De Norte a Sur, por qué no

La insensata idea de un tratado de libre comercio con Estados Unidos

 

Javier Milei ha dicho que en 2025 su primer objetivo será impulsar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Ha añadido que ese tratado debería haberse firmado hace 19 años. “Imaginen lo que hubiéramos crecido en estas casi dos décadas si hubiéramos comercializado con la primer potencia mundial”.  Directivos de la cancillería han informado que “cambiar el Mercosur, o irse”, son las dos alternativas que maneja Milei si Brasil y Uruguay no permiten los acuerdos bilaterales extra-zona.

Evidentemente el Presidente desconoce los efectos de los TLC en nuestra región. El premio Nóbel de Economía (2001), Joseph Stiglitz, ha aconsejado que no se piense que luego de lograrlo, “de alguna forma mística”, el capital fluirá a los países llevándolos a la prosperidad. Varios lustros de vigencia de TLC de países latinoamericanos con Estados Unidos proyectan más sombras que luces.

La millonaria propaganda oficial financiada por la Agencia Oficial para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID) que prometía empleo, mayores salarios, crecimiento industrial, presencia de inversiones extranjeras directas (IED) y un boom de exportaciones, no se ha cumplido. La Argentina se ahorró el haber atravesado por ese proceso de modernización de pocos sectores empresariales, destrucción del tejido industrial, aumento de la informalidad, déficit comercial con Estados Unidos y aumento de la migración, entre otros.

 

Amor no correspondido

Independientemente de los resultados insatisfactorios de los TLC de Estados Unidos con países latinoamericanos, Milei parece hacer oídos sordos al hecho de que ese país ha dado la vuelta al camino de la globalización neoliberal para instalar prácticas proteccionistas con una mayor presencia del Estado. ¿No se da cuenta que ha amenazado con instaurar aranceles hasta a sus socios del tratado T-MEC (Estados Unidos, México y Canadá), que el mismo Trump renegoció? ¿Que su prioridad se ha vuelto la preservación del empleo y la reindustrialización de su país y que el Estado tiene una participación creciente en el fomento a la investigación en áreas científicas y tecnológicas? ¿Acaso hará competir y sacrificará Trump a los agricultores, que el gobierno estadounidense subsidia, y que es además su bastión electoral, con importaciones argentinas que pudieran restar empleos? No suena lógico pensar que Trump negociará un TLC con Argentina –como tampoco lo ha hecho Biden durante su mandato con ningún país– solo porque Milei le ha declarado amor sin límites.

Actualmente Estados Unidos es el cuarto destino de las exportaciones argentinas, no el primero, como lo era para los países latinoamericanos al momento que suscribieron el TLC.

Para Milei, el acuerdo con Estados Unidos tendría un enfoque orientado al acceso a nuevos mercados y a la inversión. Pero aprovechar un mercado que se abre requiere el apoyo del Estado en programas de capacitación, promoción, entre otros. La apertura económica sin una estrategia de protección para industrias vulnerables podría destrozar el tejido industrial local, con la correspondiente pérdida de empleo, y profundizar la primarización de la economía, reduciendo el valor agregado de las exportaciones.

En cuanto al TLC como instrumento para atraer inversiones hacia la Argentina, el Foro de Naciones Unidas para Comercio y Desarrollo (UNCTAD) considera que el capítulo de inversión de los TLC reduce la capacidad de los países en desarrollo y emergentes para adoptar políticas industriales capaces de coordinar mejor la actuación de las empresas extranjeras en sus territorios pues se eliminan los requisitos de desempeño, a esa Inversión Extranjera Directa (IED). Es decir, el Estado no puede exigirles a los inversionistas que su producción tenga un determinado grado de contenidos nacionales, ni poner un límite a la exportación de bienes o servicios; utilizar preferentemente bienes producidos en su territorio; relacionar en cualquier forma el volumen o valor de las importaciones con el volumen o valor de las exportaciones (o con el monto de las entradas de divisas asociadas con dicha inversión); exigencias de transferencias de tecnología o preservación de niveles de empleo.

