Desafíos en una era de gigantes
Diplomacia y desindustrialización
El histrionismo y sobreactuación que ejerce el gobierno de Javier Milei parece un atajo para obtener impacto. La expulsión espasmódica de decisiones administrativas, resoluciones y decretos destinados a cambiar nombres e intentar borrar la memoria es justamente eso.
Esa política no resulta una novedad; fue distintiva de aquellos gobiernos que sucedieron al justicialismo desde 1955 y durante el destierro de su líder y estaba ligada a la creencia de que los cambios de nombres y siglas de los organismos iban a erosionar la memoria popular y el recuerdo de la obra justicialista. La persistencia en esta política, que ya fue reutilizada por el macrismo, aparenta una nueva intención de mostrar resultados con poco esfuerzo destinados a generar una competencia abierta con el mejor gobierno de los últimos 50 años, el de los Kirchner.
El afán refundacional del gobierno parece concentrarse en este momento sobre el Ministerio de Relaciones Exteriores. Se presume que va a sufrir consecuencias similares a aquellas áreas que pretendieron configurar en un pasado reciente un sistema científico y tecnológico, donde se incluye al ex Ministerio de Ciencia y Tecnología, la Agencia de Promoción Científica, el CONICET, la CNEA, la CONAE, el INTI, el INTA, entre otros, y que representaron un ejemplo práctico de lo que debía ser una “política de Estado”. En este caso debe entenderse su existencia a través del protagonismo de las comunidades científicas en el establecimiento de consensos implícitos y explícitos con sus efectos políticos estabilizantes. Sin embargo, este gobierno arremetió en su contra hasta en sus fundamentos, al colocar en dificultades presupuestarias a las universidades.
Estos organismos mencionados recorrieron caminos comunes a la trayectoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, inclusive desde los organigramas y las estructuras administrativas en contextos donde el componente científico y técnico formó parte de las estrategias de desarrollo: a través del emplazamiento de infraestructura estratégica para el desenvolvimiento de las industrias básicas, la participación y el establecimiento de empresas productivas y de alta tecnología del extranjero en territorio nacional, la negociación con ellas y sus países de origen en materia de transferencia tecnológica mediante asociaciones con empresas locales, la diversificación de las exportaciones y la apertura de nuevos mercados. Inclusive, luego del deterioro en la formación profesional del personal del servicio exterior producto de la disolución de la Escuela de Política Internacional, Bernardo Houssay, presidente del CONICET, organizó el primer ciclo de conferencias del flamante Instituto del Servicio Exterior de la Nación creado por José María Guido e inaugurado por Juan Carlos Cordini, canciller y general del Ejército (Bosoer, 2005).
Sin embargo, nada de esto forma parte de las prioridades de este gobierno, medido por el carácter de sus decisiones y con resultados ya conocidos en el corto, mediano y largo plazo, donde sus efectos comienzan a dar la pauta de la profundidad del abismo. En ese sentido, resulta evidente que nuevamente se recorrerán caminos similares, pero en esta oportunidad hacia un destino nada auspicioso, dado que la concepción de las reformas no ocultan la proyección de una pérdida relativa del poder del país en el concierto internacional y la sustitución de los intereses nacionales por los de una facción del poder financiero internacional, más parecida a los intereses de asaltantes de caminos.
Hacia fin de año se especulaba con tres decisiones de fuerte impacto en la Cancillería: la suspensión del llamado al concurso de ingresantes a la carrera diplomática, el cierre de representaciones en el exterior y la integración de personal sin concurso para cumplir funciones diplomáticas orientadas a potenciar el perfil comercial del Ministerio.
La unificación de las representaciones en la República Oriental del Uruguay evidenció que existe una vocación real de cerrarlas. La ejecución de una reorganización que reduzca la presencia extensiva e intensiva de la Argentina en el exterior afectará a las relaciones internacionales de nuestro país. En general, estas decisiones son procesadas por las contrapartes a través del principio de la reciprocidad; por lo tanto, el repliegue argentino deberá contemplar una acción similar por parte del otro país o simplemente la pérdida de interés en desarrollar un vínculo ya degradado. Es lógico que afecte las relaciones comerciales y políticas. Dentro de ellas, cualquier paso en falso respecto a estas decisiones puede afectar los posicionamientos y los votos de los países sobre la cuestión Malvinas e islas del Atlántico Sur. El despliegue de personal orientado a la diversificación de las exportaciones, el flujo de inversiones productivas, el de infraestructura y la negociación de transferencia de tecnología no es compatible con representaciones con escasa dotación de personal y/o con múltiples concurrencias, donde las tareas se dividen entre trámites consulares y la resolución de problemas.
