Retomar a los clásicos de las relaciones civiles-militares y de la teoría de la guerra puede ayudar a dimensionar la situación en que se encuentra la política de defensa en la Argentina de Milei. El ministro Luis Petri, secundado por un gabinete carente de las condiciones mínimas para ejercer la conducción política sectorial, ha llevado a la jurisdicción a una situación de deterioro sin precedentes. En cualquiera de sus facetas —política, estratégica, administrativa u operacional— la menesterosidad que exhibe la gestión actual da cuenta, sin lugar a duda, del peor momento desde la recuperación de la democracia en 1983.
La cartera de Defensa ha sido ocupada en estas cuatro décadas por diferentes figuras, algunas más respetadas que otras, que han exhibido desigual compromiso con la voluntad política de conducir a las Fuerzas Armadas. Entre los puntos más altos se cuentan las gestiones de Agustín Rossi (2013-2015 y 2019-2021), Nilda Garré (2005-2010), Raúl Borrás (1983-1985) y Jorge Taiana (2019-2021); mientras que, entre las más deslucidas, destacan las de Oscar Aguad (2017-2019) y Julio Martínez (2015-2019). Sin embargo, ninguna —ni siquiera la dolorosa etapa de Aguad— puede ser comparada con la precariedad e incapacidad que refleja la gestión de Petri.
La teoría: entre Huntington y Clausewitz
El padre de la teoría de las relaciones civiles-militares, el estadounidense Samuel P. Huntington, publicó su clásico El soldado y el Estado en 1957. La primera versión en español fue editada por la Biblioteca del Oficial del Círculo Militar en 1964. Hacia el final de la obra, cuyo leitmotiv es la minimización de la intervención militar en política [1], el autor dedica el capítulo XVI a la “estructura ministerial de las relaciones civil-militares” y destina algunas páginas al rol del secretario de Defensa (el cargo de ministro, según la organización de nuestro Poder Ejecutivo).
Al referirse a las necesidades del cargo, Huntington sostiene que un “sistema equilibrado de relaciones civiles-militares en el Departamento de Defensa requiere que el secretario funcione como estratega de política (…), debe ser un hombre de respeto, que atraiga la admiración de la opinión pública”. Y prosigue: “debe tener la estatura de un estadista. Esto es esencial para la imagen pública del cargo (…), debe ser un hombre de dedicación, que actúe y piense puramente en términos de su cargo. En él debe concentrarse y mantenerse libre de influencias, intereses y ambiciones externas (…). El cargo de secretario de Defensa debe ser el punto final y no un escalón en la carrera pública”. Finalmente, precisa Huntington, “debe ser un hombre que sepa de política. Sus grandes necesidades son: amplitud, sabiduría y, sobre todo, juicio (…) necesita capacidad analítica, discriminativa, evaluativa, para reconciliar conflictos de intereses y demandas (…), requiere paciencia y humildad. Hombres que combinen estas características son raros, pero la experiencia indica que en Estados Unidos no faltan” [2].
Otra lectura indispensable para el análisis de las relaciones civiles-militares es la de Carl von Clausewitz, el militar prusiano e historiador que en 1832 publicó su trascendental Vom Kriege (De la guerra, según su traducción más habitual). La obra, de influencia decisiva en la ciencia militar contemporánea, fue editada por primera vez en la Argentina por la Biblioteca del Oficial del Círculo Militar en 1922. [3]
Como sucedió en otros países con similares inclinaciones autoritarias, el influjo militar alemán llegó a ser relevante en nuestro país en los aspectos organizativos y operativos del Ejército, sin tener su correlato en el plano teórico. Como veremos, ello no es sorprendente si se toma en consideración, por ejemplo, la indiscutible primacía de lo político sobre lo militar en Clausewitz. Las dos más notables excepciones en nuestro medio a esta desatención general de los aportes teóricos de la obra clausewitziana son —según José Fernández Vega [4], el más agudo intérprete argentino de Clausewitz— los escritos de los tenientes generales Juan Domingo Perón [5] y Benjamín Rattenbach [6]. Vale la pena citar textualmente al historiador prusiano: “La subordinación del punto de vista político al militar sería irrazonable, porque la política ha creado la guerra; la política es la facultad inteligente, la guerra es sólo el instrumento y no a la inversa. La subordinación del punto de vista militar al político es, en consecuencia, el único posible” [7].
