Buenos Aires no aprende
Inicio de clases con menos oferta educativa y un experimento en nombre del paradigma a-ideológico
El ciclo lectivo 2025 del nivel secundario en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires comienza con una nueva experiencia-reforma, denominada Buenos Aires Aprende, aplicada solamente en 33 escuelas pioneras, entre instituciones públicas y privadas. A juzgar por anteriores intentos de cambiar la secundaria a lo largo de 17 años de gestión del Pro en la ciudad, entre ellos Nueva Escuela Secundaria, Secundaria del Futuro, Educación Híbrida, Escuelas Foco, etcétera, no está claro si Buenos Aires Aprende se extenderá en el tiempo y será luego aplicada a la mayoría de las escuelas secundarias de la jurisdicción.
Para conseguir las voluntades de 33 directorxs de escuelas medias (la experiencia se propuso como “voluntaria”), que se prestaran a este nuevo experimento, el Ministerio de Educación debió realizar una considerable inversión, inédita para la gestión neoliberal entre 2008 y la actualidad, materializada en cargos docentes y horas cátedra que las escuelas aceptaron impulsadas por diferentes motivos, entre ellos que semejante voluntad inversora era algo desconocido después de casi 20 años al frente de la educación porteña.
En números anteriores de El Cohete a la Luna adelantamos que dicha reforma surge de la simple lectura e interpretación de indicadores de rendimiento en disciplinas como Matemática y Lengua considerados como “saberes troncales” de la reforma en cuestión.
Frente a dicha metodología de cambio, nos permitíamos sugerir cierto marginamiento en el espíritu de la propuesta para las áreas de Ciencias Sociales y Naturales y el resto de las asignaturas. Desde ya, en dicho contexto, la subalternización del pensamiento crítico, tanto como la investigación en ciencia y tecnología, podrían estar pasando a la historia.
Asimismo, observábamos que a partir de un formalismo racional y matematizante, en el que los fenómenos sólo se explican según una causalidad matemática, se pretendía condicionar los aportes de la sociología y de la historia, entre otras disciplinas, y acomodar por ejemplo la Formación de una Ciudadanía Democrática a las necesidades de las políticas de mercado expresadas en términos de costo-beneficio, lo que pone en serio riesgo cualquier referencia a una convivencia solidaria, diversa y republicana.
Dichos aspectos adquieren en el presente particular interés, por ser uno de los núcleos que el gobierno libertario y sus aliados pretenden destruir para imponer un pensamiento único, que no se puede criticar porque es la “única alternativa”, la que conviene al modelo especulativo de mercado y del capital financiero, y que lleva al proceso de mercantilización y privatización de la educación pública y a la clausura del ascenso social por dicha vía.
Algunas intervenciones públicas de funcionarixs del Ministerio de Educación sugieren que efectivamente la educación de la Capital Federal está dejando el siglo XX para reinsertarse en las concepciones deterministas, positivistas y naturalistas del siglo XIX , en la búsqueda de un paradigma educativo supuestamente a-ideológico, libre (aunque no se explique bien de qué o de quién), en el que la enseñanza se deje librada a la confianza en quienes aprenden, algo que lxs docentes tienen muy claro desde que eligen la carrera, a menos que aspiren a dictar clases desconfiando de sus alumnxs.
Falaz argumento, además, ya que no existe el apoliticismo. Siempre las personas disponen de una ideología, que es la que impulsa dichas políticas públicas. Semejantes aseveraciones, aparentemente lejanas a la política, persiguen como única finalidad colonizar el campo educativo, instalar en las jóvenes generaciones toda una gama de conceptos, sentimientos y valores que suplanten a los tradicionales. Para ello, nada mejor que aceptar como natural una forma de vida, una cultura, en la que la competencia, el lucro, la especulación y la desconfianza en el otro aparecen como opciones individuales, lejanas al pensamiento colectivo y solidario, y al trabajo productivo y bien remunerado.
Resulta contradictorio que el gobierno de la ciudad hable de salir del siglo XIX cuando en los hechos ratifica un sistema educativo dividido, fragmentado en materias desarticuladas entre sí, que resultan ser, ya en el siglo XXI, una afrenta a la integridad del conocimiento. Una apuesta a compartimentar la realidad, a formar en un conocimiento disciplinado, aislado, incapaz de trascender la disciplina como para hacer posible que lxs jóvenes descubran y comprendan el mundo en el que viven.
Semejante organización del saber sólo puede enseñar “verdades” parciales, incompletas, que no favorecen la comprensión del pasado ni del presente, y mucho menos la construcción de la memoria, ya que una vez terminado el secundario parecen haberse olvidado de todo.
