Este año hubiera cumplido 100 años. Vivió hasta los 87, componiendo, tocando su guitarra y cantando. Sospecho que pocos de quienes leen o escuchan El Cohete tienen una vaga idea sobre quién fue o, directamente, nunca oyeron hablar de ella. Muy injusto, porque Carmen Guzmán fue durante medio siglo una de las artistas más admirables de la música argentina. Tuve el privilegio de conocerla, cuando cantaba en el bolichito del que te hablé varias veces, en Juan Domingo Cangallo, a metros del Obelisco, que durante un par de años abrieron Lucio Demare y Mercedes Simone.
Nació en Mendoza en 1925, en una familia de músicos. Desde los 7 años empuñó la guitarra, amaba la música clásica y a los 14 ya era profesora. Pero su padre era guitarrista en el dúo Pelaia-Carranza y uno de sus hermanos integraba el conjunto Los Trovadores de Cuyo, que dirigía Hilario Cuadros. Ambos le marcaron un camino que inició a los 19 años, al ganar un concurso para músicos aficionados. Al mismo tiempo era campeona de gimnasia.
Tenía una voz pequeña pero hermosa. Comenzó cantando boleros, que poco después dejó por el folklore. Siempre fue una militante de la cultura nacional, coautora hace más de 60 años de un Manifiesto del Nuevo Cancionero, que "intenta buscar en la riqueza creadora de los autores e intérpretes argentinos, la integración de la música popular en la diversidad de las expresiones regionales del país. Es así como se propone depurar de convencionalismos y tabúes tradicionalistas el patrimonio musical, tanto de origen folclórico como típico popular". Coherente con esa definición, además de estilos, chamamés, galopas y zambas, cantaba tangos y milongas. Elegía su repertorio en forma muy cuidadosa, con canciones escritas por poetas como su compañero Pedro Belisario Pérez, María del Mar Estrella, Margarita Durán, Héctor Negro, Alberto Oviedo, Romero Maciel y Roberto Calvo. Tocó, cantó y/o compuso con Pantaleón, Eduardo Falú, Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Susana Rinaldi, Ariel Ramírez, Polo Giménez.
El resultado es una obra de enorme calidad. Una de sus exigencias consigo misma fue que lo que hacía le gustara a los oyentes, que resonara con alguna experiencia personal. En la entrevista que figura al final de esta selección, Carmen explica que "si el poeta divaga con hermosas metáforas, a veces la gente no se encuentra allí. Yo creo que una canción es un cuento bien contado". Y vaya que lo hizo.
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