Debimos sospecharlo desde el principio, pero ahora nos consta que la redundante conferencia de prensa concedida por el presidente Mauricio Macri el miércoles pasado no fue convocada cinco días antes porque su equipo económico necesitaba pulir los detalles del anuncio sorpresivo de un proyecto nuevo, sino para darle tiempo al conferencista de memorizar las respuestas a todas las preguntas hipotéticas elucubradas por sus asesores de imagen.
La oratoria presidencial suele ser inmune a la realidad pero la magnitud de la crisis y la carencia de ideas para enfrentarla han agravado el síndrome. El miércoles, Macri comenzó por lamentar “la angustia de muchos argentinos que sienten frente a esta tormenta que esto puede terminar en una crisis similar a otras del pasado”, pero se declaró “absolutamente convencido que estamos haciendo el esfuerzo correcto”, y enfatizó, apelando al más añejo de sus giros retóricos, que “a los problemas los estamos atacando con la verdad sobre la mesa, como corresponde”.
Un par de preguntas después la verdad se batía en retirada, azuzada por la explicación falaz que balbuceó Macri para justificar su decisión de no suspender la rebaja del impuesto a las exportaciones de soja, más conocido como “retención”, ni reponerlo para las demás exportaciones de cereales.
Según Macri, “el gobierno anterior, en una política muy equivocada, inédita porque nadie en el mundo lo hace, le cobraba impuestos a los que exportaban. El único país del mundo que castigaba las exportaciones era la Argentina”.
Eso que dice Macri, y no es la primera vez que lo dice, es falso. Lo desmienten un informe elaborado en 2016 por el Directorio General para la Política Exterior del Parlamento Europeo y la base de datos sobre restricciones a las exportaciones compilada en 2014 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el club exclusivo al que Macri se desvive por asociarnos.
El estudio realizado por la OCDE relevó las restricciones a las exportaciones aplicadas entre 2009 y 2012 en 72 países exportadores de materias primas industriales (minerales, metales y madera), y entre 2007 y 2011 en 16 países exportadores de materias primas agrícolas. Las restricciones comprendidas incluyen la prohibición de exportar un producto, el establecimiento de cuotas que limitan su volumen exportable, la imposición de retenciones y la exigencia de obtener licencias previas.
Durante los períodos analizados por la OCDE, los 16 países exportadores de materias primas agrícolas y 60 de los 72 países exportadores de materias primas industriales aplicaron alguna clase de restricción a sus exportaciones de esos productos. Específicamente en materia agrícola, 13 de los 16 países prohibieron por completo la exportación de algún producto y 9 países aplicaron retenciones. La OCDE y el Parlamento Europeo coinciden en remarcar que el uso de esta clase de restricciones ha crecido durante la primera década de este siglo. Por ejemplo, la OCDE señala que tres cuartas partes de las restricciones vigentes en 2012 fueron adoptadas a partir de 2007.
En el sitio de la OCDE se puede consultar un mapa interactivo con información actualizada país por país (http://www.compareyourcountry.org/trade-in-raw-materials?cr=oecd&lg=en&page=0&visited=1), que muestra la vigencia de esta clase de herramientas regulatorias en la mayoría de los países emergentes comparables con la Argentina: China, Rusia, Brasil, India, Sudáfrica y México. Y el informe del Parlamento Europeo nos recuerda que las restricciones a las exportaciones sirven objetivos de desarrollo importantes, incluyendo estabilizar el precio doméstico de bienes exportables que se consumen localmente, aumentar los ingresos fiscales, promover el valor agregado a las materias primas exportables y moderar la extracción de recursos no renovables.
Vale la pena detenerse en las conclusiones del estudio de la OCDE sobre las exportaciones de trigo, dada su importancia como ingrediente esencial de los alimentos que consumimos los argentinos. En 2008 ocho países, incluyendo cinco de los diez principales exportadores de trigo, controlaban su exportación de alguna manera: Argentina (retención), Rusia (prohibición), Ucrania (cuota), Pakistán (prohibición), Kazajistán (prohibición), China (retención), India (prohibición) y Kirguistán (retención). A pesar de esas restricciones, las exportaciones mundiales de trigo aumentaron 27 millones de toneladas respecto de 2007. La restricción argentina, consistente en una retencion del 23%, fue derogada por Macri en 2015, con las consecuencias apreciables por cualquier compatriota que compre un kilo de pan en la panadería de su barrio.
Tampoco es cierto que el derecho internacional prohiba la utilización de las retenciones. Tanto el estudio de la OCDE como el informe del Parlamento Europeo son categóricos al respecto. Las normas de la Organización Mundial de Comercio regulan los aranceles de las importaciones pero no se refieren a los impuestos a las exportaciones, y los países miembro de la organización tienen discreción para aplicarlos y determinar sus alícuotas. La OMC sí restringe el uso de cuotas que limiten el volumen exportable pero, aún en ese caso, permite excepciones transitorias para aliviar faltantes críticos de alimentos y otros productos críticos, conservar recursos naturales y asegurar la provisión a un precio doméstico inferior al precio internacional de materias primas necesarias para la producción industrial como parte de un plan de estabilización.
Conocer la verdad es importante. Sobre todo cuando se necesita poner sobre la mesa de los argentinos algo mas que palabras.
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