Esperando a Bifo

Prácticas de sensibilización para una política no humanista

 

I

El último libro de Franco Bifo Berardi publicado en Buenos Aires –Fenomenología del fin–, trata sobre procesos de sujeción que, a través de la comunicación, la informática y el gobierno de los signos, determinan nuestros modos de vida e inciden en la coyuntura política. Su planteo central surge de describir la transición desde un mundo donde la relación entre cuerpos y signos era procesada a través de la sensibilidad –concatenación conjuntiva– hacia un régimen en el que solo operamos con signos ya codificados, con combinaciones preestablecidas por una previa compatibilización –concatenación conectiva–. Esta transformación obedece a la revolución virtual producida en las últimas décadas en el semiocapitalismo –el capital que se valoriza en la producción de signos–, y se debe tanto a un cambio tecnológico como a una ruptura ontológica que consiste en la pretensión de autonomía del signo en relación con su referente (en el lenguaje: significante/significado; en las finanzas: dinero/trabajo).

 

 

En otras palabras, el animal humano sufre las consecuencias de su acción sobre el entorno –la infoesfera, poblada de flujos de información que circulan a la velocidad del vértigo–, que modificó de un modo irreversible y en el que ahora solo aspira a adaptarse.

El infinito de la emisión de la información deviene incompatible con la capacidad de recepción-metabolización del cerebro individual y social: imposible para la mente humana. Esta transformación del entorno resulta así inseparable de una mutación antropológica que el autor describe tanto desde el punto de vista de los nuevos patrones tecnológicos, como desde el nuevo poder de las finanzas y las patologías que asuelan a los sujetos.

La revolución digital trastorna el modo como se vincula el cuerpo con los signos en detrimento de la sensibilidad, la sensitividad (táctil) y la sensualidad (placer-dolor). Es decir, la pérdida de todos los componentes productores de empatía. La desensibilización general neutraliza el poder crítico de la cultura y anula la disposición del tiempo necesario para los vínculos eróticos, sin los cuales no hay felicidad individual ni capacidad de articular contrapoderes. Esta renegación de la sensibilidad –paralelo a la pérdida del sentido de la historicidad– no es para Bifo, sin embargo, efecto del desarrollo tecnológico por sí mismo, sino más bien de las condiciones definidas por grandes corporaciones capitalistas para este desarrollo.

 

II

 

 

Para quienes no lo conocen, este filósofo activista de Bolonia, que bordea los 70 años, es un autor prolífico cuya obra es publicada en la Argentina con mucho interés por varias editoriales desde hace años. Bifo es una de las figuras paradigmáticas del joven movimiento del autonomismo italiano (también conocido como movimiento operario): fue uno de los protagonistas del Movimiento italiano de 1968 –en Italia se prolongó hasta 1977–, fundó la histórica revista A/traverso y la mítica Radio Alice (primera radio pirata italiana). Fue amigo estrecho de Félix Guattari, quien sigue siendo el inspirador de su trabajo. Durante algunos años vivió en Nueva York, donde conoció de cerca el movimiento cyberpunk y fue el artífice de TV Orfeo, la primera televisión comunitaria de Italia. Actualmente se desempeña como profesor de historia social de los medios en la Academia de Bellas Artes de Brera, Milán.

 

 

Bifo tiene una idea poética y política del cuerpo, del cuerpo erótico y social, tal y como la sublevación lo crea y la imaginación artística lo anticipa. Diagnóstico (crisis del capitalismo) y terapéutica (sublevación, recomposición de un cuerpo colectivo autónomo) remiten a las dos grandes tradiciones analíticas y políticas que no ha dejado de reelaborar: las correspondientes al obrerismo italiano y a la cartografía micropolítica.