Clausewitz también aborda el papel del ministro de Defensa y su gabinete: “No queremos decir que esta familiaridad con asuntos militares sea la cualidad principal para un ministro de Estado; las principales cualidades que este debe poseer son una extraordinaria mente superior y fortaleza de carácter; el conocimiento de la guerra puede ser suministrado en una u otra forma (…). Si la guerra ha de corresponder por entero a los propósitos de la política y la política ha de adaptarse a los medios disponibles para la guerra, en el caso en que el estadista y el soldado no estén combinados en una sola persona [como fue el caso de Alejandro o Napoleón para Clausewitz, o de Roca o Perón en nuestro medio], sólo quedará una alternativa satisfactoria, que es la de hacer general en jefe a un miembro del gabinete”.
Fernández Vega profundiza en las relaciones entre lo político y lo militar en Clausewitz: “El libro octavo (…) se ocupa del plan de la guerra y su diseño debe estar en manos de quien conoce las condiciones políticas: el gabinete. El general sólo posee una capacidad específica. Las medidas decisivas debe tomarlas una instancia política superior, no una militar (...). La competencia técnica puede solicitarse o adquirirse; lo esencial es que el gabinete se halle libre de presiones militares, aunque pueda contar, llegado el momento, con la opinión especializada (aunque limitada) del general” [8].
Según se aprecia, ni las competencias requeridas para el cargo de ministro de Defensa ni la voluntad política para conducir al sector militar —requisitos indispensables en Huntington y Clausewitz— forman parte de los atributos de la administración actual.
La práctica: cosplay y colaboracionismo periférico
Contracción de las palabras costume (dizfraz) y play (juego), el término cosplay se impuso en Japón en la década de 1970. Los cosplayers se visten y actúan como personajes, pero su performance va más allá de ello. Según quienes conocen a fondo este terreno artístico, el cosplay es más que un pasatiempo: es una forma de entender la vida y de homenajear a los personajes predilectos. El ministro Petri así lo ha demostrado desde que asumió en diciembre de 2023, con su momento estelar en abril de 2024, cuando se convirtió en Maverick, el emblemático personaje de Tom Cruise en Top Gun (1986). No sería este un problema mayúsculo si Petri —en su función de ministro de Defensa— respondiera, aunque sea mínimamente, a lo esperado por las teorías de Huntington y Clausewitz. Sin embargo, en cada uno de los terrenos escrutados por estos teóricos, el desempeño del mendocino es muy pobre.
En el plano estratégico-nacional, advertimos hace ocho meses en este mismo espacio las consecuencias a las que daría lugar el plan del dúo Mondino-Petri para respaldar el esfuerzo bélico de Ucrania contra Rusia. La decisión de sumarse al Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania (Grupo Ramstein) –en un escenario geopolítico en donde nuestro país no tenía ningún interés vital en juego, en un contexto de avance de la ofensiva rusa sólo inadvertido en la cobertura de los principales medios argentinos y ante la posibilidad concreta de que Trump ganara las presidenciales en noviembre– fue un disparate sólo explicable a partir de la incompetencia de los responsables de las carteras de Relaciones Exteriores y Defensa. Del Presidente argentino no cabía esperar otra cosa. Con un posteo en la red social X, Donald J. Trump exhibió el pasado miércoles el sinsentido de la “occidentalización dogmática” y la “desnacionalización estratégica” que domina a los pensadores estratégicos del Palacio San Martín y del Edificio Libertador.