El decreto del Poder Ejecutivo Nacional 43/2025 publicado el 29 de enero de 2025 en el Boletín Oficial creó la figura del “Embajador Comercial para Inversiones y Desarrollo Estratégico”, que tan estratégico no parece ser porque en el mismo decreto se encargan de reducirlo al advertir que “no representan a la Nación, no serán considerados funcionarios ni empleados públicos, no tendrán relación de dependencia, subordinación ni vínculo contractual con la Administración pública nacional”, junto a otros cuatro artículos más que se dedican a jibarizar sus atribuciones y reducir la ocurrencia a una suerte de título nobiliario de carácter protocolar, inspirados seguramente por Cristiano Rattazzi y Licio Gelli. Faltó un artículo dedicado a la obligatoriedad del uso del uniforme diplomático decimonónico con sombrero ornamentado con plumón para convertirlo en una creación totalmente bizarra.
La tercera innovación, que aún no se tradujo en una decisión administrativa, resolución o decreto, es la suspensión del Concurso de Ingreso a la Carrera Diplomática bajo la órbita del ISEN. En efecto, estos tres ejes se suponen complementarios y solidarios entre sí en un sentido profundamente negativo y, de extenderse esa política, evidenciará la pérdida de poder relativo del país y su peso en el exterior al reducir la presencia y sus capacidades. Los resultados serán negativos y costosos para los intereses nacionales, al favorecer un repliegue voluntario de las posiciones argentinas en un contexto donde todos los países defienden con “uñas y dientes” los mercados en los que tienen participación o en donde perciben potencialidades.
A grandes rasgos, y a pesar de la profusión de su dogma sobre los efectos taumatúrgicos del mercado, conciben la “planificación central y estratégica” a medida de los efectos que esperan como producto de sus políticas económicas reprimarizadoras, es decir, un país con menor crecimiento de su población, expulsor de sus hijos hacia otras latitudes, con escasa industria e insignificante formación de ingenieros y personal técnico, totalmente a merced de las finanzas y las intenciones de los países centrales.
En la nueva era de gigantes, parafraseando a la obra del extraordinario diplomático brasileño Samuel Pinheiro Guimaraes (2006), nuestro país requiere volver sobre su senda productiva, recomponer su perfil industrial y su sistema científico tecnológico de manera integrada. Será necesario relanzar un ambicioso plan de infraestructura estratégica que atienda a las necesidades nacionales en un mundo trepidante producto de las tensiones entre los gigantes: Estados Unidos, China, Rusia, la Unión Europea, India y Brasil; y propicio a la repentina desconexión. En esa dirección será necesario diversificar a los socios y elegir las alianzas criteriosamente para beneficio de nuestro pueblo. Nuestro país cuenta con excelentes profesionales altamente calificados y especializados para acompañar esta tarea, entre ellos muchos doctores, resultado del financiamiento durante los últimos 20 años por organismos públicos o mismos graduados que tempranamente encuentran en la diplomacia su vocación y en el ISEN su ámbito de especialización. Estos son los perfiles que deberían encontrar un lugar en el servicio exterior en lugar de los amigos del poder de turno recompensados con títulos nobiliarios protocolares. Justamente, en un país donde está todo por hacerse, resulta inconcebible la postración inducida a la que está siendo sometido.
* Franco Agustín Lucietto es historiador graduado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y magister en Defensa Nacional por la UNDEF, se especializa en la investigación histórica de la dimensión estratégica militar de la política exterior argentina. Se desempeñó como director de Asuntos Académicos del Instituto del Servicio Exterior de la Nación del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la Nación durante el período 2020-2022 acompañando inicialmente al director del ISEN, embajador Eduardo Zuain, y luego al embajador (R) Victorio Taccetti.
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