¿El momento Sputnik?
Desafío chino a la IA de Estados Unidos y embate integral del mileísmo contra la Argentina
El mercado bursátil norteamericano fue conmovido esta semana por la irrupción de un fenómeno que no tenían previsto las grandes empresas tecnológicas de Estados Unidos, que son el motor del crecimiento económico y los principales agentes dinámicos de los incrementos en la valorización de las acciones en ese país.
Una pequeña empresa, formada en 2023 por egresados de universidades tecnológicas de la República Popular China, logró desarrollar un servicio de inteligencia artificial que se ofrece sin costo inicial, y con código abierto, a todos los que quieran utilizarlo.
No sólo se trata de que DeepSeek ofrece un producto de última generación, con una demanda en formidable expansión, sino que su rendimiento –según diversas fuentes consultadas– es similar al de la aplicación Chat GPT, de la estadounidense OpenAI, ubicada en el mismo segmento. Al mismo tiempo, la start-up china utiliza en sus instalaciones chips más “antiguos” que los usados por los norteamericanos, ya que las últimas gestiones presidenciales de Estados Unidos comenzaron a controlar y retacear la venta de tecnología de punta a China, para dificultar su desarrollo productivo.
El efecto paradojal es que se demostró –mientras en China están tratando de mejorar la calidad de su producción de microchips– que puede ofrecerse un producto competitivo con las altas inversiones de los norteamericanos, con 95% menos de recursos. El pato de la boda fue Nvidia, empresa de punta en la producción de hardware y software para inteligencia artificial, que sufrió un derrumbe en el precio de sus acciones, perdiendo un 16% de su valor a lo largo de la semana.
La alarma en la industria de alta tecnología fue disparada por lo que ocurrió con las preferencias del público, ya que el fin de semana anterior al impacto sobre las bolsas norteamericanas la demanda de la aplicación DeepSeek superó a las de las grandes empresas estadounidenses de IA en su propio mercado local.
El control de daños fue instrumentado rápidamente: se puso en marcha el aceitado aparato de propaganda norteamericano tratando de asustar al público con la idea que sus datos personales e informaciones confidenciales irían a parar a China. También se dijo que DeepSeek instalaba un software malicioso en las computadoras de sus usuarios. Además, hubo en los últimos días un descomunal ataque informático contra la empresa, que por su magnitud sólo puede ser realizado por grandes organizaciones con capacidad computacional.
La irrupción de esta eficiente y diminuta empresa china (en términos del capital que movilizan sus competidoras norteamericanas) puso en cuestionamiento la carestía de los costos de producción (y las ganancias) de las empresas estadounidenses, que de por sí fijaban un precio muy alto para quienes quisieran acceder a esas tecnologías en el mundo, reforzando la supremacía tecnológica de todo el entramado productivo del país.
La promoción gubernamental en los Estados Unidos de grandes innovaciones tecnológicas dio pie a los grandes conglomerados que están a la cabeza de las mayores empresas globales en términos de capitalización bursátil, y de influencia en todo el entramado tecnológico global. Puede ser un embrión de una gobernabilidad global norteamericana vía la influencia indisputada de sus gigantescas corporaciones de alta tecnología.
La naciente “industria” de la inteligencia artificial tiene la particularidad de insumir ingentes cantidades de energía en el procesamiento de monumentales cantidades de datos, lo que a su vez genera una presión adicional sobre los costos internacionales para la producción de energía.
La empresa china ofrece no exactamente un paradigma alternativo, pero sí uno mucho más austero en materia de consumo energético, y por lo tanto alivia tanto los costos como las potenciales presiones geopolíticas para conseguir fuentes energéticas para el despliegue mundial de la IA.
