Tocando Fondo

No hay forma de que un nuevo préstamo del FMI termine bien

 

El 2 de julio de 1984 salió el primer disco de Viuda e Hijas de Roque Enroll, banda conformada por Mavi Díaz, María Gabriela Epumer, Claudia Sinesi y Claudia Ruffinatti. El LP, como se decía en aquella época, tenía el mismo nombre de la banda e incluía doce temas, varios de los cuales fueron éxitos inmediatos. La crítica llamó “música divertida” a ese estilo que mezclaba ritmos pegadizos y humor, y que –junto a otras bandas como Los Twist, Los Helicópteros o Los Fabulosos Cadillacs– representó un quiebre con el rock progresivo y se transformó en la banda de sonido de la primavera democrática. Su “rock de colores” y su condición de banda femenina les valió a Viuda e Hijas varios comentarios condescendientes (“Por ser mujeres, está bastante bien”) y algunas críticas por la supuesta ligereza de sus temas. En realidad, esa crítica sólo reflejaba la incomprensión de la ironía de las letras: “Habíamos aprendido a reírnos de las cosas para que la gente no se diera cuenta que hablábamos en serio”, comentó años después Mavi Díaz, cantante y una de las compositoras de la banda.

El primer tema compuesto por la banda fue Estoy tocando fondo, dedicado al Fondo Monetario Internacional (FMI). Como suele explicar Díaz, entre risas, “nadie más hizo una canción al FMI, así que la mía va a seguir sonando de aquí al fin de los tiempos”.

 

 

Estoy tocando fondo ilustra la presencia excluyente del organismo internacional no sólo en la política económica del país sino también en la vida diaria de los argentinos. Como escribió Horacio Rovelli en El Cohete a la Luna, en referencia a las enormes condicionalidades impuestas por el organismo internacional: “Cuando Raúl Alfonsín asumió la presidencia de la República Argentina, la deuda externa rondaba los 43.600 millones de dólares. Su primer ministro de Economía, Bernardo Grinspun, impulsó por un lado la investigación sobre el origen de la deuda y por el otro un acuerdo de los países deudores de la región para negociar globalmente la misma, los cuales se encontraron en las ciudades de Cartagena y de Mar del Plata en 1984. La iniciativa no prosperó, porque los gobiernos de Brasil y México cedieron ante la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI) y aceptaron negociar por país”.

Un año después del lanzamiento de Viuda e Hijas de Roque Enroll, “tras un violento cambio de palabras en su despacho del Ministerio, Grinspun le exigió que se retire al representante del FMI, Joaquín Ferrán. Al día siguiente, Alfonsín le pidió la renuncia y asumió en su reemplazo Juan Vital Sourrouille”.

El resto es historia conocida.

La presencia excluyente del FMI es algo que padecemos también hoy. El ministro de Economía, el Toto de la Champions, el Timbero con la Tuya, en lugar de hablarnos de desarrollo, rutas, puertos, empleo, inversión en ciencia y tecnología, fábricas o gasoductos, nos comenta exultante la última reunión con los burócratas del Fondo y la cercanía de un nuevo acuerdo que, hundiéndonos hoy, nos permitirá acceder a un futuro tan venturoso como lejano. Es bueno recordar que esa relación de completa sumisión, que parece eterna, no siempre existió.

El FMI fue creado a partir de la Conferencia de Bretton Woods de 1944, en Estados Unidos. El objetivo declarado fue establecer un sistema de estabilización financiera global para prevenir crisis como la Gran Depresión. En realidad, fue uno de los instrumentos de control geopolítico de los Estados Unidos, cuya hegemonía reemplazó a la de los países europeos, en particular el Reino Unido.

Juan Domingo Perón, quien consideraba los Acuerdos de Bretton Woods como un engaño, rechazó formar parte del organismo. Luego del golpe de 1955, el dictador Pedro Eugenio Aramburu suscribió al FMI y obtuvo en 1957 el primer préstamo. Lamentablemente no sería el último, ya que la Argentina es uno de los países con mayor cantidad de demandas de asistencia a dicho organismo. Dos años después, en 1959, se firmó el primer acuerdo stand-by, aplicándose oficialmente en nuestro país las medidas monetaristas elaboradas por el Fondo, esas que se imponen en cualquier latitud y cualquier coyuntura como santo remedio a todo mal, empezando por la inflación.

Si los resultados son adversos, como ocurre habitualmente, no importa, ya que no es el modelo que se equivoca: es la realidad que falla.

Recién bajo la presidencia de Néstor Kirchner pudimos liberarnos del lastre de las políticas del Fondo, esas que ningún país desarrollado ha seguido, ni tampoco seguirá. “Y terminando el año dijimos que queremos volver a ser independientes y manejar nosotros los resortes de nuestro país. Y por ello hace pocas horas atrás decidimos terminar con esa deuda de cincuenta años y le dijimos al FMI ‘basta de deuda externa’. La Argentina paga, la Argentina se libera, la Argentina construye su destino, la Argentina empieza a construir su independencia”, afirmó el entonces Presidente, en un acto en diciembre del 2005.

 

 

Un spot de campaña de CFK del 2007 ilustra el alejamiento del FMI de la vida diaria de los argentinos. En un punto, es el reverso de Estoy tocando fondo.

