Los gerontes célibes ganaron un año

Tarde o temprano, el aborto será ley. La calle ya se pronunció

 

El aborto legal, seguro y gratuito casi fue ley. Y ya nada será igual. La historia la fraguó la calle cuando inventó algo nuevo: una marea verde, una sujeta política transversal, vital y popular. “Los números no cierran”, fue el discurso repetido durante el último mes. La respuesta de las activistas por el aborto corrió el foco de la contienda parlamentaria: “A nosotras sí nos dan los números: somos dos millones”. Pero la apuesta, hoy, fue por la ley. Y los gerontes ganaron un año.

El intento de las y los senadores a favor de la legalización de presentar un proyecto con modificaciones, como prenda de negociación, ya había sido rechazado por aquellos que reivindican la clandestinidad en instancia de la firma del dictamen el 1ro de agosto pasado. Era de esperar que luego de rechazado el proyecto que traía media sanción, los intentos de Perotti de un proyecto “puente” no tendrían alguna aprobación.

Es la séptima vez que se presenta en forma consecutiva el proyecto elaborado por la Campaña, que entró con más de 70 firmas al Congreso. Este 2018 fue la primera vez que se le dio estado parlamentario. Es un momento histórico. En marzo resultaba fantasioso imaginar un proyecto de consenso con media sanción en Diputados. Argentina pudo haber sido, quizás sea en un año, el tercer país de Latinoamérica que permite a las mujeres y personas gestantes decidir sobre la interrupción de un embarazo y que el sistema de salud lo financie. Sólo Cuba y Uruguay poseen una legislación similar.

La palabra sororidad, cantada, escrita, podría ser el nombre del tipo específico de construcción política que ejercen las mujeres, y que en especial en nuestro país, conquista derechos y cambios culturales. Mujeres que traspasan los límites de sus partidos, que conforman alianzas imprevistas, funcionales, sin purismos. Ese modo de tejido político frente a un objetivo común histórico, ya impostergable, es la sororidad.

Ilustración de Antonella Di Vruno

 

Lo que sigue luego de este proceso y este resultado, de la ley a la leyenda, es el trabajo para lograr que todo lo conquistado no se diluya en el tiempo. Como ocurrió con Ni Una Menos, que más allá de los resultados en términos reglamentarios, amplió la intolerancia a las violencias contra mujeres y otras identidades feminizadas; el trabajo práctico, político y discursivo de los últimos meses a favor de la legalización del aborto, abrió una transformación radical en las conciencias ciudadanas. Las nuevas generaciones despenalizaron públicamente el aborto. Pueden argumentar acerca de la relación entre maternidad y deseo, entre cuerpos gestantes y vidas autónomas, entre heteropatriarcado y cupo laboral. Intentan vivir una vida libre de las violencias que implica el sexismo y de las que el Estado no las defiende. Es una generación sobrecalificada para el Congreso y la Casa Rosada que les ha tocado.

“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”, es la consigna principal de la Campaña Nacional por el aborto legal, seguro y gratuito, que existe en la Argentina desde 2005. Cada sintagma de esa consigna son años de construcción y discusión en la perspectiva de que los derechos de las mujeres y personas gestantes son derechos humanos y es responsabilidad del Estado resguardarlos en tanto refieren a la salud pública. Pero en el Senado el mundo es otro. El senador Rodolfo Urtubey, solo por poner un ejemplo, leyó en su exposición que “hay algunos casos en los que la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer”. Un representante provincial que pone en duda la la violencia hacia la mujer involucrada en una violación intrafamiliar es solo una muestra del desfasaje notable entre el abordaje activista y el de buena parte de los legisladores. Otro ejemplo: la senadora que ocupa la llamada Banca de la mujer votó en contra del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, un reclamo histórico del movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans a nivel global. En su intervención, Blas, luego de anunciar su voto, puso a disposición la renuncia a la banca.