Trump es un peligroso negador del cambio climático, actitud que se reflejó en su discurso de asunción cuando usó la expresión “drill, baby, drill” (perfora, bebé, perfora), dedicado a la industria petrolera norteamericana. El paradigma de producción de IA –actividad intensiva en energía– que siguen las empresas norteamericanas requiere de esa “negación” para poder avanzar sin remordimientos en una expansión irresponsable. La aparición de formas más prudentes de utilización del recurso pone en entredicho la existencia de un modelo “único” de producción de IA, y permite pensar en la desvinculación de los avances tecnológicos informáticos de la depredación “inevitable” del planeta y sus recursos básicos.
Mientras el sistema empresario norteamericano trata de procesar el impacto de la irrupción china –no se debe menospreciar la gran capacidad innovativa del país del norte, apuntalada por un alto gasto público en materia de “defensa”, universidades y centros de investigación de punta, y fuentes de financiamiento privadas disponibles para las nuevas empresas que despliegan tecnologías con potencial de alta rentabilidad–, Trump vuelve a la carga con su propuesta básica: descargar de impuestos a las empresas que operan en los Estados Unidos, e incrementar los barreras a la entrada a ese mercado de las empresas que le venden “desde afuera”.
Hay un contrabando de clase en el planteo trumpista: le quiere bajar impuestos al capital que opera en su territorio, pero su política proteccionista implica, inevitablemente, el aumento de los precios que deberá afrontar el consumidor norteamericano. En otros términos, más rentabilidad empresaria, con trabajadores que tendrán menor poder adquisitivo.
Estados Unidos está tanteando qué efecto internacional tienen sus amenazas proteccionistas y empezó por amenazar a sus vecinos latinos, no sólo con las deportaciones de personas indocumentadas, que crecen día a día –hay un cupo mínimo de 1.200 personas–, sino que acompaña estos humillantes procedimientos con amenazas de imponer altísimas tarifas a quienes se opongan. En el caso de Venezuela, apareció una ominosa medida administrativa de Trump: dio de baja un permiso temporario de residencia que había otorgado la gestión Biden a unos 600.000 venezolanos que buscaron ese destino como lugar de reinserción internacional.
Es inminente la fijación por parte de la administración Trump de aranceles del 25% a Canadá, México y China. Cuando se conozcan en detalle las medidas podremos analizar su lógica política implícita, pero no cabe duda de que se trata de una agresión económica unilateral que no puede sino traer malestar y fricciones económicas y políticas con la potencia norteamericana.
En la prensa estadounidense ya se habla del “momento Sputnik” para referirse al desafío chino en inteligencia artificial, comparándola con el satélite que puso en el espacio la Unión Soviética en octubre de 1957, acontecimiento con el cual tomó la delantera a los estadounidenses en la carrera espacial. Posteriormente, Estados Unidos logró no sólo eliminar esa ventaja inicial sino poner un hombre en la Luna. Elegir ese ejemplo en relación a la inteligencia artificial preanunciaría quién “ganará” finalmente la carrera en ese terreno. Pero hay un mundo de distancia entre la primacía de los Estados Unidos en los años ´60 y el complejo y cambiante panorama actual.
Basta medir la distancia entre Kennedy y Trump.
Política cambiaria: los senderos que se bifurcan
Pasemos al mundo de los admiradores tercermundistas del trumpismo.
Milei se mal acostumbró en 2024 –la Argentina le ha dado esa posibilidad– a que sus fantasías retrógradas tengan viabilidad, y que incluso si redobla sus apuestas económicas, sociales y hasta su agresividad discursiva no encuentre suficiente resistencia y hasta aparezcan aliados que se pliegan a sus planteos en diversos estratos sociales.
Que algo haya sido viable en un momento, no quiere decir que lo sea siempre.
A medida que transcurrió el año 2024, oscilando entre su fantasioso discurso preelectoral y la realidad concreta, la política económica mileísta se fue orientando hacia un esquema rígido en materia cambiaria, con parcial influencia en la estabilización de precios, pero sobre todo mucha adhesión del influyente mundo financiero, proclamando frente a la población su éxito en el combate a la inflación.