 

III

La digitalización y el semiocapitalismo –captados con el método operaista de la lucha de clases como composicionismo (lectura de las variaciones de los aspectos técnicos y subjetivos de la cooperación proletaria)– resultan inseparables del poder de las corporaciones sobre la programación y los mecanismos de sometimiento del “intelecto general” (del que hablaba Marx). Por lo tanto, para Bifo no se plantea la cuestión de un deseo de retorno al pasado (nostalgia de la explotación fordista de la fuerza de trabajo), ni una fobia a la tecnología. La única fobia que el texto registra se dirige al capital, y es expresada, en términos estéticos, como el rechazo al purismo de raigambre teológica que prepara el espacio liso en el cual el signo se deslinda del cuerpo sensual y productivo y se entrega al código, conectividad sin resto a la que se subordinan las formas de trabajo y sobre cuyo fondo reina el poder financiero. Este purismo, curiosamente, ha afectado a su más serio oponente, el leninismo, cuya pureza revolucionaria (vinculada por Bifo a una expresión del cristianismo ortodoxo ruso) ha conducido a un voluntarismo catastrófico. De modo que, si ya no contamos con la política revolucionaria clásica para rechazar el dominio semiocapitalista actual, ¿con qué responderemos entonces para evitar el colapso?

 

IV

La crítica dirigida a Franco Bifo Berardi lo acusa de pesimista (Ricardo Forster, Jorge Alemán), porque su descripción del mundo como una cybercelda no ofrece salida alguna. Como fuere, pesimismo y optimismo no dejan de ser categorías pobres e inútiles: si el optimismo se ha convertido en un futurismo neoliberal, el pesimismo deviene su contracara, un pensamiento triste incapaz de crear nuevas posibilidades.

 

 

El gesto de Bifo incomoda porque realiza dos movimientos: nos exhibe inmersos en un presente sin solución, al mismo tiempo que nos señala problemas y nos invita a trabajar. Leído así, no entusiasma ni desalienta, sino que nos propone producir. Su tesis central sobre el tiempo histórico afirma que el semiocapitalismo trastocó el mundo en el cual actuar era transformar la realidad presente: en nuestros días el grueso de la actividad humana se concentra en el esfuerzo por adaptarse o, más bien, por actualizarse ante la evolución de cambios vertiginosos signados por la revolución virtual, tecnológica o digital. De lo cual se deducen importantes consecuencias para las izquierdas que heredan el legado de la revolución, condenadas a la impotencia si no logran desarrollar un sentido de la ironía capaz de resituarse dentro y contra (contra pero dentro) de este mundo. En la medida en que el semiocapitalismo nos hunde a todos en el mismo lodo, la actitud de la vanguardia que denuncia/salva a los “otros” (alineados, ignorantes, engañados) pierde toda significación. Las minorías esclarecidas pierden relevancia frente a los colectivos que trabajan en interioridad en torno a los problemas que nos son comunes.

 

V

A Lenin le gustaba decir que la ironía y la disciplina eran los mejores valores de los bolcheviques. Vladimir Jankelevich afirmaba que la ironía es una cierta capacidad de distancia para lograr nuevas disposiciones. Para Bifo, la ironía es una insolvencia del lenguaje, la capacidad de eludir una sobrecodificación. La ironía es el rasgo de todo auténtico movimiento social.

 

VI

Si estamos adentro –no somos ajenos ni exteriores a los problemas que nos agobian–, el pensamiento deberá partir de esta inmanencia. No hay modo de resolver esto “desde arriba”. Más que miradas externas, perspectivas distanciadas o lecturas sabelotodo, necesitamos cartografiar la complejidad del presente desde la experiencia misma. Nos debemos explicaciones situadas, chocar con los obstáculos concretos que las analíticas distanciadas pasan por alto. ¿Cómo conocemos? Bifo sostiene que nuestra realidad cognitiva ha mutado. Estar adentro de los problemas ya no tiene nada que ver con adoptar compromisos morales, sino con dar cuenta de qué no podemos y qué sí. Cuando Bifo diagnostica un proceso de desensibilización de la sociedad, roza este tipo de situaciones. No se trata, desde luego, del fin de la sensibilidad como tal, sino de su modulación productivista, prefigurada, codificada, sometida a la lógica algorítmica. Vivimos una reducción de lo sensitivo, lo sensual y lo erótico en la medida en que devenimos cada vez más incapaces de decodificar lo no dicho, de inventar relaciones para signos sin previa compatibilización. Bifo emparenta este proceso con una muerte de la política, y quizás aquí debamos entender esta muerte como la extinción (tendencial, no absoluta) de una voluntad de intervención/control sobre un mundo cosificado y aun manejable. El semiocapitalismo no será transformado –dice Bifo– a partir de maniobras de tipo maquiavelianas o leninistas. En otras palabras, lo que muere es la política tal y como fue concebida por humanistas y revolucionarios, o sea, una voluntad de transformación consumada en un Estado.

