Una sola imagen fílmica y sin registro de su voz da inicio al documental Reconquista. El diario de Scalabrini Ortiz, que repasa vida y obra del crítico de la historiografía liberal. El largometraje se estrenó el 9 de enero en el cine Gaumont y no se reduce específicamente al diario. “Después del diario, a todos los libros que se mencionan en la película [Ortíz] los editó bajo el sello editorial Reconquista”, refiere su director, Ariel Martínez Herrera, en diálogo con El Cohete a la Luna, sobre la razón del título del film. Dos grandes aciertos hay en su trabajo: ante la ausencia de registro de la voz de Scalabrini Ortiz, el peso de su palabra escrita bien actuada resulta ordenadora de la pieza audiovisual y la escasez de imagen fílmica de su persona se suple con material de archivo y testimonios de peso relevantes, permitiendo que los 67 minutos de su duración tengan el equilibrio justo y necesario.
La palabra de Raúl Scalabrini Ortiz recobra voz con una notable interpretación del locutor Eduardo Aliverti, que a través de la lectura de fragmentos escogidos de sus escritos sumerge al espectador en una idea de quién es el personaje del que se habla, qué pensaba y cuál es la importancia de su trabajo. Aliverti “se sumó con muchísimo entusiasmo a la propuesta”. El hacedor cinematográfico expresa: “Estoy muy agradecido de tener su voz en el proyecto”.
Esto se complementa con imágenes de archivo y con los testimonios recogidos de Osvaldo Bayer, Fernando “Pino” Solanas, Norberto Galasso, Martín Scalabrini Ortiz, Andrés Asiain, Gustavo López y Gonzalo Rubio García.
El proceso de realización llevó diez años; arrancó en 2014 con un subsidio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). “La película estuvo muchas veces a punto de abandonarse por falta de fondos. El subsidio alcanza para empezar, pero [la producción] es más cara que el subsidio y uno termina trabajando de otra cosa para cubrir el dinero necesario del film. Eso hace que en las distintas etapas en las que uno carece de fondos, la película se paralice”, explica Martínez Herrera. Aquella dificultad que tenía Raúl Scalabrini Ortiz para difundir sus ideas es la misma que envolvió al documentalista.
Ese obstáculo de no contar con fondos suficientes, que generalmente padecen las producciones audiovisuales nacionales, hizo que el director pensara en abandonar el proyecto. No lo hizo por el colectivo que hay detrás de una realización de este estilo, que pujó para su finalización. El equipo está integrado por Santiago Podestá en producción (además de su director); Antonella Defranza, en desarrollo del guion, entrevistas e investigación periodística; Ariana Aisemberg, en producción ejecutiva; Agustina Pérez Rial, en producción de archivo e investigación; Ivo Aichenbaum, coordinación de post (estos dos últimos realizaron también el guion de montaje); Franco Toniolo, asistencia de montaje, y las imágenes tomadas por dron las realizó Sebastián Ziccarello.
“Yo pensé que no la iba a terminar. Muchas veces los que te salvan son los amigos. Somos un grupo de 20 personas, que lo hace por amor al cine nacional”, dice Martínez Herrera.
Pasaron los años y entrevistados como Bayer y Solanas murieron. “Esos testimonios no podían quedar guardados en un disco rígido; debíamos poner esa palabra en debate, en una época en la que es importante volver a hablar de las ideas de grandes pensadores nacionales que tiene el país”, evalúa.
Norberto Galasso es quien más aparece en el documental; en uno de los fragmentos, Galasso recuerda que Scalabrini, ya sin fondos para sostener el diario, rechazó la propuesta alemana de ponerle un interventor y fondos para continuar con Reconquista diciendo: “Lástima que los diarios no tengan sangre para ver cuándo se suicidan”. Scalabrini Ortiz no quería quedar vinculado a los nazis. “Fueron 40 números de Reconquista bancados por él. Seguramente le habrá fumado la fortuna a la mujer”, expresa con gracia Pino Solanas. El de él también es otro de los testimonios destacables del audiovisual.
La presencia de cada uno de los entrevistados que aparece en la película tiene un motivo: “A Osvaldo Bayer, porque era el más contemporáneo; nació en 1936 y desde muy jovencito comenzó a actuar, cuando Scalabrini era un hombre grande. Podía brindarnos una visión de época y era un intelectual de características parecidas”, explica Ariel Martínez Herrera. Esas similitudes —según el director— residen en que Bayer “también había dedicado su vida a las causas de los olvidados de la historia, parecido a lo que Scalabrini llamaba ‘el espíritu de la tierra’. También fundó un diario que duró poco tiempo y le costó el exilio”, compara.
Con respecto a Galasso, Martínez Herrera cuenta que lo entrevistaron porque “era su biógrafo”, una de las personas “que más sabía de su historia”. El testimonio de Gonzalo Rubio se incorporó porque “hizo su tesis de doctorado en Historia sobre el diario Reconquista”. La presencia de Andrés Asiain en el documental tiene su razón en que él, “como economista, dirige el centro de estudios económicos Scalabrini Ortiz”. A Fernando “Pino” Solanas lo entrevistaron porque “lo conoció, trabajó con él y fue amigo de uno de los hijos. Además, continuó con la lucha por los ferrocarriles nacionales”.