Cabe agregar que mientras todo ello sucede, y en paralelo a la instalación pública de Buenos Aires Aprende, el resto de las escuelas que participan de la experiencia –que son la mayoría– continúan con problemas de infraestructura, de equipamiento, de pago de subsidios en tiempo y forma a las asociaciones cooperadoras, una oferta insuficiente de becas a los alumnxs y una excesiva burocratización, lo que conspira contra la función pedagógica de las mismas. Debemos mencionar, por constituir un retroceso grave para la educación, los constantes sometimientos a evaluaciones y cuestionamientos de la que es objeto la Educación Sexual Integral y sus contenidos, un ejercicio reiterado del Ministerio de Educación en la Capital Federal.
Libertad de cátedra y cierre de cursos
Aunque la prohibición de hablar sobre sexualidad, política, género y etnias durante las horas de clase –promovida por la Resolución ministerial 2.796/24, que modificara el artículo 75 del Reglamento Escolar de la ciudad– haya quedado sin efecto debido al reclamo de los representantes de lxs docentxs y al impacto negativo que tuvo en la opinión pública, consideramos necesario darla a conocer ya que constituye un antecedente gravísimo de censura pedagógica, que atentó directamente contra la libertad de cátedra, y solicitaba tanto a docentes como a alumnos que denunciaran a las direcciones escolares a profesoxs y compañerxs que hablaran sobre los temas prohibidos.
Otro de los intentos de achicar el sistema educativo en ciudad es el cierre de Escuelas Secundarias Nocturnas a partir del gradual cierre de cursos que se viene implementado, según se argumenta, porque tienen menos de 12 alumnos cada uno. La ciudad sigue al pie de la letra una normativa completamente desactualizada, sancionada con anterioridad a la pandemia, hecho que como es de público conocimiento causara numerosas situaciones de abandono escolar. Se trata de alumnxs que no han sido recuperados en su totalidad y que podrían necesitar dichos cursos clausurados, de ser recuperados por el sistema.
Los cursos cerrados constituyen fundamentalmente puestos de trabajo que se pierden, pasando sus docentes a situación de disponibilidad durante un año, para luego quedar sin su trabajo. El curso cerrado contribuye gradualmente al achicamiento de las instituciones educativas y potencialmente al cierre de las mismas, algo que pareciera ser en definitiva lo que se busca en las escuelas conocidas como “Comerciales Nocturnos”.
Existen antecedentes sobre este tema en particular cuando en 2018 la ex ministra de Educación, Soledad Acuña, ordenó el cierre de 14 secundarias nocturnas, hecho que no se consumó debido a la resistencia de los sindicatos docentes. Cabe aclarar que a dichas instituciones concurren adolescentes y adultos, entre los cuales hay muchos que trabajan durante el día y que, ante un posible cierre, quedarían sin escuela.
No puede obviarse, al hablar de este tema, que estudios realizados por distintas organizaciones, entre ellas Unicef Argentina, han observado un descenso de la natalidad en la Argentina y en particular en la ciudad de Buenos Aires, donde los nacimientos cayeron el 44% entre 2014 y 2020, lo que podría indicar que él número de estudiantes por división podría caer de 13 a 3 alumnxs.
Contamos con la suficiente experiencia como para asegurar que en cada aula no debería haber más de 20/25 alumnos, si lo que se busca es llegar a una educación de calidad. Así y todo, en el caso de las escuelas secundarias, con el aumento de los niveles de pobreza y las mayores necesidades de trabajo en las familias de lxs alumnxs, así como el cambio operado en las adolescencias, es este un tema que debería estudiarse muy bien antes de proceder así como así y esgrimiendo una norma cultural y socialmente caduca como el Decreto 1.990/97 al cierre de ofertas educativas, que a juzgar por las políticas públicas implementadas para el área nunca volverán a abrirse.
A esta altura y a modo de evitar los fenómenos reseñados y definir otros, la Legislatura porteña debería plantear el necesario debate democrático por la educación a partir del llamado a un Congreso Pedagógico que defina qué tipo de educación desean y necesitan las comunidades de la Capital Federal, a fin de terminar con los cambios decididos unilateralmente por el Ministerio de Educación y de garantizar la vigencia de la democracia participativa. Se evitaría de esta manera el ejercicio autoritario del poder, algo que se ha hecho costumbre a la gestión del PRO en la ciudad de Buenos Aires.
* Raúl Moroni es profesor de Historia en el Instituto J. V. González (CABA). Supervisor y director de Educación Media y Técnica de la ciudad de Buenos Aires. Fundador de la EMEM 1 DE 20 (CABA) “Biblioteca del Congreso de la Nación”. Actualmente colabora con los grupos “Rescate EMEM” y “Boedo y Barrios del Sur ‘Víctor Kohn’”.
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