Por otra parte, frente al mandato de Huntington de un secretario de Defensa que sea “un hombre de dedicación, que actúe y piense puramente en términos de su cargo”, Petri representa exactamente lo contrario: no da respuestas a las necesidades del sector (lejos de retomar el proceso de jerarquización y equiparación salarial con las fuerzas de seguridad instrumentado por el gobierno anterior e interrumpido por el actual, se limita a conceder un módico aumento de 5% a partir de marzo, a la vez que conduce a una parálisis operativa sin precedentes producto del ajuste fiscal [9], la licuación del FONDEF y la extensión del presupuesto 2023), pero se dedica a elaborar proyectos de ley que no tienen que ver con sus competencias (por ejemplo, el de “ficha limpia”) y ocupa su tiempo en perfilarse como futuro candidato a gobernador de Mendoza con el auspicio del vocero Manuel Adorni (quien retribuye así el nombramiento de su hermano Francisco, que pasó de trabajar en un bazar a ser auditor del Ministerio de Defensa con un sueldo de cuatro millones de pesos).
Tampoco cumple Petri con la recomendación huntingtoniana de un político con templanza, que despliegue “amplitud, sabiduría, juicio, (…) capacidad analítica, discriminativa, (…) paciencia y humildad”. Una reciente respuesta al ex ministro de Defensa, Agustín Rossi, en la red social X pinta de cuerpo entero a Petri, quien —en lugar de argumentar razonadamente— se mostró insultante ante una lógica intervención de Rossi. Petri inició su posteo afirmando: “Rossi, sos un mentiroso, ningún avión británico sobrevoló espacio aéreo argentino. En el gobierno de @JMilei cuidamos y defendemos la soberanía de los argentinos de verdad”. El ex ministro de Defensa peronista simplemente había recomendado leer el sopesado análisis del ex secretario de Malvinas, Guillermo Carmona, con relación a la noticia de un avión británico que el 13 de enero sobrevoló el espacio aéreo y marítimo argentino ocupado ilegal e ilegítimamente por el Reino Unido. Al margen del desliz freudiano de Petri —que al responder de este modo pone de manifiesto que su inconsciente no concibe a las Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y espacios marítimos correspondientes como parte de nuestro territorio, pues a menudo sobrevuelan y aterrizan aviones británicos en la base militar que Londres tiene desplegada allí—, lo cierto es que no resulta en absoluto sorprendente la sumisión del gobierno argentino.
Sobre la cuestión del colaboracionismo periférico con relación a Malvinas y la subordinación de los funcionarios argentinos a Londres, nos hemos expresado en otras oportunidades (evaluando tanto la política exterior como la de defensa). Ahora bien, el reciente affaire del avión británico nos permite también acercarnos al asunto a través de los clásicos utilizados en esta nota (Huntington y Clausewitz).
Desazón y dolor
Tanto Huntington como Clausewitz recomiendan una firme conducción política de la defensa. Como hemos visto, el autor estadounidense plantea la necesidad de un secretario de Defensa que sea “estratega de política”. Por su parte, el militar prusiano se ocupa de la cuestión del gabinete, que debe estar “libre de presiones militares [y diplomáticas]” y no necesariamente integrado por expertos castrenses, sino más bien por eficientes funcionarios políticos que puedan ejercer debidamente la conducción sectorial.
Ante la imposibilidad de Petri de compatibilizar las actividades cosplayer con el perfil huntingtoniano de “estratega de política”, queda revisar la situación de sus más inmediatos colaboradores. En el caso de su viceministro (el secretario de Estrategia y Asuntos Militares, el coronel retirado Marcelo Rozas Garay), el perfil no parece el más adecuado para asesorar en materia de políticas enérgicas en torno a la base militar desplegada por el Reino Unido en el Atlántico Sur. Su carrera política —desde su salida del servicio militar activo, en el que no se desempeñó en los puestos de comando más relevantes— fue impulsada por Patricia Bullrich, quien afirmó en 2021 que “podríamos haber dado las Islas Malvinas en una negociación con Pfizer”.
Su otro secretario, Juan Erardo Battalme, no cumple con ninguno de los requisitos prescritos por Clausewitz para ejercer la conducción política ministerial. Encargado de tramitar los asuntos anglo-norteamericanos en el Ministerio de Defensa, el responsable internacional de la cartera se halla sujeto a toda clase de presiones. Las diplomáticas resultan obvias y conocidas en el “mundo” de la defensa para quien fuera coordinador de la cátedra del Reino Unido de la Universidad del CEMA. A ello deben sumarse sus ataduras con el propio universo de las Fuerzas Armadas, en donde —según describe la Fundación Contemporánea por una Argentina Unida— se desempeñó por más de una década como analista del Estado Mayor General de la Armada. A nadie que haya estado durante tanto tiempo sujeto a evaluaciones periódicas de rangos intermedios de una fuerza militar puede exigírsele la libertad de ataduras que plantea Clausewitz. Menos aún si se trata de alguien que lleva sobre sus espaldas una profesión frustrada, producto de una baja temprana del Colegio Militar a inicios de la década de 1990.