 

VII

¿Qué praxis emancipatoria estaría a la altura de un cuestionamiento del semiocapital? ¿Qué sucede con nuestras experiencias políticas? Una clave de interpretación posible para la historia argentina reciente pasa por la reducción –modulación– de lo sensible. Del terrorismo de Estado al neoliberalismo hay un contínuo: del terror a la competencia. Rita Segato lo dice con toda claridad: el patriarcado es una metafísica que trata lo vivo como simple cosa manipulable. Las prácticas de contrapoder, desde las Madres de Plaza de Mayo hasta el movimiento de mujeres, del movimiento piquetero a la lucha por la tierra y la defensa de los bienes comunes, han atravesado el tejido social con una impronta fuertemente historizante, resensibilizante y –en el sentido que le da Bifo– con un notable sentido de la ironía.

Ironía y sensibilización parecen ser dos claves posibles para desestereotipar lo político. ¿Es posible pensar modos de rechazo y de toma colectiva de decisiones más allá del modelo que va del Príncipe al Partido? En la medida en que las prácticas de sensibilización operan como contrapoderes con relación a la explotación laboral, las represiones, los racismos, los genocidios, la opresión sexual y la destrucción de la naturaleza por mega operaciones financieras, no es posible disociarlas de las dos capacidades políticas fundamentales: la de imponer un límite a los poderes y la de experimentar formas colectivas de tomar decisiones. Estas dos cuestiones siguen colocadas en el corazón de lo político, sea lo político poshumano o lo político posrevolucionario.

Habría que reconstruir, entonces, una teoría de la decisión colectiva posrepresentativa, en la cual los sujetos críticos de los procesos de acumulación de capital se desplazarían hacia el centro. No basta para esto con sostener la crítica a la verticalización y la apología de la horizontalidad. Al contrario, este pasaje hacia la no representación implica construir un método, formas de composición y nuevos modos de liderazgos. La llamada horizontalidad queda en estado de abstracción si se desconecta de los modos concretos de tomar decisiones.

 

VIII

Marx había escrito que ya no se trataba, como pretenden los filósofos, de interpretar el mundo sino de transformarlo: un nuevo modo de concebir la crítica como práctica. Este aspecto de la crítica es el que entra en crisis en el mundo cuyas coordenadas Bifo reconstruye. Más que transformar, ya lo dijimos, el sujeto postmoderno se dedica a actualizar sus percepciones y saberes con respecto a un entorno que muta de modo vertiginoso. El cambio en la experiencia se daría en el pasaje de la interpretación-transformación a la actualización-adaptación.

¿Qué tipo de comprensión es practicable en relación con la realidad que vivimos bajo el semiocapitalismo? Quizás la práctica de la traducción –a cargo de todas las luchas que desacralizan, profanan y devuelven al uso común a las dimensiones de la praxis y a la riqueza colectiva que el capital axiomatiza, subordinándolas a la lógica del mercado– nos dé un indicio provechoso. De lo que se trata, entonces, es de contra-traducir el mundo, de comprenderlo decodificando, retomando la capacidad de crear sentidos por fuera del mando del capital. De nuevo la ironía: una espacialidad de traducción abierta de problemas que transversalizan lo individual y lo colectivo.

 

 

 

Bifo estará en Buenos Aires en noviembre. Participará de una entrevista pública en Clinamen, FM La Tribu, el martes 6 de noviembre, y dará una conferencia pública en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA el viernes 9, a las 19 horas, organizada por las editoriales Tinta Limón, Cactus, Hekht, Caja Negra y por Lobo Suelto. Será la posibilidad de verificar hasta qué pasos adelante podemos dar conversando con él.

 

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