El ingreso del proyecto por la Interrupción legal del embarazo al Congreso de la Nación es un momento inédito en la historia de la secularización. Un capítulo clave de la historia de las mujeres en búsqueda de la ruptura del tutelaje del Estado y de los varones circundantes. Decidir a conciencia cuándo maternar, abolir la obligatoriedad de la clandestinidad del aborto, proyectar el fin de la estigmatización de aquella que no desea portar un embarazo, maternar, ser mujer en una estructura de familia tradicional; todos tópicos subyacentes pero fundamentales para comprender la urgencia y la pertinencia de esta ley.

¿Otro ejemplo del abismo entre la calle y las bancas? El legendario hombre de la cruzada por la Resolución 125 volvió a destacarse. Alfredo De Ángeli inició el relato romantizando la situación de explotación de su madre, quien tuvo 10 hijos: “Lo vemos en el interior profundo de la provincia. A esas familias numerosas jamás se les pasó por la cabeza abortar un hijo. Lo criaban con humildad. Y hacían la ropa. Y no tan prolija pero nos vestían. ¿Cuántas veces la vi sentada frente a la máquina de coser haciéndonos la ropa, o haciéndonos pan casero porque éramos muchos y no alcanzaba? No nos dejaba faltar nada. Y jamás se le hubiera pasado por la cabeza a mi madre como a tantas otras, practicar un aborto. No era por religiosa. Sino por la dignidad de ser madre”. La dignidad de ser madre.

El aborto se inscribe dentro de una serie de reclamos del movimiento feminista que tienen raigambre histórica y que si bien parten de la defensa de los derechos del colectivo femenino, buscan ensanchar para toda la sociedad los márgenes de libertad y de acceso a vidas más igualitarias y plenas. Por ejemplo, la lucha por la secularización. En la jornada en que el Senado vota el proyecto de Ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, se realizó también una apostasía colectiva. No se trata de violentar o negar la existencia de la Iglesia, sino de darle el lugar que la sociedad reclama: fuera de las decisiones políticas, fuera del Estado. La Campaña “separación de la Iglesia del Estado”, que rápidamente copió las estrategias de la campaña del aborto, es un emergente de esta complejidad. Hoy es el aborto, pero esta es solo una posta de una carrera interminable. El verde del aborto, en rigor no es solo verde, esconde el violeta feminista, el rojo comunista, el blanco de las madres de la plaza, el multicolor de la wiphala y de la diversidad, el negro anarquista y, también las hay, el celeste de la bandera nacional.

La interpretación contemporánea del feminismo tienen también su vínculo con los crímenes de lesa humanidad. Del otro lado del derecho, están los mismos actores sociales, especialmente la Iglesia católica. En una de las primeras intervenciones, el senador entrerriano Pedro Guastavino lo expresó de forma contundente: “La verdad es que en el día de ayer me la pasé esquivando y atajando crucifijos de una iglesia que quizá sea el mismo sector de la iglesia que cuando nos desaparecían y torturaban nos daban vuelta la cara. Deben ser los mismos sectores que cuando mi madre se entrevistaba con algún obispo para preguntar dónde podía estar, miraban para otro lado o comentaban algo habrá hecho”.

 

 

Las intervenciones, aproximadamente 60, de senadores y senadoras, no presentaron mayores sorpresas. Sí ansiedad. Algo de esperanza. Las exposiciones de las senadoras Lucila Crexell (MPN) y Silvina García Larraburu (FPV) fueron dos de las más esperadas. Crexell manifestó un ni (ni por el sí, ni por el no) y pateó la decisión para el cierre de la jornada, especulando con la posibilidad de debatir el proyecto de Omar Perotti. En cambio, la senadora del FPV que sorprendió hasta a su equipo cuando se cortó sola y anunció el voto por el rechazo, manifestó con claridad que votaría en contra porque la ley “es una solución escandinava para una nación que está cercana a Haití”. García Larraburu se refirió a “las mujeres que militan el género”, habló de la violencia con la que tratan a quienes no piensan como ellas. Y se sorprendió de la reacción de incredulidad y bochorno cuando anunció su voto por el rechazo, ”soy autora de un proyecto que da reconocimiento, identidad y despedida digna a los bebés fallecidos en el vientre”, dijo. Así es que de a poco la ansiedad fue amainando para dar lugar a la locura.