Las reglamentaciones que  eliminan la posible articulación de la inversión extranjera con el aparato productivo local tienden a destruir la industria nacional, así como a las pequeñas empresas, las más importantes generadoras de empleo, porque se favorece la compra de productos importados.

Por otro lado, las razones que explican la presencia de las inversiones no dependen de un TLC sino de factores más complejos como el agotamiento de los programas de privatización, la reducción del proceso de fusión y adquisición de empresas, la disminución del interés en invertir en el sector de servicios, o el aumento del interés en inversiones tecnológicas.

Además, la IED no trae beneficios automáticos con su sola presencia. No se trata de atraerla mediante políticas pasivas que asignan solamente al mercado la asignación de recursos, sino de asegurar que la inversión tenga efectos en la generación de empleo. Esto se logra mediante la orientación política y un rol promotor del Estado, que el capítulo de inversiones del TLC restringe.

 

Una estrategia de desarrollo

Un TLC no es sólo un acuerdo comercial. Es, sobre todo, un acuerdo de gestión de la economía y de su inserción internacional, así como una estrategia de desarrollo. Por eso muchos analistas consideran que los TLC tienen poco de comercio y poco de libres. A cambio de garantizar el acceso al mercado estadounidense, se busca introducir, extender y consolidar un cuerpo de reformas legales, especialmente en los ámbitos de propiedad intelectual, servicios, compras gubernamentales e inversiones. Como decía el Embajador brasileño Adhemar Bahardian, entonces co-presidente del ALCA, el precio que se debe pagar por la ilusión del acceso al mercado norteamericano es el de sacrificar las herramientas de política económica que los países industrializados usaron históricamente para su desarrollo.

  • Liberalización de compras públicas. Ni las PYMES, y ni siquiera las empresas latinoamericanas de mayor envergadura se han beneficiado de la apertura a nivel federal, de las compras públicas que realiza el gobierno de Estados Unidos. Se carece de canales adecuados para superar las barreras burocráticas y requisitos legales necesarios para acceder al exigente mercado norteamericano. En cambio, las empresas estadounidenses tienen más chances de ganar licitaciones de las compras públicas en los países latinoamericanos que cuentan con TLC. Estos tratados han limitado el uso de las compras públicas como instrumento del Estado para impulsar la industria nacional
  • Limitan estrategias para renegociar la deuda El TLC prohíbe estrategias eficaces para salir de una eventual crisis de deuda, toda vez que incluye a los bonos, obligaciones, otros instrumentos de deuda y préstamos en la categoría de inversiones, razón por la cual se extiende la aplicación de los principios de nación más favorecida, trato nacional y demandas de inversor a estado a la deuda soberana. El principio de trato nacional implica que a los acreedores extranjeros no se les puede ofrecer tratamiento menos favorable que el ofrecido a los acreedores locales. Esto constituye una limitación en la estrategia de negociación. La Argentina, por ejemplo, tuvo que reestructurar primero su deuda interna en condiciones preferenciales, para luego renegociarla con sus acreedores externos. Este fue, de hecho, un elemento fundamental en su estrategia después de haber declarado el default de deuda soberana más grande de la historia. El TLC, al exigir igual tratamiento para acreedores domésticos y extranjeros prohíbe explícitamente este tipo de estrategia. Al aplicarse el principio de nación más favorecida a la deuda soberana, los gobiernos que suscriben TLC con Estados Unidos tienen la obligación de extender a la deuda contraída con este país, el trato preferencial que eventualmente podrían otorgarse en un futuro a la deuda contraída con otro país como compensación a alguna concesión que en el futuro pudieran convenir.
  • Beneficiarios de la eliminación de aranceles a la importación. Muchas veces, los menores precios de los productos importados se quedan en la cadena comercializadora, o en grandes oligopolios agroindustriales que manejan el mercado de determinados productos. Por otro lado, las rebajas arancelarias que hacen los países representan, al menos inicialmente, una pérdida fiscal que debe ser compensada con recursos del Estado. En el caso de Chile, luego de la firma de los TLC con Estados Unidos y la Unión Europea, y a pesar de que era una de las economías más abiertas de América Latina, tuvo que incrementarse el Impuesto al Valor Agregado (IVA).
  • Profundizan la brecha del conocimiento. El interés central de Estados Unidos en firmar TLC consistía en fortalecer los derechos de propiedad intelectual. El caso más palpable es la ampliación de los plazos para los datos de prueba a cinco años para los medicamentos, y diez años para los agroquímicos. Ambos equivalen, en la práctica, a una extensión del plazo de las patentes, que retrasan el ingreso al mercado nacional de los productos genéricos.
  • Afectan el desarrollo sostenible de los recursos naturales. Las exportaciones de recursos naturales ingresan a los mercados de los países industrializados con aranceles muy reducidos y, en muchos casos, exentos de ellos. Lo que busca el TLC es evitar todo tipo de restricciones a su acceso y promover la participación de las empresas transnacionales en todas las fases del proceso productivo de las industrias extractivas, independientemente de su condición de estatales o extranjeras. Por eso se exige que los países otorguen trato nacional a los proveedores estadounidenses en las compras que realizan las empresas estatales, especialmente las petroleras, que mantienen algunos países latinoamericanos.
  • Asimetrías jurídicas. Para los países latinoamericanos el TLC tiene rango de Tratado Internacional. Para Estados Unidos, se trata sólo de un Acuerdo que no tiene rango superior a su legislación interna. Además, se reserva el derecho de invocar razones de seguridad para dejar de aplicar los términos del tratado en cualquier momento.