 

 

Con Mauricio Macri volvimos al Fondo. En 2018, luego de dos años de endeudamiento creciente y frente al freno del chorro de dólares, el entonces ministro de Finanzas (actual ministro de Economía) negoció un préstamo millonario con el organismo para no caer en default. Esos recursos frescos que “no se iban a usar” y que se habían solicitado “de forma preventiva”, porque el país no estaba al borde del default sino con “una posición sólida”, fueron entregados en su mayor parte a quienes querían salir de la fiesta de tasas en pesos y volver a posiciones en dólares.

Como Alfonsín al principio de su mandato, Alberto Fernández prometió impulsar una investigación sobre esa deuda fraudulenta heredada. Apenas asumió, ordenó al Procurador del Tesoro que iniciara una querella contra el ex Presidente Macri por supuesta administración fraudulenta y defraudación. Sin embargo, dos años después, siguiendo los mismos pasos de Alfonsín, ese impulso inicial fue evaporado y el ministro de Economía Martín Guzmán presentó en el Congreso el acuerdo de negociación con el organismo internacional, dándole la legitimidad que Macri no había conseguido.

Máximo Kirchner renunció a la presidencia del bloque de diputados del Frente de Todos por “no compartir la estrategia utilizada y mucho menos los resultados obtenidos en la negociación”. En el comunicado de renuncia señaló que “ojalá todo salga en los próximos años como el sistema político, económico y mediático argentino promete y mis palabras sean las de alguien que en base a la experiencia histórica sólo se equivocó”. Lamentablemente, el futuro probó que no se había equivocado.

No fue el único en oponerse al acuerdo. El actual Presidente de los Pies de Ninfa, por entonces diputado, votó en contra ya que era un proyecto “altamente cuestionable desde lo técnico y reprochable desde lo moral”.

 

 

 

 

Para el diputado Milei, la deuda con el FMI era inmoral ya que la pagarían las futuras generaciones, que no la habían tomado. Un año más tarde, en 2023, desde su cuenta de Twitter, fue aún más severo con el organismo internacional: “Si el Fondo Monetario Internacional continúa con esta conducta de regalarle plata al gobierno para que la rife intentando controlar el precio del dólar los argentinos tendremos que revisar nuestros compromisos con el Fondo. No podemos seguir sosteniendo este modelo a costa de las generaciones futuras”.

 

 

Se ve que en el medio pasaron cosas, ya que durante el discurso de apertura de sesiones ordinarias anunció un nuevo endeudamiento con ese mismo Fondo.

El objetivo, por supuesto virtuoso, es “sanear las cuentas del Banco Central”, es decir, el Tesoro cancelará deudas con el Banco Central utilizando la plata del Fondo. La Argentina pasará así de tener una deuda intra-Estado, que carece de urgencia y de condicionamientos, a padecer otra con el FMI, aumentando la condicionalidad ya enorme de ese organismo sobre nuestra política económica. Por supuesto, como ya lo oímos en los últimos cincuenta años en cada renegociación, este nuevo acuerdo permitirá que la Argentina encuentre por fin el camino al desarrollo, la equidad y coso.

Luego de un ajuste salvaje, que penaliza a los jubilados y los asalariados, que nos dejó sin obra pública e incluso sin medicamentos para los pacientes oncológicos, el “experto en crecimiento con o sin dinero” nos explica que es tan urgente la llegada de dólares frescos que ni siquiera enviará el acuerdo con el Fondo al Congreso, tal como prometió hace apenas una semana, sino que lo impondrá por decreto. En realidad, de llegar a concretarse, esa deuda nueva terminará alimentando la fuga, siguiendo el mismo esquema de estafa piramidal del préstamo del 2018. El único objetivo es conseguir recursos para llegar a las elecciones con un dólar “quieto”. Luego, ya habrá tiempo de devaluar.

“La gente dice que esto ya lo vivimos y que termina mal. Y hay algunas similitudes, pero yo les digo que esta vez no es así”, afirmó por su lado el ministro Caputo durante el 6º Foro de Inversiones y Negocios en Mendoza. Teniendo en cuenta que se refería a la crisis del 2001, su advertencia nos llena de tranquilidad. El funcionario sostiene que su modelo tiene similitudes con el que generó la mayor crisis desde la vuelta de la democracia, pero a la vez sostiene que todo va a salir bien.

No hay forma de que este nuevo préstamo termine bien. La historia del último medio siglo está ahí para corroborarlo. Máximo Kirchner tuvo razón, el acuerdo no era sustentable y sólo aportó más miseria al pueblo argentino.

Unión por la Patria, la única oposición real, debe rechazar este nuevo suicidio colectivo y tiene los argumentos para hacerlo. Y, en última instancia, si el oficialismo encontrara el respaldo necesario en la oposición amable (esa que apoya en el Congreso y se indigna en las redes sociales), los diputados y senadores de Unión por la Patria deberían advertirle al FMI que no reconocerán esta nueva estafa. Agustín Rossi lo explicó con bastante claridad en referencia a otras decisiones del gobierno de la motosierra: “No me metería ni en una privatización ni en ninguna compra que haga este Gobierno. El próximo Gobierno va a desconocer todo lo que hicieron. Vamos a encontrar los mecanismos”.

 

 

Como señaló el diputado Milei: no sigamos sosteniendo este modelo a costa de las generaciones futuras.

 

 

 

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