—Es un pelotudo, (que) no rompa las pelotas...

La respuesta de la vicepresidenta se escuchó en la transmisión de Senado TV. Hacía referencia a Luis Naidenoff, quien le había reprochado minutos antes no haber estado presente en la reunión de Labor Parlamentaria, en la que se definieron los plazos para cada orador. Es que Michetti tuvo un arbitrio discrecional con los tiempos permitidos a cada expositor. Según cuál fuera el voto del orador concedía más o menos minutos por fuera de los 10 acordados. A los 16 minutos de su alocución intentó interrumpir a Pamela Verasay, una de las pocas cambiemitas a favor de la iniciativa. Cuando la senadora mendocina lle pidió unos minutos más para cerrar su intervención, Michetti no se lo permitió. No fue la misma actitud que tomó con otros senadores antiderechos, como José Mayans, que pisó los 20 minutos.

 

Foto de Sol Vásquez

 

El contador Omar Perotti venía jugando a las escondidas hace tiempo. Cuando llegó su turno contó que se inspiró en las palabras de la escritora Claudia Piñeiro, “ella dijo que entre los dos extremos tiene que haber un puente donde se miren los que están en un extremo y los del otro”. Con esa imagen presentó el proyecto alternativo, que busca una posición intermedia. “No dejemos a la Argentina ni a la mujer en el mismo lugar en el que empezó este debate”, pidió Perotti. El proyecto elaborado por Perotti y su equipo y presentado en mesa de entradas la mañana del 8 está muy alejado del presentado por las organizaciones sociales y los partidos políticos en marzo ante la Cámara de diputados. Muy alejado de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.

Cerca de las 20.30 hs, la vicepresidenta Gabriela Michetti llamó a terminar la sesión antes de las 22, el rumor que circulaba era que se lo habían ordenado desde el Ministerio de seguridad. En las calles, con notable presencia de Policía federal y Policía de la ciudad, no se generaron grandes desmanes. Sin embargo, los camiones hidrantes actuaban como una amenaza latente. Nuevamente, en el gesto de Michetti se presentía una argucia para no dar lugar al plan de emergencia: tratar el proyecto presentado por el santafecino Perotti inmediatamente después de la votación. A las 21,30 la senadora María de los Ángeles Sacnum consultó a Michetti sobre esa determinación, la Presidenta del senado contestó con las manos negando toda vinculación y aclarando que fue una sugerencia de la Seguridad externa, no orgánica al Gobierno.

A las 21.10 Perotti se dio una vuelta por la sala de periodistas. Dijo que el Senado tenía que garantizar la extensión de las sesiones más allá de las 22. Perotti buscaba apoyos, la empatía que no construyó durante el mes que duró el debate en la Cámara de senadores.

 

 

A las 21.30 la Campaña convocó a una Conferencia de prensa: “La negativa a nuestro proyecto les va a costar mucho. Nosotrxs ya ganamos", dijo la abogada Nelly Minyersky. En paralelo, algunas organizaciones se autoconvocaron a un cacerolazo por el aborto legal a las 22. La propuesta no prosperó, una ventisca intensa recorría toda la ciudad de Buenos Aires.

A las 22.00 el ex presidente Carlos Menem se retiró del Senado. Su voto estaba anunciado en contra pero “no necesitan su voto”, se especuló en redes. El solo intento de incorporarse y el ademán de retirarse, despertó en la calle un griterío contagioso. La composición de la masa de asistentas y asistentes es diferente a la de la votación en la cámara de diputados el 13 y 14 de junio. Esta vez hay mayor confluencia de activistas de las provincias y hay mayor cantidad de personas en edad de haber sido contemporáneas con las presidencias de Menem. Eso explica el festejo.

 

Menem se retira del Senado. Y alguien comenta a su paso: "El patriarcado va a caer".

