Soy atea, ni siquiera fui bautizada, tengo una formación anticlerical, soy feminista y una luchadora desde que tengo memoria por el aborto legal, seguro y gratuito, porque creo que no es posible que las mujeres alcancemos una autonomía plena si la maternidad no es una elección y nuestro deseo y goce no encuentran su lugar.
Todas estas son diferencia que tengo con Juan Grabois, sin contar que tenemos orígenes sociales distintos y nuestras familias vienen de formaciones políticas totalmente diferentes. Sin embargo, Juan es uno de mis grandes compañeros.
Antes de conocerlo personalmente un domingo por la noche en un bar de una estación de servicio, de alguna forma ya era un compañero para mí. Las veces que había hablado con él fueron por distintos conflictos o causas en las que estaba interviniendo como abogada o como militante, alguna detención, el desalojo de varias familias, la persecución a algún dirigente. No nos conocíamos, teníamos mutuas referencias del otro, lo que nos hizo de algún modo confiar en nuestras palabras.
Finalmente nos encontramos aquel domingo. Se había hecho de noche, el bar de la estación de servicio cerraba y seguimos la charla un buen rato en la calle. De allí en adelante seguimos trabajando juntxs y encontrándonos en diferentes luchas.
Pasaron años de aquel día y de allí en adelante Juan no deja de traerme problemas. Lo digo en forma literal: un comedor en un barrio en el que entra la policía y hace destrozos; un pibe detenido de un barrio en el marco de un operativo ilegal, una mujer que está siendo hostigada y violentada por su ex pareja, y así podría seguir enumerando.
Juan forma parte de una generación de jóvenes compañeros y compañeras, bastante más chicos que yo, con los que tengo la suerte de militar y fueron paridos como luchadores por las políticas neoliberales de los '90 y del estallido del 2001. Se acercan a la política de un modo diferente, porque entienden lo político de un modo no tradicional, con un genuino compromiso por las causas que enarbolan, pero que, sobre todo, militan día a día. No tienen la voracidad del poder ni la avaricia de lo material, tienen una formación política y social que les permite pensar de modo creativo, a la vez que entablan vínculos llanos, desde un lugar de franqueza. Eso puede ser una de las razones por las que rápidamente una lxs siente compañerxs. Se equivocan, claro, como todxs, eso no es capital exclusivo de esa generación.
En estos tiempos Juan decidió dar un paso claro para disputar un nuevo terreno en la política. Podría quedarse en su zona de confort en el marco de sus relaciones y de su referencia bien ganada, pero tomó una decisión que muchos y muchas acompañamos.
Esa decisión lo expone, como a todos los que decimos jugar en la arena política, a innumerables ataques, de fuego amigo y enemigo. Esas son las reglas de juego.
Yo pienso seguir discutiendo con él todo lo que me diferencia, y escuchando todas las críticas que me hace, que, por otra parte, son muchas; pero también voy a seguir construyendo y encontrándome en todos los espacios que sea posible, más allá de las coyunturas de hoy o de mañana.
En definitiva, con Juan y con otrxs Juanas y Juanes menos conocidxs publicamente, a pesar de todas las diferencias que podamos tener, compartimos el sueño de que es posible vivir de otro modo y nos resulta natural construir los caminos y los puentes hacia ese futuro que nos esta esperando.
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