Cuando grabaron este álbum él se acercaba a los 60 y ella todavía no había cumplido los 40 y ambos ya eran fundamentales en la historia del jazz. Las primeras grabaciones de Armstrong como trompetista fueron revolucionarias. Pero cuando además comenzó a cantar, con esa voz imposible, de papel de lija, pasó a ser un fenómeno único. Además inventó una forma de improvisación, siguiendo la música sin palabras, con sílabas sin sentido: el scat. No te voy a contar de nuevo la historia de ese nieto de una esclava, que fue criado por una familia judía que lo trató como a un hijo más, de modo que conoció de primera mano dos formas de la discriminación.
Cuando él comenzó a grabar en la banda de King Oliver, ella tenía 6 años. Sus comienzos fueron asombrosos. Todas las semanas había una noche de aficionados en el teatro Apollo de Harlem. A sus 17 años, ella preparó un número de baile. Su especialidad era el tap. Por azar, su turno llegó después de otro numero de esa modalidad, nacida en respuesta a la prohibición de utilizar instrumentos musicales a quienes no tuvieran la piel blanca. Tuvieron que arreglárselas con sus manos y sus pies. Intimidada por esa competencia, en vez de bailar decidió cantar, cosa que hasta entonces solo había hecho en la iglesia, sin formación profesional. Su voz de una claridad y nitidez asombrosa, que contrastaba con su corpachón de matrona, dejó a todo el mundo con la boca abierta y le otorgaron el fabuloso premio mayor de la noche, de 25 dólares, después de tres bises por exigencia del público. También se llevó el Grammy en la primera entrega del premio. En las huellas de Armstrong, desarrolló un estilo único de scat. Dos décadas después de esos comienzos, Norman Granz eligió once baladas lentas para reunirlos, con tal repercusión que le siguieron otros dos álbumes. Todos deliciosos.
Es difícil imaginar dos voces más diferentes. Lo único obvio que tenían en común era una afinación perfecta. Ambos eran muy conscientes de esa complementariedad. Según el crítico Ben Phillips, "el registro de Ella y su oído perfecto significaban que podía imitar no solo a la sección de vientos sino también a casi cualquier otra persona, incluyendo a la cantante de jazz Rose Murphy, con su voz aguda y caricaturesca, sus afectaciones de chee chee y sus efectos de sonido telefónicos de brrrp" y por supuesto a Louis Armstrong. Escuchá como lo hizo en esta versión de I Can't Give You Anything but Love, Baby.
Todo lo que sufrió Armstrong por el racismo y la forma en que lo enfrentó, con temas maravillosos como Black & Blue y con posiciones públicas inequívocas se conocen. Menos se sabe de los padecimientos de Fitzgerald por esa peste social que no termina de curarse. Y menos presente se tiene aún que su devota admiradora Marilyn Monroe la ayudó a traspasar esa barrera, en 1955. Luego de escuchar mil veces sus discos, Marilyn le propuso un trato al propietario del club más cotizado de Hollywood, el Mogambo: si él contrataba a Ella Fitzgerald, ella se sentaría durante cada función en la mesa más notoria, y permitiría que le sacaran todas las fotos que quisiera. Después de esa temporada en el Mogambo, la carrera de Ella Fitzgerald alcanzó la altura pública que se merecía y, como ella misma contó, nunca volvió a cantar en pequeños boliches marginales. Marilyn "era una mujer inusual, un poco adelantada a su tiempo. Y ella no lo sabía", le agradeció la cantante a la mujer más bella del mundo, luego de la prematura muerte.

En la década siguiente, Ella Fitzgerald accedió a una entrevista radial con Fred Robbins en la que se explayó sobre el racismo. Luego de aquel Mogambo, fue arrestada en su camarin en Texas, por participar en un espectáculo integrado y al llegar a la comisaría, un cana le pidió un autógrafo. En la adolescencia se había escapado de un reformatorio, donde los guardias blancos se entretenían apaleando a las chicas negras.
Quizás me estoy saliendo de la línea, pero tengo que decirlo, porque lo siento en el corazón. Te hace sentir muy mal pensar que no podemos ir a ciertas partes del sur y dar un concierto como lo hacemos en el extranjero, y que todo el mundo venga simplemente a escuchar la música y disfrutarla debido al prejuicio que existe.
Yo solía callarme siempre porque se oye decir a la gente: "Oh, Dios, la gente del espectáculo debería mantenerse al margen de la política". Pero hemos viajado tanto y hemos pasado tanta vergüenza. (Los fans) no pueden entender por qué no tocas en Alabama, o (preguntan), "¿Por qué no puedes dar un concierto? La música es música".
El periodista le había dicho que la entrevista se emitiría en todo el mundo, y eso la tenía por un lado feliz, "porque en lugar de cantar, para variar, tuve la oportunidad de desahogarme un poco. Soy solo un ser humano". Y por otro lado, preocupada. "Realmente dije muchas cosas. ¿Crees que van a romper mis discos en el sur cuando lo escuchen? Esto es inusual para mí". Sin embargo, la entrevista nunca se difundió, hasta que la autora Reggie Nadelson descubrió la grabación 55 años después en el Paley Center for Media. Contenía un párrafo esperanzador. Después de describir esa situación vergonzosa, habló sobre el futuro. “Los intransigentes, simplemente van a morir intransigentes. No van a ceder. Hay que tratar de convencer a los más jóvenes, ellos son los que tienen que forjar el futuro y esos son los que nos tienen que preocupar. No esos intransigentes”.
Murió en 1996, sin saber por qué la entrevista no se había emitido. Sólo podemos presumirlo. Lo mismo con la demolición, comenzada la semana pasada en Washington, del mural Black Lives Matter. Fue erigido en 2020 en repudio al asesinato de George Floyd y los legisladores republicanos extorsionaron con retirar los fondos federales a la capital. Ese fue su aporte a la guerra cultural contra lo que llaman la cultura woke. O sea, decir la pura verdad.
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