El gobierno utilizó para ese “combate” varias herramientas:
1) Mecanismos monetarios: transformando activos del Banco Central que devengaban intereses y se espiralizaban por las altas tasas de interés, en deuda del tesoro nacional, que no está siendo computada como parte del déficit del Estado;
2) Recesión: provocando una gran contracción económica (corte de la obra pública, de los salarios de la administración, del empleo público) en la primera mitad del año, acompañada por una caída permanente del poder de consumo del grueso de la población (jubilados, nuevos desempleados, indigentes); parte del público perdió todo posibilidad de ahorro, en pesos y en dólares.
3) Redireccionamiento de la especulación financiera: usando un tipo de cambio planchado para disuadir a los especuladores líderes en el mercado, se orientó la rentabilidad de corto plazo hacia activos financieros nominados en pesos, y se creó un clima de solidez cambiaria artificial.
Todo esto sólo fue posible políticamente por el evidente apoyo del establishment argentino –lo que influyó e influye decididamente en la “buena voluntad” de parte del espectro político-partidario–; de medios atestados de comunicadores neoliberales y redes sociales intervenidas por militantes rentados de derecha; y del visto bueno de los norteamericanos, que se encontraron con un país políticamente regalado, dispuesto a convertirse en el mejor de sus vasallos en la arena internacional.
Buenos amigos del gobierno le han señalado, hace ya varios meses, que se estaba generando un peligro potencial: un tipo de cambio oficial crecientemente sobrevaluado, que si bien tenía un transitorio impacto estabilizador era la madre de crecientes déficits en la balanza comercial y de pagos, y por lo tanto podía preverse la reaparición de la incertidumbre cambiaria y de precios, y eventuales desgastes o desilusiones políticas en relación al proyecto en marcha, al que consideran muy valorable dada su concepción clasista de la economía.
Como subproducto de la estrategia adoptada por Milei-Caputo, el Banco Central no consigue incrementar sus reservas de dólares, ya que en parte las utiliza para mantener baja la cotización del dólar CCL (“contado con liqui”) y por consiguiente bajar la brecha con el dólar oficial, y reducir las presiones de los exportadores agropecuarios con el “dólar blend”.
Milei, tanto por su personalidad desmesurada, por su visión –insólita– de la economía como por el ministro de Economía que eligió –un operador con un pensamiento financiero unidimensional–, decidió recientemente seguir “profundizando” el mismo camino que le piden abandonar. Para eso ratificó para este año el esquema de dólar prefijado seguido en 2024, pero con un ritmo devaluatorio aún menor desde febrero (sólo el 1% mensual), mientras la inflación interna no muestra señales claras de converger a esa tasa prefijada por la fantasía presidencial.
El FMI considera insostenible el atraso cambiario acumulado y prefiere que se realice una devaluación importante, seguida luego –en todo caso– por una tasa de devaluación mensual más realista y acompañada por una tasa de interés (recesiva) mucho más alta que la actual. Influyentes sectores del “campo” desean un tipo de cambio nominal de 1.600 pesos. Sectores industriales mercado-internistas necesitan protección cambiaria frente a la creciente competencia importada, pero una devaluación –sin recomposición salarial– los dejaría frente a un mercado raquítico.
Milei parece creer que con la baja de la inflación tiene garantizado un buen resultado electoral de mediano término, y que la economía se reactivará este año por el lado de la demanda, motorizada por ejemplo por el crédito para el consumo de los sectores de ingresos medios y altos. Si esa reactivación ocurriera, profundizaría aún más el desequilibrio comercial al alentar las importaciones, fortaleciendo la necesidad de una devaluación cambiaria.
Un efecto muy claro de esta distorsión creciente es que se proyecta ampliar la terminal aeroportuaria de Ezeiza para poder procesar los ingresos de paquetes con productos de todo el mundo, que ya crecieron un 20% en 2024 en relación al año anterior, a pesar de la contracción económica que afectó a la mayoría de la población.