Con este panorama en materia de conducción política ministerial, sería un milagro que la subordinación intelectual a Londres de los funcionarios políticos no se viera reproducida en las instancias de conducción estratégico-militar. El affaire del avión británico que desencajó a Petri se vio agravado, desde el punto de vista estratégico, cuando se conoció por los medios de prensa un documento del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, suscripto por el Comandante Conjunto Aeroespacial, que afirma que el “Reino Unido posee una zona marítima adyacente a las Islas Malvinas”. Como sostuvo el analista Sergio Eissa hace dos semanas, “este reconocimiento de la ocupación británica genera desazón y dolor entre los veteranos, pero no es algo que sorprenda”. Con el nivel de ataduras políticas, diplomáticas y militares descripto, lo extraordinario sería la adopción de otro tipo de medidas con relación a la cuestión Malvinas.
Como dice el viejo adagio popular al que suele recurrir Pepe Mujica: “Difícil que el chancho chifle”.
[1] Huntington propone el “control civil objetivo” como el medio más eficiente para alcanzar la supremacía civil sobre las Fuerzas Armadas. Las características de este tipo de control son: 1) un alto nivel de profesionalismo militar y el reconocimiento por parte de los militares de los límites de su competencia profesional; 2) la efectiva subordinación de los militares a los líderes políticos civiles, encargados de implementar las decisiones básicas de la política de defensa; 3) el reconocimiento y la aceptación de los líderes civiles de un área de competencia profesional para los militares; y 4) como consecuencia de los tres puntos anteriores, la reducción al mínimo de la intervención militar en política y de la intervención política en los asuntos eminentemente técnicos de la profesión militar. Ver Huntington, Samuel P. 1964. El soldado y el Estado. Buenos Aires: Círculo Militar, pp. 121-123.
[2] Huntington, Samuel P. 1964. op. cit. pp. 496-498.
[3] Fernández Vega, José. 2005. Las guerras de la política: Clausewitz de Maquiavelo a Perón. Buenos Aires: Edhasa, p. 319.
[4] Fernández Vega, José. 2005. Op. cit., p. 188.
[5] Perón fue destinado en 1930 a la Escuela Superior de Guerra como profesor, de allí pasó al Estado Mayor del Ejército y luego nuevamente al mencionado instituto castrense, donde permaneció seis años como profesor de Historia Militar. En ese marco, produjo uno de los más relevantes ejemplos de recepción de la obra de Clausewitz en la Argentina con sus “lecciones”, editadas por primera vez en 1932 bajo el título “Apuntes de historia militar".
[6] Rattenbach es especialmente conocido por haber encabezado, ya como teniente general (retirado), la Comisión de Análisis y Evaluación de las responsabilidades políticas y estratégico-militares en el conflicto armado del Atlántico Sur. Menos conocida es su labor como secretario de Guerra del gobierno provisional de José María Guido (1962-63). En esa función, según las crónicas disponibles, rubricó en 1963 el decreto 2712, que refería a "la presencia y actividades de las fuerzas antidemocráticas peronistas en la vida institucional del país". Sobre su análisis de Clausewitz, ver: Rattenbach, Benjamín. 1955. Estudios y reflexiones. Buenos Aires: Círculo Militar.
[7] von Clausewitz, Carl. 2005. De la guerra. Buenos Aires: Terramar Ediciones-Agebe, p. 288.
[8] Fernández Vega, José. 2005. Op. cit, p. 188.
[9] Se prevé una reducción del presupuesto destinado a alistamiento y adiestramiento del 11% en 2025.
* Luciano Anzelini es doctor en Ciencias Sociales (UBA). Ex director nacional de Planeamiento y Estrategia del Ministerio de Defensa.
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