Gustavo López participó “por ser presidente de FORJA”. Martín Scalabrini Ortiz es su nieto, es ingeniero y fue entrevistado “por ser continuador de su línea de pensamiento”.
Martínez Herrera explica: “Todos tenían una razón de ser. Galasso nos dio una definición de Scalabrini casi al final; lo caracterizó como poeta de la política. Después, me terminé dando cuenta de que los entrevistados encajaban en esa categoría”. A Osvaldo Bayer lo entrevistaron en 2016, a Andrés Asiain en 2017; los demás testimonios fueron recogidos en 2018, según la memoria de su director.
Lo fundacional de la cultura nacional
Recibido de la carrera de Diseño e Imagen de la Universidad Nacional de Buenos Aires y de la carrera de Dirección de Fotografía en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), Ariel Martínez Herrera expresa: “Todo se lo debo a la cultura fomentada desde el Estado; también se trata de volver a esa matriz de pensamiento, donde debemos fomentar la cultura, sobre todo en esta época que es una idea que parece tan a contramano del pensamiento actual, volver a esa idea —porque a mí me formó la universidad pública y el Instituto de Cine—, porque el INCAA no solo hace películas, produce y forma técnicos, y produce audiencias, que es algo que no se valora”.
Su crítica a esa posición libertaria de estos tiempos, en la que la mirada mercantil reduce al cine a la venta de entradas, se basa en que para él la función del cine es la de “formar audiencias, producirlas”, según expone el realizador. “Es un trabajo al que obviamente debemos dedicarnos los que fuimos formados por el propio Instituto de Cine”, sostiene Martínez Herrera. “Para hablar de una nación, hay que hablar de la cultura de una nación, de salud y educación. Uno no puede dejarla en manos del mercado, porque son indispensables. Tener una cultura por y para todos, que ponga en la discusión pública ideas que no son un negocio, sino que marcan una identidad, es fundamental”.
“Se dice que estas películas no las ve nadie o que no cortan tickets. Eso es porque las proyectamos en lugares donde no cobramos entrada”, describe Ariel Martínez Herrera. Para el joven realizador no “es algo que se entienda mal”, sino “que deliberadamente están tratando de que quede oculto, con barbaridades que se dicen y no son ciertas. Se está tergiversando un debate con el propósito de decir que la cultura, el cine nacional, es deficitario, cuando ni siquiera debería pasar por ahí la discusión”.
Animada cabeza
“Junto a otros socios formamos productoras independientes, mientras trabajábamos para televisión, haciendo animación, incluso piezas para Amazon, últimamente”, cuenta Ariel Martínez Herrera sobre su trayectoria. El cine independiente es su pasión. Se dedicó también a hacer series web. El de Scalabrini es su cuarto largometraje. Tiene dos documentales y dos ficciones. En 2020, en tiempos de COVID-19, estrenó Tóxico, película de ficción que habla de una pandemia y llamó la atención de los medios de comunicación.
Ariel Martínez Herrera tiene 43 años. Ha trabajado y trabaja de camarógrafo, de director de fotografía, de productor, de guionista y es contratado para distintas producciones. Es una persona que ama el cine, que no se restringe a un solo formato. “Me dedico al documental, a la ficción. Me gusta mucho la animación, tengo el sueño de hacer algún día un largometraje de animación y me gustaría explorar el formato de serie grande, porque realicé una serie web, pero de capítulos cortos. Pienso en películas, básicamente”, se describe. El mundo del cine está en su cabeza, aunque remarca que empezó como dibujante y de ahí su pasión por la animación.
Valoración
El director considera que es “una época en la que es importante volver a hablar de los grandes pensadores nacionales que tiene el país. Es fundamental que esas ideas vuelvan a ponerse sobre la mesa, vuelvan a discutirse, porque evidentemente cada tanto triunfan ideas muy contrarias a la defensa de la soberanía”.
El póster de la película “es el originalmente diseñado para el diario Reconquista, un afiche publicitario del diario rediseñado para este nuevo fin. Es un homenaje al diseño que Raúl (Scalabrini Ortiz) y toda la redacción usaron para promocionar el diario”.
Cuando se proyectó en el Gaumont, se agotaron las entradas, por lo que está prevista una nueva presentación para marzo. Pero antes, el 20 de febrero, se proyectará en el Instituto Patria. En tiempos en que el Presidente libertario intenta que seamos nuevamente colonia, repasar la historia, el pensamiento nacional, a través de la vida de Raúl Scalabrini Ortiz, es una buena oportunidad, como lo será también para las y los jóvenes que no lo conozcan poder descubrirlo, y el documental de Ariel Martínez Herrera cumple bien con ese propósito.
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