 

Pasadas las 23 comenzaron los cierres de cada bloque. Pino Solanas, con discurso de barricada, dijo que sea cual sea el resultado, “esto no es una derrota, es un triunfo monumental porque lograron colocar un debate fundamental, en esta Argentina que siempre fue vanguardia en América latina de grandes causas. ¡Bravo chicas! Será ley contra viento y marea”. El cierre cosechó aplausos a pesar del anuncio derrotista.

Afuera, una lluvia constante empeoraba los 8 grados centígrados. La procesión, sin embargo, era constante. Fiestas improvisadas, recitales en los grandes escenarios y un notable descenso en el promedio de edad.

—Ojalá no hubiera vallas, para que escuchemos su alegría.

Dijo dentro del recinto Magdalena Odarda, en otro discurso a favor de la legalización que mencionó a Carmen Argibay e hizo referencia a la laicidad del Estado. Adolfo Rodríguez Saá expresó el rechazo y manifestó su incomodidad ante las críticas al catolicismo. Cristina Fiore, a continuación, repitió su postura puesta en evidencia durante la Plenaria de comisiones. Nada nuevo. La novedad sí sería la próxima intervención. Todos los bares de Callao y Corrientes desbordaban, a la 1 de la madrugada ya había corrido mucha cerveza.

—Cuando habla Cristina suben el volumen.

La chica que no supera los 20 tiene la cara —después de tantas horas y lluvia— ya manchada de verde. El treintañero de mochila la escucha como si le tuviera temor reverencial. Cristina Kircher hablando en la TV de bar, una escena antes corriente, hoy es excepcional.

La intervención de la ex presidenta inauguró una Cristina autodenominada feminista. E inauguró un nuevo elemento al "movimiento democrático, nacional, popular y, ahora, feminista". La calle tembló.  "No será este año, pero será el próximo", dijo admitiendo la victoria del rechazo y reconoció que la conciencia acerca de las opresiones del patriarcado no la aprendió de su hija Florencia, activista feminista, sino de las mujeres que desde 2015 fueron construyendo desde Ni Una Menos una mirada compleja en torno a las violencias machistas: "Quiero decirle a todas esas jóvenes que también ese feminismo que están construyendo debe también incorporar las cuestiones económicas", expresó. Una Cristina que pronuncia la palabra "patriarcado" (y hace que la calle explote, "¿Dijo abolir el patriarcado?", la calle es una fiesta); "feminismo", "aborto", impensable hace tan solo 3 años.

Miguel Pichetto, el gran jugador del Senado, a quien no le alcanzó para armar una mayoría, rescató la decisión del presidente Macri de habilitar el debate. "Los grandes cambios cuando se producen es porque hay un fuerte decisionismo", dijo, y agregó: "Debería haberse comprometido más con este tema".

Los últimos oradores, Silvia Elías de Pérez y Naidenoff, empezaron su exposición sobre las 2 de la mañana. Para entonces, una ráfaga de rumores renuevan la posibilidad de que algunos senadores cambien su posición, es que "la calle es una fiesta después de Cristina", dice un asesor. Elías, cuya celebridad estalló durante las reuniones del plenario de comisiones, robusta defensora del derecho del niño por nacer, acentuó su opinión: "El proyecto es inconstitucional". Naidenoff, en cambio, dejó en claro que el rechazo de la ley es "mirar a los costados, clandestinidad, oscurantismo y doble moral".

 

 

Votación: 38 a 31. El Senado rechazó el proyecto. "Vamos todavía", dice Michetti por lo bajo.

Tarde o temprano, el aborto será ley. Esta vez, los gerontes celibatarios sacaron un año más de ventaja. Pero la calle ya se pronunció: el millón de personas que inundó las ciudades del país y las miles en varias ciudades del mundo refrendó lo que desde marzo está claro, el aborto fue despenalizado por la sociedad. Los defensores de la clandestinidad lograron, con mucho esfuerzo y gastando mucho dinero, estirar por un poco más de tiempo el imperio que construyeron sobre los cuerpos de las mujeres y otras identidades sometidas por el patriarcado. Sin embargo, no hay derrota. El andar, los cantos, las caras en la marea miran al futuro: será ley.

 

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