El violador educado
Murió condenado a prisión perpetua el represor que regenteaba un colegio privado en Wilde
El Colegio San Diego de Wilde y parte de su comunidad educativa se enfrentan a un fenómeno de negación ante lo que el Poder Judicial ha probado: su dueño y ex director violaba a nenas de la edad de sus alumnas. Las pruebas abundan.
Luis Horacio Castillo ya era conocido “desde 1972 (como) jefe de calle de destacamento de calle Pico, a una cuadra de la 9 de Julio, en Lanús”, testimonió Mercedes Alvariño Blanco, una de sus víctimas. Luego, “el supuesto jefe a cargo de nosotros se llamaba Castillo”, en la Brigada Lanús-Avellaneda, de acuerdo al testimonio de Héctor Oscar Callejas. En esa Brigada de Investigaciones “estaba un comisario de apellido Castillo”, declaró Blanca Frida Becher (causa 14.216, “Protobanco”, del Juzgado Federal 3, CABA).
Allí estaba el inspector Castillo a mediados de 1975 cuando recibió a un grupo del PRT traído desde Zárate, con Graciela Draguicevich, detenida en Campana. En lo que ya se conocía como El Infierno, les hacía dormir “tirados sobre el piso”, al igual que a dos embarazadas que perdieron a sus bebés. A Marita Quintana y Riqui Monteiro, de 16 y 15 años, las torturaron tanto que a la chica le dejaron “los pezones abiertos como si fueran flores, sin asistencia médica”.
A finales de julio de 1975 tuvo bajo su poder a un grupo militante, entre quienes denunciará su violación María del Carmen Alburúa, futura presidente del Concejo Deliberante de Quilmes.
Castillo recibió a los padres de Graciela para decirles “acá no hay ningún detenido”, aunque en una segunda oportunidad autorizó el encuentro de padre e hija. Luego supervisó cuando la arrojaron “desnuda al pabellón de los presos comunes, con el evidente propósito de que se produjera una violación, pero esos delincuentes tenían más moral; me vistieron con sus ropas y me abrigaron con toallas”, declaró la entonces veinteañera, quien siempre mantuvo el reconocimiento a los presos comunes (ver Nos negamos a morir en la cárcel).
Castillo “estaba todo el tiempo en la Brigada, nunca se iba a su casa”, agregó. Tal conducta se condice con un legajo en el que asentó su “domicilio real: Vernet y Siciliano”, la dirección del Pozo de Banfield. A esa cercana localidad en Lomas de Zamora fue transferido el 10 de agosto de 1976.
Respecto de la etapa en El Infierno, en su legajo consta que era un “oficial con reconocida capacidad y condiciones de mando; profunda vocación policial y amplios conocimientos judiciales y policiales. Leal, honesto y disciplinado. Desempéñase en Delitos Económicos. APTO PARA EL ASCENSO”.
Tal foja era avalada por el Jefe de la División Delitos contra la Propiedad, comisario inspector Bruno Trevisán, quien la firmó el 30 de septiembre en Banfield, donde Castillo pasó a revistar como oficial inspector de Seguridad.
Durante esos cincuenta días en su nuevo destino, estuvo a cargo de la custodia de los chicos de la Noche de los Lápices secuestrados en esa primavera y participó, según la sentencia, del abuso deshonesto contra Clara Ciocchini y la violación de Claudia Falcone. También estuvo cuando, a finales de 1976, recibieron a transexuales a las que violaron (ver Lesa sexualidad).
Tras cumplir su comisión en Banfield, el 7 de marzo de 1977 regresó a la Brigada en Avellaneda, donde Trevisán, como nuevo jefe allí, pondrá su firma a la foja de calificaciones fechada el 30 de septiembre: “Funcionario de relevantes cualidades funcionales y personales. Sumamente organizado, criterioso, dinámico y estudioso de nuevas técnicas de competencia policial”.
Ascendido a oficial principal, fue seleccionado para cursos de entrenamiento con aval de los jefes de Policía, Ramón Camps, y de Investigaciones, Miguel Etchecolatz, de acuerdo a las fojas de “Servicios y Destinos” en su legajo 8865.
A cargo de Delitos Económicos, recibió a los hermanos Iaccarino (secuestrados hacia noviembre de 1976) en la Brigada de Avellaneda el 6 de julio de 1977. Desde allí los llevaron ante una escribana para obligarlos a vender –bajo amenaza de arrojarlos al río– un campo de 25.000 hectáreas y un avión, con la promesa de un pago ficticio (un caso tratado en el libro Cuentas pendientes, de Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky, Siglo XXI, 2013). “En El Infierno todos sabían que Castillo era el que juntaba la plata”, declaró Carlos Iaccarino. A su Brigada “la llamaban Banco de Londres, porque era uno de los lugares donde más dinero se obtenía fruto de los secuestros extorsivos”, añadió.
Luego de liberarlos en enero de 1978, Castillo pasó a transitar la experiencia empresarial. En 1979 empezó a llevar niños al sótano de su casa familiar en Polonia y Mitre, Wilde, a modo de guardería. Pronto consiguió financiar su traslado al edificio escolar que creció muy rápido hasta ocupar varios lotes con edificios para los tres niveles educativos. Pudo avocarse por completo a partir de su retiro como comisario en 1986.
Santa palabra
¿De dónde tomó el nombre para su colegio? No fue original, a partir de la popularidad que Lope de Vega le dio desde su comedia en verso San Diego de Alcalá (1613). Alguna identificación pudo haber con aquel que en el convento de Canarias oficiaba de “guardia”.
Al tal Diego (Sevilla, 1400) le atribuían haber desaparecido los rastros de calor en un niño dormido dentro de un horno encendido de repente. Un salvador de chicos no era mal nombre para una escuela. Aunque el milagro más destacado se le consignó tras su muerte por un absceso en 1463. Estaba en medio de honores rendidos por cardenales cuando el rey de España, Felipe II “El Prudente”, se llevó el cadáver al Palacio, a lo que le siguió la sanación de su hijo Carlos, el príncipe postrado a causa de una caída por la escalera. Un hombre tan servicial para con los poderosos sumaba a lo útil lo conveniente.
Hacia 1588, tras la creación de la Sagrada Congregación de Ritos, Diego fue el primer canonizado por el papa Sixto V (el inquisidor que, en su consistorio inicial, el 10 de mayo de 1585, definió su fórmula: “administrar justicia y proveer víveres”. Para lo primero, convirtió el puente de Sant'Angelo en una disuasoria exposición de cabezas).
Así, San Diego llegó a ser el patrono de los franciscanos legos (quienes carecen de órdenes clericales o de conocimientos, según la RAE). La adopción de su nombre por quienes dotarán de esos conocimientos no es original. En Venezuela, el San Diego se postula como “un colegio para padres exitosos”. En Chile, invitan a uniformados a dar clases.
En este siglo
En las redes virtuales del San Diego de Wilde, un administrador de Facebook, Eddië Kunisz Tomasevich, informó 8 de abril de 2013 del fallecimiento de María Marta (Sosa de) Castillo. Otro miembro de la comunidad, Yam Starry Eyes, destacó la coincidente fecha de la muerte de Margaret Thatcher.
En mayo de 2015 trascendió el nombre de Castillo como jefe de guardia de El Infierno. Los fiscales platenses lo imputaban por delitos sobre dos mujeres y un hombre sobrevivientes contra los que documentaron desnudez, manoseos, eyaculación sobre el cuerpo, violación, picana sobre los genitales e introducción vaginal de elementos cortantes para que “no nazcan más hijos de puta”. Lo común de su apellido favoreció que las sospechas se aventaran con decir “es un homónimo” y la acusación pareció no afectar su imagen entre docentes y egresadas, que posteaban sus fotos con Castillo.
En mayo de 2022 su mentira se desmoronó al quedar procesado con prisión preventiva domiciliaria por el juez Ernesto Kreplak. Entonces dejó la empresa a sus dos hijos. La querella en el Juicio Brigadas amplificó su repercusión con la representación del abogado Claudio Yacoy, ex intendente interino de Avellaneda, más la difusión hecha por la APDH Regional Conurbano Sur y otros organismos. Entonces, los ex alumnos empezaron a atar cabos. Desde las redes recordaban: “En los campamentos no dejaba que lleváramos caramelos. Si hablabas a la noche, marcaban tu carpa y el domingo lavabas los platos de todos (…) Siempre llevaba un bastón que golpeaba contra el piso cuando quería que se hiciera silencio, marcar presencia. Y lo lograba”.
Siguieron con los campamentos en Naturaleza Viva, del varelense Héctor Faldetta, y festejaban el Día de la Primavera aunque sin expresa mención al Día del Estudiante Secundario, instaurado en memoria de las chicas que Castillo violaba.
En diciembre de 2022 Castillo emitió una carta “a las familias del Colegio” sobre su inocencia por “hechos acaecidos hace cuarenta y seis años”, en una causa “de la que no surge prueba o indicios reales que me ubique como partícipe de delitos de Lesa Humanidad”. Juró “por la vida” de hijos y nietos y, como corresponde a un devoto de San Diego, se escudó en Dios.
Estuvo en el mismo proceso que juzgaba a Jorge Héctor Di Pasquale, quien como adelantado de la cruzada de Victoria Villarruel antes de asumir como Vicepresidenta pidió recusar a una fiscal por ser familiar de víctimas de la dictadura (ver Villarruel los inspira).
No lo lograron. Hacia marzo de 2024, el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata lo condenó a prisión perpetua por participar en crímenes contra 605 personas en las Brigadas de Banfield, Quilmes, Lanús y San Justo. En concreto, le endilgaron “abuso sexual con acceso carnal en tres casos y abuso deshonesto en cinco casos; desaparición forzada agravada de cinco embarazadas y desaparición forzada agravada de cuatro menores de 18 años”.
Beneficiado con un arresto domiciliario, desde la Secretaría de Género y Diversidad de ATE Avellaneda comunicaron que “vivió más de 40 años impune como un gran señor; no vamos a tolerar que siga entre nosotros como un ciudadano más”.
En diciembre, el colegio anunció desde sus redes que esperaba a la comunidad de regreso para el lunes último. Ese día comunicaron la muerte de Castillo, sin mencionar su prontuario ni la condena a perpetua: “El cortejo fúnebre pasará por la puerta del Colegio Primario el lunes 3/2/2025 a las 12. Agradeceremos respeto en este momento de profundo dolor”.
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Tras su fallecimiento de forma natural a los 83 años, otros se animaron a hablar. Según Diego Huguenet, “causó miedo más que respeto, y temor más que simpatía. ‘El Señor Castillo’, como debíamos llamarlo, se caracterizó por su extrema rectitud corporal y el tintineo de sus llaves por los pasillos”.
El docente Tupac Gómez posteó: “Murió cumpliendo prisión domiciliaria por el gran trabajo de las víctimas, de familiares y del compañero Claudio Yacoy. Hoy desde las redes, el colegio San Diego pide “respeto” en los comentarios y elimina aquellos que referencian su historia manchada de sangre, de dolor y de dinero mal habido, porque además de asesino y torturador genocida, fue un ladrón. Siento vergüenza e indignación por la posición del colegio”.
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