Desventuras del contra-relato
“Hace falta un contra-relato económico opositor”, señalaba recientemente un analista de opinión pública, de escasa simpatía por el gobierno nacional.
El contra-relato se define en relación a un relato oficial, mileísta, que parece no tener adversarios en la arena política actual. En realidad hay un relato neoliberal asentado a lo largo de décadas de propaganda masiva, y recientemente aparecieron las nuevas incrustaciones ideológicas salvajes que incorporó La Libertad Avanza.
Al “relato” de más largo plazo lo empezó a estructurar el aparato publicitario de la última dictadura militar y continuó en forma constante hasta la actualidad. Es un relato que se autotitula liberal, pero que es básicamente pro-negocios de las grandes empresas, con los consabidos énfasis en la idea de privatizar, indiferenciar entre nacional y extranjero, achicar el Estado, promover la producción tradicional (agro-ganadería) y las importaciones manufactureras, y degradar las condiciones laborales.
A ese gran relato de fondo se le incorporó la novedad Milei. Este relato, creado en los últimos tiempos, se para en realidad sobre todo lo construido comunicacionalmente por el anterior, y avanza y profundiza en contra de las ideas básicas de justicia social y de cohesión social, de las instituciones del Estado de Bienestar, de las estructuras necesarias para que funcione un Estado complejo, contra los servidores públicos, contra la educación pública y el sistema científico-tecnológico, contra una política exterior mínimamente alineada con los propios intereses nacionales, contra el aprovechamiento de la explotación de los recursos naturales para obtener algún beneficio local, etcétera.
¿Por qué, frente a discursos basados en supercherías, como es el neoliberalismo desde Reagan y Thatcher hasta la actualidad, y con la experiencia histórica de los reiterados y estrepitosos fracasos neoliberales en nuestro país, no existiría un contra-relato?
¿El relato neoliberal es un corpus de ideas novedoso, inesperado, que no conocíamos y tenemos que empezar a estudiar para formular alguna respuesta? No.
¿Faltan especialistas en las diversas disciplinas que componen la economía y por lo tanto no hay recursos humanos en condiciones de formular un contra-relato económico fundamentado? No. Hay muchos profesionales, académicos, técnicos y especialistas en casi todos los temas, con una definida vocación popular, dispuestos a formular ideas y propuestas viables.
¿Y entonces?
Por alguna razón, en el terreno de la política, no se puede tomar nota de lo que ha ocurrido en las últimas décadas: la captura de la democracia, crecientemente sesgada por los intereses de grupos económicos carentes de un proyecto nacional. Estos sectores han logrado controlar buena parte de la comunicación social, partes relevantes del Poder Judicial, palancas centrales de la estructura productiva, para incidir sobre el rumbo económico más allá de lo que quiera el gobierno, e inciden en el mundo de las ideas y de los alineamientos políticos.
Y no se toma nota de lo que está pasando ahora: hay en ejecución, desde el Poder Ejecutivo, un ataque a la Nación en su conjunto, a sus estructuras productivas, sanitarias, educativas, regulatorias, científicas, culturales… y democráticas. Esto está pasando hoy, en una dimensión desconocida pero no carente de antecedentes.
Frente a este embate que es integral, no bastan sólo ideas “económicas”. La respuesta es básicamente política, y el relato que falta es básicamente político.
¿Quiénes serán los actores de la recuperación productiva, de la diversificación estructural, de la inserción inteligente del país en el mercado mundial? ¿Quién pensará una Argentina integrada en lo social y en lo territorial? ¿Quién le ofrecerá al país heterogéneo y diverso que hoy existe una imagen, una idea, que lo saque de las ensoñaciones mediocres y mezquinas del neoliberalismo?
Si hoy no hay contra-relato económico, a pesar del experimento aberrante que estamos viviendo, es porque aún la política popular no es capaz de dar cuenta de los desafíos que le plantea la configuración del poder real en nuestro país.
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