Que siga el baile

El universo de los cuerpos en el espacio interior

Por Jorge Pinedo Dic 2, 2018

En el principio fue la biología, el cuerpo. Después fue el movimiento, la danza. A partir de un momento fue la forma, plástica. En un tramo fue luz, iluminó. Siempre supo ser espacio, coreografió. Sigue siendo todo eso y sumando: tecnología, escenarios, música, enseñanza, convocatoria, organización, militancia en y por el arte. Señora de la creación, Margarita Bali (Buenos Aires, 1943) constituye un universo estético en si mismo y a partir de este año cuenta con el inusual, enorme no sólo en peso y tamaño (23 x 30) libro que reúne en texto e imágenes una trayectoria en la que nada de lo bello le es ajeno.

Son casi trescientas páginas en espléndido papel ilustración y formato enorme para un despliegue gráfico tan didáctico como atrapante cuyo destino excede por mucho el testimonio historiográfico y el racconto biográfico, el homenaje. Universo Bali, Danza y Audiovisual se yergue al modo de un reservorio a cuyo cuidado permanece una máquina que no sólo mantiene sino que además reproduce todo un sistema de construcción artística. Dispositivo que se corporiza en la figura de Margarita Bali y al mismo tiempo la supera al comprender personas, artistas, elencos, equipos, técnicos, especialistas, aún un público, uno, varios conjuntos y colectivos variopintos que fueron activos partícipes de tantas experiencias. Bailarina ella misma, precursora en la danza contemporánea, coreógrafa, artista plástica, introductora del video en obras escénicas, videoartista, pionera del mapping arquitectónico (el realizado sobre el Palacio Pizzurno en 2005 se considera una obra maestra), fundadora de Nucleodanza, creadora de videoinstalaciones, partícipe de películas como Borges para millones (Ricardo Wullicher, 1978) y Tangos, El exilio de Gardel (Pino Solanas, 1985), experimentadora irredenta, innovadora en las posibilidades que brinda “el lenguaje de la danza interrrelacionado con dispositivos audiovisuales”, Bali construye una obra dotada “de una impronta interdisciplinaria y tras-medial en la que la combinación de lenguajes, medios, dispositivos aporta su materialidad y se construye un nuevo producto integrado, hecho de mezclas e hibridaciones”. Abundante, generoso con las formas no menos que con los equipos humanos, ese espíritu recurre a plataformas en que “se impone siempre el presente, el aquí y ahora”.

Tal el espíritu de la publicación generada, producida y editada por la docente e investigadora de CONICET Alejandra Torres, que logra la proeza de reunir textos, testimonios, aportes y un sinnúmero de ilustraciones que suman al carácter intrínseco del volumen la rara condición de bello objeto.

Pues en cierto modo no se podía construir un producto digno sin tamaño montaje. Con una apertura que enmarca contexto y personaje en un diálogo entre Torres, la editora, y Bali, la protagonista, en forma descontracturada se transmite historia y contenido que habrá de desarrollarse en forma pormenorizada en el resto del libro. Con una cordialidad facilitadora del rigor, Torres repasa etapas, vivencias y aún vacilaciones subjetivas: “Sueño todavía ahora que estoy por empezar la función y que no tengo el vestuario o la escenografía, o que me olvido la coreografía o que el piso del escenario es tan inclinado que me resbalo y me caigo sobre el público”. Luego de un recorrido por la producción audiovisual, profusamente ilustrado durante un centenar de páginas, dos textos críticos de la emblemática Graciela Taquini (artista, teórica, académica de número) y Rodrigo Alonso (curador, docente), tal vez las mayores autoridades en tales especialidades, Universo Bali se zambulle en el circuito coreográfico nacional e internacional recorrido por la artista, recupera tres semblanzas de quienes trabajaron a su lado (Claudia Groesman, Edgardo Mercado y Mariela Yeregui), hace escala en la producción de Nucleodanza junto a Susana Tambutti y Juan Ignacio Vallejos, reproduce reseñas de época y hasta ordena una cronología y línea de tiempo que sistematizan el conjunto.

Los textos explicativos de la propia Margarita Bali personalizan tanto como exponen el modo de producción de las sucesivas obras. De manera que es factible detenerse en detalles significativos, en los puntos de inflexión como la experiencia de coreografiar la película de Solanas que le sirve de pasaje del mundo de la danza al audiovisual. A partir de allí quiebra la caja negra convencional y aborda obras que permiten al eventual espectador dejar de circunscribirse a la pasividad de perspectiva y, aún, elegir. Es lo que Taquini, sin ir más lejos, comenta a propósito del espectáculo Naufragio in Vitro de 2001: ”Me había llamado la atención una serie de tubos con agua y proyecciones. Le comenté que para mí eran potenciales videoinstalaciones, tal vez video objetos o video esculturas. Ella me contestó que no sabía lo que era una videoinstalación. Yo también quería superar el formato pantalla, superar el televisor como dispositivo connotado domésticamente. Pensaba que Margarita estaba capacitada tecnológicamente para producir e inventar una obra original y distinta. Era también una forma de incluirla en un proyecto con artistas contemporáneas de variada edad y trayectoria”.

Cultora de una ética de reciprocidad donde la generosidad engendra generosidad, Universo Bali resulta propiamente un cosmos en el que la galaxia femenina no requiere especial reivindicación ya que la presencia de la mujer se prolonga por sobre los cuerpos. Obras cuya inteligencia sabe tal vez superar a la de su autora, si esto fuera factible, desata emoción estética, perdura en el público, hace escuela.

FICHA TÉCNICA

Universo Bali –Danza y Audiovisual