 

Consejos para negociar (si acaso)

  • Disimular el entusiasmo por el TLC y evitar aparecer públicamente como propagandista de este.
  • Recordar que el vínculo entre la apertura comercial y el crecimiento económico no es inequívocamente positivo, ya que importa la forma y el contexto en el cual se lleva a cabo la apertura.
  • Tener presente que no es cierto que el vínculo entre mayores exportaciones y crecimiento es automáticamente positivo. Este depende del tipo de exportaciones de que se trate y del potencial que tengan para generar encadenamientos dinamizadores con el resto de la estructura productiva.
  • Recordar que un TLC no es el factor determinante para que la IED fluya. Según la CEPAL, no existe un vínculo inequívocamente positivo entre IED y crecimiento, pues éste depende del tipo de IED de que se trate, de los intereses que persiga, dónde se instala y de los sectores donde se lleva a cabo.
  • Observar que los países latinoamericanos que han suscrito TLC con Estados Unidos han convertido sus superavits comerciales en déficits desde que estos entraron en vigencia. En términos generales han mantenido la misma estructura productiva primario-exportadora y casi todos han mejorado su participación en el agrobusiness. Las PYMES exportan poco y nada. Entre el 85 y 90% de las exportaciones las realizan las grandes empresas.
  • La soberanía alimentaria y el desarrollo industrial también se han visto afectados negativamente. La producción de cultivos esenciales como maíz, trigo, arroz y frijol  ha disminuido drásticamente, siendo reemplazada por importaciones, principalmente de Estados Unidos.
  • En todos los países ha tenido lugar un proceso de desindustrialización. Asimismo, hubo una limitación de la capacidad del Estado para promover el desarrollo. Este ha sido demandado ante tribunales internacionales, como el CIADI, en casi todos los países, cuando los inversionistas han considerado que sus intereses son afectados.

Un número creciente de académicos, funcionarios públicos y empresarios consideran que se requieren políticas que incentiven la inversión en investigación y desarrollo, con el fin de que las empresas innoven y diversifiquen sus productos. Algunos piensan que el TLC ha sido una de las explicaciones de la imposibilidad de los países en diversificar su producción y exportaciones, por las limitantes que se le imponen al Estado para intervenir.

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí