propio pese a la sangría de cuadros que viene padeciendo. Cercano pero no del todo adentro del grupo “federalista”, hace lo que puede con un capital político ya un tanto menguado. Su primera espada parlamentaria, la diputada Graciela Camaño, acaba de declarar en un reportaje que “nosotros no estamos trabajando para integrarnos con el kirchnerismo. Bajo ningún punto de vista” (La Nación, 26/11/2018). Está claro: este espacio se muestra renuente a integrar una alianza grande, al menos por ahora.

Está, por último, Cristina, notoriamente distanciada en términos de intención de votos de todos los anteriores. En la exposición/acto que protagonizó recientemente en el congreso de CLACSO se refirió explícitamente a la necesidad de “crear un nuevo frente social y político en el cual se agrupen todos los sectores agredidos por las políticas del neoliberalismo”. Convocó tanto a pañuelos verdes como celestes y trató de borrar la distinción entre derecha e izquierda. Su tenor fue notoriamente inclusivo, lo que obviamente conecta con un interés electoral. Mantiene, por lo demás, intacta su capacidad de convocatoria. Resta por ver cuál será su intención respecto de los dos sectores mencionados arriba. ¿Impulsaría una convergencia, abriría una discusión con ellos, iría eventualmente a unas PASO, buscaría otro camino para dirimir/conciliar diferencias?

Los frentes electorales suelen ser convenientes y necesarios. Pero si vienen acompañados de diagnósticos, apreciaciones y orientaciones programáticas para la acción política, son mejores. Lamentablemente poco o nada de esto ha ocurrido hasta ahora en las confluencias frentistas en ciernes, excepción hecha de Cambiemos, cuyo norte y suerte están ya trazados por el tremendo fracaso económico que ha propiciado, y por el acuerdo casi de extremaunción que ha firmado con el FMI.

Es una obviedad que el mundo está fuertemente convulsionado, que la región atraviesa un período álgido y que la Argentina camina sobre una delgada capa de hielo. Convendría que cualquier fuerza política que tuviera la intención de acceder al gobierno reparara en estos asuntos y ventilara sus puntos de vista y sus propuestas. Por ejemplo, entre otras cuestiones que despuntan como muy importantes, las siguientes:

  1. El descalabro económico argentino ha sido auditado por el FMI y certificado por las agencias Fitch, Moody´s y Standard & Poor's. El endeudamiento externo del país supera el 90% del PBI. La inflación cerrará 2018 con un 49%. Se achica el mercado interno, se deterioran las economías regionales, caen los salarios y la capacidad adquisitiva, se incrementa el desempleo, aumentan la pobreza y la pobreza extrema; el crecimiento del PBI será negativo para 2019 y 2020. El acuerdo de stand-by con el FMI establecido por 36 meses de duración, alcanzó finalmente los u$57.000 millones, que se desembolsarán en más del 90% en 2018 y 2019; después se verá.  El o la presidente/a que entre (o repita) deberá enfrentar una situación extremadamente difícil.
  2. El mundo ha transitado hacia una doble polaridad. Una económica, que enfrenta a los Estados Unidos y China; y otra militar que opone de nuevo a Estados Unidos con Rusia. La llamada gobernanza global cruje junto a una multilateralidad desgastada y tambaleante. Y hay un malestar de la globalización que ha esparcido desigualdades por doquier.
  3. Por si esto fuera poco, no son escasos los economistas que dan cuenta de la fragilidad actual del sistema económico internacional. Nouriel Roubini y Brunello Rosa, en una reciente nota publicada en Project Syndicate, por caso, diagnostican que en 2020 se producirá nuevamente una crisis financiera seguida de una recesión global.
  4. Los Estados Unidos están lanzados a contener las incursiones comerciales, financieras y de inversión chinas así como la eventualidad de venta de sistemas de armas tanto chinos como rusos, en América Latina, su patio trasero. Defienden una zona de influencia que desde 1823 –año en que se presentó la Doctrina Monroe— considera exclusiva.
  5. En función de lo anterior, ha lanzado desde hace ya algunos años una contraofensiva injerencista que ha sumado a sus clásicos impulsores —el Departamento de Estado, el Comando Sur y la CIA— el intervencionismo mediático-judicial. Ha operado –y en muchos casos opera aun— sobre Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Venezuela.
  6. Brasil es un caso paradigmático de lo señalado arriba: el remozado injerencismo norteamericano ha funcionado allí a pleno y con suceso. La operatoria mediático-judicial, en conjunto con los habituales arietes ya mencionados, se llevó puestos a Dilma Rousseff y a Lula da Silva, incidió sobre la recuperación del papel tutelar del Ejército y colaboró en el reacomodamiento del país dentro del área de influencia estadounidense, en desmedro del interés sobre la autonomía estratégica que campeó durante años tanto en el sistema político brasileño como en amplios sectores de las Fuerzas Armadas. La operación ha culminado exitosamente con la instalación en la presidencia de Jair Bolsonaro, mediante unas elecciones carentes de legitimidad democrática.
  7. En el transcurso del año que viene, la Argentina y Bolivia tendrán elecciones generales. Cruciales ambas porque competirán proyectos políticos antinómicos, cuyos ganadores deberán desempeñarse en un difícil y complejo contexto. Muy probablemente veremos de nuevo en estos casos el despliegue intervencionista que patentiza hoy Brrasil.

Las coyunturas electorales privilegian la acción. Militantes y operadores están a la orden del día; la construcción de discursos e imágenes personales entradoras, la utilización del sistema de medios, el uso de dispositivos informáticos y la simple propaganda devienen imprescindibles. Todo muy bien, razonable y valorable: eso representa la insustituible práctica activa, el optimismo de la voluntad de la clásica fórmula sobre la política atribuida a Antonio Gramsci, que se complementaba con el  pesimismo de la razón, ese búho que rumia entre sombras cómo descifrar y comprender la realidad en curso y en función de ello cómo medir relaciones de fuerzas y qué hacer. Esto último es indispensable para los movimientos contestatarios nacional-populares o de otros signos, que desafían los órdenes establecidos y que, a diferencia de los partidos del establishment, carecen de una racionalidad económica instalada que pueda per se dar orientación y sentido a su batallar político. Tanto más cuanto que los vientos no soplan a favor y los desafíos a enfrentar son verdaderamente grandes.

Así pues, preguntarse por lo que viene, por lo que se cierne, procurar decodificar su lógica para tratar de atisbar lo porvenir, es irremplazable; y debe figurar también al tope de las prioridades de quienes pugnan por opciones verdaderamente populares.

 

 

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