AGUAFUERTES ALEMANAS
Décadas de trabajo en Europa hacen del primer libro de Patricio Binaghi una inusual experiencia
“La confusión, si se maneja adecuadamente y con picardía, puede ser una forma de la astucia”. Por definición, lo confuso es la forma en que las ideas, los recuerdos, anhelos y evocaciones se presentan en la fragmentación del pensamiento. Su manejo, pícaro y/u oportuno, resulta astuto cuando es eficaz en la transmisión. Le quita al caos esa pátina de azar sin detrimento de la frescura inherente al fluir de ideas y escenas. Evita el pastiche al recurrir a una sistemática: la anacronía. Recurso literario destinado a alterar la secuencia cronológica al llevar situaciones del pasado al presente, o bien anticipar el futuro. De tamaño artilugio se vale el editor, comunicólogo, teatrista y archivista Patricio Binaghi (Quilmes, 1976), autor de la frase que encabeza estas líneas, en Anacronías alemanas, su primer libro, de múltiple clasificación genérica.
Crónica de viaje, diario personal, guía turística sui generis, ensayo sociológico, novela, crítica política, superposición regulada, en esa aparente ambigüedad que no termina de ser tal reside su atractivo, da por resultado un texto deliciosamente inusual, probablemente por carecer de esa pretensión. En doscientas cincuenta páginas da cuenta de las experiencias desatadas por el autor en diversas ciudades alemanas entre 2002 y la actualidad. Pese a que la estadía europea tiene Madrid por sede, el nudo central del relato se aboca a las actividades académicas, la investigación, la búsqueda de fuentes en un sinnúmero de librerías de viejo, mercados de pulgas y coleccionistas en territorio germano. Ex alumno del colegio alemán de Quilmes, donde transcurrió su infancia y parte de la adolescencia, el autor logra circular en los ambientes culturales teutones con creciente ductilidad. Acompañado a menudo por su pareja y su perra, a cada paso el ávido observador descubre no solo materiales inherentes a su labor específica. Acumula, tramita y digiere perspectivas históricas, rasgos cosmopolitas, detalles cotidianos, transmitidos mediante una prosa de alta elaboración dotada de un amplio diccionario enciclopédico.
Observaciones, pantallazos descriptivos y elaboraciones ampliadas a partir de un rasgo tornado representativo, otorgan una profundidad política desapercibida para el viajero urgente. Experto en la historiografía fotográfica, Binaghi obtiene panoramas que exceden al objeto. “Estéticamente, Alemania nunca ha abrazado el color, siempre ha sido blanca y negra. Me intriga cómo interpretan ellos términos como intimidad y pudor. En la esfera privada, no son particularmente pudorosos, pero en lo social, la reserva es evidente. Fueron pioneros en las comunidades nudistas en Europa a principios del siglo XX; sin embargo, rara vez hablan del cuerpo. Existe una relación extraña con la intimidad: les cuesta abrirse, mostrar vulnerabilidad emocional. Esa represión encuentra su escape en el sexo más duro y complejo, una presencia constante y palpable en este país de bandera tricolor”. El recorte idiosincrático pronto se extiende a tópicos, no por manifiestos, menos socialmente solapados. Respeto a algunas regiones alemanas, anota: “Se siente una marcada cercanía con Estados Unidos en el aire, aunque no de manera evidente. Podría decirse que la influencia del gigante del norte a través del Plan Marshall ha convertido a Alemania en su propio estado miniatura en Europa. La industria automotriz, la comida procesada, los suburbios con casas y jardines, el consumo masivo; todo esto parece un eco del capitalismo estadounidense implantado en Europa”.

Binaghi no es un turista ni un desterrado sino un laburante que requiere estar allí donde encuentra la materia prima para su singular producción. De manera que aprecia Europa más allá de la mirada furtiva del transeúnte no menos que con los prejuicios localistas. Posición dotada de una distancia prudencial, curiosa, brechtiana, preocupada por lo que sucede en el pago, cuya referencia se potencia, convirtiéndose en inevitable extrañamiento. “Escucho hablar en argentino varias veces, es increíble la omnipresencia. Las olas migratorias, los desplazamientos políticos y económicos, y el afán por viajar y conocer hacen que estemos diseminados por todo el mundo, hasta en los lugares más recónditos. Aunque al encontrarnos allá, en el sur, más cerca de la Antártida que del Ecuador, tengamos todo a trasmano. Yo siento que, por más que me he integrado muy fácil a España, mi circulo íntimo siempre termina siendo un colectivo de argentinos expatriados, incluso de diversas olas migratorias. Nos pasa a muchos: acabamos tendiendo una red transnacional de amigos difuminados por varios países y ciudades de Europa”.
Tal vez por ese distanciamiento que se alarga y se acorta, emerge y desaparece en forma aleatoria siguiendo las cadencias del recuerdo y el corazón, es que la misma literatura del autor le impone desenvolver una primera persona narrativa en un tono diferencial al del Yo, emigrado de la voluptuosidad narcisista propia de la autorreferencia. Apartado de tales manierismos el autor está presente en la narración a través de una prosa tan amable como ecléctica; construye así un personaje próximo a la novela, ataviado con las acciones que describe. La tierra tira aún en la distancia: “Trato de usar bien los tiempos verbales en alemán, sobre todo el condicional y alguna declinación que me resulta confusa desde la niñez. Hay cosas que se arrastran toda la vida”.
Sin liturgia ni pena impostada, el relato asume el carácter proveniente de su origen. “Decía Roberto Arlt, en Aguafuertes porteñas, que los argentinos que viajaban por Europa a principios de siglo, en lugar de escribir un libro, publicaban sus impresiones del viaje en periódicos abiertos. Hoy en día, se viaja para Instagram. Viajar sin publicar nada en las redes sociales es un auténtico acto de subversión contemporáneo. (…) les cuento de un salame argentino que vivía en España y que cuando salía a la calle en su ciudad hablaba en inglés porque decía que el acento argentino estaba devaluado. Lo contaba con orgullo”. Veinte años de habitar suelo europeo fortalecen, por el contrario, un orgullo percudido en el terruño y, en el cedazo de la lejanía, transformado en un puñado de partículas comparativas. “Es increíble que los alemanes todo el tiempo dicen: ‘Wir haben kein Geld’ (en español: ‘No tenemos plata’). Para los que venimos de países pobres, devastados por gobiernos neoliberales y saqueados por las grandes potencias y corporaciones, esto es como un insulto o quizás una ironía, aunque justamente en este país escasea”.
Fragmentos, secuencias, pequeñas historias, ocurrencias, se tejen al modo de una narración coherente en el interior de Anacronías alemanas. Construyen un tiempo propio, original en el vital tránsito de un autor, a la vez habitante y explorador. Coloca a Patricio Binaghi en el lugar de su morada, donde produce para su patria originaria y también para las adoptivas. No en vano construye una editorial que publica en ambos continentes y forja una literatura, la suya y para otros, poseedora de una síntesis que solo la diversidad otorga.
FICHA TÉCNICA
Anacronías alemanas
Patricio Binaghi
Buenos Aires, 2024
356 páginas
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